Bolivia

Victoria obrera con toma de mina y rehenes

Econoticiasbolivia, 08/05/09

La Paz.– Recuperando su emblemática historia revolucionaria, cerca de tres centenas de mineros bolivianos tomaron por siete días la mina San Vicente en el norte andino de Bolivia, ocuparon sus instalaciones y convirtieron a los empresarios y directivos en sus virtuales rehenes, antes de lograr arrancar de la transnacional canadiense Panamerican Silver el compromiso de echar a sus gerentes, cesar con los abusos y mejorar las condiciones de trabajo.

La madrugada del pasado 29 de abril, los trabajadores mineros de San Vicente, muchos de ellos muy jóvenes y con escasa experiencia sindical y política, tomaron la mina de plata, zinc y cobre, el campamento, las plantas y las oficinas administrativas de la empresa en esa localidad, situada a 120 kilómetros de Uyuni, en Potosí.

Además de ocupar el yacimiento y las instalaciones de Pan American Silver, los trabajadores, pertrechados con dinamita, cerraron todas las vías de acceso a la zona e impidieron la salida de los ejecutivos, administrativos, técnicos y contratistas que se encontraban en San Vicente. Las cadenas de televisión, que reportaron desde la zona, mostraron imágenes de algunos técnicos de la compañía que lograron huir del campamento, aprovechando la presencia de los periodistas.

“No ha sido una toma, lo que pasa es que aprovechando de la televisión, algunos técnicos han tratado de escapar como si estuvieran presos”, aclaró este viernes en La Paz, Celestino Romay, secretario de Conflictos de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia

La “acción directa” de los sindicalistas se prolongó hasta la noche de este martes 5 de mayo y fue suspendida tras que ejecutivos de la empresa y los dirigentes sindicales arribaron a un acuerdo, avalado por dirigentes de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros y la Central Obrera Boliviana.

El convenio  establece el retiro del gerente ejecutivo Robert Dwiag y el gerente administrativo José Candia, que estaban abusando de los trabajadores, que interferían con las actividades sindicales e intentaban aplicar extenuantes sistemas de trabajo.

Puntos del convenio

En La Paz, el secretario general de la Federación de Mineros, Osvaldo Llanque, que también calificó la acción de los trabajadores de San Vicente como una huelga con control del centro de trabajo, y no como una toma de mina con rehenes, destacó el convenio firmado por los trabajadores.

“Se ha acordado la destitución de estos funcionarios y la reanudación paulatina de las actividades productivas”, dijo Llanque tras señalar que otro punto del acuerdo es “mantener el respeto mutuo entre la parte obrera, los administrativos y técnicos de la empresa”

La canadiense Pan American Silver opera la mina de concentrados de zinc, plata y cobre, en riesgo compartido con la estatal Comibol. El 28 de abril comenzó la fase industrial de explotación del yacimiento. Actualmente, la extracción de plata y zinc es de 750 toneladas por día.

Grandes consorcios mineros

La acción de los mineros de San Vicente se da en momentos en que los grandes consorcios transnacionales, que controlan la minería boliviana como Glencore Internacional, Sumitomo (Apex Silver Mines Limited), Pan American Silver, Newmont Mining Corporation (Inti Raymi), Eaglecrest Explorations Ltd, Coeur d'Alene Mines Corp, Empresa Minera Unificada, Barrosquira y otras, intentan paliar la baja de las cotizaciones de los minerales, a través de una mayor explotación laboral para así no perder ni un centavo de sus millonarias ganancias.

Las grandes compañías mineras, que han amasado verdaderas fortunas en los últimos tres años por efecto del alza del precio de los minerales, lo que les ha permitido duplicar su facturación anual de 1.000 millones de dólares a 2.000 millones de dólares, están comenzado a despedir a trabajadores, a prolongar la jornada de trabajo a 10 y 12 horas y a congelar/reducir los salarios como emergencia de una caída relativa en las cotizaciones de minerales.

