China

La economía crece a la par de las tensiones sociales

Por Tom Orlik (*)
Corresponsal en Beijing
Wall Street Journal, 25/09/11

El enorme programa de estímulo de China ha apuntalado un crecimiento anual de casi dos dígitos, pero también ha impulsado la inflación, elevado los niveles de deuda y alimentado otro fenómeno no deseado: agitación social.

Aldeanos de Wukan juntan firmas en respaldo a una protesta en Lufeng,
en la provincia de Guangdong

En 2010, la segunda mayor economía mundial fue sacudida por 180.000 protestas, disturbios y otros incidentes masivos, más de cuatro veces la cantidad de hace una década. Esa cifra, reportada por Sun Liping, profesor de la Universidad de Tsinghua, en lugar de fuentes oficiales, no cuenta la historia completa sobre la agitación en China.

Sin embargo, lo que está claro es que el nivel de tensión social y la cantidad de protestas contra el gobierno están en aumento. Ese es un tema sensible en momentos en que el gobernante Partido Comunista se apresta a conmemorar el 62 aniversario de la fundación de la República Popular China, el 1 de octubre.

Tan preocupantes como el incremento de las protestas es el hecho de que muchas se originan en injusticias económicas de todos los días. La agitación no está confinada a las zonas de minorías étnicas de Tibet y Xinjiang. La mayoría de las protestas apunta a ocupaciones de tierras por parte de urbanistas y abusos de poder de funcionarios locales, o salarios impagos de empresas de construcción.

La semana pasada en Lufeng, una ciudad en la provincia de Guangdong en el sudeste de China, cientos participaron en protestas violentas por la supuesta ocupación de tierras de habitantes locales por parte de urbanizadores. En junio, trabajadores migrantes en Zengcheng, también en Guangdong, incendiaron oficinas del gobierno luego de que personal de seguridad empujara e hiciera caer al piso a una trabajadora migrante embarazada que había estado trabajando como vendedora callejera en ese lugar.

Los precios en alza quizás no se consideren un motivo directo de la agitación, pero la inflación sigue siendo una fuente clave de descontento. En una encuesta anual de actitudes sociales publicada por la Academia China de Ciencias Sociales, la inflación se ubicó a la cabeza de la lista de problemas en 2010, mientras en 2009 ocupaba el quinto lugar.

Hay un motivo para ese avance de la inflación. Un amplio estímulo monetario en 2009 y 2010 —los bancos emitieron 17,5 billones de yuanes (US$2,7 billones) en nuevos préstamos— se tradujo en mayores niveles de inflación, lo que se vio ampliamente reflejado en los precios de los alimentos. En 2011, el problema se ha vuelto más severo. Los datos más recientes muestran que los precios de los alimentos subieron 13,4% interanual en agosto. Los precios del cerdo, la carne favorita de los chinos, aumentó 52,3% a un nivel récord. Los residentes urbanos pobres, quienes gastan una gran parte de sus ingresos en comida, son los más afectados por los costos de los alimentos.

Los rápidos aumentos del costo de vida pueden tener un impacto en la estabilidad social, como fue ilustrado por las protestas de 1989 que terminaron de forma sangrienta en la Plaza Tiananmen de Beijing. El anhelo de reformas políticas motivó esas manifestaciones, pero el enojo por los crecientes precios de los alimentos fue un factor. Carteles políticos pegados en paredes de toda la ciudad criticaban las suntuosas comidas que disfrutaba la élite gobernante china mientras los trabajadores comunes tenían problemas para que el dinero les alcanzara hasta fin de mes.

Más de dos décadas después, mucho ha cambiado. En 1989, las compras copiosas desatadas por el pánico de la transición desde precios controlados por el gobierno a precios de mercado tuvieron un rol en el alza de los costos de los productos básicos. El gobierno no debe preocuparse por eso en esta ocasión.

Si la inflación actúa como un barril de pólvora, la chispa que encienda la agitación social probablemente provenga de las ocupaciones de tierras. Un auge inmobiliario que lleva una década ha convertido la tierra en un commodity valioso. Las débiles protecciones legales para los derechos de propiedad y las alianzas entre funcionarios del gobierno y urbanizadores significan que a menudo la tierra se toma sin una compensación adecuada para los residentes.

