Cuba

La situación de Cuba es una preocupación lógica de toda la vanguardia, tanto de América Latina como del resto del mundo. En estos momentos, la refracción de la crisis mundial no sólo ha agravado la situación económica, sino que es ya evidente que se delinea una crisis política en las alturas. La reciente defenestración de gran parte del gobierno y ahora la postergación indefinida del Congreso del partido único, el PCC (que se viene aplazando desde hace casi 10 años) son síntomas de que estarían creciendo las discusiones al interior del aparato y aumentado las presiones hacia una plena restauración capitalista. Aquí presentamos un debate sobre los problemas que enfrenta la isla. (SoB)

1) La disyuntiva cubana – Del prolongado estancamiento estatista–burocrático se podría transitar o al nuevo socialismo o a la plena restauración capitalista, por Narciso Isa Conde, Kaos en la Red, 22/07/09

2) Carta a Narciso Isa Conde, por Ernesto Escobar Soto, Kaos en la Red, 04/08/09

3) Respuesta a Ernesto Escobar sobre el presente y el futuro del socialismo en Cuba, Por Narciso Isa Conde, Kaos en la Red, 06/08/09

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Del prolongado estancamiento estatista–burocrático se podría transitar o al nuevo socialismo o a la plena restauración capitalista

La disyuntiva cubana

Por Narciso Isa Conde (*)
Kaos en la Red, 22/07/09

La revolución cubana ha sido uno de los procesos más admirables de la historia moderna para todo aquel que ponga en el centro de su corazón y de su mente la lucha por la justicia, el derecho a vivir dignamente y el sentido humano del quehacer político, social y cultural en los combates por la emancipación de los pueblos.

Cuba revolucionaria merece, porque se la ha ganado, una solidaridad sin límites ni condiciones, y sus conquistas y aciertos históricos deben ser defendidos hasta las últimas consecuencias.

Su pueblo, sus fuerzas revolucionarias, sus movimientos sociales, sus dirigentes históricos, sus intelectuales, atletas y artistas... precisamente por ejemplares concitan una sincera admiración que es preciso rodear de respaldo.

Me inscribo en el amplísimo arco iris que ha militado y admirado la revolución Cubana como si fuera propia y, sobretodo, como tesoro de nuestra América y de toda la humanidad; primera y única revolución de orientación socialista en el hemisferio occidental a todo lo largo del siglo XX.

No sólo por ser la primera en su tipo a escala continental y en el escenario de una pequeña isla ubicada en el centro de la frontera imperial, la Revolución Cubana es merecedora de todo eso y mucho más, sino además por su singular rebeldía y determinación antiimperialista en condiciones tan adversas: cercada, bloqueada, sistemáticamente agredida por la feroz superpotencia capitalista estadounidense. Gravemente erosionada por todo lo que implicó el derrumbe de la URSS y del “campo socialista”. Y siempre digna.

Pero además la revolución cubana le ha garantizado a su pueblo –con los altibajos causados por su accidentada y heroica existencia– una vida biológica y espiritual de calidad, expresada en niveles de alimentación–nutrición, salud colectiva, educación, cultura, deporte...realmente sin precedente a lo largo de la existencia de países parecidos en todos los continentes.

Aun con todas las adversidades, aun con todas las agresiones, aun con las circunstancias adversas que han gravitado sobre el proceso revolucionario cubano, allí en breve plazo se superó la miseria y el hambre que azotan cada vez más a la humanidad y azotaron su territorio y sus pobladores por cuatro siglos y medio, logrando así que las expresiones de pobreza que han perdurado no alcancen niveles extremos. Eso es una gran hazaña.

Una hazaña como lo ha sido también mantenerse altivamente de pie frente a todos los cercos, agresiones bloqueos y derrumbes; al tiempo de exhibir a escala mundial la hoja más pródiga en materia de internacionalismo y solidaridad para con los demás pueblos del mundo.

Eso no está en discusión, como no lo está nuestra solidaridad sin límites frente a la continuidad del bloqueo estadounidense, a la hostilidad del imperialismo occidental, a las perversidades de la mafia cubano–americana de Miami, a las agresiones de las derechas de todas las matices, a las pretensiones de afectar su autodeterminación y de utilizar sus dificultades externas y internas –incluidas las que se derivan de la crisis que afecta sus estructuras socio–económicas– políticas estatistas y del desgaste físico–biológico de sus dirigentes históricos– para inducirla y/o forzarla a cualquier tipo de restauración capitalista.

Esta nítida y beligerante actitud frente a los enemigos de la revolución y del pueblo cubano, respecto al antiimperialismo y anticapitalismo que han abrazado sus sectores de vanguardia y respecto a las convicciones socialistas (que más allá de la burocratización estatal han posibilitado construir el “socialismo de Estado” con importantes conquistas sociales y significativa reducción de las desigualdades), no conlleva en mi caso dejar de expresar preocupaciones sobre los peligros que en otro órdenes asechan a ese valioso proceso.

Peligros relacionados con la evolución del modelo establecido y con los errores propios que terminaron de conformarlo y expandirlo hasta adoptar sus presentes características; riesgos relacionados con la crisis estructural y la tendencia al agotamiento del modelo vigente y con los problemas derivados del peso implacable de los años sobre su liderazgo histórico y de la cercana perspectiva del agotamiento de su vida biológica.

Obviar esta reflexión, ocultar estas preocupaciones, cuando la necesidad de nuevos cambios revolucionarios tocan como necesidad las puertas de esa sociedad para la superación de su crisis singular y el repunte de las transformaciones, sería a mi entender no solo erróneo, sino además poco solidario; aunque esa omisión complaciente tome por pretexto la solidaridad frente a sus adversidades externas y las asechanzas y propósitos del enemigo imperialista.

La continuidad de la revolución cubana como revolución popular anticapitalista y –sobretodo– como nuevo proceso que posibilite avanzar más aceleradamente hacia el socialismo, está ciertamente amenazada por factores externos de carácter endémico a la naturaleza del capitalismo y del imperialismo mundial, pero también –repito– por factores internos relacionados con el nivel actual de la crisis estructural del modelo estatista establecido en ese país

Si erróneo sería debilitar la solidaridad frente a los agresivos factores externos contrarrevolucionarios, también lo es no atender las disyuntivas internas y no reconocer la necesidad cada vez más imperiosa de la renovación revolucionaria de ese proceso.

En ese espíritu nos decidimos por exponer – como lo hemos hecho en otras ocasiones– nuestras sinceras apreciaciones en torno a la trascendente actualidad cubana. Siempre desde la militancia en la revolución, desde el antiimperialismo y desde los ideales comunistas, socialistas..., que ha sido nuestra opción de vida en el quehacer político y social; siempre desde el interés de hacer crecer, como factor contrario a los estancamientos y dogmatizaciones, la “herejía revolucionaria”, esto es, la creación y renovación permanente.

Reconozco que no es el camino más cómodo, sobretodo por el peso de la intolerancia en la cultura política de ciertas izquierdas, pero sí el que me parece más honesto, más eficaz y más sincero.

Preocupaciones, tensiones y endurecimientos

Desde Cuba nos llegan señales de que las tensiones crecen y las preocupaciones más. En esta fase el poder establecido, más allá de cualquier deseo inicial de sus representantes, se endurece hacia dentro cuando convendría tonarse más tolerante y reflexivo; incluso se impregna en mayor medida del conjunto de concepciones y métodos que caracterizan el quehacer militar en una sociedad donde la defensa por esa vía ha jugado un rol tan sobresaliente.

Esto ha sido consecuencia directa del traspaso en mayor escala a las áreas civiles del Estado de cuadros y concepciones propias de la incursión militar en la economía y otros aspecto de la gestión y organización estatal desde la destaca personalidad de Raúl Castro y su equipo técnico–militar, quien al relevar a Fidel ha comenzado a desplegar su impronta.

Las primeras y positivas señales a favor del debate ofrecida por el nuevo gobierno, la concreción del llamado a la discusión interna en todos los niveles y el anuncio de la disposición a “cambiar todo lo que haya que cambiar”, no rebasaron el rol de la catarsis, del desahogo en gran escala.

Cierto que algunas cosas cambiaron: algunas para mejor, otras para peor. Pero la mayoría –y en especial las fundamentales– se han quedado iguales. Por lo que de un cierto entusiasmo, de un moderado resurgir de la esperanza, se ha pasado a una significativa insatisfacción, a un resurgir del descontento, a un crecimiento de la crítica sin canales abiertos ni programas de reuniones para su expresión.

Cuando el nuevo Presidente Raúl Castro convocó a ese importante debate, lo dicho ordenadamente en centenares de miles de reuniones de núcleos del partido, de Comités de Defensa de la Revolución (CDR), de reuniones de organismos, de asambleas y encuentros de organizaciones sociales, se quedó soterrado, sin expresión horizontal y, peor aun, sin expresión abierta.