Explotación y corrupción

Este es el caso, por ejemplo, de la compañía Sinchi Wayra, filial de la transnacional Glencore Internacional, forjada por el  magnate petrolero suizo israelí Marc Rich, a quien la revista Time calificó en el 2001 como “el ejecutivo más corrupto del planeta”, perseguido por el FBI por los delitos de fraude, tráfico de petróleo y evasión de impuestos, condenado por la Corte Federal de Nueva York e indultado dos veces por los presidentes de Estados Unidos Bill Clinton y George W. Bush.

Sinchi Wayra/Glencore —que heredó dolosamente en el 2005 las empresas mineras del ex presidente Gonzalo Sánchez Lozada, cuando este millonario neoliberal que fue derrocado por una insurrección popular en octubre del 2003 ya era considerado como prófugo de la justicia y sus bienes sujetos a embargo por parte del Estado boliviano como resarcimiento por los daños económicos y crímenes de lesa humanidad que cometió en el país—, tiene el control de los ricos yacimientos de zinc, oro, plata, plomo y estaño de Oruro y Potosí, como Bolívar, Poopó, Porco, Colquiri, Totoral, San Lorenzo, Colquechaquita y la planta concentradora de minerales Don Diego y la central termoeléctrica de Aroifilia.

Allí, Sinchi Wayra/Glencore intenta evitar la reducción de sus millonarias ganancias, acrecentando la explotación laboral.

Allí, sin embargo, los trabajadores, pese a las debilidades y limitaciones de varios de sus dirigentes sindicales ligados a la patronal, con movilizaciones y huelgas han logrado frenar parcialmente los abusos de esta compañía que intentó en el último trimestre del 2008 echar a la calle a 1.277 trabajadores y reducir el 15 por ciento del salario al resto de sus 3.500 operarios, a los que quiso hacer trabajar en turnos de hasta 12 horas diarias.

La lucha laboral de los mineros explotados por Sinchi Wayra/Glencore permitió detener, por ahora, los despidos, la rebaja de salarios y el aumento de la jornada laboral, pero no alcanzó para lograr el incremento salarial demandado por los obreros que intentaban que la transnacional les transfiera por lo menos una pequeña parte de las millonarias utilidades que obtuvo con el auge de precios de los últimos tres años.

El precario acuerdo alcanzado entre la empresa y los sindicalistas a principios del 2009, que se logró bajo la amenaza proletaria de ocupar todas las minas de Sinchi Wayra/Glencore, establece que no habrá despidos, ni ampliación de la jornada laboral ni aumento salarial. Pese a ello, los herederos de Marc Rich y de Sánchez de Lozada continúan con sus intentos de ampliar la explotación de sus trabajadores de las actuales 8 horas diarias a 10. Los mineros de Sinchi Wayra/Glencore se han declarado en emergencia y algunos, los más audaces, miran de reojo lo que hacen a 4.500 metros de altura los proletarios de San Vicente con la transnacional Panamerican Silver.

Una mina que hace historia

Y es que la mina San Vicente, famosa mundialmente porque allí hace más de cien años fueron abatidos los míticos bandoleros estadounidenses Butch Cassidy y Sundance Kid, parece también reflotar la también legendaria “Tesis de Pulacayo”, la biblia del movimiento obrero boliviano, que postula la ocupación obrera de las minas como mecanismo para impedir la destrucción de la fuerza laboral y como vía para la nación revolucionaria.

“Si los patronos se encuentran incapacitados de otorgar a sus esclavos un pedazo más de pan; si el capitalismo para subsistir se ve obligado a atacar el salario y las conquistas alcanzadas, si los capitalistas responden a todo intento reivindicacionista con la amenaza del cierre de sus instalaciones, no les queda a los trabajadores más recurso que ocupar las minas y tomar por su cuenta el manejo de la producción”.

