China

Debemos prepararnos para conmociones y sorpresas en los meses y años venideros

¿Final de un modelo o nacimiento de
un nuevo modelo?

Por Au Loong Yu (*)
New Politics, nº 47, summer 2009
Revista Trasversales, número 17, invierno 2009-2010

Foxconn: línea de ensamblaje

 

Tras treinta años de alto crecimiento casi ininterrumpido, China hace frente a un gran reto una vez que la crisis económica mundial ha afectado duramente a sus exportaciones. En China la ratio entre el monto total de las operaciones comerciales y el PIB está en torno al 70%, así que el modelo de crecimiento basado en las exportaciones está prácticamente agotado. El Partido Comunista de China (PCC) es consciente de esto. En abril de 2008, el presidente Hu Jintao habló de la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo, pasando de un modelo guiado por las exportaciones a otro guiado por la ampliación de la demanda interna. En noviembre se anunció la aprobación del paquete de estímulo económico por un importe de cuatro billones de yuanes (o rinminbis, "la moneda del pueblo") [unos 568.000 millones de dólares]. La economía se desacelera y el objetivo (Baoba) dado al paquete de rescate de mantener un crecimiento del 8% es difícil de alcanzar. Sin embargo, un índice de crecimiento lento del 5% o 6%, del que hablan muchos analistas, sería excepcional cuando Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea (UE) se encuentran en profunda recesión. La combinación de la fase recesiva mundial con la fuerza relativa de China para contener la crisis hace que la controversia sobre "el ascenso de China" sea más acalorada que nunca.

Las ventajas de China

Las razones de los resultados obtenidos por China deben buscarse, en primer lugar, en el excepcional éxito obtenido por el Estado de partido único en la restauración del capitalismo a lo largo de un periodo particularmente largo de 25 años. La consigna de Deng Xiaoping "Cruzar el río tanteando cada piedra" ha permitido la integración de la cúpula social en el capitalismo mundial de forma gradual y prudente, de manera que al estallar la crisis financiera mundial el Estado aún controlaba los puestos de mando de la economía, lo que ha dado a China más recursos de contención de la crisis que los que han tenido EEUU o el Reino Unido. El control de la cuenta de capital de China sigue en gran medida vigente y su moneda no es convertible. Sus bancos cotizan en Bolsa dentro y fuera de China, pero la mayor parte de sus acciones están controladas por el Estado. Así, en China no hay shadow banking [entidades financieras con actividades propias de los bancos pero no sujetas a las regulaciones de éstos] ni créditos tóxicos, a diferencia de EEUU, Reino Unido o incluso Hong Kong.

Debido a los sistemas informales de transferencia de fondos, miles de millones de yuanes han eludido el control de cambio de divisas y fluyen dentro y fuera de China; ese factor puede crear problemas a China en la fase descendente del ciclo. De todos modos, el control del Estado sobre los movimientos transfronterizos de capitales no ha sido totalmente ineficaz. En suma, aún existe un cortafuegos, aunque con brechas, para los mercados financieros de China y, por lo tanto, China es en cierta medida capaz de aislarse de la restricción crediticia mundial. Esto hace que la desaceleración económica de China se parezca mas al modelo clásico: una crisis de superproducción acompañada de una sobreexpansión del crédito con una crisis crediticia mucho menor a la de EEUU o el Reino Unido. Además, China había experimentado su crisis bancaria a finales del siglo XX, superándola a costa de la clase trabajadora y, en especial, de los decenas de miles de trabajadores bancarios despedidos. El Gobierno también saldó entonces miles de millones de yuanes de deuda incobrable de los bancos. Desde entonces los bancos gozan de mejor salud, pasando los prestamos de dudoso cobro de ser un 40-50% de sus activos al actual 6%. Además, tanto el endeudamiento de los hogares como la deuda pública son una pequeña proporción del PIB, mucho menor que en la mayor parte de los otros países (Economist, 15/11/2008).

Sin embargo, estas estadísticas deben manejarse con prudencia. En China no hay datos fiables, sobre todo si se refieren a deudas empresariales o a créditos bancarios interiores o exteriores. La crisis asiática de hace diez años reveló precisamente cuan serio era el problema de las deudas ocultas en el caso de las SOEs (Empresas Propiedad del Estado) que invierten en el extranjero. La crisis mundial seguirá afectando a China y, si se agrava, el "cortafuegos" de China no se sostendrá. Aunque China no haya experimentado lo que algunos llaman "financiarización", ahorrándose así la peor crisis financiera, una tradicional crisis de superproducción podría derivar en depresión, como ocurrió en los años treinta del siglo pasado.

El alto índice de crecimiento económico ha tentado a muchos, incluyendo a parte de la izquierda, a hacer una evaluación sumamente favorable de China. Pero el crecimiento económico ha tenido poco que ver con el bienestar de las personas trabajadoras, porque el crecimiento de China ha dado la espalda a la población desempleada. Un estudio hecho en 2005 por la Organización Internacional del Trabajo sobre la relación entre crecimiento económico y creación de empleo averiguó que, en el período 1990-2002, un crecimiento medio del 9,3% sólo causó un crecimiento del empleo del 0,8%, con tasa negativa en el caso del empleo industrial. No ha causado asombre que el alto índice de crecimiento haya sido acompañado por altas tasas de paro (1).

Factores sociales

Para evaluar correctamente la situación económica y social de China, el alcance de investigación debe tomar en cuenta los cambios sociales resultantes de la revolución de 1949. La revolución tuvo un efecto contradictorio sobre campesinos y obreros. Por un lado, llevó a cabo la reforma agraria, pero por otro dio a luz un Partido-Estado sumamente centralizado y burocratizado que mantuvo un increíblemente estricto control sobre campesinos y trabajadores. La subsiguiente evolución de la propiedad de la tierra en el "sistema de responsabilidad doméstica" reconoció a los campesinos el derecho a usar un pequeño terreno, que hoy actúa como una especie de seguridad social para los trabajadores migrantes de origen rural que vuelven a su lugar de origen por no encontrar trabajo en las zonas urbanas en las hay un descenso de la actividad industrial motivado por la crisis económica mundial. Para ellos, volver a su pueblo es mejor que morirse de hambre en la ciudad (2). Esto también beneficia al Partido-Estado: cuando llega la crisis, pide a los trabajadores migrantes que vuelvan a su aldea para cultivar su miserable cacho de tierra. Eso también beneficia a los gobiernos municipales al desactivar una bomba de relojería social. Puede que no sea eficaz a la larga, pero puede tener efectos parciales a corto y medio plazo.