De todo lo expuesto y propuesto, cuyo volumen y diversidad se ha dicho que fue realmente impresionante, solo se ha tenido en cuenta una parte reducida; casi nada realmente relevante, mucho menos diferente a lo inicialmente planteado por la nueva administración. Y a partir de esos resultados, las quejas, las ideas, las propuestas diferentes, las críticas, las valoraciones... se han reactivado desordenadamente por todos los canales imposibles de prohibir.

Entonces, la presión soterrada desde las bases ha endurecido la defensa del poder inmóvil en medio de su prolongada crisis. Su verdadera naturaleza burocrática–militarizada–autoritaria, más allá de los diversos matices y las diferentes sensibilidades de sus principales figuras, se ha potenciado hasta romper su pasividad frente a las críticas y comenzar a aplicar medidas administrativas y restrictivas más fuertes, sin diferenciar al contra–revolucionario pro–capitalista del revolucionario marxista en búsqueda de alternativas, más bien con bastante ensañamiento hacia estos/as últimos/as.

Los temas de fondo

La cuestión de fondo toca dos grandes temas, que se han tornado en grandes necesidades: el cambio de un modelo económico y político adoptado en el devenir de la revolución anticapitalista y antiimperialista y el cambio a favor de las más jóvenes generaciones revolucionarias en las funciones de Estado, partido y movimientos sociales. Ambas necesidades forman parte de la agenda actual de aspiraciones de quienes vehementemente no desean la derrota del proceso y al mismo tiempo se oponen a la restauración capitalista en cualquiera de sus variantes: la china, la gringa y las demás.

Ambos temas a su vez se relacionan muy estrechamente con dos grandes problemas todavía sin superar:

1) El agotamiento del modelo estatista–burocrático que paso a paso, progresivamente, se impuso contra las propias características jacobinas, rebeldes, heréticas de la revolución original. El proceso de conversión de las estructuras de poder en Cuba en mecanismos y sistemas muy parecidos a los del llamado socialismo euro–oriental, reproduciendo parcialmente fenómenos negativos similares y generando la presente crisis.

2) La declinación biológica de la generación histórica de la revolución, la que le facilitó una significativa y fundamental cuota de legitimidad política al modelo burocrático en expansión y la que condicionada por la consolidación del modelo vigente hizo cultura de poder conduciéndolo; interiorizando – posiblemente sin proponérselo– una parte de sus concepciones, métodos y procedimientos; desechando finalmente (en diferentes ocasiones en que fueron oportunos o estuviera planteada su necesidad) los cambios necesarios hacia la renovación socialista, y persistiendo en las tolerancia y concesiones significativas al proceso de burocratización.

La tendencia al agotamiento del modelo cubano como factor de desarrollo ha devenido en crisis estructural, insuperable dentro de su propia dinámica sin producir un corte superador. Más aun, en ese contexto las grandes conquistas tienden a debilitarse y afectarse, mientras las precariedades y deformaciones políticas, económicas y sociales tienden a crecer, y no solo por las agresiones externas.

En realidad si no se le abre camino a las nuevas transformaciones socializantes y democratizadoras, si no se supera la intermediación burocrática, si no se convierte al pueblo trabajador en real dueño y gestor de los medios de producción, distribución y servicios, sino se deja atrás toda expresión del patriarcado, del adulto–centrismo y del racismo cultural; sino se pasa del –ordenó y mando– a una auténtica participación colectiva en la toma de decisiones, sería imposible salir del estancamiento, generar esperanzas y potenciar nuevos entusiasmos liberadores.

En Cuba, el aparato del Estado, el aparato político, el sistema administrativo empresarial y el sistema de privilegio que acompaña a una gran parte de sus instancias de decisión y a los funcionarios correspondientes, se han alejando cada vez más del pueblo llano; lo que se agrava más aun en la medida pierde energía el liderazgo histórico y carismático.

En esas circunstancias el partido deja de ser tal, se funde con el Estado y sus fuerzas armadas, y ambos desde sus respectivas escalas jerárquicas se apropian de las libertades para restringirlas, clasificarlas, eliminarlas, mutilarlas y concederla a su conveniencia–o mejor dicho– a la conveniencia del poder centralizado, paulatinamente minimizado de participación popular.

Otro tanto acontece en el sector externo entre los intereses de Estado y los de la solidaridad revolucionaria con los pueblos en lucha: progresivamente, por el peso abrumador de las relaciones de gobiernos a gobierno, se va embotando, mediatizando y eliminando la solidaridad de pueblo a pueblo que siempre demanda desbordar esos estrechos límites intergubernamentales.

Los poderes populares originales, las formas de democracias directas, no prosperan debido al peso aplastante de los aparatos.

Las organizaciones y movimientos sociales son marginados por los aparatos superiores ajenos a su naturaleza y además por sus propios aparatos dependientes del Estado.

Las restricciones al debate en las cuestiones cruciales enrarecen el clima político y generan sensación de asfixia.

La certeza política de las decisiones depende del talento de los líderes, incomparablemente menor, por más geniales que resulten, que la sabiduría colectiva, que las decisiones hijas del debate, de la participación y de la democracia socializada.

En ese contexto –como apuntamos antes– el agotamiento y/o declinación biológica del liderazgo histórico reduce más aun la legitimidad del modelo hegemónico, acelera la crisis de confianza, acentúa la decadencia del sistema estructurado y lleva a una situación en la cual es muy difícil de sostener el actual estatus quo.

Esto ha acontecido en todos los modelos parecidos, dondequiera que ha predominado el estatismo a nombre del socialismo, dondequiera que ha primado el llamado “socialismo de Estado”. Y lamentablemente esto está ocurriendo en la Cuba actual.

Por eso el cambio de modelo y el cambio generacional –que venía tocando las puertas de ese proceso desde años atrás– se tornaron más imperiosos a raíz de la enfermedad de Fidel y de su decisión de delegar la Jefatura de Estado en favor de Raúl como sucesor constitucional; y entonces ambos temas cobraron más actualidad y generaron más presión político–social... hasta reabrir temporalmente –como aconteció en el 2007– las válvulas del debate interno dentro de verticalidad de los procedimientos establecidos a que hicimos referencia.

Aparecieron entonces con más claridad las matices y diferencias, incluso se delinearon mejor las corrientes de pensamiento dentro y fuera del poder, así como la inclinaciones y preferencias respeto a la manera de superar el estancamiento con mayores o menores reformas destinadas a enfrentar el inmovilismo o con actitudes destinadas a reafirmarlo o simplemente a atenuarlo.

En tales circunstancias hubo razones para que los ánimos se elevaran y la esperanza comenzara a renacer, pese a que su ascenso en mayor escala dependía de como la nueva jefatura de gobierno asumiera el contenido de los innumerables propuestas en torno a los cambios necesarios; dependencia que entrañaba una debilidad esencial en cuanto a la posibilidad de cambios y avances sustanciales, dada su dependencia del poder central responsable del estancamiento.

La “clase imprevista” en acción

El entusiasmo –repetimos– no tardó en desvanecerse y las esperanzas a breve plazo chocaron con una realidad más resistente que la prevista por mucho/as revolucionarios/as cubanos/as.

El planteo alternativo de corte anti–capitalista y prosocialista, las ideas en dirección a un nuevo modelo socialista y a la superación del estatismo–burocrático, si bien no se expresaron desde la dirección del partido y del Estado cubanos, si contaron con múltiples y variadas expresiones y aportes a otros niveles de la sociedad y del propio partido, no debidamente proyectadas por las características semi–cerrada de la discusión. Esto sin restarle merito al discurso que Fidel pronuncio en septiembre del 2005, contribuyendo al inicio de un debate que contó con un intenso seguimiento en la sociedad.

Ese arco iris contestatario, pero predominantemente marxista y nítidamente revolucionario, salió débilmente a la superficie en palabras e ideas expresadas por diversos actores del mundo político, intelectual, artístico de la Cuba actual.

Su calidad a mi no me sorprendió, pero de todas maneras resultó impresionante tal y como se plasmó sobre todo en el Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en los medios digitales de izquierda, especialmente en “Kaosenlared” y en los sectores de la prensa alternativa mundial que se han interesado por el tema; y, en mucho menor medida –y muy ocasionalmente– en las páginas de Juventud Rebelde y en algunos programas de radio y TV.

Sobresale sí el hecho –reitero– de que esas ideas no encontraron acogida ni coincidencias expresas en los centros de decisión del Estado ni del partido, por lo que lógicamente no se publicitaron en la escala merecida y se les impuso una especie de contrapeso.