Yu Jianrong, un experto en agitación social de la Academia China de Ciencias Sociales, escribió en 2010 que las disputas por tierras estaban detrás de 65% de las revueltas en la China rural.

Esa cifra podría aumentar. Los gobiernos locales chinos han pasado los últimos tres años amasando deuda: US$1,7 billones según una estimación de junio de la Oficina Nacional de Autoría. Crecen las preocupaciones sobre si los gobiernos locales pueden saldar esa deuda.


(*) Yang Jie en Shanghai contribuyó a este artículo.


Quienes esperan que China desempeñe un papel directo para calmar el pánico financiero en Europa, no dan prueba de realismo

¿Podrá China rescatar a Europa?

Por Minxin Pei (*)
Crisis–economica.blogspot, 29/09/11

La crisis de la deuda en Europa ha dejado de ser un asunto europeo. Combinada con los temores de una nueva caída de los Estados Unidos en la recesión, la crisis europea de la deuda está arrastrando a la economía mundial a otro ciclo de pánico financiero y recesión económica.

Las economías con mercados en ascenso en general y los llamado países BRIC (el Brasil, Rusia, la India y China) en particular pueden sentirse afortunados de haberse librado de esa vorágine financiera, que contemplan desde la barrera, pero deberían reflexionar al respecto. Con unos mercados financieros mundiales y unas redes comerciales estrechamente integrados, las crisis financieras y las contracciones económicas en las economías desarrolladas, que aún representan casi el 60 por ciento del PIB del mundo, inevitablemente socavarán las prosperidad de los países con mercados en ascenso.

Así, pues, algunos han pedido a los más importantes países en ascenso que den un paso adelante y recurran a sus enormes reservas de divisas para comprar la deuda de países asolados por la crisis, como, por ejemplo, Grecia, Italia y España. En particular, se ve a China, con sus 3,2 billones de dólares de reservas de divisas, como un posible caballero blanco que podría acudir al rescate de las naciones europeas azotadas por la deuda.

China ha jugado con esas esperanzas y se ha mostrado a un tiempo timorata y exigente. Sin comprometerse a prestar asistencia substancial alguna, el Gobierno chino ha pedido públicamente que la Unión Europea conceda a su país la codiciada condición de “economía de mercado”, si quiere que afloje el bolsillo. Esa condición tiene importancia, porque, si la consigue, resultará mas difícil que se considere a las empresas chinas culpables de inundar los mercados extranjeros mediante una competencia desleal.

Lamentablemente, quienes esperan que China desempeñe un papel directo para calmar el pánico financiero en Europa no dan prueba de realismo. Los dirigentes chinos han sido extraordinariamente reacios a correr riesgos en sus incursiones en los asuntos financieros internacionales y, en vísperas de una transición en la dirección (que, según se espera, se producirá dentro de un año), ningún funcionario superior se atreve a poner en peligro sus perspectivas políticas propugnando medidas audaces y polémicas. Aun suponiendo que China tuviera la voluntad de ayudar a las economías de Europa que padecen dificultades, sólo podría aportar una porción modesta de la enorme cantidad de financiación necesaria para restablecer la confianza en la deuda soberana europea.

Pero eso no significa que China no pueda hacer nada para ayudar a Europa. Si bien el intento de los funcionarios chinos de obtener una concesión enorme –la condición de economía de mercado– es inoportuna y resulta de mal gusto, el Gobierno de China debe sopesar los importantes beneficios que podría obtener al prestar una ayuda limitada, pero importante, a Europa en su momento de necesidad.

De hecho, hacerlo redundaría en beneficio de la propia China como parte interesada en la estabilidad económica de Europa. La UE es el mayor socio comercial de China, pues las exportaciones de mercancías que aquélla recibió ascendieron a 383.000 millones en 2010. Así, pues, una recesión en Europa causaría también una desaceleración de la economía –dependiente de la exportación– de China.

Las secuelas financieras de la crisis de la deuda podrían suponer también enormes pérdidas para China. Unos 800.000 millones de dólares de sus reservas de divisas están invertidos en activos denominados en euros. Una suspensión de pagos desordenada y la consiguiente presión a la baja del euro causaría inevitablemente  una pérdida de valor de las inversiones chinas.

