La crisis en
América Latina

Economía de Brasil

¿Fortaleza o castillo de arena?

Por Márcio Barbio, desde San Pablo para SoB
Socialismo o Barbarie, periódico, 09/10/08

La crisis iniciada hace más de un año como “crisis de las hipotecas”, había sido tratado hasta ahora por Lula como “un problema de Bush”. Decía que la economía de Brasil estaba “blindada”.

El reciente derrumbe financiero demostró que era falso. Estamos ante la más seria y profunda crisis, desde la Gran Depresión de 1929 y ningún país de la periferia va a escapar, en mayor o menor medida, a sus efectos. Brasil es uno de los países latinoamericanos que pueden ser más afectados.

La economía brasileña, sobre todo bajo Lula, ha seguido un curso retrógrado. Se fue acentuando cada vez más la producción y exportación de materias primas, como la soja, en detrimento de las exportaciones de mercancías con alto valor agregado. Esa pérdida en la dinámica de la industria con valor agregado y la sustitución por exportaciones mayoritariamente de recursos naturales, implican una inserción subordinada en el sistema internacional de estados.

Esas exportaciones de productos de bajo valor agregado, principalmente commodities, posibilitó al gobierno (que utilizó un ciclo de crecimiento internacional), mantener un crecimiento económico interno, incluso con cierto aumento de empleo y salarios (aunque muy por debajo de las ganancias empresarias). Esta mejoría relativa llevó a Lula a tener el mayor índice de aprobación en la historia del país.

A esto se unió al crecimiento del crédito interno que, a su vez, aumentó el consumo interno. Podemos decir que el crecimiento del último período se da por la suma del aumento de las exportaciones primarias y el crecimiento del crédito interno.

Aquí aparece el gran problema de la economía brasilera. Con el actual tsunami económico, esos dos mecanismos empiezan a caerse. Por un lado, descienden los precios de las commodities. Por el otro, se corta el financiamiento internacional, y disminuyen los créditos para el consumo interno.

Todo empieza a asemejarse a un castillo de naipes. Nuestras reservas internacionales cubren sólo el 25% de nuestra deuda interna, que por las altas tasas de interés impuestas por Lula, ya llega a la astronómica cifra de 1 billón de reales. Y lo peor es que la deuda de corto plazo es de 600.000 millones de dólares. [1]

Al mismo tiempo, Brasil, tiene una cuenta corriente deficitaria, por lo que necesita financiamiento externo si no quiere ir a un default. Pero ahora hemos entrado a una sequía crediticia mundial.

Lula se especializa en medias verdades. Otro de los argumentos del “blindaje” era la diversidad de mercados de Brasil. El comercio con EEUU llega sólo al 15%. Pero el problema es que en el mundo, las economías son interdependientes. Brasil aumentó su comercio con China, que a su vez es gran vendedor a EEUU. Como hay recesión en EEUU, China vende menos. Y, si vende menos, compra menos a Brasil.

Ya empiezan a verse las primeras consecuencias de crisis. FIAT, una de las principales automotrices, ha dado vacaciones colectivas a sus trabajadores y ha paralizado la producción. Con la continuidad de esta situación, se generalizarán las “vacaciones colectivas”. Y, como ya sucedió en otras oportunidades, se transformarán en despidos masivos y pérdida de derechos para los que conserven el trabajo.

Cuando pase la segunda vuelta de las elecciones municipales de fin de mes, el gobierno y la burguesía, cargarán sobre los trabajadores todo el costo de la crisis. Esta situación puede romper el clima de estabilidad que domina el país en los últimos años. Si esto sucede, tendría gran trascendencia: Brasil no sólo es el país más importante de América Latina, sino que viene jugando un papel estabilizador en toda la región, de contrapeso de las rebeliones y luchas que se han dado en los últimos años. Esto puede cambiar.

Es preciso organizar la resistencia

Para que el movimiento de masas esté a la altura de estos peligros, es preciso que rompamos con la situación de despolitización y de superestructuras alejadas de las bases. En ese sentido Conlutas, y más específicamente su dirección controlada por el PSTU, tiene una enorme responsabilidad. Es necesario que se oriente a organizar por la base al movimiento de masas y en especial al movimiento obrero.

Para que esto sea posible, es imperioso que se rompa con el economicismo sindicalista que el PSTU lleva como política en Conlutas. Hoy la catástrofe del capitalismo neoliberal que está impactando en la conciencia de todos los trabajadores, permite presentar un proyecto alternativo al capitalismo, poner al movimiento en un nuevo nivel político, a la altura del nuevo ciclo que se abre.


Nota:

1.- Datos del profesor Reinaldo Gonçalves, autor de importantes estudios sobre la economía brasileña. (Correio da Cidadania, edición on line, 06/10/08).