El freno se sintió primero como resistencia corporativa de la burocracia y después como contra–ofensiva conservadora, tratando de provocar un nuevo descenso de las expectativas de cambios.

Justo en ese momento de descenso del estado de ánimo apareció en “Kaosenlared” (01–07–2008) un interesante artículo de la autoría de Nacho Palenque, el cual creo haber citado en otra ocasión, del que reproduzco aquí una parte que permite apreciar con más tino el curso actual de la situación política cubana, más allá de cualquier imprecisión o exageración de su autor:

“Me preocupa –señala el autor– que el proceso cubano, después de algunas situaciones esperanzadoras, ahora pareciera inclinarse por rutas no promisorias para el proyecto de nuevo socialismo.

“En verdad lo que esta haciendo Raúl no lo hizo Fidel y no creo que lo hubiera hecho de esa manera en respuesta a los riegos de reversión que el mismo denunció, aunque ambos hayan expresado mucha inconformidad con la parte mala de los resultados alcanzados en estas cinco décadas de revolución.

“Raúl al parecer se inclina por una fórmula híbrida que combine la centralización estatal y el sistema de partido único (fundido con el Estado) con «reformas económicas» y algunas medidas políticas y sociales liberalizantes y modernizantes, apuntando hacia el modelo chino y hacia la distensión con los polos de poder imperialistas (europeo y estadounidense).

“Fidel opta más bien por la moralización, la eficiencia y el combate a las “deformaciones”, siempre dentro de la defensa del modelo estatista (intenciones reiteradas veces frustradas por causas estructurales). Le disgustan las reformas y concesiones de corte liberal–mercantil y sostiene una postura firmemente antiimperialista y anticapitalista.

“A eso parece reducirse en el más alto nivel la relación inmovilismo vs. movilismo, expresadas desde estas dos figuras relevantes del liderazgo histórico de la revolución: cruzadas posiblemente ambas posiciones por valoraciones diferentes respecto a la oportunidad que ofrecería el triunfo de OBAMA y un eventual “cambio” en la política exterior de EEUU, como la reciente flexibilización de las posiciones de la Unión Europea frente a Cuba. Lo que no quiere decir que no exista un inmovilismo mucho más duro, nutrido de los típicos intereses burocráticos, del sistema de privilegios, de los intereses y dogmatismos generados al margen de la ética y la moral de Fidel y del propio Raúl; fruto de una realidad estructural, de la dinámica propia de la burocracia estatal, del ser social conformado en décadas de estatismo.

“[...] ...trabas mayores tienen mucho que ver con la naturaleza socio–política de los principales factores de poder dentro del Estado y del partido fusionado con el Estado, resistentes –más allá de las virtudes de los líderes– a dejar de ser hegemónicos y renunciar a su condición de estructuras situadas por encima de la sociedad. Porque está históricamente comprobado que en los modelos estatistas los sectores burocráticos–partidocráticos–tecnocráticos y militar con más poder de decisión, carecen de vocación e interés (por su naturaleza) para facilitar un proceso hacia un socialismo participativo, democratizador, integral y autogestionario.”

Esa situación en las alturas, que ha continuado expresándose de alguna manera de esos tiempos a esta parte, parece haber influido para reciclar el estancamiento y favorecer el inicio de la contra–ofensiva de la burocracia más endurecida, ahora acompañada de una mayor militarización de lo civil.

El peso de los personajes en juego en la esfera del poder central ha paralizado la acción, obligando a pactar en los hechos; reduciendo de nuevo al mínimo la movilidad política e impidiendo desde arriba cualquier propósito de cambios significativos al modelo predominante, incluido el freno al para mí indeseable viraje hacia modalidades de reformas parecidas a las que se han aplicado en China Popular.

De facto va ganando el inmovilismo mientras crecen las tensiones respecto a sus nefastas consecuencias. La burocracia civil y la tecno–burocracia militar imponen así su lógica socio–política y sus intereses, y salen temporalmente gananciosas en cuanto a su permanencia y preeminencia privilegiadas; aunque eventualmente puedan acceder a un curso más lento de las privatizaciones, de las asociaciones con nuevos capitales extranjeros y del crecimiento del mercado de corte pro–capitalista; con tal que se le garantice participación y amplíe sus privilegios y supremacías políticas.

En términos históricos la burocracia es sumamente camaleónica, en Europa Oriental lo demostró con creces. Esa ya no tan “imprevista” siempre ha percibido los mayores riesgos a su estabilidad y a su destino, no en el capitalismo, en la crítica marxista y en el accionar de los/as partidarios/as de la socialización de lo estatal y del poder político y, en consecuencia, por más incipiente que sea la corriente contestataria de izquierda, la burocracia presiona para arrinconarla y/o aplastarla en la cuna.

La burocracia aprecia –y en eso no está equivocada– que la alternativa socialista esbozada desde ese pensamiento crítico en gestación y desarrollo, puede enriquecerse y contribuir a la conformación de un movimiento, un estado de opinión generalizada y una movilización ordenada que a mediano plazo la destrone. Por tanto pretende “curarse en salud”, aunque no hay forma de que no siga enferma si prolonga demasiado su status actual en espera de la oportunidad para mutarse en propietaria capitalista privada o asociada a ella desde cualquier modalidad de reparto del botín del Estado.

Sus diferencias no son esenciales con la restauración capitalista y sus componentes privados, aunque prefiere no ser un factor subordinado sino hegemónico en esa mutación. En circunstancia como esas sus representantes pueden eventualmente hacer el papel de instrumento de la regresión: de hecho lo ha sido de manera taimada al conformar un cuadro de poder caracterizado por el usufructo de la propiedad estatal y la continuidad del trabajo asalariado a nombre de un supuesto “socialismo de Estado”.

Las crisis de ese tipo de formación político–social –y estamos en pleno despliegue de una de ellas– o dan lugar a un verdadero tránsito al socialismo o favorecen un retorno al capitalismo mondo y lirondo, cuyas modalidades pueden ser diferentes en forma y tiempo.

Los administradores de ese modelo en crisis, que eventualmente muestren mayor vocación de continuidad en el poder y mayor inteligencia desde los intereses de la “clase imprevista”, y que dispongan de tiempo hábil para lograrlo, podrían optar por el camino al parecer menos traumático: la llamada “vía China”, que de todas maneras en Cuba, por la proximidad con EU y la dimensión del país, tendría consecuencias peores que las registradas en esa potencia asiática.

Todo esto sin descartar, en otro contexto peor, la posterior reconciliación e imbricación de la parte más maleada de la burocracia y la tecnocracia con los agentes promotores de una contrarrevolución brusca, pura y simple, fraguada con mayor o menor violencia desde Miami y desde Washington; casi imposible de cristalizar por carecer de bases sociales y movimientos fuertes en el interior del país. Así procedieron en el Este de Europa.

Esta última variante, claro está, es difícil que pase sin desatar una guerra civil de enormes proporciones y desenlaces inciertos, por lo que resulta muy improbable que sus aparentes propulsores externos se decidan a ejecutarla.

La Era Obama también la limita, dado que el “poder suave” prefiere opciones menos inciertas y menos traumáticas. Su inteligencia le indica que la conciencia antiimperialista y anticapitalista acumulada en Cuba es un enorme obstáculo para un viraje de ese tipo y que la restauración capitalista precisa allí de mucha vaselina y mucho engaño.

El freno a la variante chinófila desde Fidel y desde los/as que piensan como él y la evidente indeterminación de Raúl (pues contrario a lo expresado por Palenque en el artículo citado, pienso que su actitud no es tan definida en esa dirección, además de estár rodeado de no pocos inmovilistas duros), ciertamente han creado un cuadro de relativa parálisis políticas en el marco de un estancamiento general causado por la prolongación de las actuales estructuras y formas de poder y de gobierno, así como de las razones, intereses métodos y procedimientos propios del modelo decadente, ahora más militarizado.

La actual parálisis en Cuba estimula la reacción crítica por un lado y la intolerancia por el otro, tanto en lo que concierne a la demanda de cambio del modelo como a la necesidad del relevo generacional; este último sensiblemente golpeado por acontecimientos recientes, más allá de sus razones y sinrazones.

En nada ayudó en ese orden el hecho de que el relevo constitucional de Raúl resultara ser alguien de su misma generación e incluso mayor que él. Eso y otras promociones del mismo tipo restaron confianza a esa aspiración discretamente expresada.

Posteriormente cuadros de generaciones intermedias, con vocación sucesoral por capacidades desplegadas, prestigios conquistados y promociones avaladas por el liderazgo histórico, fueron relegados y finalmente excluidos en medio de una confusa situación, manejada con un grado de secretismo, métodos y formas de sanción, que más que aclarar confunden; dado que más allá de sus reales o supuestos errores, más allá de las no precisadas fallas que se le imputan, el hecho objetivo es que esto ocasionó que el poder más que rejuvenecerse se envejeciera, sin relevo a la vista .