China puede adoptar tres medidas para ayudar a Europa, pero, para que den resultado, la UE debe dejar de lado algunas de sus antiguas sospechas sobre China. En primer lugar, ésta puede contribuir al aumento de las exportaciones de la UE reduciendo sus obstáculos administrativos al comercio de productos procedentes de la UE. A corto plazo, eso podría aminorar el propio crecimiento de China, pero, en vista de su gigantesco superávit comercial con la UE (230.000 millones en 2010), se trata de una medida razonable y que se debería haber aplicado ya hace mucho. Un diez por ciento de aumento de las exportaciones de la UE a China (un incremento neto de 15.000 millones al año) contribuiría a la creación de al menos 300.000 puestos de trabajo e impulsaría las perspectivas de crecimiento de Europa.

En segundo lugar, China puede participar en la recapitalización bancaria en Europa. En este momento, los bancos de Europa necesitan urgentemente apuntalar sus balances. El fondo soberano y las entidades financieras no bancarias de China han estado muy interesados en invertir en bancos occidentales bien asentados. Éste es un buen momento para hacerlo, pues las valoraciones de dichos bancos se han desplomado.

Por último, la crisis de Europa brinda una atractiva oportunidad para que China aumente su inversión directa en ella. En 2010, dicha inversión ascendió a sólo 1.300 millones de dólares. Hoy, cuando los gobiernos y las empresas de Europa están abriendo los brazos a los inversores extranjeros, las empresas chinas deseosas de conseguir mercados, tecnologías y diversificación pueden obtener pingües beneficios.

Pero en Europa se ha visto con recelo el dinero chino, lo que refleja los temores de que China tenga un programa político oculto. Esa parcialidad ha disuadido al capital chino de hacer apuestas mayores en Europa. Ya es hora de que Europa apueste por China.

Es probable que semejantes medidas impulsen las perspectivas de crecimiento a medio plazo de Europa. Si bien lo más probable es que no tuvieran efectos tranquilizadores inmediatos en los mercados financieros que actualmente son presa del pánico, son algo mucho mejor que contemplar con los brazos cruzados la caída de Europa en un abismo financiero.


(*) Minxin Pei es profesor de Administración Pública en la Universidad de Claremont (California) y autor de “China’s Trapped Transition”.


Por qué China no puede ni quiere rescatar al mundo

Por Emily Kaiser
Agencia Reuters, 27/09/11

Singapur.– Seamos realistas: lo máximo que China puede hacer por la endeble economía global es asegurarse de que su propio crecimiento se sostenga, y eso no será suficiente para levantar el mundo. Aquellos que imaginan que pondrá en acción sus 3,2 billones de dólares de reservas lanzando otra ola de gasto público o comprando bonos europeos ignoran la realidad política y económica de que China, como cualquier otro país, pone en primer lugar sus propias necesidades.

Hoy, su economía no necesita más estímulo y sus líderes son muy cautelosos: no quieren hacer malas jugadas con la deuda europea, lo que significa que, si las condiciones se agravan en Estados Unidos o en Europa, China sólo responderá cuando surjan problemas en su propio territorio.

Pero aun si dejamos de lado las consideraciones domésticas e imaginamos que Pekín anuncia un gasto público de 600.000 millones de dólares, como lo hizo después del colapso de Lehman Brothers en 2008, hay pocas probabilidades de que pueda provocar el mismo estímulo económico que entonces. Lo que puso fin al pánico post–Lehman fue una masiva inyección de gastos gubernamentales sincronizados y recortes de las tasas de interés. Estados Unidos y Europa no pueden hacer ninguna de las dos cosas en este momento, y Pekín solo no puede compensar.

"¿China al rescate? Misión imposible", dijo Jun Ma, el principal economista para China del Deutsche Bank, con sede en Hong Kong.

Para compensar el impacto de una caída del 3% en el crecimiento de Estados Unidos y de Europa, China debería incrementar su propio crecimiento en un 18%, afirmó.

La imagen de China corriendo al rescate del mundo después de la caída de Lehman ignora un punto esencial: la respuesta de China, en ese momento, tenía sentido para China. El hecho de que se produjera en un momento oportuno para el resto del mundo era un plus.

