Arde Bolivia

 

Etnia, clase y Asamblea Constituyente

Socialismo Revolucionario nº 0, marzo 2005
periódico de Socialismo o Barbarie Bolivia

Respecto del lugar de la reivindicación de la Asamblea Constituyente en el actual proceso revolucionario boliviano, hay dos discusiones que nos parecen de suma importancia. En primer lugar, hay que partir de reconocer la importancia de un enorme problema democrático entre las amplias masas originarias, sean urbanas o rurales.

Ya hemos escrito que junto con ser un estado capitalista, el estado boliviano es un Estado racista [1]: esto es, que sanciona no sólo el imperio de la propiedad privada y la explotación capitalista de sus trabajadores, sino también la opresión racial por la etnia de origen.

En estas condiciones, la reivindicación de autodeterminación nacional y Estado multiétnico es completamente justa y legitima. La exigencia de la Constituyente tiene, entonces, un peso real y progresivo en la medida en que se asegure que la misma sea realmente libre y soberana. En ella, la población originaria apuesta a hacer valer su número. La población de origen aymará y quechua representa la inmensa mayoría de los habitantes de Bolivia.

El “pequeño” problema es que para garantizar esto debiera estar convocada y garantizada por el poder de las organizaciones obreras y campesinas, y no hay nadie hoy en Bolivia que la conciba así.

Justo con éste hay otro inmenso problema: si el terreno de la lucha sólo debe ser el de la Constituyente o es imprescindible la transformación social del país.

A nuestro modo de ver, no hay forma de que la población originaria pueda acceder siquiera a los plenos derechos políticos si al mismo tiempo no cambian sus condiciones de vida y no se desarrollan las fuerzas productivas en el país, acabando con la propiedad privada no sólo de los recursos naturales, sino de los principales medios de producción, hoy en manos de los capitalistas.

Esto, indefectiblemente, debe pasar por la transformación social de Bolivia: esto es, por acabar con la Bolivia capitalista para abrir paso a una Bolivia socialista.

Esto mismo requiere de la puesta en pie de una nueva alianza obrera, originaria, campesina y popular. Las corrientes indigenistas, consecuentes con su programa sólo democrático-reformista, insisten en desconocer este aspecto central de la dinámica de clases del país: el surgimiento de una verdadera nueva clase trabajadora en el país; el hecho de que la misma ciudad de El Alto configura una nueva “comuna de trabajadores”, en la medida en que la mayoría de la población originaria ya es urbana y no vive en el campo, y una importante parte de la misma es asalariada de manera completa o mayormente intermitente. Es decir que la mayoría de la población del país ya vive en las ciudades y no en el campo. [2]

En conclusión: etnia y clase se deben combinar, pero dando una centralidad a la nueva clase trabajadora, refundando la COB y dando lugar a una perspectiva no reductivamente “democrática” y “antineoliberal”, sino anticapitalista, obrera y socialista.


Notas:

1. Ver Roberto Sáenz: Crítica al romanticismo ‘anticapitalista, en Socialismo o Barbarie (revista) Nº 16.

2. Idem.

Volver