“La ocupación de las minas por si misma sobrepasa el marco del capitalismo, puesto que plantea la cuestión de saber quién es el verdadero dueño de las minas: los capitalistas o los trabajadores”, dice la Tesis aprobada por los mineros en 1946 y que en este mayo del 2009 parece volver a recorrer como un fantasma las minas bolivianas.

Entre los mineros revolucionarios y los sectores más radicales del sindicalismo boliviano la consigna central es la toma de las minas y la expulsión de las transnacionales que hoy continúan saqueando la riqueza minera del país y sobreexplotando la mano de obra barata como en los mejores tiempos de la colonia española y del neoliberalismo salvaje.


Mineros batallan por defender las 8 horas

Econoticiasbolivia, 14/05/09

Este lunes arranca una caminata de más de 100 kilómetros a La Paz. Los proletarios de la mina Porco buscan el apoyo de sus hermanos del campo y las ciudades para doblegar a la poderosa transnacional Glencore/Sinchi Wayra, heredera de los turbios negocios del ex presidente y prófugo de la justicia Gonzalo Sánchez de Lozada.

La Paz.– Cerca de un millar de trabajadores de la mina Porco y de otros centros explotados por el consorcio Sinchi Wayra, filial local de la siniestra transnacional suiza Glencore International, iniciarán este lunes una caminata de 100 kilómetros a más de cuatro mil metros de altura en el altiplano con rumbo a La Paz para defender la jornada laboral de ocho horas.

Desde la mina de plata, zinc y plomo de Porco, el ejecutivo del sindicato minero, Gonzalo Quispe, dijo que la caminata desde la altiplánica localidad de Caracollo busca el apoyo de las organizaciones sociales, sindicales y populares para frenar los intentos de la compañía privada que quiere imponer una jornada de trabajo de 10 horas.

La acción de los mineros de Porco busca, además, presionar al gobierno del presidente indígena Evo Morales para que haga cumplir las leyes laborales del país y ponga coto a los abusos de la transnacional minera.

“Vamos a efectuar acciones de protesta en La Paz hasta que las autoridades logren que la empresa Sinchi Wayra respete la jornada laboral de ocho horas”, dijo el sindicalista Quispe.

Hasta ahora, las negociones emprendidas con los directivos de la empresa y autoridades del gobierno de Morales no han dado resultados positivos. En estas reuniones, el argumento esgrimido por los ejecutivos de Sinchi Wayra es que de mantenerse la jornada laboral de ocho horas se pondría en riesgo la viabilidad del proyecto minero. Se habló, incluso, de que la empresa ingrese a una fase de lock–out (quiebra financiera).

Esto, sin embargo, no amedrentó a los trabajadores mineros de Porco, los que en una asamblea general decidieron frenar los abusos de la transnacional, defender la jornada laboral de ocho horas y luchar hasta las últimas consecuencias por sus derechos sociales y laborales.

A punta de dinamita

En la asamblea, según reflejó el diario El Potosí, los proletarios de Porco aseguraron que “el domingo viajarán miles de mineros hasta la localidad orureña de Caracollo y desde allí marcharán rumbo a la sede de Gobierno donde tienen previsto paralizar el centro paceño a punta de dinamita”.

Los mineros de Porco han advertido que no cederán a las presiones de esta transnacional que tiene un tortuoso recorrido en Bolivia. Sinchi Wayra, filial de la transnacional Glencore Internacional, fue forjada por el  magnate petrolero suizo israelí Marc Rich, a quien la revista Time calificó en el 2001 como “el ejecutivo más corrupto del planeta”, perseguido por el FBI por los delitos de fraude, tráfico de petróleo y evasión de impuestos, condenado por la Corte Federal de Nueva York e indultado dos veces por los presidentes de Estados Unidos Bill Clinton y George W. Bush.

