Bolivia

El camino suicida del pacto con la extrema derecha racista

No disminuye el grave peligro de secesión

Por José Luis Rojo y Martín Camacho
Desde La Paz
Socialismo o Barbarie, periódico, 25/09/08

 “Los fascistas no pasarán, porque el pueblo los va a aplastar”[1].

Los tiempos se han acelerado nuevamente en Bolivia. Luego de dos años de relativa “mediatización” de la lucha entre las clases (2006-2007) en los últimos meses las convulsiones sociales y políticas que cruzan el país han vuelto a ponerse al rojo vivo.

La señal de largada de los acontecimientos más dramáticos desde el octubre del 2003 y mayo-junio del 2005 (aunque, ahora, de signo contrario) fue el indiscutible triunfo electoral de Morales y Linera en el referéndum revocatorio del 10 de agosto pasado.

El tiro por la culata

Es que, en el mismo, las cosas no ocurrieron como los cívicos y la oposición parlamentaria habían soñado. Viendo a la defensiva al gobierno del MAS y luego de 5 elecciones al hilo donde salieron victoriosos (referéndum autonómicos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija; y elección de nueva prefecta en Chuquisaca), sobre todo la bancada parlamentaria del opositor Podemos, imaginó que estaba más o menos al alcance de la mano la revocatoria del mandato de Morales y la convocatoria a nuevas elecciones generales…

Pero el tiro les salió por la culata. Encima, terminó dividiendo las aguas entre las mismas filas de la oposición reaccionaria, entre los “políticos” con asiento en el Congreso Nacional (mayormente de Podemos, partido del ex presidente de línea banzerista Tuto Quiroga) y los dirigentes cívicos al frente de las prefecturas, que no estaban tan convencidos de la “jugada” del revocatorio.

Independientemente de lo anterior, la cosa es que si bien era un secreto a voces que el gobierno iba a ganar el referéndum (un craso error de cálculo de Podemos al convocar finalmente al referéndum luego del triunfo autonómico en Santa Cruz del 4 de mayo), ninguno de los bandos de la oposición se esperaba semejante ratificación de Morales.

Con un 67% en el orden nacional, una elección nada despreciable en los departamentos de la Media Luna y la revocación de los prefectos opositores en los departamentos de La Paz y Cochabamba, el gobierno se alzó con un incuestionable triunfo político mostrando que amplísimos sectores de las masas campesinas, originarias y populares-urbanas lo siguen considerando su gobierno[2]: “la mezcla de identificación étnica y políticas sociales compone el ‘cariño por Evo’” señala, no sin falta de verdad, el analista masista Pablo Stefanoni.

Al mismo tiempo, si bien los prefectos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija (en Chuquisaca no hubo referéndum porque la prefecta, opositora, acababa de ser electa) también fueron ratificados, pero quedaron claramente expuestos como una minoría en el orden nacional.

Luego de unos días de dubitaciones, el gobierno termina convocando a un nuevo referéndum, ahora para ratificar el proyecto de Constitución. Esta fue la gota que rebalsó el vaso empujando a los cívicos a la acción directa, sabedores que en el terreno electoral nacional son, hoy por hoy, una clara minoría.

Un ensayo general de secesión

Casi inmediatamente después del anuncio de convocatoria de referéndum constitucional, la CONALDE (una suerte de estado mayor de la reaccionaria oligarquía del Oriente), a la cabeza de su sector más duro, expresado por los prefectos, convocó a “un plan de lucha” regional[3].

Su exigencia explícita: el reclamo por la devolución de un determinado porcentaje del IDH (se trata del impuesto a los hidrocarburos); sin embargo, el verdadero trasfondo no es otro que la cerrada negativa a someterse a un referéndum constitucional que, consideran sin faltarles la verdad, no pueden ganar[4].

“El tema de fondo es el proyecto de Constitución del MAS. No puede ponerse en consideración el panfleto, o el producto de algo ilegal”, reconocía el presidente de la Asamblea Preautonómica de Santa Cruz, Carlos Klinsky.