En ese contexto se dieron los traumático desplazamientos y posteriores renuncias de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, los dirigentes de la segunda generación de mayor influencia; acompañados en la misma suerte por algunos de su misma generación y otros más jóvenes aun, que también se destacaron y fueron ascendidos y elogiados en el pasado.

La sensación de que para sostener la revolución se confía fundamentalmente en los dirigentes históricos y en los cuadros más envejecidos, se han reforzado; y de convertirse en convicción asentada, se corre el riesgo de que la continuidad prolongada de lo existente se siga apuntalando –sin reversa– en una especie de gerontocracia parecida a la que gobernó en la fase de agotamiento de los regímenes del Este europeo, esto es, del llamado socialismo real. Tal posibilidad sería desastrosa, ya que marcaría un distanciamiento político insalvable respecto a las generaciones jóvenes, que en lo inmediato podrían alimentar la necesaria renovación sin grandes confrontaciones, así como restarle posibilidad a la misma.

Cuatro generaciones políticas cruzan el proceso revolucionario cubano y lo cierto es que en relación con su peso real en la sociedad y su gravitación como posibles puentes con la población de cada uno de esos tramos de edad, se expresan desproporciones significativas en la representación de las mismas en los puestos estatales y partidarios de mayor decisión.

Estas resistencias a los cambios necesarios son expresiones de la incapacidad para transformar estructuras en crisis y para auto–transformarse desde arriba, fenómeno que generalmente se ha dado de igual modo cuando la burocracia monopoliza el poder y la propiedad por largo tiempo, cuando se entroniza de verdad y cuando ese fenómeno social genera todas sus lamentables consecuencias materiales e ideológicas.

Poco a poco, paso a paso, dolor a dolor la “clase imprevista” –como la llama el cientista ruso Alexei Goussev (Kaosenlared, 04–08–2008)– se coloca por encima de las individuales por potentes y bien intencionadas que sean.

Poco a poco, paso a paso, dolor a dolor, la burocracia impone sus intereses e incluso le imposibilita rectificar el rumbo a los/as que desde la política se basan en su poder económico, administrativo y militar, y hasta a los/as que por su gran liderazgo en la sociedad civil arbitran sus contradicciones, atenúan su domino sobre los gobernados y responden a otras sensibilidades.

En Cuba ese proceso no ha sido fácil ni uniforme, sino sumamente contradictorio; pues siempre en torno a sus principales dilemas se expresaron diferencias importantes en todos los niveles e incluso desde el propio liderazgo de Fidel: la brega constante entre el avance progresivo de la “sovietización”, de la burocratización, del dogma seudo–marxista... y el deseo de un proceso original, creador, con capacidad de rectificación; la eterna controversia entre el rol de los aparatos y el del pueblo movilizado.

Esto ha sido tan así que en el avanzar del “socialismo de Estado” cubano, por esa peculiaridad, se limitaron muchos de los rasgos negativos consustanciales a ese modelo, se lograron niveles de igualdad y principios éticos, se alcanzaron conquistas sociales y formas de dignificación de los seres humanos, difíciles de encontrar en países estructurados en forma parecida; a la vez que se contuvieron las formas más aberrantes de represión desplegada en los modelos de referencia en la Europa Oriental.

A eso se debe su enorme inversión social en educación, salud, ciencia, deportes, nutrición...su apertura cultural y sus espacios de libertades. Siempre sus dirigentes se mantuvieron apegado a defender en grande un derecho fundamental: el derecho a la vida. Y en ese orden lograron verdaderas hazañas en comparación con un capitalismo que ha fracasado en cuanto salvar vidas y derechos sociales en los dos tercios de la población del planeta.

A eso se debe también la gran vocación internacionalista y solidaria de Cuba. Su enorme generosidad respecto a otros pueblos. Su digna resistencia frente al imperialismo. Su capacidad para sobrevivir al derrumbe del “socialismo real” euro–oriental, la permanencia de su esencia martiana y la ética de sus principales líderes.

Y eso le permitió perdurar en el camino de la emancipación humana.

Por eso es de justicia afirmar, que si no hubiera sido así, si Cuba hubiera contenido las peores tendencias burocráticas y hubiera sucumbido después del derrumbe de la URSS y sus aliados europeos, la ola de cambios promisorios que hoy vive nuestra América hubiera sido mucho más difícil

Perdurar, resistir, sobrevivir sosteniendo tales ideales en tales condiciones tiene un mérito inconmensurable, y no me cansaré de repetirlo. Por eso es tan importante ahora el destino de ese proceso, constatada la profunda crisis que de todas maneras afecta su envejecido y agotado modelo.

Crisis y cambio

Las crisis estructurales se superan con revoluciones. El modelo estatista al prolongarse demasiado va erosionando valores y creatividad en el ejercicio del poder; de un poder que se torna cada vez más absoluto y mas conservador, cada vez mas resistente a los cambios.

Que no percibe el agotamiento de su dinámica de desarrollo, no capta que de continuar así podría afectar partes de sus conquistas históricas, que no percibe su sensible separación respecto a una parte importante de la sociedad, su alejamiento de la sociedad civil y de los/as jóvenes en particular (según la definición gramsciana de sociedad civil). Que no comprende lo negativo de sobre–dimensionar lo militar sobre lo civil y que no pocos de sus principales gestores se ensordecen y enceguecen, entrando en el círculo vicioso del reconocimiento de males y de las recetas fracasadas.

El debate necesario abarca tanto lo relativo a la naturaleza del sistema capitalista actual como a las características del llamado “Socialismo de Estado” o estatismo burocrático y, sobre todo, a las alternativas correspondientes.

En los casos de predominio de la propiedad privada sobre los grados medios de producción, distribución y servicios la transformación socialista implica su reemplazo sistemático por las más variadas formas de propiedad y gestión social.

No se trata, claro está, de estatizar para el usufructo de una burocracia, sino de convertir lo privado en social por la vía de diversas modalidades de propiedad social o de propiedad pública controlada y gestionada socialmente (traspaso de los medios a los/as trabajadores/as, autogestión y cogestión en las empresas publicas, cooperativas socialistas, unidades asociativas, empresas colectivas, control social y/o ciudadano sobre empresas e instituciones).


(*) Político y ensayista dominicano. Combatiente contra el tirano Trujillo y los invasores estadounidenses en 1965. Fue miembro del gobierno en armas que presidió el mártir dominicano Francisco Caamaño Deñó. Ha sufrido carcelazos, persecuciones y exilio por sus ideas. Es autor de unos 20 libros publicados.


Carta a Narciso Isa Conde

Por Ernesto Escobar Soto
Kaos en la Red, 04/08/09

Las Revoluciones las hacen los líderes y los pueblos en medio del fragor del combate enfrentando a numerosos y poderosos enemigos. No se hacen en un laboratorio...

He pensado mucho en si escribía esta nota o no. Siempre había respetado la figura de Narciso Isa Conde, pero al leer su artículo “La disyuntiva cubana”, me pregunto a quiénes pueden ayudar estas valoraciones en gran medida superficiales, injustas y falsas. Dado que el artículo es extenso me voy a referir a solo algunos de sus muchos planteamientos.

Isa Conde señala en la introducción del artículo, su admiración a la Revolución, agrega que se ha ganado la solidaridad de todos aquellos que en el mundo luchan por la justicia social. Expone la ejemplaridad de su pueblo y de sus dirigentes históricos. Agrega que la considera un tesoro para la humanidad, no solo por ser la primera en el hemisferio occidental, sino por realizarse en una pequeña isla cerca del país imperial y gracias a su singular rebeldía ante situaciones tan adversas como son el bloqueo económico de Estados Unidos, y los severos daños causados al país por la desaparición de la Unión Soviética y de que aún con todas estas circunstancias adversas ha logrado superar la miseria del pueblo cubano y alcanzar extraordinarias conquistas sociales. Expresa que la respeta sobre todo por mantener su dignidad inclaudicable ante todas las agresiones del imperialismo y la mafia cubano americana de Miami.

Manifiesta su solidaridad sin límites a la Revolución, pero indica que ello no conlleva en su caso dejar de expresar preocupaciones sobre los peligros que en otros órdenes acechan al proceso revolucionario cubano, como la evolución del modelo establecido con los errores propios relacionados “con la crisis estructural y la tendencia al agotamiento del modelo vigente” y con los problemas derivados del paso de los años sobre su liderazgo histórico.