Heredera de Sánchez de Lozada

Sinchi Wayra/Glencore —que heredó dolosamente en el 2005 las empresas mineras del ex presidente Gonzalo Sánchez Lozada, cuando este millonario neoliberal que fue derrocado por una insurrección popular en octubre del 2003 ya era considerado como prófugo de la justicia y sus bienes sujetos a embargo por parte del Estado boliviano como resarcimiento por los daños económicos y crímenes de lesa humanidad que cometió en el país—, tiene el control de los ricos yacimientos de zinc, oro, plata, plomo y estaño de Oruro y Potosí, como Bolívar, Poopó, Porco, Colquiri, Totoral, San Lorenzo, Colquechaquita y la planta concentradora de minerales Don Diego y la central termoeléctrica de Aroifilia.

Allí, Sinchi Wayra/Glencore obtuvo millonarias ganancias en los últimos tres años por el auge del precio de los minerales, pero ahora, que hay una caída relativa en las cotizaciones, intenta evitar la reducción de sus ganancias extraordinarias acrecentando la explotación laboral.

Ganancias y explotación

En el último trimestre del 2008, la compañía minera intentó echar a la calle a 1.277 trabajadores y reducir el 15 por ciento del salario al resto de sus 3.500 operarios, a los que quiso hacer trabajar en turnos de hasta 12 horas diarias, lo que fue frenado por la lucha sindical.

El precario acuerdo alcanzado entre la empresa y los sindicalistas a principios del 2009, que se logró bajo la amenaza proletaria de ocupar todas las minas de Sinchi Wayra/Glencore, establece que no habrá despidos, ni ampliación de la jornada laboral ni aumento salarial. Pese a ello, los herederos de Marc Rich y de Sánchez de Lozada continuaron con sus intentos de ampliar la explotación de sus trabajadores de las actuales 8 horas diarias a 10.

Esta misma intención es la que tiene la decena de grandes transnacionales que operan en Bolivia y que controlan tres cuartas partes de la producción y exportación minera, que en los últimos tres años ha sido valorada internamente en 4.405,9 millones de dólares. En esta explotación transnacional de las minas, sólo el 5 por ciento de estos ingresos se transformaron en impuestos y regalías para Bolivia, una nación con ricos yacimientos de clase mundial de plata, hierro, oro, litio y gas, pero con un tercio de su población de 10 millones de habitantes pasando hambre y otro tercio con apenas lo suficiente para comer y nada más.


Transnacionales mineras tienen un paraíso en
la Bolivia de Evo

Econoticiasbolivia, 13/05/09

En los tres años del primer gobierno indígena de la América morena, los grandes consorcios mineros se han apoderado de más de cuatro mil millones de dólares Ellos obtienen el 95% del valor bruto de la producción y dejan para el Estado sólo el 5%. El saqueo minero de Bolivia es igual o mayor al sufrido en los tiempos del neoliberalismo salvaje

La Paz.– Sin el “provincianismo” de algunas fracciones de la beligerante burguesía agroindustrial del oriente, que son visceralmente racistas y que lucran con el tráfico de tierras y el latifundio e intentan derribar al “indio presidente”, la poderosa burguesía minera del altiplano, de la mano de las grandes transnacionales a las que sólo les interesa el brillo de los metales y el color del dinero, están haciendo multimillonarios negocios en la Bolivia del presidente indígena Evo Morales.

En rigor, los grandes consorcios mineros están haciendo con el Presidente indígena tanto o más fortuna que la que hacían con los gobiernos neoliberales, incluido el de ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, que puso, sin pudor ni control, el Estado al servicio de la “nueva rosca” que saquea los recursos naturales y explota la mano de obra barata, contaminando ríos, esterilizando la tierra y destruyendo el medio ambiente y la vida.

Los datos oficiales del Ministerio de Minería y Metalurgia, procesados por Econoticiasbolivia, son por demás elocuentes. En los primeros tres años del gobierno del presidente Morales, las grandes transnacionales mineras y sus socios locales han obtenido tal cantidad de ganancias que únicamente se igualan en magnitud a las recibidas en 10 años de saqueo con los gobiernos del neoliberalismo salvaje.