El susodicho “plan de lucha” significó, en los hechos, un auténtico ensayo general secesionista y golpista que se caracterizó (a lo largo de veinte días ininterrumpidos) por bloqueos de rutas nacionales, ocupación de edificios públicos pertenecientes al Estado nacional, ataques racistas a la población originaria y campesina; e, incluso, por la abierta denegación a que el Presidente de la Nación pudiera siquiera pisar el territorio de los cinco departamentos involucrados en el proceso secesionista (en puridad, esta gravísima realidad, ya viene desde antes).

Pero el punto más alto de la escalada lo constituyó la masacre fascista llevada a cabo en El Porvenir, departamento de Pando, el pasado 11 de septiembre, donde hay 16 campesinos y estudiantes normalistas muertos reportados hasta el momento, 50 o más  “desaparecidos” y decenas y decenas de heridos.

Se trató de una verdadera cacería humana. Cacería organizada (no hay ninguna duda de ello) desde el mismísimo Estado prefectural y municipal a la cabeza de uno de los cuatro principales dirigentes cívicos, el prefecto pandino Leopoldo Fernández (hoy preso)[5].

“El prefecto Leopoldo Fernández es el autor intelectual de la masacre campesina. Los responsables materiales son ex dirigentes campesinos, empleados de la Prefectura, activistas cívicos de Cobija [ciudad capital de Pando], ganaderos y políticos de la alianza derechista Podemos. ‘Veníamos como siempre, acompañados de mujeres y niños, pero desgraciadamente nos encontramos con una emboscada en la población El Porvenir’, recuerda Rodrigo Medina, dirigentes campesino. La Prefectura utilizó todos sus vehículos en el operativo, incluyendo tractores; en cada volqueta había más de treinta personas armadas con fusiles, rifles, metralletas y revólveres”[6].

Esta monstruosa masacre (que incluyó el rematar a sangre fría a muchos heridos) fue el punto más alto del levantamiento secesionista de la burguesía cívica. Lo que la paró fue la ola de profundo odio, estupor y repudio popular todo a lo largo y ancho del país entre todas las capas de los explotados y oprimidos, justa ira popular que dejó a Bolivia al borde de la guerra civil.

Porque fue precisamente en la circunstancia en que el movimiento de masas amenazaba con desbordar al gobierno masista con un proceso de crecientes pronunciamientos, llamados a la movilización, iniciativas para marchar hacia Santa Cruz, evidencia de armamento entre sectores populares y exigencias de linchamiento del carnicero prefecto pandino[7], que las “instituciones” de la región se comenzaron a mover desesperadamente para parar la escalada en curso.

Así, los gobiernos “progresistas” de la región, encabezados por Lula (en su creciente rol de nuevo bombero regional), se apresuraron a rodear al gobierno pero con la condición política de que éste llamara y concretara urgentemente el “diálogo nacional”. Diálogo convocado para apaciguar unas aguas cortando en seco lo que pudiera haber ocurrido si la crisis seguía unos días más: el estallido de una verdadera revolución en respuesta a la provocación sediciosa!

Porque la absoluta verdad es que se quedó muy cerca de eso: al borde de una guerra civil; proceso ahora mediatizado por el enésimo intento de diálogo. Pero esto en una circunstancia donde da toda la impresión que las cosas han ido demasiado lejos. Por lo tanto, lo más factible es que a pesar de todo el “show” del establecimiento de la mesa de diálogo nacional, seguramente presenciaremos nuevos capítulos del enfrentamiento en curso luego de esta nueva “tregua”[8].

¿Tras los pasos de Salvador Allende?

Después de la masacre de El Porvenir, y ante una ola de indignación nacional –cada vez más activa– que se comenzaba a expresar, los cívicos quedaron a la defensiva y perdían aire. El odio y estupor nacional podría haber detonado una movilización nacional de masas que barriera, armas en mano, a los sediciosos.

Pero en vez de hacer esto, el gobierno de Morales y Linera se limitó a buscar el respaldo de los gobiernos regionales, decretar un inicialmente muy tímido estado de sitio en la misma Pando, y detener (forzado por las circunstancias) a Leopoldo Fernández, todo coronado con el llamado al “diálogo nacional” con los mismos que hasta un instante antes estaban embarcados –con armas y bagajes– en un movimiento secesionista.

