Bolivia Arde

 

1970-71: La nueva irrupción de las masas y la Asamblea Popular

 

Las derrotas de 1965 terminaron con los restos del "doble poder" iniciado por la revolución de 1952. Pero el período de reacción que se abre con los sucesivos gobiernos –casi todos militares: Barrientos (1964-65), "copresidencia" de Barrientos y Ovando (1965-66), presidencia de Ovando (1966), otra vez Barrientos (1966-69), Siles Salinas (1969) y de nuevo Ovando (1969-70)– estuvo lejos de ser tranquilo. Se abrió una fase reaccionaria pero al mismo tiempo crítica y convulsiva. Las tensiones no sólo provenían de la resistencia obrera y de sectores populares y estudiantiles. El mismo bloque político-social en el poder se fue desgarrando en distintas contradicciones, tanto con el imperialismo yanqui que lo patrocinaba, como entre los sectores burgueses y de clase media que lo conformaban.

Esto afectó a la institución burguesa que reemplazó en el poder al MNR, el Ejército. El MNR en el gobierno había entrado en crisis y escisiones. El Ejército en el poder empezó a repetir el mismo libreto. La guerrilla del Che, iniciada en 1966 y finalizada con su muerte el 8 de octubre de 1967, no logró engarzarse a ningún proceso de masas, pero aportó un elemento adicional de conflicto.

Esta crisis de las Fuerzas Armadas, que más en general expresaba, como dijimos, las contradicciones y tensiones del bloque social y político que sucede al MNR, se va acumulando y se agrava a partir de un hecho fortuito. El 27 de abril de 1969, el helicóptero del presidente, el general Barrientos, se enreda en unos cables de telégrafo, cae a tierra y el dictador muere incinerado.

Barrientos había sido la principal figura del régimen militar. Él logra articular un bloque político-social dirigido contra la clase obrera. Pero esa articulación no es de carácter oligárquico (como la antigua Rosca anterior a 1952), sino populista. Su centro de gravedad es el llamado "pacto militar-campesino". Apoyándose en dirigentes corrompidos del campesinado, en los mismos logros obtenidos por la reforma agraria después del 52 (que alimentan las ilusiones en la "pequeña propiedad") y cultivando un populismo grosero y grotesco, Barrientos había logrado un indudable apoyo.

La clase obrera va a pagar muy caro no haber tomado el poder, cuando acaudillaba a amplios sectores populares, tanto campesinos como urbanos. Las naturales oscilaciones de esos sectores van a ser aprovechadas para orientarlos contra la clase trabajadora, en especial los mineros. El arquitecto de esa estrategia contrarrevolucionaria es Barrientos. Mientras baila y toma chicha en las fiestas que le organizan los burócratas de las organizaciones campesinas, el llamado "general del pueblo" perpetra matanzas en las minas, como la "masacre de San Juan", en la mina de Siglo XX, a fines de junio de 1967. Al mismo tiempo, el "general del pueblo" recibe un soborno de 460.000 dólares de la Gulf Oil para entregarle el petróleo boliviano.

Al desaparecer el líder o el "Bonaparte" de este mecanismo político, afloran vertiginosamente las contradicciones. El sucesor "constitucional" de Barrientos, el vicepresidente Siles Salinas, apenas dura cuatro meses. Golpe mediante, es sustituido en septiembre de 1969 por otro caudillo militar, el general Ovando. Inesperadamente, éste oscila hacia la izquierda. El 17 de octubre, anuncia la nacionalización de la Gulf Oil. ¡Gran escándalo con EEUU! Se produce una "apertura democrática". La COB reabre sus locales. Los partidos de izquierda comienzan a actuar legalmente.

Emergía un nuevo fenómeno político. Después del "nacionalismo revolucionario" del MNR de los años 40 y 50, aparecían en Bolivia los "militares progresistas". Y no estaban solos. Perú (con el general Velasco Alvarado, 1968-75) y Ecuador registraban corrientes parecidas. La dirección de la COB, nuevamente con Lechín a la cabeza, fue la primera en darles su apoyo.