Transnacional 95, Bolivia 5

En el trienio 2006–2008, con el presidente Morales, los acaudalados consorcios mineros exportaron minerales y metales por un total de 4.405,9 millones de dólares, pagando al Estado y las regiones un tributo de apenas 220,0 millones de dólares. Esto quiere decir que estas transnacionales por cada 100 dólares que facturaron en el exterior, dejaron sólo 5 dólares en impuestos y regalías para Bolivia, una nación con ricos yacimientos de clase mundial de plata, hierro, oro, litio y gas, pero con un tercio de su población de 10 millones de habitantes pasando hambre y otro tercio con apenas lo suficiente para comer y nada más.

Estos últimos tres años de saqueo minero sólo son comparables con los 10 años de la década 1996–2005, en el auge del neoliberalismo, cuando esta “rosca minera” facturó 4.262,7 millones de dólares, dejando en impuestos y regalías para Bolivia sólo 107,6 millones de dólares, equivalentes al 2,5 por ciento.

En términos porcentuales, la información oficial permite establecer que del 100 por ciento del valor bruto de la producción y de la exportación, las compañías mineras se quedan con el 95 a 97,5 por ciento, y el restante 5 a 2,5 por ciento va para el Estado boliviano.

Migajas para el estado

Esta cruda realidad numérica, sin embargo, para mal de los más pobres, podría ser mucho peor para Bolivia, según advirtió a principios del 2008, Luis Alberto Echazú, el ministro de Minería del presidente Morales. Esta autoridad aseguró, con cifras en mano, que cada año las compañías mineras estaban exportando el doble de lo que declaraban en las aduanas bolivianas.

Con datos de la gestión 2006, el ministro Echazú demostró que el valor de las ventas declaradas oficialmente por los consorcios mineros privados al salir de las aduanas bolivianas fue de 1.072 millones de dólares, pero que los reportes de las aduanas extranjeras a las que llegaban los minerales bolivianos eran mayores a los 2.000 millones de dólares.

Esta notable diferencia, según el Ministerio de Minería, se explica porque las transnacionales mineras exportan sin ningún control minerales en bruto (concentrados mineralizados de alto valor mezclados con tierra, roca y otros minerales). A ellos les basta una simple “declaración jurada” y no hay un laboratorio gubernamental que certifique la cantidad y calidad de estos minerales y muchos menos el valor real de esta exportación.

“Declaran (en Bolivia) el mineral de menos valor, cuando sale otro, o bien declaran plomo, pero hay indio, titanio, que van como basura; pero separados en el exterior, eso tiene más valor que lo que declaran”, explicó el ex viceministro de Minería, Pedro Mariobo.

Por ello, de ser correctas las apreciaciones del ministro Echazú, los consorcios transnacionales habrían extraído de Bolivia, en los últimos tres años, una riqueza minera calculada en más de 8.000 millones de dólares, dejando en tributos para el Estado apenas 220 millones.

La nueva “rosca minera”

La explotación de los ricos yacimientos mineralógicos de oro, plata, zinc, estaño, plomo, antimonio, hierro y otros no metálicos de Bolivia, están en casi tres cuartas partes bajo el control de las grandes compañías extranjeras, que operan unas de forma directa y otras asociadas a las empresas locales, conformando la denominada “minería mediana”. La otra cuarta parte de la producción minera es compartida por una decena de grandes “cooperativas”, que operan en los hechos bajo los moldes capitalistas, junto a cientos de pequeñas cooperativas y empresas de la minería chica, además de las concesiones operadas por la estatal Corporación Minera de Bolivia – Comibol (mina Huanuni y metalúrgica de Vinto).