Porque vergonzosamente, lo que no hizo Evo Morales en ningún momento todo a lo largo de veinte días de crisis, fue apelar a la que podría haber sido la herramienta más decisiva para quebrarle el espinazo a los golpistas: la movilización de las masas. Un movimiento de masas que estaba dispuesto a salir (de hecho, lo comenzaba a hacer) ante el primer llamado de conjunto que se hubiera hecho a tal efecto (había que ver a los dirigentes masistas de La Paz llamando a los movimientos sociales a “no movilizarse”…).

Pero no: Morales y Linera volvieron a elegir –en estas extremas circunstancias– el llamado al enésimo “diálogo nacional” con unos prefectos que tienen todos (no solo él de Pando) las manos manchadas de sangre y racismo!

Para colmo de colmos, este llamado se ha hecho con un acta firmada donde lo que predominan son también los enésimos reclamos-concesiones a los cívicos en la perspectiva de “un gran Acuerdo Nacional” con estos fascistas.

Esto, bajo la “mediación” de “confiables” e “imparciales” instituciones como la Iglesia Católica, la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, comenzando el pasado jueves 18/09 sus sesiones en Cochabamba.

Así, el propio texto del acta acuerdo (material que es de público conocimiento) tiene compromisos del gobierno nacional como “reconocer el derecho de los departamentos al IDH”; “el respeto a la actual distribución de regalías a los departamentos productores”; “reestablecer plenamente la convivencia pacífica”; y la frutillita del postre: “suspender la consideración (en el Congreso Nacional) de la convocatoria a referéndum constitucional hasta que concluya el diálogo”.

Una verdadera vergüenza: no hay otra manera de calificar esta acta. Porque se le terminan haciendo concesiones increíbles a los que cargan sobre sus espaldas con la muerte y desaparición de casi 100 campesinos, cuando se les podría haber partido el espinazo.

Más grave aun: se trata de un tipo de política suicida que de seguir así sólo podrá servir para desmoralizar al movimiento de masas; porque si los fascistas no escarmientan más temprano que tarde van a volver a levantar cabeza.

Y este no es un juicio “sectario” de gente “ajena al proceso de cambio” como suelen decir tantos ex izquierdistas renegados a la búsqueda de cuanto rinconcito esté “iluminado por el sol”.

Se trata de la mismísima experiencia histórica mundial y regional que ha estado tan atravesada por circunstancias semejantes. Sin ir más lejos, se trata del caso de Salvador Allende, de cuyo derrocamiento se cumplieron 35 años precisamente el pasado lunes 11, donde en Santiago de Chile, los presidentes del UNASUR hacían de solícitos bomberos de la situación boliviana y regional…

Porque Allende fue asesinado luego de que predicara a los cuatro vientos su “confianza” en el respeto por la “institucionalidad de las “Fuerzas Armadas”, al tiempo que se esforzaba por desarmar el atisbo de acción independiente y autodefensa de las masas obreras y campesinas que comenzaba a esbozarse.

La lección repetida una y mil veces: el que desmoviliza y desarma al movimiento de masas en defensa de las vías “institucionales” frente al levantar de la cabeza de una reacción que no cree verdaderamente en ninguna “institucionalidad” y sí solo en la fuerza de los hechos y las armas, prepara derrotas históricas.

El rol de las Fuerzas Armadas

Como veníamos señalando, uno de los “enigmas” de la actual situación política en Bolivia es cual será la evolución de las Fuerzas Armadas. Unas Fuerzas Armadas que están atravesadas por la contradicción de que aun están integradas por conscriptos mayoritariamente de origen originario, pero que no por esto dejan de tener una tradición histórica brutalmente antiobrera y antipopular.