En ese momento, Estados Unidos y Europa estaban al mismo nivel. Tasas de interés más bajas y un mayor gasto gubernamental eran las elecciones políticas lógicas en cualquier economía importante, en momentos en que la confianza se evaporaba y el comercio global colapsaba.

Pero hoy no es así. El paquete de estímulo chino conllevaba algunos efectos colaterales desagradables que todavía causan problemas. Los dos problemas más grandes –la elevada inflación y las pesadas deudas de los gobiernos locales– son fuertes argumentos para que Pekín no implemente ahora un nuevo plan de estímulo.

El partido comunista chino valora la estabilidad. Una inflación desbocada puede desencadenar el malestar social. Y los relatos sobre el derroche del dinero público también pueden provocar indignación.

Pero si las condiciones empeoran en el exterior y la economía china muestra signos de desacelerarse de manera más brusca que la esperada, hay algunas posibilidades de que China actúe. Pero el total del estímulo probablemente no alcanzaría para nada los 586.000 millones de dólares del paquete post–Lehman.

Pekín ya prevé que su crecimiento se desacelere el año próximo, y en realidad le vendría bien enfriar un poco la economía para aliviar la inflación. A principios de este mes, un funcionario del gobierno reconoció que en 2012 el crecimiento podría caer por debajo del 9% por primera vez en una década.

Cualquier cifra por debajo del 8% haría sonar las alarmas. Muchos economistas consideran que ése es el mínimo necesario para generar suficientes empleos para una población que se urbaniza rápidamente.

Si ese umbral se viera amenazado, el enfoque que más probablemente adoptaría China sería dirigir los gastos hacia zonas que Pekín ya ha identificado como subdesarrolladas o en estado de necesidad. La lista de inversiones probablemente incluiría la construcción de más viviendas para familias de bajos ingresos, el desarrollo de la agricultura o tal vez la reducción de impuestos para pequeñas o medianas empresas.

En cuanto a comprar más deuda europea o tal vez incrementar los fondos del FMI, hay cierta posibilidad de que Pekín ayude. Pero eso implicaría superar la fuerte oposición de algunos funcionarios de importancia, para no hablar de la ira de los contribuyentes en el caso de que la inversión saliera mal.

"Europa no debe poner expectativas demasiado altas en China", dijo en una entrevista Wei Jianguo, un ex viceministro de comercio chino.

Una de las contribuciones más valiosas que China podría hacer para volver a equilibrar la economía global y aumentar el crecimiento sería permitir que su moneda, el yuan, estrechamente controlado, aumente con mayor rapidez. Un yuan más fuerte daría al resto del mundo una ventaja competitiva en el comercio y fortalecería la capacidad de gasto de los consumidores. Pero a Pekín le preocupa que eso perjudique a sus propios exportadores, que son esenciales para la creación de empleos.

China también podría bajar las tasas de interés. El Banco Popular de China ha aumentado las tasas de interés cinco veces desde octubre pasado, y es posible que pueda revertir alguna de esas medidas, o todas ellas. Sin embargo, Pekín parece reticente a actuar en ese sentido.

El premier chino, Wen Jiabao, ha repetido que combatir la inflación sigue siendo la prioridad política número uno. Eso sugiere que el curso más probable del banco central es hacer una pausa, y no reducir las tasas. Mientras las presiones sobre los precios sean altas, China actuará de manera conservadora, sin importar lo que el resto del mundo quiera que haga.

"Gran resaca"

Todavía abundan las preguntas sobre cómo se gastó el último fondo de dinero. Pekín alentó a los bancos a prestar libremente a proyectos gubernamentales como ferrocarriles, aeropuertos y caminos. Algunos de los préstamos no han sido devueltos y los defaults de los gobiernos locales ahora plantean una de las mayores amenazas para el crecimiento de China.

Si Pekín tiene que rescatar a esos gobiernos locales, sus bolsillos de pronto no parecerán tan profundos y los problemas del resto del mundo tendrán que esperar.

"Esta vez el rol de China será diferente –dijo Yi Xianrong, un economista de la Academia China de Ciencias Sociales–. China está sufriendo una gran resaca por lo que hizo anteriormente, que creó enormes riesgos en la economía local. El papel que puede desempeñar China hoy es mínimo."