Las tensiones sociales y políticas fueron creciendo y ahondando las divisiones en las Fuerzas Armadas. El 6 de octubre de 1970, el ala derecha del Ejército intenta un golpe de estado. Pero el remedio resulta peor que la enfermedad. Se inician tres días de "vacío de poder", donde existen casi simultáneamente tres especies de "gobiernos". Por un lado, el triunvirato golpista de los generales Guachalla, Sattori y Albarracín, que no logra ejercer un poder efectivo. Al mismo tiempo, el presidente Ovando no había formalmente abandonado el poder. Simultáneamente, el 7 de octubre, el general Juan José Torres, ex comandante del Ejército, se apodera de la base de El Alto de la Fuerza Aérea y comienza a formar otro gobierno.

Esta "crisis en las alturas" que determina un vacío de poder, abre otra vez las compuertas a las masas. Una inmensa multitud se concentra en El Alto. Esa gigantesca manifestación obrera y popular lleva a Torres desde El Alto a la Plaza Murillo (donde está la sede presidencial, el Palacio Quemado). El general Torres se hace cargo de la presidencia jurando ante el pueblo reunido en la histórica Plaza.

Se abre así un nuevo proceso revolucionario, pero distinto al iniciado en abril del 52. Las masas han volcado otra vez los platillos de la balanza, pero a diferencia de 1952 no están armadas ni han derrotado completamente al Ejército. Con su movilización han decidido el triunfo de una fracción militar sobre otra, pero la verdadera prueba de fuerza aún está pendiente.

Se abren así meses de extrema tensión e inestabilidad. En enero de 1971, un desconocido coronel de derecha, Hugo Banzer, intenta un golpe, fracasa y se asila en la embajada de Argentina.

El 1° de mayo de ese año se produce una gigantesca manifestación de 50.000 obreros en La Paz y se instala la Asamblea Popular. Con ella se constituía un frente único de la COB y los sindicatos, los partidos de izquierda, las agrupaciones estudiantiles, y sectores campesinos y populares.

Pero a diferencia de la COB y sus milicias de 1952, la Asamblea Popular era apenas un esbozo de doble poder. Comenzaba como un acuerdo por arriba entre las direcciones de esos sectores, en su gran mayoría burocráticas, como la del nefasto Lechín, que volvía a jugar un papel clave. Para que de un esbozo pasara a ser una fuerte realidad, la Asamblea Popular debía, en primer lugar, hacerse de una amplia base obrera y popular organizada, comenzando por las fábricas y minas.

Esto estaba estrechamente ligado a una cuestión de vida o muerte. El fracaso del triunvirato militar del 6 de octubre de 1970 y el del golpe de Banzer de enero del 71 no implicaba que no se repetirían. Por el contrario, todo auguraba una confrontación aún más violenta. Si la Asamblea Popular quería vencer, la organización de una amplia base obrera y popular debía encarar como tarea central el armamento de los trabajadores. Al mismo tiempo, la crisis de las Fuerzas Armadas indicaba que era posible y, a la vez, imprescindible, encarar un trabajo dentro de ellas para enfrentar a la oficialidad golpista. Es decir, organizar con la Asamblea Popular a los soldados, suboficiales e incluso oficiales opuestos a un golpe contrarrevolucionario.

Poco o nada de eso encararon la Asamblea Popular y sus dirigentes. En un amplio sector, influyó la confianza en los "militares progresistas". Estos, por su parte, con el general Torres a la cabeza, se negaron hasta el último minuto a volver a armar a los trabajadores. La otra cara de la moneda fue la política de la ultraizquierda guerillera. Por motivos distintos a los de quienes confiaban en Torres, las corrientes guerrilleras eran opuestas al trabajo político sobre las bases del Ejército y al armamento de las organizaciones de masas. ¡Ellas eran el "ejército revolucionario"!

Finalmente, el 19 de agosto, Banzer, después de pactar con el MNR de Paz Estenssoro y con la Falange Socialista Boliviana, de extrema derecha, desata un nuevo golpe. Una vanguardia de obreros y estudiantes de La Paz intenta enfrentarlo. Luchan heroicamente pero son aplastados. Por su parte, los militares "progresistas" se mantuvieron fieles a la burguesía hasta el final. Prefirieron caer antes que armar a los trabajadores.

Nuevamente las esperanzas en un sector patronal –esta vez los militares "progresistas"– tendría consecuencias trágicas.