Porque con la limitada “excepción” de las experiencias de rasgos nacionalistas de un Busch, Toro, Ovando y Torres, la memoria popular boliviana –muy justamente– asocia a los gendarmes con la represión al servicio de los explotadores. Esto está expresado en una tradición de brutales masacres[9] contra obreros mineros y campesinos, masacres que jalonaron la historia del país prácticamente todo a lo largo del siglo pasado y que también muchas veces se apoyaron en una gran capacidad política para enfrentar a campesinos con obreros mineros (caso del dictador Barrientos en la década del ‘60).

Y este siglo XXI debutó con el antecedente de los muertos en las jornadas de febrero y octubre del 2003, junio del 2005, por no hablar de la vida de dos mineros que se acaban de cobrar (esto, por órdenes del propio gobierno nacional…) sólo meses atrás.

Esto no quita que haya contradicciones reales que son las que explican el –hasta ahora– cierto alineamiento “con el gobierno constitucional” que las mismas están mostrando. Es que no está claro cuál podría ser el “negocio” para las Fuerzas Armadas (institución nacional y centralizada por excelencia) con la partición del país. Además, pesa todavía (como en todo el resto de la región; por lo menos hasta ahora) la salida ignominiosa de la experiencia de las dictaduras militares.

Por si lo anterior no alcanzara, el hecho es que el gobierno de Morales y Linera no está siquiera rozando las bases del capitalismo boliviano y expresó una clara mayoría electoral recientemente…

Sin embargo, aquí hay otro típico rasgo suicida de la política del gobierno masista: confiarse en el apego a la “institucionalidad” de las Fuerzas Armadas.

En este sentido, en una entrevista realizada a Evo Morales meses atrás y ante la pregunta sobre el rol de las Fuerzas Armadas en el proceso político del país respondía lo siguiente: “[Las Fuerzas Armadas] hasta ahora están muy identificadas. Yo me he impresionado pese a que todos los altos mandos son mis mayores (…). Yo, Evo, como ex soldado, respeto y me hago respetar. Los militares respetan entonces la institucionalidad[10].

Sin embargo, y como por elevación para mostrar su “independencia”, una señal de alerta la dio días atrás el comandante en jefe Raúl Trigo cuando hizo su advertencia “contra la injerencia de Chávez en los asuntos internos del país”.

Pero además, hay un problema de fondo: las Fuerzas Armadas son la institución por antonomasia del Estado burgués y en cualquier giro de los acontecimientos podrían llegar a la conclusión de que los cívicos pueden ser más garantes del sistema que el gobierno de Morales y darse vuelta entonces.

En este sentido, ya meses atrás el sociólogo Eduardo Paz Rada de la Universidad Mayor de San Andrés alertaba sobre el grave riesgo que podría venir de las fuerzas de seguridad del Estado cuando señalaba que: “Las instancias que tienen la posibilidad de evitar cualquier exceso de separatismo son las Fuerzas Armadas y la policía. Y tengo la impresión que, dentro de ellas, están empezando a surgir tendencias divisionistas, que pueden llevar a una situación mucho más caótica e inestable en Bolivia”[11].

En todo caso, a nadie se le puede escapar la reticencia que expresaron a intervenir en la reciente crisis y la lentitud con que lo hicieron cuando finalmente se decretó el estado de sitio en Pando; a la par que se corrieron rumores de que Evo Morales estaba “enojado” por el vergonzoso comportamiento de los militares en oportunidad de la ocupación de los edificios del Estado nacional en Santa Cruz[12].

En síntesis: en cualquier momento, en cualquier nuevo giro de la crisis, las Fuerzas Armadas podrían darse vuelta y, entonces, la prédica de Morales, de llamar a confiar en ellas, se revelará en todo su carácter suicida.

Es esta misma realidad la que debe poner al orden del día la organización de la autodefensa obrera, campesina, estudiantil y popular para pararle la mano a los grupos de choque fascistas estilo UJC, al tiempo que se debería hacer un trabajo político entre los conscriptos en el sentido de que se nieguen a disparar contra los explotados y oprimidos.

