China

Se acentúa el malestar social

China, en alerta por una creciente ola de protestas

Miles de inmigrantes denuncian los abusos de las autoridades

Por Natalia Tobón
Desde Pekín
China Files – Reports from China, 16/06/11

Los graves disturbios en Zengcheng, provincia de Guangdong

Pekín.– La nueva China, que crece con fuerza, deslumbra a todos y se proclama como modelo de desarrollo, comienza a su vez a revelar los males típicos de un capitalismo rampante. Las diferencias sociales se acrecientan y la desigualdad económica comienza a sentirse fuertemente. Y la gente se lamenta. Y cuando la masa está compuesta de millones de personas, una voz de fuerza puede desencadenar grandes disturbios.

El mes pasado, China se enfrentó a una serie de protestas y manifestaciones insólitas para un gobierno que se caracteriza por un extremo control. La última ocurrió en el sur del país, en la ciudad de Zengcheng, provincia de Guangdong. La primera voz afirmó que una mujer embarazada, Wang Lianmei, había sido golpeada fuertemente por la policía. Wang, vendedora ambulante de la ciudad, es como la gran mayoría de los residentes de esta provincia industrial, una trabajadora inmigrante.

El acto desencadenó la rabia de miles de inmigrantes, que salieron a protestar por el abuso de poder por parte de las autoridades y por la desigualdad social. El esposo de Wang afirmó por televisión que la mujer se encontraba en buenas condiciones, sin embargo el resentimiento contenido dio pie a manifestaciones violentas por más de tres días.

Guangdong es la provincia más rica de China, con el mayor número de millonarios y el PBI más alto del país. Es, al mismo tiempo, la provincia más poblada de China, con casi 110 millones de habitantes, de los cuales 30 millones son inmigrantes. Ellos son la base de la industrialización y producción masiva que han dado hoy una prosperidad sin igual a la provincia.

Sin embargo, estos inmigrantes no gozan de los mismos derechos que los residentes debido a las fuertes políticas de residencia de China, ni gozan de muchos derechos laborales, económicos y de salud.

En total, China cuenta con 153 millones de inmigrantes, concentrados principalmente en la costa oeste. Un reciente informe del Centro de Investigación de Desarrollo de China, publicado anteayer, afirmó que si los inmigrantes no son tratados de mejor manera, podrían ser una amenaza a la estabilidad social. “Los inmigrantes rurales son marginados en las ciudades, tratados como fuente de empleo barata, son rechazados y discriminados”, resaltó.

Novedad

Las protestas sociales son comunes en China, a menor escala y concentradas en zonas industriales. Sin embargo, esta vez la manifestación buscaba llegar a la zona rica de la ciudad, arrasando con todo a su paso. El fenómeno clasista y de resentimiento económico revela que las diferencias comienzan a calar en el pensamiento de los inmigrantes pobres. Y esto sí es una novedad en China.

La de Guangdong es la última protesta en una cadena de manifestaciones sociales en China, precisamente en un período sensible socialmente. Cuestiones como la inflación, el aumento de precios, la inseguridad alimentaria, las demoliciones forzadas y la corrupción por parte de las autoridades locales tienen a la sociedad resentida y preocupada.

Días antes, en Lichuan, provincia de Hubei, unas revueltas se iniciaron después de conocerse la misteriosa muerte de Ran Jianxin, ex director de la oficina anticorrupción local, mientras se encontraba bajo custodia por la policía. Ran estaba siendo cuestionado por corrupción, sin embargo dentro de la población era conocido como un luchador contra la expropiación forzada y las demoliciones. La masa llegó a quemar autos de la policía y para calmar a la turba fueron desplegados camiones y gases lacrimógenos.

A mediados de mayo se inició una protesta de carácter étnico en la provincia de Mongolia Interior. Fue otra muerte la que desencadenó la rabia. Esta vez, Mergen, un pastor mongol que intentó detener un camión transportador de carbón. La noticia se expandió y cientos de mongoles salieron a reclamar por la creciente dominación de la etnia han (mayoría en China), la invasión de tierras y los cambios ambientales sufridos por la intensiva minería en sus tradicionales praderas. El gobierno chino ya había anunciado que convertiría la zona en el nuevo proveedor de energía nacional, invirtiendo millones de yuanes en la construcción de complejos mineros. Pero la mayoría de los mongoles son pastores y la minería va en detrimento de su economía nacional.


Todavía hay estatuas de Marx, pero crece la brecha entre ricos y pobres

Las tres contradicciones de la economía china

Por David Wessel
Wall Street Journal, 17/06/11

El milagro económico de China es indiscutible. Desde que comenzó su apertura, el estándar de vida se ha duplicado cada diez años, una proeza que a Estados Unidos le llevó tres décadas, incluso en los momentos de su crecimiento más vertiginoso.

