Cuba

Carta de lectores

50ª aniversario de la Revolución Cubana en Santiago de Cuba

Una “fiesta” para pocos

Por Mercedes, 20/01/09

Publicamos una carta que nos envió una compañera que visitó Cuba hacia la fecha del cincuentenario de la revolución cubana. Cabe aclarar que si bien ella se refiere al acto principal, en Santiago de Cuba, hubo otros, como la “Caravana de la Victoria”, que marchó hacia La Habana, donde la participación popular fue mayor. Los compañeros interesados en profundizar la historia de la Revolución, su desarrollo, sus contradicciones y los posibles escenarios que se abren en la isla, pueden consultar el trabajo de Roberto Ramírez “Cuba frente a una encrucijada”, publicado en la revista SoB 22, de reciente edición, y que puede bajarse desde www.socialismo-o-barbarie.org/revista_22/081228_cuba_sobrev22_069.pdf

Toda la isla, de punta a punta, se encontró embanderada: las puertas de las casas, las escuelas, universidades, edificios públicos, hasta el más recóndito de los puestos callejeros, todos estaban adornados con una bandera: “viva el 50 aniversario”, “viva Fidel”.

Pero por abajo, y detrás de las coloridas banderas y la propaganda, estaba el murmullo de las discusiones, porque en cada casa y cada grupo de jóvenes (obviamente, entre los que no disfrutan de privilegios) se viven intensos debates. Principalmente por la carestía de la vida, las dificultades para conseguir comida y la crisis por la falta de viviendas, pero también por la corrupción y los cada vez más notorios privilegios de la burocracia de los Castro en la isla, y que en el marco de la carestía económica son muy notorios para el conjunto de la sociedad. Un clima muy contradictorio marcado por la escasez, las críticas, el debate, las tendencias a buscar una salida individual y el deseo de defender lo indefendible.

El acto oficial era la actividad principal preparada para los festejos, y se realizó el 1º de enero en Santiago de Cuba, ciudad situada en la parte oriental de la isla, a más de mil kilómetros de La Habana. Una primer parte fue a las 0 horas con el izado de la bandera nacional en el Parque Céspedes, ubicado en el centro histórico y turístico de la ciudad. Para esta instancia, salvo la gigantografía de Fidel colgando de un edificio y un grupo de turistas agitando en la plaza (principalmente argentinos), no se contó con la presencia de casi ningún cubano.

Esto ya marcaba lo que iba a suceder durante el día, cuando hablase Raúl en el acto oficial, que lejos de ser un acto político masivo y popular en la Plaza de la Revolución en La Habana, fue un acto cerrado en una pequeña plaza, el Parque Céspedes de Santiago de Cuba. Y ése fue el espíritu del acto: en una plaza cerrada, para tres mil “invitados” que “representaban” al pueblo y habían tenido el privilegio de ser elegidos. En otras palabras, si algún trabajador quería observar el acto necesitaba tener una invitación especial y formar parte de la lista de tres mil selectos que iban en representación del pueblo para poder ver en vivo y en directo a Raúl Castro. De esta forma, los festejos no fueron para nada una fecha cargada de simbolismos que el pueblo en su conjunto conmemore y festeje, sino un acto que se limitó a la palabra de un líder puesto “a dedo”. De hecho, el mismo 1º se podía ver en todo el perímetro del Parque Céspedes a los cientos de extranjeros desprevenidos de las normas políticas de la isla, que habían viajado especialmente por el acto y a los que se negaba la entrada, primero con excusas para dilatar y no dar tiempo a ningún tipo de escrache, y más tarde, sobre la hora del acto, con un perímetro de más de 6 cuadras de distancia de la plaza, vallado y policías que prohibían el paso.

Los extranjeros que habían venido, únicos interesados en participar, rondaban afligidos, algunos indignados. Pero el pueblo cubano no se mostraba ni sorprendido: ellos mismos calificaban de “politiquería” al acto oficial. Algunos permanecían en sus casas mirando la transmisión por televisión, muchos con la “esperanza” de que “aparezca” Fidel, debido a que en la isla hace ya más de dos años que no se lo ve ni siquiera en una transmisión televisiva, y el líder, ante la gran mayoría, sigue conservando sus cualidades carismáticas.

No es extraño, pero no deja de ser un escándalo lo ocurrido el 1º: en la propia Cuba. La principal conmemoración del proceso revolucionario de 1959 fue un show para las cámaras internacionales, con el claro objetivo de que participe la menor cantidad posible de cubanos y de esa forma no dar cuenta de la falta de apoyo y reconocimiento que el mismo Raúl tiene, y por supuesto para ocultar el descontento y el malestar que hay por abajo.

Es que los festejos del 50º aniversario se vivieron para los cubanos como algo totalmente ajeno, pero esto no es extraño en el marco de un estado burocrático en el que la mayoría del pueblo y los trabajadores no tienen ninguna participación en las decisiones y determinaciones políticas, económicas y sociales, y principalmente porque la defensa de un proceso revolucionario no es un acto cerrado con la palabra de un líder, sino la defensa consciente, combativa y permanente de la clase trabajadora autodeterminada.