Si no basta con diluir en el vasto territorio rural la ira de los trabajadores migrantes desempleados, siempre queda la coacción del Estado, particularmente dura y eficaz. Antes de 1990 el Estado surcoreano era tan despiadado como el Estado del PCC, pero aquel nunca tuvo la capacidad de borrar todas las asociaciones civiles; la iglesia, por ejemplo, siempre proporcionaba algún espacio para la organización inicial de los trabajadores. Por el contrario, el PCC lo ha logrado desde los años cincuenta. Todas las tradicionales asociaciones chinas religiosas y civiles desaparecieron, es decir, fueron destruidas o cooptadas por la burocracia, al grado que hasta los monjes taoístas o budistas se convirtieron prácticamente en funcionarios pagados por el Estado conforme a la escala retributiva de la burocracia, antes de que los forzaran a renunciar a su fe durante la Revolución Cultural. No había ni hay sociedad civil. No había ni hay ningún movimiento social organizado, por no hablar de una oposición política organizada. Esta realidad social y política explica por qué, mientras Indira Gandhi, antigua presidenta del Gobierno de India, fracasó a principios de los ochenta en su intento de forzar a las mujeres pobres a esterilizarse en nombre del control de la natalidad, China tuvo un terrible éxito imponiendo a sus 1300 millones de habitantes la política de hijo único. Irónicamente, el renacimiento del capitalismo creó algún espacio para los activistas por los derechos civiles, pero no es posible formar ningún sindicato autónomo. La ausencia de organizaciones independientes del PCC y del Estado afecta incluso a la burguesía. Casi todas las cámaras de comercio o asociaciones industriales han sido fundadas y están controladas por el Partido-Estado o sus agentes. Margaret Pearson explica por qué la reforma del mercado y el nacimiento de esta clase no han conducido al surgimiento de una sociedad civil o a la democratización:

"Los miembros de la elite empresarial china han dado pocos signos de que vayan a convertirse en una fuerza política independiente y activa. Quieren escapar de la política, no comprometerse en ella o en la creación de una 'sociedad civil'. Tras ganar independencia estructural, tratan de reconstruir lazos informales con el Estado. Los miembros de la elite empresarial se caracterizan por la ausencia de fuertes vínculos horizontales entre ellos y por la ausencia de sólidas relaciones con otros agentes sociales, dos cosas que serían esperables en una emergente sociedad civil" (Margaret Pearson, China's New Business Elite, Berkeley: University of California Press, 1997, p. 4).

La ausencia de sociedad civil es muy provechosa para los negocios. La atracción que China ejerce hacia la Inversión Extranjera Directa, ocupando puestos de cabeza en el ranking de países receptores, no se debe sólo a sus niveles salariales, que, de hecho, no son los más bajos entre los países en vía de desarrollo. La ventaja principal de China sobre otros países en vía de desarrollo a la hora de atraer a las sociedades transnacionales para que usen este país como centro mundial de explotación del trabajo para la producción con vistas a la exportación reside en el régimen cuartelario instaurado en las fábricas. Mientras que el poder de la burguesía india y de su Gobierno ha sido constantemente limitado por la democracia liberal y por el movimiento obrero organizado, sus contrapartes chinas no están sometidas a esas restricciones. En un informe de Globalization Monitor se relata como en la planta de fabricación de contendores que tiene Maersk en Dongguang, provincia de Guangdong, el "manual de los empleados" impone a los trabajadores setenta y tres reglas. Además de prohibir la distribución de panfletos, cualquier tipo de reivindicaciones y las huelgas, bajo pena de inmediato despido, la cláusula 18 dice: "Se castigarán con amonestación en las dos primeras faltas y con despido a la tercera el incumplimiento de las normas de cantina, los daños causados a su equipamiento y la perturbación del orden, incluyendo, entre otros actos, la destrucción de utensilios, saltarse la cola de las comidas, el abandono de cubiertos y utensilios sobre la mesa o fuera del lugar designado, el hecho de dejar restos y basura fuera de los lugares designados, o de dejar la mesa o el suelo con salpicaduras de alimentos, sopas, pieles de fruta, bebidas, etc."

Los trabajadores de Maersk Dongguang respondieron a este régimen fabril carcelario con dos violentas huelgas en 2008, pero con la ayuda de la administración local fueron reprimidos y posteriormente sólo lograron mínimas mejoras. Por cierto, la planta es enormemente productiva.

El éxito exportador de China ha dependido en alto grado del paternariado económico ente China y Estados Unidos. Mientras China actúa como una locomotora de la oferta mundial, Estados Unidos juega el papel de locomotora de la demanda. Esta relación se debe al nuevo orden mundial neoliberal vigente desde 1989, como ha indicado David Harvey (A Brief History of Neoliberalism, London: Oxford, 2005, Cap. 5).

El Estado: ¿solución o problema?

Para los nacionalistas y para muchos partidarios de la "nueva izquierda" el Estado da solución a dos problemas: el fracaso del mercado capitalista y el intento de Occidente y Japón de contener "el ascenso de China". No ven la otra cara de la moneda: el problemático papel del Estado, que nunca es neutral, y menos aún cuando la burocracia del aparato estatal no está sometida a ningún tipo de control. En China, desde los años cincuenta, la burocracia ha secuestrado en los hechos el Estado y lo usa como maquinaria para apropiarse del excedente social. A partir de finales de los ochenta, la burocracia ha decidido restaurar el capitalismo y ha saqueado el país hasta un punto que pone a la clase trabajadora cada vez más al borde de la rebelión. La evolución de la burocracia hacia una nueva clase apropiadora debe tomarse en cuenta para cualquier intento de comprender el capitalismo chino controlado por el Estado, tanto en sus puntos fuertes como en los débiles.