Bajo el subtítulo de Preocupaciones, tensiones y endurecimientos asegura que desde Cuba le llegan señales de que crecen las tensiones y las preocupaciones, expone sus criterios de que con la presidencia de Raúl Castro, el poder se endurece hacia dentro en vez de tornarse mas tolerante y reflexivo y de que se impregna de las concepciones que caracterizan al quehacer militar. Para el autor, esto se debe al traspaso a las áreas civiles de la sociedad especialmente de la economía de cuadros y métodos provenientes de las fuerzas armadas. Asegura que la conocida discusión interna a todos los niveles promovida por Raúl Castro, no rebasó “el rol de la catarsis” a gran escala y de que “se ha pasado a una significativa insatisfacción” y “a un crecimiento de la critica sin canales abiertos”. Añade “Entonces, la presión soterrada desde las bases ha endurecido la defensa del –poder inmóvil– en medio de su prolongada crisis”.

Voy a repetir 4 verdades de Perogrullo: Cuba ha pasado en estos 20 años por la peor crisis económica de su historia; el país sigue bloqueado por Estados Unidos y al parecer las agresiones económicas contra Cuba continuarán con el gobierno de Obama; el país sufrió el pasado año 3 terribles huracanes que causaron pérdidas por valor de más de 10 mil millones de dólares (un 20% del PIB); la isla está padeciendo también los efectos de la mayor crisis económico financiera mundial desde la de 1929, lo que se manifiesta especialmente en los descensos de los ingresos por el nickel, el turismo, el tabaco, el azúcar, las remesas y otras. Y todo esto ocurre sin que se haya lanzado a la calle a un solo trabajador o de que un niño se quede sin su escuela o un paciente no sea atendido por el sistema de salud. Después de este recordatorio pasemos a lo de “Poder inmóvil”. ¿Que quiere decir Isa Conde con esto? O desconoce nuestra realidad o esta actuando de mala fe.

Puedo señalar algunas de las numerosas medidas que expresan los cambios que están ocurriendo en Cuba:

Se trabaja sobre la base de que el país no gaste más de lo que tiene y se planifica para el 2010 una balanza de pagos sin déficit, al tiempo que se desarrolla una política realista con el objetivo de elevar el ahorro (especialmente el de los combustibles), haciendo énfasis en la sustitución de importaciones. Es un objetivo declarado elevar la productividad y disminuir los costos y que los trabajadores reciban su salario de acuerdo por los resultados que tengan. Se aplican en la economía mecanismos descentralizadores para hacer más ágiles las transacciones con el exterior.

Por ley, con el objetivo de alcanzar la soberanía alimentaria y ahorrar parte de los 2 mil millones de dólares que Cuba gasta en compras en alimentos, se están entregando en usufructo a quienes quieran trabajarlas, pequeñas parcelas de tierra cultivables que estaban ociosas. Se piensa otorgar de esta manera más de 1 millón de hectáreas. Unas 110 mil personas han realizado su solicitud y 80 mil, aproximadamente recibieron una respuesta positiva. Impetuosa se desarrolla la llamada Agricultura Urbana. Experiencia ideada en Cuba para producir en terrenos dentro de las ciudades y en sus alrededores con mínimos gastos de combustible. Ejemplo de la capacidad del pueblo cubano ha sido su reacción, ante la catástrofe provocada por los huracanes el pasado año en la agricultura y en las viviendas y otras edificaciones. Rápidamente se sembraron de nuevo las tierras con cultivos de períodos cortos y pocos meses después los mercados estaban abastecidos con productos de todo tipo. Y en cuanto a las viviendas: fueron afectadas 600 mil casas y ya se han reparado 260 mil para un 43%. Para un país subdesarrollado y bloqueado, que sufre además una difícil situación económica financiera esto constituye una real proeza.

El Estado cubano ha dictado nuevas legislaciones para flexibilizar y descentralizar el mercado laboral:

La aplicación del principio socialista de que el trabajador reciba en base a los resultados de su trabajo. Se establece que no habrá límites en lo que puede ganar un trabajador, que se esfuerce por lograr una elevada productividad y eficiencia. Se permite el pluriempleo. O sea todo aquel que tenga un trabajo fijo y estable (la inmensa mayoría de los trabajadores de Cuba) puede ser contratado para realizar un segundo trabajo y cobrar el salario que corresponda. Los estudiantes desde el nivel de Preuniversitario a los de la Universidad, con la edad laboral necesaria pueden ser contratados para trabajar y cobrar los salarios correspondientes. Otra de las acciones consiste en permitir la reincorporación al trabajo de los jubilados con salario completo.

En el proceso de Institucionalización del país y de elevación de la disciplina y el orden se han aplicado numerosas medidas, con el objetivo de eliminar la duplicidad de funciones, elevar la productividad y la eficiencia del trabajo. Entre ellas:

La designación de 6 Vicepresidentes del Consejo de Ministros que responderán por las tareas y funciones que son responsabilidad de los diversos Ministerios. Desaparición de varios Ministerios y traspaso de sus funciones a otros para hacer más eficiente y funcional el aparato administrativo y reducir el burocratismo. Entre ellos está la integración del Ministerio de Inversiones y Colaboración al del Ministerio de Comercio Exterior; el de la Pesca se une al de la Alimentación.

La institucionalización del país comienza porque cada organismo administrativo tenga bien definidas sus normativas, funciones y responsabilidades y responda por ello. Ejemplo de ello es el traspaso de las tierras de cultivo agrícola del Ministerio del Azúcar al Ministerio de la Agricultura, o la definición de que las actividades de comercialización de los productos agropecuarios pasen del Ministerio de la Agricultura al de Comercio Interior. Se están realizando profundos cambios organizativos, y tecnológicos en la explotación de la tierra. Se crea la Contraloría General de la República para velar por el control financiero y económico y luchar contra las ilegalidades e irregularidades. Uno de los nuevos objetivos planteados será instaurar un sistema de impuestos acorde con nuestra realidad.

Todas las importantes actividades de la Batalla de Ideas pasaron para distintas entidades especializadas en esas tareas. Las actividades que realizaba Cubalse, empresa comercializadora de bienes de consumo en divisas, se integraron a distintas entidades especializadas.

Pese a las extraordinariamente complejas condiciones financieras del país se labora en darle prioridad al crecimiento de las producciones y servicios que aportan ingresos en divisas por medio de un selectivo proceso de inversiones dirigido a sustituir importaciones y elevar la producción nacional. Se realizan grandes inversiones para crear una enorme red de transvases y poder así enfrentar en el futuro el problema de la sequía y los cambios climáticos (cuestión esta que muchos países ricos no están haciendo).

Y no puedo dejar de señalar la adopción de medidas que han permitido que centenares de miles de cubanos usen la telefonía móvil. En todos los hoteles del país miles de turistas nacionales reciben los servicios de alojamiento, o estas otras como las del aumento del sueldo a los profesionales de la enseñanza (pese a la crisis) o la ampliación de licencias para el trasporte privado.

Cuba no esta inmóvil, se mueve, trata de crecer de manera planeada y organizadamente tratando (a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte del mundo) de afectar lo menos posible a su población, en medio de una crisis mundial que ha provocado el despido de decenas de millones de trabajadores y el hambre de cientos de millones de personas.

Considero un planteamiento mal intencionado cuando dice “ Su verdadera naturaleza burocrática–militarizada–autoritaria, más allá de los diversos matices y las diferentes sensibilidades de sus principales figuras, se ha potenciado hasta romper su pasividad frente a las críticas y comenzar a aplicar medidas administrativas y restrictivas más fuertes, sin diferenciar al contra–revolucionario pro–capitalista del revolucionario marxista en búsqueda de alternativas, más bien con bastante ensañamiento hacia estos/as últimos/as”.

Simplemente le voy a decir que está falseando la realidad. ¿Cuáles son esas medidas administrativas restrictivas más fuertes? Le emplazo a que las señale.

Y en relación a “Y para colmo sin diferenciar al contra–revolucionario pro–capitalista del revolucionario marxista en búsqueda de alternativas, más bien con bastante ensañamiento hacia estos últimos”. Estas son invenciones y falsedades. Y vuelvo a repetir mi solicitud y lo emplazo de nuevo a que exponga los ejemplos de sus aseveraciones.

En el subtítulo Los temas de fondo, arremete contra lo que llama “el agotamiento estatista” y la declinación biológica de la generación histórica de la Revolución”. Somos muchos y en primer término la dirección de la Revolución los que comprendemos la amenaza y el peligro real y siempre latente del burocratismo y los métodos burocráticos, y no olvidar la corrupción, para con el proceso revolucionario. Creo que para todos los revolucionarios fue una lección el conocer el famoso discurso de Fidel en la Universidad de La Habana, en el que hizo profundas reflexiones del peligro de que fueran los propios revolucionarios quienes destruyeran la Revolución. Sus palabras marcaron un antes y un después. Sin temor, señaló los peligros y alertó al pueblo de Cuba.