Pero se empiezan a vislumbrar fisuras en los cimientos económicos de China. Llamémoslas las tres contradicciones.

La primera es que las autoridades están determinadas a moderar el crecimiento y contener la inflación a la vez que siguen subiendo los salarios y entregando otros beneficios a la población. Es una meta ambiciosa para cualquier gobierno, pero especialmente para uno tan temeroso de perder el control que es reticente a dejar que las fuerzas del mercado hagan una parte importante del trabajo.

En un país donde todavía se pueden ver estatuas de Marx y Engels, los salarios representan una parte cada vez menor de los ingresos generales y la brecha entre ricos y pobres empieza a crecer, no exactamente la receta idónea para estimular el consumo. A China le sobran las tiendas minoristas, pero muchas parecen museos: la gente mira, pero no compra.

Dada la fortaleza de la demanda por mano de obra, los sueldos están subiendo más deprisa, una clave para mantener la estabilidad social que tanto valoran los líderes chinos, y para promover el gasto de los consumidores, tan necesario para que la economía deje de depender tanto de las exportaciones.

El problema, al parecer, es que los incrementos salariales están diluyendo la competitividad de las fábricas chinas. Una señal reveladora es que las camisetas en una tienda de Gap en China llevan etiquetas que dicen “hecho en Malasia”, y los cepillos de dientes más baratos vienen de Vietnam.

La solución es pasar a las manufacturas más sofisticadas y los servicios. Eso requiere un sistema más grande, mejor y más libre que el actual, que es, según un funcionario, menoscabado por un modelo de gestión soviético para la investigación científica y es menospreciado por la élite china que envía a sus hijos a estudiar al extranjero.

La segunda contradicción tiene que ver con la última moda en los círculos gubernamentales de Beijing, la “internacionalización del yuan”, una moneda cuyo uso es prácticamente exclusivamente interno. Esto se debe, en partes iguales, al orgullo nacional, al deseo de una potencia comercial de comprar y vender en su propia divisa y a una decisión del gobierno para que, en caso de que hubiera otra crisis financiera, endeudarse en el extranjero con la misma libertad y a las mismas tasas que EE.UU.

Pero China no puede conseguir eso a menos que deje de mantener las tasas de interés en niveles tan bajos que los ahorristas ni siquiera pueden mantenerse al ritmo de la inflación. Jugar la partida global implica someter una economía a los mercados globales.

Algunos funcionarios advierten peligro en las tasas demasiado bajas. “Es necesario hacer algo sobre las tasas de interés negativas en términos reales antes de perder el control”, dijo Guo Shuqing, director del Banco de Construcción de China y posiblemente el próximo presidente del banco central, en una entrevista. “Mucha gente siente que colocar su dinero en depósitos no es bueno, así que se apresuran a comprar cosas como oro y plata. Mucha gente compra propiedades no porque necesiten una casa sino como una inversión”. De hecho, los ricos están sumergidos en una ola especulativa, comprando terceras y cuartas viviendas, mientras que otros no pueden permitirse ni siquiera una con los precios en niveles tan altos. Las burbujas de activos en China están alimentadas por la política monetaria china, no por la Reserva Federal de EE.UU. (Fed).

Las tasas de interés de EE.UU. son bajas porque la Fed está tratando de resucitar el crédito. El banco central de China quiere menos préstamos, pero deudores corporativos y gubernamentales con gran poder político bloquean el alza de las tasas. Nouriel Roubini, uno de los economistas que predijo la crisis financiera, describe la política china como “una transferencia masiva de ingresos de hogares políticamente débiles a empresas con poder político: una moneda débil encarece las importaciones”.

Convertir el yuan en una moneda internacional significa acabar con la práctica de mantener las tasas por debajo de sus niveles económicamente óptimos por razones políticas. Requiere hacer que la política económica sea transparente. Los líderes chinos aseguran que quieren lo primero, pero no están tan seguros sobre lo segundo y tercero.

Tercero: A un gobierno represivo le cuesta menos mantener contenta a su gente cuando la economía crece 10% al año. Por ahora, todo bien. Pero pisar el freno económico, una medida nunca demasiado popular, representa una amenaza para un gobierno que no confía en su pueblo. Twitter no está autorizado en China. Los estudiantes se quejan de las restricciones en la “Internet china”. Y los filtros del gobierno parecen demorar las velocidades de conexión a la red.