A lo largo de los 25 años de reforma, el PCC no podía enriquecerse sin generar antes una clase capitalista privada, pero cualquier reforma importante ha buscado, ante todo, el enriquecimiento de la propia burocracia. A finales de los ochenta, la reforma de los precios creó el mecanismo denominado guandao, con funcionarios implicados en operaciones especulativas [compraban a precios estatales y vendían a precios de mercado]. Mientras tanto, casi todas las estructuras del Estado crearon diferentes tipos de empresas para ganar dinero. Los burócratas comenzaron a hacerse capitalistas. Esto enfureció a la población, que expresó sus protestas contra el Gobierno en 1989. Las medidas del PCC aplastaron toda oposición a la reforma capitalista, descargando los golpes más duros sobre la clase trabajadora, y condujeron al gran enriquecimiento de la burocracia. La gira por el sur de China hecha por Deng Xiaoping en 1992 manifestó la decisión del PCC de dar otro gran salto hacia la plena integración en el capitalismo mundial. Para garantizar el éxito de ese salto no bastaba con el terror que siguió a la explosión de 1989. Era imperativo infligir una derrota aún mayor a los trabajadores de las Empresas Propiedad del Estado (SOEs), que constituían la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo urbana. Esta vez el objetivo era reducir la plantilla del sector estatal para convertir estas empresas en "modernas sociedades". Más de 40 millones de trabajadores fueron despedidos, siendo aplastadas las protestas contra los despidos. Las SOEs de pequeño y mediano tamaño fueron privatizadas, siendo los principales beneficiarios los burócratas de ámbito municipal y los antiguos directores de esas empresas. Las SOEs más grandes cayeron en manos de burócratas de más alto rango y se convirtieron en entidades comerciales, implicadas en el mercado interior y en la exportación . Ya que el gobierno estatal o municipal siempre conservaba una parte de las acciones suficiente para mantener el control, estos burócratas y sus compinches disfrutaban simultáneamente de las ventajas de la "propiedad estatal" y del "libre mercado".

Mientras tanto, comenzó una segunda ola de privatizaciones del suelo urbano (incluyendo el suelo rural cercano a los suburbios urbanos), lo que fue otra fuente de enriquecimiento de los funcionarios de los gobiernos municipales y de sus compinches.

Los diferentes departamentos gubernamentales crearon sus propias empresas para ganar dinero en beneficio de los burócratas, pese a la prohibición vigente desde finales de los ochenta (3). Por ejemplo, el departamento de policía controla sus propias empresas de seguridad; el departamento de trabajo controla sus propias empresas de trabajo temporal; el departamento de bomberos controla empresas de venta de extintores de incendios... Sus empresas siempre triunfan porque ellos usan su poder coactivo para vender servicios a las empresas y fábricas bajo su jurisdicción. Por ejemplo, el departamento de bomberos exigirá que las fábricas compren extintores de una empresa bajo su control, con la amenaza de que quien no lo haga pagará las consecuencias: quien no haga caso puede terminar multado por el más mínimo detalle. Sus operaciones se parecen a las de la mafia; de hecho, estos funcionarios a menudo utilizan a gángsteres locales.

La metamorfosis de la burocracia, desde un anticapitalismo feroz hasta convertirse en burócratas-capitalistas ha sido así completada. Creo que esto no es algo nuevo. El Partido-Estado del Kuomitang en los años treinta y cuarenta fue descrito por el propio PCC, en una ironía de la historia, como "capitalismo burocrático". La única diferencia es que el actual Partido-Estado del PCC lo ha institucionalizado a una escala colosal, mucho mayor que la del Kuomitang. Es un error pretender que el actual Estado chino es autónomo o incluso algo independiente de la burguesía, y es un error afirmar que no ha sido subordinado a su interés de clase y que por tanto China sigue siendo no-capitalista o incluso "socialista", como hace Giovanni Arrighi en su nuevo libro Adam Smith in Beijing (Brooklyn, Nueva York: Verso, 2007, pp. 332 y 369). Basado en experiencias de la Europa Occidental, este análisis trata a la burocracia y a la clase capitalista como si necesariamente fuesen dos grupos sociales completamente diferentes o incluso opuestos.

Por el contrario, la burocracia china es la clase capitalista. Martin Hart-Landsberg ha argumentado convincentemente que la economía de China se ha hecho capitalista desde hace mucho tiempo, pero él sitúa el punto de partida de esta transformación en la "pendiente resbaladiza" de la reforma del mercado en que se embarcó el PCC ("China and Socialism, Market Reforms and Class Struggle", Monthly Review, julio-agosto 2004). Por el contrario, yo diría que no ha habido una opción política incorrecta sino que la burocracia ha optado conscientemente por restaurar el capitalismo, decisión que no tomaron sólo por haber perdido la fe en el socialismo, sino porque quieren ser capitalistas.

Deng Xiaoping ya mostraba ese camino cuando, en 1984, China, violando cualquier principio socialista, acordó con el Reino Unido que el laissez-faire capitalista se mantendría en Hong Kong hasta cincuenta años después de su entrega a China. Más tarde dijo que el capitalismo debería ser permitido en Hong Kong más allá de ese plazo. En 1987 dijo a una delegación africana "no sigan la vía socialista, hagan lo que sea necesario para que la economía crezca" (4). Lo ocurrido tras el estallido del movimiento democrático de 1989 demostró que el PCC se había transformado de forma decisiva y cualitativa en un partido capitalista.

Sin embargo, es muy poco convincente que algunos maoístas echen toda la culpa a Deng Xiaoping. Deng no encontró ninguna oposición significativa. Al contrario, recibió una respuesta entusiástica de la burocracia, lo que sugiere que llevó a cabo los deseos de la burocracia. Esta situación no debería extrañar a ningún socialista. Incluso en la era de Mao, cuando la burocracia era ferozmente anticapitalista, ésta gozaba de extraordinarios privilegios, como elite dirigente que, gracias a su monopolio sobre el Estado, ejercía en exclusiva la distribución del excedente social. Como cualquier otra elite dirigente, nunca estaban contentos con su sueldo, entre diez y treinta veces mayor que el de los trabajadores comunes (5), y siempre deseaban apropiarse de más excedente social del que pudieran merecer (6). Sus intereses fundamentales radicaban en la restauración de la propiedad privada, no en actuar indefinidamente como leales servidores públicos en defensa de la propiedad común (7).

Decir que en la era de Mao la burocracia china ya era capitalista, como sostienen algunos maoístas, es como confundir el presente continuo con el futuro: al sostener eso, aceptan erráneamente la opinión de Mao según la cual Liu Shaoqi era "un compañero de ruta capitalista". No hay ninguna prueba de que Liu quisiera entonces el capitalismo. Liu, o la burocracia en general, no habrían podido ser capitalistas en los años sesenta, porque en aquel entonces el comercio era muy escaso y ellos se apropiaban de una parte excepcionalmente grande del excedente social bajo la forma de valores de uso y una pequeña suma de valor de cambio (procedente de sus salarios), pero no verdadero plusvalor. Pero la burocracia, por su naturaleza, no podía contentarse con un tipo de apropiación que les negaba el derecho a transmitir sus privilegios a sus hijos. Tras la muerte de Mao, el realineamiento de la relación de fuerzas sociales en China y en el mundo dio a la burocracia la mejor oportunidad para romper las restricciones que pesaban sobre la propiedad privada y convertirse en una clase capitalista. Decir que la actual burocracia china se encuentra al servicio del socialismo es un error letal.