En este caso Isa Conde no hace una crítica, sino un ataque contra la Revolución. Todo no se puede hacer con el mismo ritmo. Los cubanos han pasado por la mayor crisis inimaginable a la que se denominó Período Especial. Y cuando parecía que se avecinaban buenos tiempos con la participación de Cuba en el ALBA y las relaciones comerciales con China, Brasil y el desarrollo o las perspectivas de crecimiento de varios renglones de la economía del país como el del petróleo, el nickel, el turismo , sobreviene la actual crisis mundial.

Isa Conde olvida las verdades de Perogrullo antes señaladas: el conocido Período Especial, bloqueo, huracanes y crisis mundial, y el efecto terrible que han tenido en la economía cubana, es más, no las tiene en cuenta para nada en su análisis y además duda a priori de la inteligencia de una dirección que ha demostrado ser capaz, pese a sus errores, de realizar lo que (me atrevo a decir) nadie hubiera podido hacer: Una revolución a 90 millas de Estados Unidos y en el año 1959 (y esto de la época o momento histórico es muy importante para valorar la hazaña). Y luego, recordemos el episodio del derrumbe de la URSS: Cuba pierde su principal aliado y con ello el 30 % de su PIB y el 80% de su comercio exterior, es entonces cuando se crea el mundo unipolar con la hegemonía absoluta de Estados Unidos, se anuncia el fin de la historia y se arrecian las agresiones y el bloqueo contra la isla. La mafia de Miami prepara sus maletas para regresar triunfante Cuba. Ningún pueblo hubiera resistido tan solo una mínima parte de tamañas adversidades.

Narciso Isa Conde en otra parte de su artículo arremete con desmedida y absoluta certeza que no da margen a la duda : “En realidad si no se le abre camino a las nuevas transformaciones socializantes y democratizadoras, sino se supera la intermediación burocrática, si no se convierte al pueblo trabajador en real dueño y gestor de los medios de producción, distribución y servicios, sino se deja atrás toda expresión del patriarcado, del adulto–centrismo y del racismo cultural; sino se pasa del –ordeno y mando– a una auténtica participación colectiva en la toma de decisiones, sería imposible salir del estancamiento, generar esperanzas y potenciar nuevos entusiasmos liberadores”.

La política es el arte de lo posible, no de las quimeras y de los deseos. La revolución para serlo tiene el deber histórico de marchar hacia delante, aunque haya momentos en que sea necesario detenerse para coger nuevas fuerzas y volver a andar de nuevo. La Revolución cubana como ha demostrado siempre tiene las condiciones para continuar en su destino heroico e histórico.

Por qué dudar que la dirección revolucionaria estudia los resultados del extraordinario y original debate colectivo, en el que se recogieron más de 3 millones de intervenciones, con el fin de ejecutar aquellas que se consideren necesarias, útiles y en el momento posible. ¿Por qué dudar que los temas que se consideren estratégicos se discutirán en el Congreso del Partido y con la mayor participación del pueblo? ¿Por qué casi exigir de manera irrespetuosa lo que debe hacer la Revolución cubana? Hay quienes se arrogan hasta el derecho de decidir cuando la dirección de la Revolución debe tocar este u otro tema. Atribuirse el derecho de saber cuales son los cambios que hay que hacer en Cuba, cuándo y cómo hacerlos es casi absurdo. Es impresionante el tener críticos que lo saben todo. Solo que a ellos por razones históricas no les toca el hacerlo.

La dirección del país siempre ha sido cuidadosa en dar consejos. He escuchado a muchos políticos de todo el mundo expresar con admiración que Fidel es incapaz siquiera de dar consejos si no se lo piden. Existen ejemplos relacionados con Nicaragua, Angola, y otros. El respeto a la soberanía, a las decisiones de gobernantes o dirigentes de partidos o movimientos de otros países, forma parte esencial de la ética política de Fidel. Algún día esto se conocerá en detalle.

La Revolución cubana es fuerte, lo expresa con su resistencia y su solidaridad que se manifiesta en el sacrificio de decenas de miles de colaboradores cubanos en un centenar de países. Por qué no pensar que hay quienes a aman a la Revolución por encima de sus vidas y que lo han demostrado con su sangre. Por que no ver lo que está sucediendo en Cuba despojados de toda ceguera intelectual y comprender lo complejo que es hacer una revolución que diría es la única con estas características en el planeta. Con todas sus errores e imperfecciones y en medio del subdesarrollo y con una crisis económica ¿En que país del mundo hay más democracia y justicia social que en Cuba?

Los cambios son parte esencial de la Revolución cubana. ¿Cuáles? Los que la dirección y el pueblo cubano considere necesarios y posibles en cada momento.

En Cuba se han solucionado los grandes problemas que aquejan a la inmensa mayoría de los pueblos del mundo: la educación hasta el nivel universitario y la atención médica para todos y de carácter gratuito; la seguridad y la asistencia social, la cultura y el deporte asequibles para todo el pueblo; el desarrollo científico; la seguridad ciudadana. Y no debo olvidar la dignidad, la libertad, la independencia y la soberanía alcanzadas por nuestro país. Pero todavía no hemos logrado alcanzar el desarrollo económico que necesitamos y en mucho se debe al Imperio que nos ataca continua y sistemáticamente.

La filosofía de la Revolución es la de lograr elevar el nivel de vida material y espiritual del pueblo, alcanzar la más alta democracia y participación popular en las decisiones y en garantizar la mayor justicia e igualdad posible. Estos son sus grandes objetivos, por ellos existe. Pero la política de un país agredido permanentemente, sometido a altas tensiones económicas depende de múltiples factores: la imaginación de quienes nunca han estado en posiciones de poder y no viven la realidad del pueblo cubano, puede engañarlos y hacerlos creer que tienen la respuesta para problemas que nadie ha enfrentado jamás en la historia de la humanidad.

Las Revoluciones las hacen los líderes y los pueblos en medio del fragor del combate enfrentando a numerosos y poderosos enemigos. No se hacen en un laboratorio, donde los errores no se pagan con la existencia de todo un pueblo.

Críticas que ayuden, sí, señalamientos justos, sí. Críticas injustas y falsas que solo sirven para engrosar el arsenal de los enemigos de la Revolución. No. Criticas desde posiciones profesorales u olímpicas. No. Preocupaciones y exigencias de quienes se dicen amigos y usan esta supuesta amistad para dañar a la Revolución cubana. No. ¿Cambios? Sí. Pero de acuerdo al calendario de la Revolución.

Pocos países pequeños como Cuba han logrado tener un papel tan glorioso en la historia del mundo.

Termino con esta frase: De amigos como este, líbreme Dios.


Respuesta a Ernesto Escobar sobre el presente y
el futuro del socialismo en Cuba

Por Narciso Isa Conde (*)
Kaos en la Red, 06/08/09

Descalificar es propio del autoritarismo burocrático. ¡Vamos a debatir ideas, concepciones y procesos! Me refiero a la carta–artículo publicada en Kaosenlared a nombre de Ernesto Escobar Soto.

Es cierto que las revoluciones no se hacen en laboratorios y quizás por eso el último laboratorio donde trabajé fue cuando en los finales de los 50' y principio de los 60´ estudiaba en la Facultad de Medicina de la universidad estatal, luego autónoma del Estado, de mi país.

De ahí en adelante –y antes también– he pasado por muchas movilizaciones callejeras, muchas tomas de tierra, muchas huelgas, cárceles, exilio, confrontaciones con la policía y con las fuerzas armadas regulares, revolución y guerra patria (en abril–septiembre de 1965), tramas criminales e intentos de asesinarme, sometimientos judiciales, organizaciones sociales, militancia comunista, trabajos organizativos, ediciones de periódicos y revistas, columnas en diarios nacionales y en diversas publicaciones en el exterior... libros, seminarios, congresos, piquetes, confrontaciones, debates...

Y en eso estoy todavía, al tiempo de leer, estudiar, reflexionar, auto–criticarme y auto–corregirme, escribir, evaluar procesos, producir programas de TV y radio, participar en la Coordinadora Continental Bolivariana, reforzar la militancia latinoamericana e internacionalista y reafirmar y enriquecer mis convicciones socialistas y comunistas.

En ese quehacer no tengo fronteras y pongo la soberanía de la Patria Grande y la emancipación del planeta – sin dejar de defender las soberanías nacionales– por encima de cualquier nacionalismo estrecho, por lo que no considero “intromisión en los asuntos internos” ni ofensivo a los derechos soberanos de otros pueblos y procesos revolucionarios, la incursión teórica, política, militante y solidaria en otras luchas y proyectos transformadores inspirados en la necesidad del socialismo y enfrentados al capitalismo y al imperialismo. Como no considero pecado alguno diferir y evaluar críticamente otros procesos revolucionarios desde la propia trinchera de la revolución nacional, continental y mundial.