Entre las transnacionales más poderosas que operan en Bolivia están la estadounidense Coeur d'Alene Mines Corporation, que explota uno de los reservorios más ricos de plata del mundo como es San Bartolomé, en las laderas del Cerro Rico de Potosí, y la japonesa Sumitomo, asociada hasta hace poco con  la norteamericana Apex Silver Mines Limited, que controla otro rico megayacimiento de plata, plomo y estaño en San Cristóbal.

Daño ambiental y corrupción

Estas empresas están ganando a manos llenas al igual que la estadounidense Newmont Mining Corporation, que absorbió a Battle Mountain Gold Company y  Zealand Bolivia, y que tiene como socio menor a la boliviana Inti Raymi. Esta compañía hizo desaparecer cerros enteros y exprimió los yacimientos de oro de Kori Kollo y La Joya, degradando el medio ambiente y provocando una severa contaminación ambiental en las empobrecidas poblaciones de las Provincias Saucari y Cercado del Departamento de Oruro por la fuga e infiltración de cianuro, tal como lo demuestran los estudios de la Universidad Técnica de Oruro.

Otra que tiene un prontuario de acusaciones es la compañía Sinchi Wayra, filial de la transnacional suiza Glencore Internacional, forjada por el  magnate petrolero suizo israelí Marc Rich, a quien la revista Time calificó en el 2001 como “el ejecutivo más corrupto del planeta”.

Sinchi Wayra/Glencore —que heredó dolosamente en el 2005 las empresas mineras del ex presidente Gonzalo Sánchez Lozada, cuando este millonario neoliberal que fue derrocado por una insurrección popular en octubre del 2003 ya era considerado como prófugo de la justicia y sus bienes sujetos a embargo por parte del Estado boliviano como resarcimiento por los daños económicos y crímenes de lesa humanidad que cometió en el país—, tiene el control de los ricos yacimientos de zinc, oro, plata, plomo y estaño de Oruro y Potosí, como Bolívar, Poopó, Porco, Colquiri, Totoral, San Lorenzo, Colquechaquita y la planta concentradora de minerales Don Diego y la central termoeléctrica de Aroifilia. Allí, pese a la resistencia de sus obreros, Sinchi Wayra/Glencore continúa con sus intentos de ampliar la explotación de sus trabajadores de las actuales 8 horas diarias a 10 y 12 horas.

Abusos y explotación laboral

Otra que abusa de sus trabajadores es la transnacional canadiense Panamerican Silver que explota la mina de plata de San Vicente, en sociedad con la nacional Empresa Minera Unificada.

Todas las transnacionales que operan en Bolivia han acumulado grandes fortunas en los últimos tres años como resultado del auge de precios de los minerales y la política gubernamental de protección a los empresarios capitalistas, pero ahora, cuando se presenta una caída relativa en las cotizaciones de los minerales, las compañías pretenden mantener sus millonarias ganancias extraordinarias a través de una mayor explotación laboral.

Por ello, y dependiendo del grado de resistencia y combatividad de los sindicatos mineros, han comenzado a despedir a trabajadores, a prolongar la jornada de trabajo a 10 y 12 horas y a congelar/reducir los salarios.

Nuevos proyectos

Además de estos grandes consorcios, operan en Bolivia la india Jindal Steel & Power que tomó el control de El Mutún, el reservorio de hierro más grande del mundo. Lo propio  acontece con la norteamericana Franklin Mining and Mill Co que avanza en sus proyectos de  explotación de plata y zinc de los relaves de Rio Negro, Pulacayo, Potosí, mina La Escala, al igual  que la estadounidense Atlas Preocious Metals que ha tomado la fundidora de Karachipampa, la mina Mesa de Plata e Himalaya.

Todas estas empresas están más que satisfechas con el accionar del gobierno del presidente Morales, según reflejó la agencia Reuters, a poco de aprobarse la nueva Constitución Política del Estado que garantiza las inversiones y la propiedad privada capitalista.

