Calamidades
del capitalismo

Cancún: de la tierra a la luna

Por Silvia Ribeiro (*)
La Jornada, 04/12/10

Desde hace una semana, representantes de gobiernos de todo el mundo están reunidos en un búnker de superlujo llamado Moon Palace (Palacio de la Luna), supuestamente para discutir el cambio climático.

El lugar está lejos de los hoteles y más lejos de la ciudad de Cancún, lo que sumado a abundantes retenes policiales significa invertir 2-3 horas diarias en pocos kilómetros de ida y vuelta. Exceptuando a los delegados de países ricos, que como si fuera otra forma de mostrar la injusticia climática, se alojan en el Moon Palace a precios exorbitantes.

La mayoría de delegados de África, Asia, América Latina están en hoteles fuera del complejo lunático y necesitan horas para desplazarse. Además de dejar a los delegados del Sur agotados, parece un intento para frenar que lleguen a la conferencia las protestas de la gente víctima del cambio climático.

Miles de activistas y afectados por la crisis climática, social y ambiental de todo el mundo, llegaron a Cancún en seis caravanas desde varios puntos de México, atravesando el país desde sus raíces, para conocer y mostrar la verdadera política ambiental del país, sus causas y la relación con la crisis climática aquí y en otras partes del mundo. Los testimonios locales convergieron con los de activistas, campesinos e indígenas, hermanos de luchas de base en Estados Unidos, Europa, Sudamérica, Centroamérica, India.

Partieron de San Luis Potosí, Acapulco, Guadalajara, Oaxaca, Chiapas, convocadas por la Vía Campesina, la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y el Movimiento de Liberación Nacional, a los que se sumaron redes de justicia climática de las Américas y de Europa, la red Oilwatch y otras. Las tres primeras caravanas convergieron en la ciudad de México, donde realizaron un Foro Internacional en el auditorio del SME, con más de mil asistentes y una marcha por el centro de la ciudad.

Las caravanas se detuvieron en varios puntos, donde activistas y organizaciones locales los recibieron con gran entusiasmo y solidaridad para compartir sus luchas y sumarse.

Dieron a conocer, entre muchos otros, los casos de ríos con enorme contaminación industrial, agrícola y urbana como el Río Santiago en El Salto, Jalisco, donde un niño murió sencillamente por caer en él; proyectos mineros en San Luis, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, que en todas partes se hacen devastando territorios, contra la voluntad de las comunidades y para ganancia de transnacionales; proyectos de mega represas como Zapotillo y La Parota, que pese a la sostenida oposición de los comuneros el gobierno insiste en imponer; zonas de altísima contaminación de suelos, aire y aguas que provocan altas tasas de enfermedad, cáncer y deformaciones genéticas a los vecinos, como enormes basureros en Morelos, Tlaxcala, Edomex y México, mega granjas porcinas industriales, como Granjas Carroll en Veracruz y Puebla donde se originó la epidemia de gripe porcina y otras se gestan; contaminación petrolera e industrial, tala de bosques y sustitución con grandes monocultivos y plantaciones para agrocombustibles en varios estados; contaminación transgénica del maíz nativo...

La devastación ambiental y social es enorme y muestra la verdadera política “ambiental” en México, muy distinta de las fotos que se muestran en Cancún.

Quizá lo más cínico es que el gobierno de México está usando esta devastación masiva para generar ganancias adicionales a las transnacionales responsables de los desastres, como parte de su política sobre cambio climático, avalando esos desarrollos en proyectos presentados al Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de la Convención de Cambio Climático.

México es uno de los países que más usa este perverso mecanismo que se basa en incentivos para que desarrollos sucios recuperen -supuestamente- parte de los gases de efecto invernadero que producen o que emitan menor cantidad. Obtienen certificados de reducción que se pueden negociar en los mercados de carbono. Ni México ni el MDL toma en cuenta que si estos proyectos no existieran, obviamente no emitirían ningún gas.

La mitad de los proyectos presentados por el gobierno de México en el MDL son granjas porcinas industriales, como Granjas Carroll, donde el estiércol del millón de cerdos que crecen hacinados es una fuente de contaminación sin fin. La transnacional Smithfield, dueña de Granjas Carroll, junto con la gigante de agronegocios Cargill y el broker de carbono Ecosecurities, presentaron un proyecto para convertir una mínima parte del metano que emiten las inmensas lagunas de estiércol en biogás para electricidad. La otra mitad de los proyectos avalados por México son a partir de enormes basureros como Alpuyeca, Morelos, grandes represas en Jalisco y Guerrero, desarrollos petroleros y cementeros con enormes impactos.

O sea, la política que el gobierno presenta como baja en carbono es en realidad alta devastación ambiental, muerte y enfermedad para cientos de comunidades en esos territorios.

Pero ni aunque se reúnan en la luna pueden parar las denuncias de organizaciones y comunidades en lucha. Desde el sábado 4, se instala en la Unidad Deportiva Jacinto Canek del centro de Cancún, el campamento y Foro global por la vida, la justicia social y ambiental, adonde llegarán las caravanas y más organizaciones internacionales a dar testimonios y compartir reflexiones, denuncias, estrategias. El 7 de diciembre, la Vía Campesina convoca a realizar Miles de Cancún, con manifestaciones en todo el mundo. Aquí en la tierra, sí se discuten las causas reales de la crisis climática y por cierto, también las soluciones.


(*) Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC.