Así he sido y sigo siendo, y no veo porque quien dice haberme “respetado siempre”, tiene que no hacerlo ahora, y menos aun poner en duda la intención de mis ideas sobre el curso de la revolución cubana, cuestionándose sobre “a quienes pueden ayudar” mis valoraciones y ubicándome de entrada en los litorales de los enemigos de la revolución cubana; llegando a afirmar categóricamente, en referencia a mi persona, que “de amigo como éste, líbrame Dios”.

¿Que es lo que está en juego en este debate?

No creo conocer por ese nombre a Ernesto Escobar Soto, pero de todas maneras respeto su persona y sus ideas, aunque no comparta su visión sobre el socialismo y, sobre todo, su defensa considerablemente acrítica del modelo estatista–burocrático que predomina en Cuba y que en gran medida fue trasplantado de la URSS y de Europa Oriental.

Con él me puedo poner de acuerdo en las adversidades que ha tenido que enfrentar esa revolución, así como en el extraordinario valor de sus principales conquistas e incluso en el valor relativo de ciertos reajustes institucionales, superación de prohibiciones absurdas, reordenamientos presupuestarios, énfasis desarrollistas y sistemas de control puesto en práctica recientemente.

No creo en Dios porque Dios no existe, y si existiera jamás le pediría que me libre de Ernesto Escobar. Con las diferencias de lugar, debatiendo con altura, lo prefiero como amigo y en buena salud.

En mi país, y donde quiera que me ha tocado participar en tareas revolucionarias, he defendido –y defiendo– como el que más las esencias y el sentido histórico–liberador de la revolución cubana.

En este debate no están en juego ni la postura frente a los adversarios y enemigos de esa revolución; mucho menos la ponderación de los daños ocasionados por los factores hostiles a su curso y realidad, ni los logros históricos y aportes trascendentes de ese proceso, los cuales Ernesto menciona con apego a la verdad.

Tampoco cuestiono lo positivo de ciertos movimientos, tendencias y medidas adoptadas (a eso me he referido en diversas oportunidades)...en el contexto del inmovilismo estructural de un modelo caracterizado por el peso abrumador del estatismo, la hipertrofia burocrática, la fusión del partido y el Estado, de la política exterior del partido y del gobierno, y la falta de autonomía de las organizaciones sociales.

Además ese modelo estatista se caracteriza por significativas restricciones a la democracia y las libertades, por el predominio de la representación y/o delegación sobre la participación y la democracia directa; por el sistema de la censura mediática, la corrupción burocrática recurrente, las trabas al relevo generacional dada la tendencia a la perpetuación de los cuadros en las funciones más relevantes del partido y del Estado; se caracteriza por la gestión altamente centralizada, el verticalismo, el escaso desarrollo de la propiedad social, el predominio del trabajo asalariado al servicio del Estado y la falta de control de la ciudadanía sobre las instituciones y empresas.

En el centro de este debate, que trasciende mis escritos sobre el tema y el contenido de la respuesta de Ernesto Escobar Soto, que involucra a numerosos cuadros políticos, jóvenes talentosos e intelectuales cubanos de diferentes generaciones, está determinar si lo que corresponde en medio del prolongado estancamiento y la crisis estructural que afecta el tránsito al socialismo en Cuba, es “institucionalizar” o sustituir el modelo vigente.

Esta en discusión, en caso de reconocer la necesidad del cambio estructural, si el reemplazo apropiado debe consistir en auspiciar un modelo parecido al chino (que a mi entender podría ser la vía menos traumática hacia la restauración capitalista), o si se acoge el paso directo al nefasto modelo capitalista occidental y a su “democracia representativa”; o si contrario a estas dos opciones ajenas al socialismo, se emprende la vía de una nueva democracia y un nuevo socialismo.

Esta última –la cual comparto– sería la vía de las transformaciones hacia la socialización de lo estatal, hacia la erradicación del trabajo asalariado subordinado a la propiedad estatal y a la burocracia, hacia la autogestión y cogestión de las empresas, hacia el cooperativismo y otras formas asociativas socialistas.

Sería el camino hacia el predominio de la democracia participativa con un fuerte componente de democracia directa; hacia la separación de los roles del Estado, el partido y las organizaciones sociales y, en fin, hacia el predominio de lo social sobre lo estatal y lo privado, con democracia en todos los aspectos de la vida en sociedad: relaciones de propiedad y producción, vínculos entre géneros, relaciones inter–generacionales, inter–raciales, seres humano naturaleza, opciones sexuales...

Más allá de lo secundario

El principio socialista no es que el trabajador(a) “reciba de acuerdo a su trabajo” (ya sabemos –el viejo Marx lo demostró– que la fuerza del trabajo produce valores muy por encima de cualquier paga asalariada); el principio socialista es eliminar el trabajo asalariado, convertir a los/as trabajadores/as en dueños de los medios de producción, distribución y servicios, imprimirle carácter social a la economía y a todos los factores del poder, y extinguir paulatinamente, gradualmente, el Estado.

Que los ministros sean 7 o sean 25, que los vicepresidentes sean dos o sean seis, puede hacer más o menos eficaz la gestión dentro de un contexto determinado, pero eso no es lo fundamental. Lo fundamental es valorar si el contexto general, el modelo, las estructuras y superestructuras vigentes posibilitan crear socialismo o no; si ese cuadro estructural permite generar las condiciones para detener y revertir la corrupción, la indisciplina y la ineficiencia; si basta solo con remendar las instituciones y estructuras vigentes, con tratar de reordenar y normar mejor su gestión y/o administración, o si es realmente imprescindible reemplazarlas para evitar el colapso.

Muchas veces he escuchado hablar en Cuba de reestructurar ministerios, exigir disciplina, elaborar nuevas normas de funcionamiento productivo, impulsar rectificaciones, estimular la cultura productiva, sembrar áreas ociosas, redefinir funciones de organismos, reducir burocracia, quitar impuestos, poner impuestos, prohibir y autorizar el acceso a bienes y servicios...y mas allá de pequeños y temporales logros , el modelo estatista–burocrático termina imponiendo su lógica, su lentitud, su ineficiencia y los intereses de la “clase imprevista” en detrimento del pueblo.

Esa no es la movilidad que reclamamos los(as) partidarios de un nuevo socialismo en Cuba. Más bien proponemos, sugerimos y debatimos acerca de la necesidad de mover la situación en dirección a un nuevo modelo que rescate los principio del socialismo científico, que se distancie del llamado “Socialismo de Estado”, que incorpore las reflexiones que permitan construir un socialismo participativo, autogestionario, profundamente democrático e inclusivo. Un “socialismo diferente” como han dicho Pablo Milanés e incluso Mariela Castro, sumándose a no pocos intelectuales, artistas, militantes, cuadros del partido y combatientes internacionalistas.

En mi caso, tratando el tema en sentido general y en el sentido particular de Cuba, también he incorporado, junto a la idea general de la socialización de lo estatal y de la transición a un socialismo profundamente democrático–participativo, los valores socialistas contenidos en los nuevos movimientos feministas, indigenistas, ambientalistas y anti–adulto–céntrico.

Así como la libertad de opción sexual, la superación de todas las vertientes de la cultura racista y el rescate a plenitud del internacionalismo revolucionario, considerablemente afectado por los intereses de Estado y la inexorable lógica diplomática–gubernamental en los casos en que se funden y confunden los roles del los partidos, las organizaciones sociales y las instituciones estatales y gubernamentales.

Internacionalismo e “intervención”, posibilismo o voluntad revolucionaria

Ernesto Escobar me quiere descalificar para hablar de todo esto en relación con la Cuba actual, esgrimiendo una variante de chovinismo y un concepto de soberanía inapropiado para los revolucionarios marxistas, internacionalistas por definición.

A veces incluso, parece que me quiere prohibir participar en el debate sobre el socialismo en Cuba, en nuestra América y mas allá; olvidando que el socialismo o será mundial o no será, y obviando a la vez que para todo revolucionario/a de verdad es imposible desconocer el carácter internacionalista de la revolución y de las ideas que la impulsan, lo que incluye el análisis más allá de nuestras fronteras de todas las experiencias, errores y aciertos vividos. Algo imperioso, sobretodo después del colapso del “socialismo real”, cuyo impacto negativo intervino en todos los países por encima de las soberanías nacionales formales y/o reales.

La diplomacia no es válida en la relaciones de solidaridad y cooperación entre las fuerzas del cambio.

La censura y la autocensura le han hecho demasiado daño a nuestro movimiento como para persistir en ellas.