Cerco armado a Santa Cruz

En este marco, en estos días de “diálogo nacional”, ocurrió un hecho realmente revolucionario: es que desbordando (hasta cierto punto) las propias directivas del oficialismo masista, cada día que pasaba crecía más y más el cerco armado campesino sobre los fascistas en Santa Cruz. Cerco que expresa (en gran medida) hasta qué punto se ha dado vuelta la situación desde el comienzo de la sedición golpista. Y cómo se les podría dar a los fascistas el golpe demoledor que el gobierno se niega –de plano– a darles.

Porque este cerco sobre Santa Cruz expresa la presión y la respuesta de grandes sectores de las masas campesinas (sobre todo del Oriente) en respuesta a la masacre de Pando y de las acciones y vejámenes constantes de los cívicos sobre la población originaria y explotada.

En estas condiciones, la ola nacional de movilización a Santa Cruz alcanzó su punto máximo el lunes 21: los ampliados de los más diversos sectores explotados y oprimidos emitían resoluciones planteando que se “sumarían al cerco”. El periodismo voló en masa a la capital cruceña consciente que de seguir en curso estos desarrollos un choque social sería casi inevitable.

Por esto mismo, no fue casual que el secretario general de la OEA, Miguel Insulza, apenas llegado a Cochabamba para participar como veedor del diálogo nacional, haya planteado que “no hay que someter esta instancia a ninguna presión”… en el evidente sentido de conminar al gobierno a desarmar en inmediato el cerco.

En estas condiciones, el miércoles 23, el gobierno dio la estricta orden de “dar marcha atrás” haciendo volver a la mayoría de los contingentes campesinos nuevamente a sus regiones, aunque la situación del cerco no está resuelta del todo…

El valor de estos hechos creemos que habla por sí solo cuando los sectores más de vanguardia se han mostrado armados con fusiles Máuser señalando que lo hacen porque “nunca más van a permitir que les pase como a sus hermanos en El Progreso”.

Revolución o contrarrevolución

¿Cuál es la dinámica política en la que ha quedado inmerso el país? Es una buena pregunta que encierra una contradicción. Porque dado lo lejos que han llegado los acontecimientos, es poco realista pensar que, a pesar de todo, se vaya a terminar imponiendo la perspectiva reformista que defiende el MAS boliviano.

¿Cuál es la contradicción? Que los reclamos y el programa de los dirigentes cívicos han llegado ya demasiado lejos: no sólo se han deslizando en un “simple” sentido reaccionario: su curso ya roza una dinámica abiertamente contrarrevolucionaria.

Claro, éste tiene todavía sus mediaciones. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos para nada están a favor –hoy por hoy– de una salida secesionista; no hay que olvidar que muchos de ellos son de origen “posneoliberal”.

Además, hay que ver todavía cómo evoluciona la propia situación internacional (y las elecciones yanquis dentro de ella), donde no hay diferencias de sustancia entre un Obama o un McCain, pero sí podría haber matices de importancia[13].

Sin embargo, insistimos: opinamos que las cosas han llegado demasiado lejos. No todos los días se convoca a una casi abierta secesión golpista y se da rienda suelta a operativos que apuntan a una creciente limpieza étnica. Cuando esto ocurre, no hay marcha atrás que valga por más “diálogo” al que se convoque.

Es la dinámica de los propios hechos la que coloca en la palestra política una perspectiva de revolución o contrarrevolución. En este sentido, un agudo analista señalaba días atrás lo siguiente: “Bolivia está al borde de la guerra civil. Aunque el gobierno y los líderes de la oposición acordaron sentarse a negociar, las rebeliones son muy difíciles de controlar una vez que se desatan, y su propia inercia las lleva a radicalizarse. No hay salida política posible cuando se desconoce la ley, las autoridades legítimamente elegidas y las reglas de juego de la democracia. Cuando las disputas se dirimen a través del uso de la fuerza, ganan los que tienen más fierros”[14].

Es por esto mismo que la estrategia de Morales y Linera (un capitalismo de Estado andino-amazónico por la vía pactada) luce, a estas alturas, no sólo suicida, sino completamente irreal. Porque no es nada “realista” seguir alentando expectativas en una salida pactada.