Una investigación sobre el actual paquete de estímulo económico puede arrojar mucha luz sobre la agenda oculta de la burocracia. El Gobierno se resiste a facilitar cualquier detalle sobre ese paquete, incluso al Congreso del Pueblo, supuestamente la más alta institución gubernamental de China. Dado que no debe cumplir criterio alguno de transparencia ni está sometido a ningún control democrático, el Gobierno no distribuye los fondos del paquete de forma imparcial. Hasta la prensa censurada se ve en la necesidad de alertar contra la corrupción. El Legal Daily dice que el paquete "causará una feroz competencia entre los gobiernos provinciales por los proyectos" y que "tras estos grandes proyectos siempre hay una gran corrupción" (8). También por esa razón el paquete se centra en la inversión en infraestructuras, no en incrementar el peso de los salarios en la renta nacional, aunque eso sería más eficaz para incentivar la demanda consumidora. Esto nos recuerda de nuevo que lo que define el paquete o cualquier reforma son los intereses de la burocracia.

En contraste con lo ocurrido en el antiguo bloque soviético, el PCC ha tenido un gran éxito en la restauración del capitalismo, porque ha podido hacerlo sin pagar el precio de su propia desintegración. Es esto lo que da todas las ventajas y palancas de acción al actual Partido-Estado. Sólo de esta forma podía la burocracia reducir los salarios a una cuantía mísera que permite una acumulación enloquecida de capital. Según un informe de Banco Mundial, los salarios en China como parte del PIB cayeron desde el 53% en 1998 al 41,4% en 2005, frente al 57% que representan en EEUU (China Economy Quarterly Update, febrero 2007, World Bank Beijing Office, p. 6). La otra cara de la misma moneda es que la proporción entre los beneficios y el PIB se ha elevado mucho en el mismo periodo. El investigador chino Wang Lianli ha escrito que en la industria la proporción entre ganancias y salarios ha pasado de 3,1 en 1990 a 7,6 en 2005 (Tigao laodong baochou, zheli yu chuci fenpei -Raise the compensation of labour, focus on initial distribution-, Wang Lianli, Xianggang Chuanzhen, Hong Kong Fax, Research Department of Citic Pacific, nº 2007-90, p. 8). Los nuevos ricos, además de consumir de forma extravagante, invierten o ahorran su dinero, por lo que las tasas de ahorro y de inversión son sumamente altas. Durante décadas la inversión en China ha superado el 40% del PIB, el doble que en EEUU, y está a la cabeza de los principales países asiáticos, incluyendo Corea en los momentos culmen de la industrialización de ese país (Rebalancing China's Economy, He and Kuijs, World Bank China Research paper, nº 7).

Sin embargo, las fuerzas del desarrollo capitalista no pueden promover la polarización entre ricos y pobres sin crear obstáculos para su posterior desarrollo. Las altas ganancias hechas a costa de exprimir los salarios fomentan, a largo plazo, la disminución del consumo privado. Entre 1992 y 2006 la ratio consumo privado/PIB ha caído de un 47% a un 36%, mientras que en Corea del Sur, India, Gran Bretaña, Australia y Japón está en torno al 50% (The Economists, "A Workers' Manifesto for China", 11/10/2007).

Según el Banco Mundial, la mayor parte de la disminución del consumo privado en China puede explicarse por la disminución de los salarios en proporción al PIB. Así, la rápida acumulación de China, lograda al precio de la explotación brutal de trabajadores y campesinos, retroactúa creando graves desequilibrios en el consumo y la inversión, o, para decirlo con más precisión, creando subconsumo y sobreinversión, dejando capacidad productiva ociosa y provocando que la inversión dependa cada vez más de la exportación de bienes y de capitales.

La exportación del problema crea más problemas

En 1998 el Comité Estatal para la Economía y el Comercio emitió un documento político: Index of Over-Invested Products for Moving Abroad. El título del documento explica su contenido. La exportación solucionaría la excesiva capacidad de China y los problemas internos. El informe señalaba una primera hornada de industrias y productos que debían orientarse hacia el exterior: industria ligera, maquinaria y electrónica, motocicletas, refrigeradores y televisiones... (China International Economic Consultants Co. Ltd.)

La exportación de bienes creció rápidamente, pero la exportación de capital sólo empezó a crecer a pasos agigantados desde el año 2000. Al año siguiente, el primer ministro Zhu Rongji proclamó oficialmente la estrategia de expansión mundial (Preliminary Report on China's Going Global Strategy, Globalization Monitor, 2009). En muy poco tiempo China se ha convertido en acreedor de los países en vía de desarrollo, especialmente de los africanos.

Arrighi escribe en un artículo que China sigue siendo socialista o no-capitalista y una alternativa al capitalismo global, rechazando la acusación de que el papel de China en África es colonialista, pero admitiendo que sí es un papel capitalista.

Según el artículo China's Role In Africa (Jian Jumbo, Beijing Review, nº 6, febrero 2007), "Aunque China no sea colonialista, en África actúa como un capitalismo exitoso. El camino tomado en ese continente es compatible con la lógica del capitalismo de mercado: comercio liberal basado en contratos justos ..... Aunque para muchos el capitalismo implica explotación, los capitalistas de China tienen que limitar su explotación dentro del marco de la OMC y cumplir con las leyes locales" (9).

También se ha dicho que China, de algún modo, ha desarrollado su propio modelo alternativo a la globalización dirigida por el capital estadounidense, el denominado "Consenso de Beijing". Pero, incluso admitiendo la existencia de ese "Consenso de Beijing", nada tendría que ver con el socialismo. Ambos están al servicio del capitalismo, ese mismo modo de acumulación sumamente hostil a los trabajadores, al Estado de bienestar y a los derechos democráticos. El hecho de que China "sólo" privatizase las pequeñas y medianas empresas estatales, dejando las grandes en manos del Estado, o de que el PCC optase por una transformación gradual hacia el capitalismo en vez de una terapia de choque, o de que el Estado aún tenga una fuerte intervención sobre "el libre mercado" y de que se permita que los funcionarios locales e incluso rurales tomen iniciativas para la industrialización, etc., no constituye algo considerablemente diferente del neoliberalismo (10). Si el Partido-Estado conserva el control sobre la cúpula de la economía, no se debe a ninguna supuesta adhesión al socialismo, como Arrighi sugiere; más bien se debe simplemente a que la elite dirigente no tolera la idea de regalar a nadie el sector más rentable de la economía. Si el "Consenso de Beijing" compite con el "Consenso de Washington" eso sólo significa que el Partido-Estado chino quiere jugar con las mismas cartas que su competidor.

