Golpe de estado
en Honduras

La situación en Honduras

Una impasse a la espera de la negociación

Por Roberto Sáenz
Desde Honduras para Socialismo o Barbarie, 08/07/09

La situación está en estos momentos en una especie de impasse a la espera de la negociación entre Zelaya y Micheletti, que se inicia mañana, jueves, en Costa Rica, a instancias del Departamento de Estado.

El “gran componedor” en estas circunstancias es el actual presidente de Costa Rica, don Óscar Rafael de Jesús Arias Sánchez, que tiene una larga trayectoria y experiencia en cumplir esas funciones al servicio de la Casa Blanca. Recordemos que Arias recibió el Premio Nóbel por haber orquestado los “acuerdos de paz” que en los ‘80 enterraron el proceso revolucionario centroamericano y garantizaron al imperialismo yanqui mantener el dominio de la región sin mayores sobresaltos... hasta hace poco.

La elección de Arias por Hilary Clinton como negociador, habla entonces por sí misma: el Departamento de Estado espera repetir ese éxito. Es decir, lograr un acuerdo reaccionario, que ponga otra vez “las cosas en su lugar”.

¿Pero por qué EEUU y la “comunidad internacional” están apurando una salida negociada y tienen además la posibilidad de hacerlo?

Esto tiene que ver con la situación “post golpe”. Uno de sus rasgos más importantes es que, si bien el golpe se impuso, aún no está para nada consolidado. Más bien, la impresión general que se percibe hoy aquí, es que posiblemente se esté debilitando...

El golpe está y el gobierno gorila se mantiene. Pero, para ser un golpe en serio, como los de Pinochet o Videla, es todavía demasiado débil, demasiado poco represivo.

Es que un golpe de estado no es un simple cambio de gobierno motivado por una crisis política. Un golpe tiene una determinada naturaleza dictatorial. Por más "elástica" que sea esa naturaleza, y por más particularidades que tenga como golpe –obligado por las actuales circunstancias de tiempo y lugar mundiales, y del ciclo político latinoamericano–, debe tener sus atributos como tal golpe, so pena de no ser realmente eso... de frustrarse...

Pero esto se combina con otro rasgo de fundamental importancia: a pesar de todas las contradicciones y mediaciones, el golpe terminó desatando un proceso de politización general entre amplios sectores de masas. Esto es muy desigual según los sectores de masas y, además, se inicia desde un nivel muy bajo. A eso se suma lo que podríamos llamar un cierto “estado general de rebelión” (o de pre-rebelión), también con desigualdades y altibajos: su pico más alto fueron las movilizaciones del domingo pasado. Pero este “estado general de rebelión” no se ha apagado y podría dar un nuevo salto.

En síntesis: la situación está entre un golpe todavía débil y no consolidado y una rebelión popular eventualmente ascendente pero aún en ciernes. Una rebelión que todavía no se ha desatado del todo. Para dar ejemplos: ni el golpe es (todavía) un pinochetazo, ni la rebelión es (todavía) un Octubre boliviano.

Es en las grietas que deja esta realidad, que se instala la negociación. Si el golpe hubiese podido aplastar rotundamente a las masas, no habría negociación. De la misma manera, si una rebelión de las masas hubiese derrocado al gorila Michelleti, tampoco.

En el “espacio vacío” de esta realidad es donde se pone en marcha la negociación. Ella apunta formalmente a sacar del medio la situación de hecho (que Mel haya sido desplazado), al tiempo que desarma la eventualidad de una rebelión popular en regla, que radicalice la situación en el país, en la región y en toda América Latina.

Pero, aunque la negociación parece encaminada, de ninguna manera está ya “cerrada”. Si no avanza, la situación podría evolucionar a hacia una polarización superior. Por un lado, los golpistas podrían tratar de afirmarse de manera más consistente; en primer lugar, reprimiendo. Por el otro, la rebelión popular podría llegar realmente a detonarse...

Por eso creemos que se imponen dos orientaciones generales al movimiento de masas, y los luchadores obreros y populares:

1) Estar en contra de una negociación que casi inevitablemente va a entregar banderas fundamentales del movimiento popular, como la Constituyente y eventualmente la candidatura independiente, y que daría una amnistía a los golpistas, etc., etc. Es decir, una basura sólo a cambio de que vuelva Mel Zelaya a ser formalmente presidente por algunos meses.

b) Pero también, por otro lado, si finalmente no se ponen de acuerdo y la negociación fracasa, no hay que bajar la guardia en ningún sentido. No podemos excluir la posibilidad de un salto represivo, aunque esto sea sólo para presionar dentro de las condiciones regional y mundiales que dificultan una represión en regla.

Sin embargo, teniendo en cuenta cómo están las cosas hoy –un golpe que todavía no es plenamente un golpe y una rebelión popular que se esboza pero aún no se desencadena–, el escenario más probable es una negociación que formalmente restituya a Mel, pero que entregue banderas fundamentales. Este es, en estos momentos, el peligro más grave.