En este terreno, su política muestra todas sus “credenciales”: ¿Cómo, creíblemente, se puede parar con “dialogismo” e “institucionalidad” el curso cada vez más abiertamente contrarrevolucionario y racista de la burguesía del Oriente?

No hay cómo: hay que apostarlo todo a las tendencias en curso a la revolución social o será la contrarrevolución secesionista la que marcará las coordenadas principales de los acontecimientos en el heroico país del Altiplano.


[1] Estrillo cantado en todas las movilizaciones populares en Bolivia en las últimas semanas.

[2] Morales fue ratificado con el 80% en La Paz, Oruro y Potosí y con alrededor del 70% en Cochabamba. El voto campesino fue casi unánime y ya se habla de la ‘chaparización’ del campo boliviano. El mandatario indígena perforó también a la ‘media luna’ autonomista: conquistó Pando con el 53% y empató virtualmente en Tarija con un 49.83%. En Beni contaba con el 43.7% y tiene un piso no despreciable de casi el 40% en Santa Cruz, su plaza más hostil”. Informe de Pablo Stefanoni, “Un futuro de escaramuzas”, 15-08-08, en www.brecha.com.uy. 

[3] El documento de convocatoria decía lo siguiente: “Masificar el bloqueo de carreteras a partir de la fecha, en los cinco departamentos del oriente y sur del país en adhesión a las medidas de presión relizadas en el Chaco boliviano para la recuperación del IDH y la defensa de las regalías que constituyen los derechos históricos de nuestros pueblos y la base material para implementar las autonomías departamentales”.

[4] En nota aparte (ver “Referéndum constitucional, propiedad privada y reparto de la tierra”) explicamos que el proyecto constitucional masista, a pesar de lo limitado que es, despierta un profundo rechazo en las burguesías y oligarquías del Oriente porque, de alguna manera introduce cuestionamientos a aspectos esenciales para estas capas sociales privilegiadas como son el problema de la propiedad de la tierra y el manejo de las rentas hidrocarburiferas.

[5] El currículo del autor intelectual de la masacre de Pando es el siguiente: mantuvo un control férreo de la región de la masacre entre los años 1979 y 2005; fue empleado de las dictaduras de Luís García Mesa (1980-1981), Celso Torrelio y Guido Vildoso (1981-2); parlamentario, prefecto y ministro de gobierno de Hugo Banzer Suarez-Jorge Quiroga (1997-2002).

[6] Reporte de Sergio Aghemo, Sergio_a86@hotmail.com

[7] El terror a las masas de este canalla fascista se puede ver en las declaraciones a la prensa de su propio hermano: “Su abogado nos comentó que está delicado de salud, ¿usted sabe algo de eso?’ [pregunta el periodista]. No, lo que pasó es que él estaba nervioso cuando llegó a La Paz. Temía que al quedarse en un cuartel en El Alto, los militares sean rebasados por los masistas con ganas de lincharlo. Por eso se tomaron precauciones”. La Razón, 18 de septiembre del 2008.

[8] Ahora mismo parece seguir habiendo movimientos campesinos que se están movilizando con el objetivo de establecer un “cerco” a la ciudad capital de Santa Cruz, lo mismo que siguen en curso una miríada de movilizaciones en el orden nacional. 

[9] Masacre minera en Catavi, en la madrugada del 20 de diciembre de 1943; masacre minera del día de San Juan, en Siglo XX, madrugada del 24 de julio de 1967; masacre campesina (que rompió el pacto campesino-militar) del dictador Hugo Banzer Suárez en Tolata y Episana, valles de Cochabamba, enero  1974; entre algunas de las más importantes que nos acordamos en estos momentos. 

[10] Entrevista con Evo Morales de Néstor Kohan Argenpress, 07-03-08.

[11] Testimonio tomado de un informe Igor Ojeda, ALAI, 06-03-08. 

[12] Daba “lástima” ver a los conscriptos huyendo desarmados y casi desnudos de los lugares que supuestamente debían “defender”.

[13] Ver al respecto “El resquebrajamiento de la estabilidad regional”.

[14] Santiago O’ Donnell, diario Página 12 de la Argentina, 14-09-08.