En último análisis, pese a las tensiones ocasionales, la colaboración económica China-EEUU funcionó bien para ambas partes hasta hace poco. También hay una dimensión de intensa competencia entre ellos, pero se trata de una lucha entre grandes potencias capitalistas por la hegemonía, que nada tiene que ver con la lucha entre una alternativa progresiva y el malvado Imperio.

Ante la crisis económica mundial, importantes miembros de la elite estadounidense apuntan su dedo acusador hacia China, culpando a ésta de la crisis por su alta tasa de ahorro. El Gobierno chino ha reaccionado burlándose de los EEUU por culpar a otros cuando el culpable es el alto gasto estadounidense. En realidad, ambos tienen razón, porque la colaboración económica entre EEUU y China es en realidad una unidad de contradicciones. Ante los mismos problemas de carencia de poder adquisitivo de la gente común, las elites dirigentes de China y EEUU tomaron decisiones económicas que son, al mismo tiempo, opuestas y complementarias. Por ejemplo, China, pese a ser un país pobre, dio crédito a EEUU para que este país pudiese importar productos chinos. Cada uno a su modo, solucionaron momentáneamente sus problemas y siguen beneficiándose de ello. China tuvo que pagar más por la colaboración, pero consiguió lo que quería. A costa de una menor parte del beneficio para las empresas chinas, el Gobierno chino obtuvo una palanca muy poderosa para influir en las decisiones estadounidense. Si el Gobierno estadounidense apostase demasiado a la baza T-T (Tíbet y Taiwan), el PCC puede tomar represalias vendiendo sus reservas de bonos estadounidenses, perturbando el mercado monetario y el presupuesto gubernamental. Por lo tanto, EEUU y China quieren mantener este tipo de colaboración, a costa de un desequilibrio mundial a más largo plazo. Ahora, ambos buscan un modelo de crecimiento alternativo, pero no va a ser fácil. El Gobierno chino está profundamente preocupado por la continua caída del valor de sus reservas en divisas, pero vender sus reservas en bonos estadounidenses no es una opción. La colaboración ha interelacionado tanto ambas economías que la venta de esas reservas daría lugar a situaciones catastróficas para ambas partes.

Las reglas ocultas al servicio de la agenda oculta de la burocracia

Arrighi aplaude el modelo chino por su "acumulación sin desposesión", pero eso es una verdad a medias. Aunque los campesinos hayan conservado su pequeño trozo de tierra en el curso de la veloz industrialización -como ya habíamos reconocido tiempo atrás (11)-, no hay que olvidar que mantener el derecho a cultivar un pedazo de tierra ha tenido un alto coste para los campesinos, especialmente bajo la forma de impuestos y tasas tan elevadas desde los noventa hasta 2006 que prácticamente llevaron a la bancarrota de los campesinos. El problema "de las tijeras" (la relación inversa entre los precios de los productos industriales y de los productos agrícolas) fue la gota que desbordó el vaso. Quedaron sin ahorros y sin dinero en efectivo. Millones de migrantes rurales comenzaron a confluir en las ciudades buscando empleo y terminaron siendo brutalmente explotados por los capitalistas. Esta es la desposesión oculta, que Arrighi no ha tenido en cuenta. Y a esa desposesión hay que sumar la sufrida por 100 millones de trabajadores de empresas estatales y colectivas, que, de ser "propiedad de todo el pueblo", pasaron a ser sociedades por acciones.

Por el momento, los campesinos aún tienen sus pedacitos de tierra, pero nada está garantizado. Tras privatizar las empresas estatales y el suelo urbano, la burocracia y los nuevos ricos han fijado su atención en una tercera ola privatizadora: la privatización del suelo rural. Aunque la cúpula del PCC aún no se ha decidido a afrontar la rebelión que esto podría comportar, los neoliberales, al servicio de las burocracias locales y de las elites empresariales, no han dejado de presionar al Gobierno para que lo haga.

Para pasar a un modelo de crecimiento más basado en la demanda interna sería necesaria una redistribución de la riqueza. Los capitalistas burocráticos y sus hermanos menores, los capitalistas privados, no permitirían sin lucha el trasvase de una parte de sus beneficios hacia los trabajadores, pese a la retórica del Gobierno central sobre considerables incrementos de los salarios sociales. Aunque el Partido-Estado dispone de más palancas y de más poder de intervención sobre la crisis económica que los gobiernos de muchos otros países, los propios intereses de la burocracia también contrarrestan en parte esas ventajas. Por tanto, puede excluirse que se alcance el objetivo de un nuevo equilibrio a largo plazo de la economía, sobre la base de una redistribución sustancial de la riqueza para ampliar el mercado interno, aunque sea posible un limitado éxito a corto plazo en la contención de la crisis por medio de más intervención estatal. Incluso podría pensarse que la economía china pueda seguir creciendo pese a su limitado mercado interno, exportando su problema a otros lugares, en este caso a países en vía de desarrollo y a costa de la gente trabajadora de esos países.

Los dirigentes chinos se parecen mucho a lo que fue la junta militar coreana [1961-1987], pero a una escala diez veces mayor: un régimen autoritario que apoya activamente la rápida acumulación y la exportación a costa de la gente trabajadora y negando los derechos civiles y laborales básicos (12). Para Naomi Klein, el régimen de China es comparable al Chile de Pinochet: libre mercado combinado con un control político autoritario, reforzado con una represión ejecutada con mano de hierro (Naomi Klein, The Shock Doctrine, NY: Metropolitan Books, 2007, p. 185). La crisis financiera ha aumentado la confianza del PCC en su capacidad para seguir gobernando con esa mano de hierro (13).

¿Por qué todavía hay tantos que no reconocen la verdadera imagen de China? Uno de los motivos es que se toman al pie de la letra la retórica de la burocracia y creen que realmente se aplica la política oficial china para erradicar la pobreza, aumentar los ingresos de los campesinos y adoptar leyes laborales de protección de los trabajadores. Al parecer no son conscientes de que las leyes y regulaciones escritas no son necesariamente vinculantes en la práctica. Desde los años cincuenta, la burocracia china gobierna usando un conjunto de reglas ocultas y no escritas, al igual que en los dos mil años anteriores en los que China fue gobernada por una burocracia profesional con el Emperador en la cúspide. El objetivo de las reglas ocultas es obvio: están al servicio de la agenda oculta de la burocracia, esto es, del enriquecimiento de ésta.

Un tercer elemento activo en las políticas de la burocracia es el guanxi (14), un concepto central para entender la política china. En su más amplio sentido ses una red personal de influencias, pero es más adecuado entenderlo como una relación clientelar o incluso de tipo mafioso. La burocracia china está organizada, de hecho, en camarillas que hacen caso omiso de las leyes y regulaciones, e incluso de la autoridad de los gobiernos centrales. Constituyen los más poderosos obstáculos materiales en todos los ámbitos del gobierno y para el cumplimiento de las leyes.