Evo, una garantía

"Este Gobierno tiene tres años y nosotros hemos podido trabajar y explorar sin ningún inconveniente. El factor que más perjudicaría a la industria minera no es ni el político ni el interno, sino la crisis internacional, y no podemos echar la culpa al Gobierno si es que las cosas están saliendo mal", dijo a la agencia internacional Joaquín Merino, vicepresidente de exploración de la canadiense Apogee Minerals que trabaja en un proyecto de plata de mediana envergadura.

"El Gobierno boliviano considera a Pan American un modelo a seguir para la mayor parte de las firmas mineras", agregó por su parte Kettina Cordero, encargada de inversiones en Pan American Silver quien señaló que “la empresa no tiene ningún problema con el Gobierno”.

Otras que aspiran a realizar muy buenos negocios son la Mitsubishi y la Sumitomo de Japón, LG de Corea del Sur y Bolloré de Francia que han puesto sus ojos en la explotación del litio boliviano. Bolivia posee alrededor del 50 por ciento de los depósitos mundiales de litio, de alrededor de 5,4 millones de toneladas.

Todas estas compañías operan en Bolivia con las garantías ofrecidas por el gobierno de Morales, que recientemente ha “constitucionalizado” sus derechos y privilegios para explotar los principales yacimientos mineralógicos del país.

"No es nuestro objetivo ni nacionalizar ni esperar la quiebra de las empresas privadas para que sea el Estado el que se haga cargo", aseguró a nombre del gobierno el director de Minería y Metalurgia, Freddy Beltrán.

Optimismo y amenaza sindical

Con estas garantías, las compañías extranjeras están “optimistas en cuanto al futuro”, como dice el vicepresidente de la Apogee Minerals a la Reuters. Su única preocupación, además de los vaivenes siempre molestos del mercado internacional de minerales, es la potencial amenaza que representan los sectores más radicales del sindicalismo minero, que han comenzado a enarbolar la bandera de la “toma de minas” y la “expulsión de las transnacionales” para frenar en seco el escandaloso saqueo que hacen los grandes pulpos capitalistas.

Los mayores niveles de explotación laboral y el deterioro en las condiciones de vida de los trabajadores mineros (despidos, aumento de la jornada laboral, mayor y más intensa carga de trabajo y reducción de ingresos) están “radicalizando” a los sindicatos y los están empujando a enfrentar a los empresarios, iniciando huelgas, bloqueos carreteros e incluso tomando temporalmente minas y rehenes, tal como ocurrió hace poco en San Vicente y otras minas de Sinchi Wayra/Glencore.

Esta acción directa de los trabajadores responde a sus viejas tradiciones revolucionarias, como las inscritas en su famosa “Tesis de Pulacayo” y que es considerada como la “biblia del movimiento obrero boliviano”.

“Si los patronos se encuentran incapacitados de otorgar a sus esclavos un pedazo más de pan; si el capitalismo para subsistir se ve obligado a atacar el salario y las conquistas alcanzadas, si los capitalistas responden a todo intento reivindicacionista con la amenaza del cierre de sus instalaciones, no les queda a los trabajadores más recurso que ocupar las minas y tomar por su cuenta el manejo de la producción. La ocupación de las minas por si misma sobrepasa el marco del capitalismo, puesto que plantea la cuestión de saber quién es el verdadero dueño de las minas: los capitalistas o los trabajadores”, dice la Tesis aprobada por los mineros en 1946.

Hace un año, en la ciudad de Oruro, en el XXX Congreso de los trabajadores mineros de Bolivia, la declaración política impulsaba a la acción de los proletarios bajo el mismo norte: “imponer el control social de los trabajadores en todas las empresas del país, fundamentalmente mineras, como un paso para la administración directa de los trabajadores”. Sin duda, toda una amenaza para las poderosas transnacionales mineras que, por ahora, están seguras que Bolivia es un paraíso.