El pueblo les devuelve el favor. Incluso un turista extranjero siente que mucha gente no confía en el gobierno. En la cafetería de la Universidad de Tsinghua, en Beijing, un estudiante estalló en ira: “¿Qué es lo que dice sobre un país que su líder envíe a su hija a estudiar al extranjero?”, en referencia al próximo presidente de China, Xi Jingping, cuya hija acaba de terminar su primer año en Harvard.

Y en un pueblo a unos 100 kilómetros al norte de Beijing, donde la Gran Muralla serpentea prácticamente ignorada por los turistas, uno puede ver unas cuantas casas simples de campesinos, y una nueva vivienda más grande, más ancha y más alta que parece sacada de otro mundo. Todos saben quién la construyó: el secretario local del Partido Comunista. Y no la pagó precisamente con su sueldo.

Las fisuras no necesariamente presagian un colapso. Pero sugieren tensiones que, de no ser resueltas, pueden debilitar un edificio económico, incluso uno tan impresionante como el de China.


Time for a new approach to China's official trade union

China Labour Bulletin, 27/06/11

In a commentary for The Guardian newspaper today, China Labour Bulletin Director, Han Dongfang, argues that a new era of worker activism in China has forced the All–China Federation of Trade Unions to look for ways to genuinely represent workers’ interests and, as such, he calls on the international trade union movement to reassess its approach to the ACFTU.

The movement “now has the perfect opportunity to reach out,” he wrote. “Constructive engagement with the ACFTU at this point in history could produce real benefits – not just for the union itself but for China's workers' movement.”

The commentary follows below, with the related news article here.

Strikes and riots are now pushing China's official trade union  into properly defending workers' rights

The workers' movement in China is at a critical juncture. As last year's wave of strikes and the recent migrant worker riots in Guangdong clearly demonstrate, workers are angry. They are demanding better pay and working conditions and an end to the social injustice and discrimination they see around them every day. But with no real trade union that can articulate those demands, workers are left with little option but to take to the streets.

This new era of activism has forced China's official trade union, the All–China Federation of Trade Unions, to re‑examine its role and look for ways to become an organisation that really does represent workers' interests. Already this year the ACFTU has introduced initiatives designed to boost workers' pay through negotiations with factory managers and business federation leaders.

How should the international trade union movement respond to the changes in China? It has long been divided between those who refuse to talk to the ACFTU because it is not a real trade union and those who are willing to engage, but only on a superficial level, avoiding fundamental issues like freedom of association and collective bargaining because they think them too sensitive.

Times have clearly changed, and the approach of the international trade union movement needs to change too. It now has the perfect opportunity to reach out. Constructive engagement with the ACFTU at this point in history could produce real benefits – not just for the union itself but for China's workers' movement.

Some of the ACFTU's initiatives have already produced results. In March the union at the Nanhai Honda automotive plant in southern China negotiated a 30%–plus pay increase for production–line workers, with an agreement in principle to further increase wages in 2013. Only a year earlier, union officials from the local township had sided with management and beaten up workers striking for higher pay.

However, other schemes still betray the old bureaucratic habits of trade union officials more concerned with ticking boxes, meeting quotas and making speeches than actually doing anything concrete to help workers. Just last month, when a senior ACFTU official, Guo Chen, announced plans for collective wage negotiations in 95% of the Fortune 500 companies in China, he said the companies should not be worried because “unlike western unions, which always stand against the employer, Chinese unions are obliged to boost the corporation's development and maintain sound labour relations”. To reassure bosses even further, Guo stated that mid–level managers, not production–line workers, should represent employees in negotiations.

Although some ACFTU officials are trying to make a positive impact, there are still many others who are reluctant to involve workers in negotiations. And until those officials can overcome their fear of workers and bring them into the collective bargaining process, they will be mere spectators rather than players in the workers' movement.

International trade unions, with their wealth of experience in genuine collective bargaining, can help the ACFTU better serve its members and eventually become a real trade union. In an increasingly globalised market, it is important that the world's largest workforce has a voice in the international union movement. The International Trade Union Confederation could grasp the nettle by discussing affiliation with the ACFTU. If, on the other hand, the Chinese union is excluded, it will probably just carry on making the same shortsighted mistakes that it has always made. Under increasing pressure from strike action by workers it may eventually work out how to be a genuinely representative trade union – but that process will take it much longer.

Of course any decision about the future direction of the ACFTU ultimately lies with the Communist Party of China. But the party's ideals are not set in stone; in today's market economy it has to be flexible, and officials are sometimes open to persuasion, especially on issues related to labour. If the ACFTU can show it can better serve the party's interests (ensuring economic growth and social stability) by standing up for the rights and interests of workers, the party will certainly take note.

Even the party, which in the past only had its own interests to consider, now has to listen to the voice of the workers, and to respond to their increasingly clear and angry calls for change.