La revolución de 1949, pese a sus logros, también fue burocráticamente deformada de manera muy profunda, dando lugar a la reconstrucción de una burocracia poderosa. En parte, la burocracia ha logrado librarse de toda las restricciones legales aportadas por la revolución y por la constitución, y transformarse finalmente en una nueva clase explotadora, gracias a esa larga tradición de políticas burocráticas: agenda oculta, reglas ocultas y guanxi. Esto no niega la posibilidad de reformas futuras, pero cualquier reforma significativa en el Partido-Estado es inconcebible sin una considerable agitación social. Los trabajadores ya han resumido sus experiencias en un lema: "Gran lucha, grandes logros; pequeña lucha, pequeños logros; ninguna lucha, ningún logro"

El futuro de China

A la vista de la bancarrota del libre mercado, no cabe duda de que el Estado monopartidista de China tiene más ventajas que los Estados Unidos o el Reino Unido a la hora de imponer medidas contracíclicas. A largo plazo, esto puede suponer el ascenso de China como una gran potencia si el Estado monopartidista no es cuestionado socialmente. Esto no sólo sería un desastre para los trabajadores chinos, sino también para el movimiento obrero mundial, porque implicaría una carrera acelerada hacía mínimos, con un nuevo estándar laboral mundial marcado por el capitalismo cuartelario chino.

Sin embargo, el éxito de ese capitalismo cuartelario no está predeterminado, ni mucho menos. La hegemonía del Partido-Estado funciona de modo contradictorio. Es eficaz para controlar al pueblo, pero va perdiendo el control sobre sí mismo. No puede controlar su propia avaricia, ni su corrupción, ni a sus propios miembros: pese a que el Gobierno central lleva décadas emitiendo instrucciones para que el número de empleados públicos disminuya, éste sigue ampliándose. El escándalo de la leche contaminada sólo es un ejemplo de la profundidad de la corrupción, lo que causa una honda desconfianza y odio hacia los funcionarios gubernamentales, así como una desintegración del tejido social, llevando al pueblo al borde la rebelión. El resentimiento contra los funcionarios es tan alto que el más pequeño conflicto en la calle puede provocar una gran confrontación entre la policía y una muchedumbre (15). La represión se está convirtiendo en su propia antítesis. Puede dificultar el plan de las autoridades para descargar el peso de la crisis sobre la clase trabajadora. En resumen, la futura orientación de China va a depender de una prolongada confrontación social entre los poseedores y los desposeídos.

No obstante, por ahora no hay muchas razones para el optimismo. La burguesía privada es un simple apéndice de la burocracia. Los intelectuales siguen desplazándose hacia la derecha. Los liberales son más bien neoliberales (16) y muchos de los más conocidos miembros de la "nueva izquierda" han completado su travesía hacia el nacionalismo, convirtiéndose algunos se han convertido en apologistas del Partido-Estado monolítico, tanto por su pasado como por su presente (17). La situación de la juventud parece no ser mucho mejor. Un comentario colocado en Internet en fecha cercana a la conmemoración del noventa aniversario del Movimiento 4 de mayo (un movimiento juvenil que en 1919 aspiró a la libertad individual, la democracia y el renacimiento nacional) reflejó la profunda apatía política de jóvenes: "La juventud sólo se preocupa por sus intereses personales, y las ideas del Cuatro de mayo están ya anticuadas". Los graduados universitarios ya han experimentado la movilidad social descendente, pues las altas tasas de crecimiento no han creado empleos al mismo ritmo, pero entre ellos no prospera la idea de unirse a los trabajadores en una lucha común, a diferencia de lo que hicieron en el pasado los estudiantes coreanos. Todavía se sienten los efectos del golpe que el PCC asestó al estado de ánimo popular tras el estallido de 1989.

Perspectivas del movimiento obrero

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en el antiguo bloque soviético, la acelerada industrialización es un aspecto positivo de la restauración capitalista en China. La clase obrera asalariada aumenta constantemente, siendo ya la mitad de la población trabajadora en China y la cuarta parte de la población asalariada de todo el mundo. Al encontrarse en el centro de la producción y la distribución, son potencialmente una fenomenal fuerza social, la única fuerza capaz de frenar y, finalmente, de revertir la dirección que China está siguiendo.

Creo que, por el momento, esta clase trabajadora sólo es una "clase en sí". No existe un movimiento sindical en sentido estricto. La Federación Pan-China de Sindicatos (ACFTU) es parte del aparato del Estado y monopoliza el derecho a formar sindicatos. Aunque aún juega algún papel de coacción, como en la ejecución de la "planificación familiar" (emitiendo un "permiso de embarazo" para las trabajadoras como prueba necesaria de la "legalidad" del embarazo), las épocas de Mao y Deng son diferentes. Antes de la reforma, los sindicatos oficiales también eran responsables de asignar vivienda a los trabajadores y de pagar sus facturas médicas. No son cosas sin importancia. Lamentablemente, esos beneficios se perdieron con la plena restauración del capitalismo. En las empresas estatales que fueron privatizadas las secciones de la ACFTU perdieron prácticamente todas sus funciones en relación a prestaciones sociales, excepto para ocasionales actividades recreativas, pero conservan sus funciones represivas.

Hay una tendencia de las secciones sindicales a distanciarse del control directo de la ACFTU nacional y local, pero sólo para convertirse en herramienta directa de los nuevos jefes. En las empresas privadas las secciones sindicales sólo son una formalidad y es frecuente que las presidan los jefes del personal. No es casul, por tanto, que la proporción de los salarios sobre la renta nacional haya bajado hasta un nivel tan deplorable, a pesar de la presencia del presidente de la ACFTU en el Buró Político del PCC y a pesar de los 193 millones de miembros con que cuenta esa entidad. La ACFTU nunca lucha contra el Estado o los patrones, sea cual sea el trato dado a los trabajadores (18).

A partir de 2006, pareció que la ACFTU se mostraba más activa en la organización de los trabajadores de la cadena estadounidense Walt-Mart en China, lo que algunos sindicalistas extranjeros vieron como un signo positivo. En realidad, dos años después el principal organizador sindical en esa cadena, Gao Haitao, presidente de la sección sindical en Nanchang, fue forzado a dimitir del sindicato y de la empresa, tanto porque los directivos de la empresa ignoraban a su sindicato en la negociación colectiva como porque la ACFTU Nacional había apoyado prácticamente a la patronal, poniendo las cosas muy difíciles para Gao, que, profundamente frustrado, se fue de Nanchang.