Cambio climático

Bajas expectativas en Cancún

Por Martin Khor
Agenda Global Nº 178, 02/12/10

A un año del caótico final de la conferencia de Copenhague, México es sede del gran acontecimiento internacional sobre el clima. Esta vez las expectativas son bajas, para bien y para mal. El año pasado la conferencia había concitado tantas esperanzas que la falta de un acuerdo vinculante fue un desastre. Este año, pocos esperan que la reunión de Cancún (29 de noviembre-10 de diciembre) produzca algo importante en materia de compromisos, ya sea para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o para ofrecer fondos a los países en desarrollo.

Por otro lado, esta falta de expectativas indica lo relegado que ha quedado el cambio climático en la agenda política mundial en sólo un año. Y eso es muy malo, porque el problema climático ha empeorado.

Este año ya rivaliza con 1998 en cuanto a las temperaturas más elevadas desde que se tienen registros. Y ha habido numerosos desastres naturales, algunos de ellos, como la catastrófica inundación de Pakistán, vinculados al cambio climático.

Otros hechos, en especial la expansión de la crisis financiera a Europa occidental y la persistente alta tasa de desempleo en Estados Unidos, han acaparado la atención de los políticos y de la opinión pública de los países desarrollados.

En este contexto, las posibilidades de obtener un acuerdo mundial sobre el cambio climático parecen mucho más débiles. Y cuando un problema parece insoluble, los gobernantes tienden a perder interés porque no quieren que se los asocie con el fracaso.

Los problemas que enfrenta en Cancún la Conferencia de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático son numerosos y parecen insalvables.

El principal es la incapacidad del gobierno de Estados Unidos de comprometerse seriamente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de su país en un nivel adecuado, porque el Congreso seguramente rechace una ley abarcativa sobre clima.

Esto hace que los otros países desarrollados se muestren reticentes a concretar sus propios compromisos. Peor aun, la mayoría quiere unirse a Estados Unidos en un sistema de compromisos voluntarios que reemplazaría al Protocolo de Kioto, de carácter vinculante (*).

Los países en desarrollo no pueden aceptar la muerte del Protocolo de Kioto, en el marco del cual los países desarrollados, salvo Estados Unidos, tienen metas jurídicamente vinculantes para reducir sus emisiones. Y pretenden que estos últimos las reduzcan como grupo en más del cuarenta por ciento para 2020 (comparado con los niveles de 1990).

En un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (Pnuma), los más prestigiosos científicos revelan el desastre que podría ser un sistema voluntario. En lugar de reducir sus emisiones para 2020 en al menos entre veinticinco y cuarenta por ciento por debajo de los niveles de 1990, como se necesita, los países desarrollados en realidad aumentarían sus emisiones en un seis por ciento en un mal escenario, y las reducirían sólo un dieciséis por ciento en un buen escenario. Esto se basa en los compromisos que ya realizaron.

El problema más difícil de resolver en Cancún es el gran cambio de actitud que han tenido la mayoría de los países desarrollados con respecto a la reducción de sus emisiones.

El otro tema controvertido será la propuesta de establecer obligaciones nuevas a los países en desarrollo, a instancias de los países desarrollados.

Se trata de obligaciones para reducir el crecimiento de sus emisiones y brindar informes cada dos años sobre las emisiones y los planes y medidas para su reducción, que estarán sujetos a verificación o análisis y consulta internacional.

Los países en desarrollo están dispuestos a hacer mayores esfuerzos y brindar más informes, pero para esto necesitan fondos y nuevas tecnologías. Además, ¿por qué deberían asumir obligaciones más severas cuando los países desarrollados quieren rebajar sus propios compromisos?

La posible luz en Cancún podría ser la decisión de crear un nuevo fondo para el clima en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Esto sería un logro muy limitado, ya que los detalles del fondo deben especificarse con posterioridad.

Después de todo, sería fácil crear un fondo si no hay compromisos claros en cuanto a aportar una suma sustancial. Pero es posible que Cancún no tenga siquiera ese magro resultado.

Estados Unidos ha dejado muy claro, por intermedio de su enviado especial Todd Stern, que no puede haber una “cosecha temprana” en Cancún, como sería crear un fondo.

Para que Estados Unidos lo acepte debe haber un acuerdo sobre reducción de emisiones en el cual los países en desarrollo asuman obligaciones limitantes referentes a informes y análisis internacionales, y en el cual los países desarrollados sólo asuman un sistema de compromisos voluntarios.

En Cancún se exhortará a Estados Unidos a que permita la creación del fondo y que no tome de “rehén” los recursos con los que el mundo en desarrollo puede adoptar medidas ni como condición para salirse con la suya en otros sectores de las negociaciones.

El Protocolo de Kioto

Muchos países desarrollados todavía le están dando largas al asunto de cuánto deberían reducir sus emisiones, individualmente y como grupo, en el segundo período del Protocolo de Kioto, que comienza en 2013.

Rusia y Japón han declarado que no quieren continuar con el Protocolo porque Estados Unidos no es miembro, en tanto Australia, Nueva Zelanda y Canadá también están renuentes a comprometerse con el segundo período.

Queda la Unión Europea, que también prefiere cambiar a un nuevo sistema, aunque está abierta a seguir con el Protocolo de Kioto si los demás lo hacen.

Hasta el momento, sólo Noruega ha expresado con firmeza que quiere un segundo período del Protocolo de Kioto.