Otro ejemplo reciente el que la ACFTU asfixió al sindicalismo de base es el "caso Ole Wolff", empresa danesa que gestiona una planta electrónica en Yantai, provincia de Shangdong. En 2006, las trabajadoras decidieron formar una sección sindical tras una huelga de protesta contra los recortes salariales y los despidos. Se encontraron con la hostilidad de la ACFTU local, aunque finalmente lograron registrar el sindicato. En dos años, la dirección de la empresa despidió a un 90% de la plantilla, incluyendo a casi toda la dirección del sindicato, y la ACFTU local no hizo nada en absoluto. La sección sindical, siguiendo un camino inédito en China, escribió a 3F, el sindicato danés, pidiendo solidaridad y una respuesta receptiva a su mensaje. El sindicato 3F presionó a Ole Wolff y logró que la empresa indemnizase a seis delegadas despedidas tras la formación del sindicato, pero no consiguió que la empresa negociase con la sección sindical. A finales de 2008, la ACFTU nacional felicitó a la empresa por cumplir las leyes, lo que era falso (19).

En la provincia de Guangdong actuán ahora varias asesorías para trabajadores, algunas creadas desde Hong Kong y otras fruto de iniciativas locales. A menudo estas asesorías utilizan un registro comercial con un único propietario, ya que no puede obtenerse permiso para funcionar como asociación de trabajadores. Son tan vulnerables que muchas de ellas evitan actuar en áreas industriales, ya que las autoridades locales odian la idea de que estos centros puedan tener un estrecho contacto con los trabajadores. Dagongzhe (Trabajadores) era un centro de trabajadores situado en el área industrial de Shenzhen. Su responsable, Huang Qingnan, sufrió graves heridas cuando, el 20 de noviembre de 2007, fue atacado por gángsteres armados con cuchillos; posteriormente tuvieron lugar numerosos ataques contra el centro.

Además, los trabajadores de estos centros son heilushi, o "abogados descalzos", a menudo autodidactas sin reconocimiento legal para ejercer ninguna profesión jurídica. Algunos de ellos son trabajadores que se han familiarizado con las leyes laborales tras años de acciones legales contra sus patrones. En general, tanto los centros de trabajadores como los "abogados descalzos" cuentan con la hostilidad de la ACFTU provincial, que los ve como potencial fuente de disturbios y como competidores. En una ocasión, en la ciudad de Guangdong, la ACFTU abrió un centro oficial con el mismo nombre que otro centro de trabajadores fundado mucho antes por ciudadanos comunes; su propósito era competir con éste. En 2007 se supo que la ACFTU de Shenzhen se alió con la administración local para arremeter contra los "abogados descalzos" y contra el centro de trabajadores. Tras los palos vinieron las zanahorias: la ACFTU de Shenzen captó a sesenta de ellos, que se comprometieron a no ponerse en contacto con periodistas extranjeros y no buscar financiación en agencias extranjeras (Xinhua Red, 16/12/2007).

Sin embargo, hay dificultades más profundas que la represión para la emergencia de un movimiento obrero. Ante todo, la honda división entre los trabajadores del sector estatal y los trabajadores migrantes de origen rural. La división es tan profunda que no sólo no hay lucha común, sino que tampoco hay prácticamente intercambios de ideas ni matrimonios entre personas de ambos sectores. Aunque los trabajadores migrantes no han experimentado la derrota devastadora que sufrieron los trabajadores del sector estatal, tampoco ellos poseen memoria colectiva como clase. Son nongmingong, "obreros campesinos", más campesinos que obreros, no porque realmente cultiven la tierra -de hecho, la mayor parte de ellos rara vez lo hacen- sino porque el sistema hukou actúa como una especie de apartheid social, excluyéndolos de crear nuevas familias en las ciudades y de enraizarse en ellas. No importa cuanto tiempo se queden en las ciudades: son conscientes de la temporalidad de esa situación. Así es muy difícil forjar una identidad de clase.

Pero tampoco son completamente pasivos. Los trabajadores migrantes de origen rural han organizado numerosas huelgas espontáneas contra sus jefes y contra las autoridades locales. Estas huelgas espontáneas a menudo logran victorias parciales, y son tan comunes que la prohibición de hecho de las huelgas (20) ha quedado muy maltrecha y las administraciones locales han tenido que aprender a vivir con ellas.

Organizarse es aún muy difícil, y sin organización la resistencia de los trabajadores sigue estando fragmentada y resulta poco eficaz de cara a conseguir una redistribución sustancial de la riqueza o un aumento de la confianza en la resistencia colectiva. Probablemente, la siguiente etapa de lucha desafiará la prohibición de organizarse, aunque nadie sabe qué forma tomará esa fase. Las luchas espontáneas de los trabajadores han alcanzado el objetivo inesperado de preparar a pequeños círculos de activistas individuales, entorno del que podría salir una red más o menos integrada de activistas. Tanto los patrones como las autoridades tendrán que convivir con esto, siempre y cuando que los activistas aprendan a combinar coraje y prudencia.

Los primeros procesos de organización no se limitan a los trabajadores. En el reciente caso de la leche contaminada, las víctimas han fundado de hecho su propia organización, haciendo oír sus voces, y las administraciones locales hasta ahora sólo se han atrevido a acosarles, pero no a dispersar su organización, pues una acción similar podría conducir a una explosión de descontento social. Por el momento son casos aislados, pero la presente crisis económica dará más espacio para que los activistas desarrollen al menos una estrecha red, si es que no pueden crear organizaciones legalmente reconocidas.

Un obstáculo aún más difícil de vencer es que el socialismo está profundamente desacreditado. Si uno habla del socialismo a un trabajador activista, muy a menudo su respuesta será: ¿cómo podemos construir algo nuevo usando la vieja mierda del partido comunista? En verdad, el grado de decepción sobre el socialismo es diferente según las industrias y regiones de que se trate, pero la apatía general hacia la izquierda política es demasiado obvia para negarla. Quizás una victoria de la izquierda en algunos países pudiera reanimar la credibilidad del socialismo en China.

El Partido-Estado chino es mucho más fuerte que el régimen de Suharto en Indonesia en vísperas de 1997, pero, aunque aquí no es muy probable un derrumbe inmediato como el ocurrido en Indonesia, queda todavía la esperanza de una extensión gradual de asociaciones civiles y organizaciones de trabajadores autónomas. Los activistas deben aprender a ser pacientes en esta larga confrontación entre los poseedores y los desposeídos. Hay que añadir que, dada la ausencia de libertad de expresión, es muy difícil que los comentaristas chinos o extranjeros conozcan la verdadera situación de China. Por tanto, cualquier evaluación del futuro desarrollo de China está obligada a ser más especulativa que científica. Debemos prepararnos para conmociones y sorpresas en los meses y años venideros.


(*) Au Loong Yu es uno de los fundadores y miembro del consejo editorial de Globalization Monitor, Hong Kong. Coautor de dos libros sobre las reformas en China y sobre el libre comercio y la globalización. También es el principal autor del folleto Women Migrant Workers under the Chinese Social Apartheid y autor de No Choice but to Fight, documental sobre la lucha de las trabajadoras de las empresas productoras de pilas y baterías. Algunos párrafos de este artículo proceden de dos recientes ensayos del autor, Disposable Labor y A Human Right Charter that Excludes Working People, así como del Preliminary Report on China's Going Globe Strategy, obra de un equipo de investigación del que fue miembro destacado.

Notas:

1. La actual tasa oficial del 4% es considerada no fiable. Según la Academia china de Ciencia Social la tasa real es un 9,4%, pero esa estimación también está por debajo de la realidad, pues no toma en cuenta a aquellos trabajadores migrantes que han vuelto a sus pueblos.

2. Esto exacerba el problema de la insuficiencia de tierra en las áreas rurales, por lo que una parte de los trabajadores migrantes no pueden dar marcha atrás y retornar.

3. Esto práctica incluía al Ejército, aunque fue paralizada, al menos en apariencia, a finales de los noventa, porque ponía en riesgo la existencia misma del Estado. Varios informes demuestran que los altos mandos militares siguieron conservando indirectamente, a través de sus compinches, el control sobre estas empresas una vez vendidas y desvinculadas del ejército.

4. Ese discurso está censurado, pero fue citado en Hong Kong el año pasado por el antiguo jefe de Administración General de Prensa y Publicaciones, Dao Daozheng. Ver el periódico Ming Pao, 14/10/2008.

5. Antes de la Revolución Cultural, la proporción entre los salarios más altos y más bajos era 30 a 1, y tras ella pasó a oscilar entre 14 y 19 a 1. Ver, del autor, Tantan Pingjunzhuyi he Daguofan (On Egalitarianism and Daguofan), 1994.

6. Los partidarios de la "nueva izquierda" tratan de defender a la China de Mao pintando un cuadro idílico de igualdad en la era de Mao. Aparte de ser una distorsión de los hechos, el talón de Aquiles de su razonamiento reside en el hecho de que ellos limitan su investigación al aspecto económico de igualdad, olvidando que la igualdad política es más fundamental como criterio de evaluación de cualquier movimiento que busca la emancipación del trabajo.

7. "Aunque la burocracia soviética haya hecho mucho por la restauración burguesa, el nuevo régimen se vería obligado a llevar a cabo, en el régimen de la propiedad y el modo de gestión, una verdadera revolución y no una simple reforma (...) Los privilegios que no se pueden legar a los hijos pierden la mitad de su valor (...) La victoria de la burocracia en ese sector decisivo crearía una nueva clase poseedora" (León Trotsky, La revolución traicionada)

8. http://legaldaily.com.cn/2007shyf/2008-11/14/content_981205.htm

9. Beijing Review es la revista oficial del PCC

10. A pesar del tsunami financiero que puso al neoliberalismo en cuestión, el Consejo Estatal acaba de lanzar su plan para hacer de Shanghai un centro financiero internacional en 2020, lo que tendrá como requisito previo la relajación del control de capitales y la convertibilidad del yuan. Esto no es una señal de que se esté construyendo una alternativa popular a la globalización conducida por EEUU, ni es un llamamiento del gobierno chino a la creación de una nueva moneda de reserva internacional que sustituya al dólar.

China eyes eastern metropolis for economic boost, 25/3/2009

11. Au Loong Yu, The Post MFA era and the rise of China (Solidarity, 2005). Arrighi ha citado con aprobación en su libro esa parte del artículo para demostrar que China sigue siendo socialista, cuando el autor sostiene ahí sostiene todo lo contrario: que a pesar de que la reforma agraria como fruto de la revolución permanece intacta en gran medida, muchos otros logros revolucionarios han sido deshechos y China es incuestionablemente capitalista. Ver Arrighi, id., p. 370.

12. Pero Corea fue hostil a la inversión de capital extranjero hasta la finalización de su período de industrialización, lo que está en evidente contraste con la experiencia de China.

13. En marzo de 2009, Wu Bangguo, Presidente del Comité Permanente del Congreso Nacional Popular, dijo al Congreso que China nunca sería una simple copia del sistema de los países occidentales ni introduciría un sistema multipartidista con alternancia gubernamental. Los académicos nacionalistas son aún más explícitos en su desdén por los derechos humanos y la democracia. Huang Xiaojing escribió en su ensayo sobre la crisis financiera que "tanto China como Rusia están cada vez más convencidas de que la supuesta democracia y los derechos humanos no contribuyen en nada a la estabilidad del Estado y a su continua prosperidad". Citado a partir de CITIC Pacific Research Advance, 19/2/2009. Huang fue investigador del bien conocido Economic Institutional Reform Committee en los ochenta y ahora es jefe de personal de Mitsui Co. Ltd.

14. Si se busca "guanxi" en google se encuentran más de un millón de entradas. Hay muchos libros sobre ese tema, a menudo considerados como necesaria lectura para hacer negocios en China.

15. Las autorizades chinas se indignaron en 2008 cuando un asesino solitario, cercado por la policía, mató a seis agentes y obtuvo el aplauso de muchos ciudadanos.

16. La Carta 2008 pide explícitamente la privatización de las tierras de labranza. Para más información, ver el artículo del autor A Human Right Charter which Excludes Working People.

17. Por ejemplo, el bien conocido "nuevo izquierdista" Gan Yang escribió en Dushu un elogio simultáneo de Confucio, Mao Zedong y Deng Xiaoping, viendo a los tres como sucesores de la gran cultura china. También decía que la mayor parte de los cuadros del partido cuidan de las clases inferiores y que no es verdad que una alianza de las elites haya consolidado su propio poder y excluido deliberadamente a los pobres. Ver Dushu, junio de 2007.

18. La caracterización de la ACFTU como parte del aparato represivo estatal es una cosa, y otra distinta la estrategia y la táctica a adoptar por los activistas hacia ella. Aunque sean problemas relacionados, son problemas diferentes que requieren enfoques diferentes.

19. La sección sindical informó de ello en su blog, incluyendo las respuestas recibidas de la ACFTU Nacional y de la central sindical danesa. Puede verse el informe en Globalization Monitor

20. No hay ninguna ley que prohíba las huelgas. La prohibición era una prohibición de facto.