El posibilismo, además (“la política –dice Ernesto– es el arte de lo posible”), no es propio de los(as) partidarios(as) de la revolución y el socialismo. El propio Che nos habló de hacer “posible lo imposible”, o –diría yo– lo aparentemente imposible. Al cambio histórico hay que ponerle una alta dosis de voluntad revolucionaria.

Con las señales de agotamiento que presenta el presente modelo cubano no es una “quimera” ni son simples “deseos” propugnar por abrirle camino a “las nuevas transformaciones socializantes y democratizadoras”; ni es ilusionismo afirmar “que si no se convierte al pueblo trabajador en real dueño y gestor de los medios de producción, distribución y servicios, si no se pasa del “ordeno y mando” a una auténtica participación colectiva en la toma de decisiones, sería imposible salir del estancamiento, generar esperanza y potenciar nuevos entusiasmos liberadores”.

Entender imposible esos necesarios propósitos equivale a refrendar el “status quo” y asumir incluso una actitud muy alejada de aquella frase de Fidel: “hay que cambiar todo lo que halla que cambiar”.

La clave es ponernos de acuerdo en lo que hay que cambiar y en eso hay importantes diferencias a debatir seriamente; sin tabúes, sin estigmatizaciones, sin canibalismo ideológico, sin represiones, sin censura...

¿Quienes deben decidir: las cúpulas revolucionarias o los pueblos?

No dudo, ni niego, ni afirmo... que la dirección revolucionaria cubana –como dice Ernesto– “estudia los resultado del extraordinario y original debate, en el que se recogieron mas de tres millones de intervenciones, con el fin de ejecutar aquellas que se consideren necesarias, útiles y en el momento posibles”.

Estoy si en desacuerdo con esa concepción mesiánica y elitista de conducción defendida apasionadamente por él.

¿Quienes establecen cuáles son las propuestas más necesarias, útiles y oportunas?

¿Por qué no darlas a conocer a todos/as para que se debatan horizontalmente y se logren los nuevos consensos?

¿Por qué limitar la discusión a la jurisdicción de cada núcleo, organismo, pequeños encuentros, sin que uno y otros conozcan lo que los/as demás piensan y proponen?

¿Por qué no poner en conocimiento de toda la sociedad el conjunto de propuestas y opiniones?

¿Por qué la dirección es la única que puede seleccionar y decidir?

¿Por qué no superar el verticalismo y el control absoluto sobre los medios masivos de comunicación?

¿Cuáles son los temas considerados estratégicos y quienes los seleccionarían para llevarlos al Congreso del partido?

No dudo, ni niego, ni afirmo sobre si se va o no a hacer tal o cual cosa en el futuro, sencillamente me parece que esa metodología conduce a reforzar la centralización y a negar la participación democrática. Así ha sido históricamente en todas las experiencias revolucionarias y proyectos de orientación socialista en los que se han producido suplantaciones de este tipo.

A propósito del endurecimiento

Calificando de “superficiales, injustas y falsas” mis valoraciones, para luego negarme el derecho a plantearlas y después concluir en que soy algo parecido a un “enemigo”, no se contribuye a una discusión seria y profunda sobre cuestiones bien complejas, respecto a las cuales nunca he pretendido el monopolio de la verdad y admito la posibilidad de equivocarme parcial o totalmente. Esa forma de polemizar de Ernesto es muy funcional al dominio burocrático, y siempre ha sido útil para reprimir y excluir, aunque no todos los que la utilizan tengan esas intensiones.

No critico el estilo de conducción militar, en el que generalmente gravitan con fuerza el mando y las órdenes, dentro de los cuerpos castrenses; aunque ciertamente en su funcionamiento dentro de una revolución popular es posible y conveniente incorporar simultáneamente concepciones y métodos participativos como los que formuló el gran estratega vietnamita Guyen Giap en su libro “Guerra del pueblo, ejército del pueblo”.

Critico esos métodos sobre todo cuando se incorporan a la conducción política, a la gestión de las instituciones civiles del Estado y al funcionamiento de las organizaciones políticas y sociales.

Además no considero ofensivo decir que quienes han ejercido durante décadas los métodos militares de dirección al interior de las Fuerzas Armadas regulares, tienden a trasladar esos métodos a la esfera política. Y es lógico que Raúl y todo el personal militar incorporado ahora en mayor escala a la esfera civil, introduzcan una mayor impronta militar dentro del Estado cubano, lo que no quiere decir que no existiera esa situación en grado considerable antes de su gestión. Esto es sencillamente un problema a reflexionar y solucionar, separando roles.

De las restricciones, de las limitaciones, del endurecimiento del poder, no ha hablado solo quien escribe estas líneas.

He leído bastante y con mucha atención lo que han escrito sobre ese y otros temas que revelan restricciones, no pocos revolucionarios(as) cubanos, incluso en Kaosenlared: me refiero a Félix Guerra, Félix Sautié, Pedro Campos, Aurelio Alonzo, Roberto Cobas Avivar, Pablo Milanes, Jorge Luis Aconde González, Carlos Ignacio Pino, Leonel González, Carlos C. Díaz, Crispín, Graciela Pogolatti, Fernando López de la Voz, El Francotirador del Cauto, Rafael Martín, Miguel Arencibia y paro de nombrar para no alargar mas el tema.

Conozco el caso de Miguel Arencibia, cuyos escritos nadie en justicia puede calificar de contrarrevolucionarios y antisocialistas, si no todo lo contrario. Sin embargo, fue cancelado de su empleo y sancionado en el partido por el simple hecho de usar la computadora de su trabajo para publicar sus artículos y participar en los debates por las redes digitales, dado lo prohibitivo económicamente que resulta operar desde los centros públicos de Internet y las restricciones que en ese orden afectan a los(as) ciudadanos(as) cubanos.

Arencibia, militante comunista de varias décadas, coronel retirado, revolucionario con muchos méritos, está sobreviviendo haciendo de “parqueador” de vehículos, por haberse expresado a favor de un socialismo diferente; colocado en esa engorrosa y precaria situación se le hace muy difícil aportar al debate lo que estaba aportando. Esta es una expresión del endurecimiento señalado y no es un caso único en vista de la manera como el Estado aborda esta vertiente de la tecnología de la comunicación.

De Sautié, cristiano–socialista, revolucionario de toda una vida, he leído consistentes críticas a ese afán persecutorio y represor. De Cobas Avivar, la denuncia de una marcada tendencia a calificar como “enemigos del pueblo” a quienes desde la izquierda no comparten el discurso único oficial, caricaturizado además por apasionados subalternos dedicados a denostar a quienes critican la situación desde su incontrovertible militancia en la revolución. Y podría citar innumerables señalamientos innumerables señalamiento de otros articulistas revolucionarios que periódicamente denuncian limitaciones a las libertades individuales y colectivas.

Las sanciones políticas y administrativas, por demás, están cargadas de secretismos innecesarios y no pocos casos –como se evidenció en las recientes destituciones– son tratados con métodos de inteligencia militar, lo cual enturbia su contenido.

Del llamado de Raúl a debatir todo, a la manera secreta como se ha manejado el producto de ese debate y como se estigmatizan las críticas formuladas en Kaoisenlared y en otras publicaciones digitales desde posiciones de izquierdas, media un proceso de endurecimiento.

Los defectos reales o supuestos de los/as camaradas con opiniones propias y posiciones críticas se tapan cuando hay coincidencia y salen a la superficie solo cuando se desarrollan contradicciones políticas o metodológicas. Las virtudes desaparecen y el respeto se convierte en cosa del pasado.

Ernesto no logra percibir que su carta está impregnada de ese endurecimiento cuando le atribuye “ayudar” a los enemigos de la revolución a una persona que durante toda su vida, y sobre todo en los tiempos más duros, ha asumido su defensa en los temas más complejos y riesgosos, por el hecho de propugnar por el cambio de modelo que como otros parecidos tiende a agotarse y colapsar. Así también han sido –y son– maltratados otros militantes comunistas y socialistas revolucionarios, cubanos y de otras nacionalidades, que han adoptados posiciones similares.

Y lo peor es que esa concepción se traduce en estigmatizaciones, exclusiones, desprecios e intolerancias desde los aparatos del Estado y del partido, ya no solo como expresión individual sino institucionalizada.

Debatir sin estigmatizar ni reprimir

¿Cuáles de esas críticas formuladas por militantes comunistas y combatientes anti–imperialistas y anti–capitalistas insobornables, que propugnan por un socialismo diferente, podrían “engrosar el arsenal de los enemigos de la revolución”?

¿Cuáles son las críticas que ayudan y cuáles no?

¿Quiénes tienen el medidor, el detector de la verdad y la certeza, de lo que hace daño y de lo que hace bien?

¿Quiénes dañan a la revolución: los que ocultan sus fallas o los que valientemente las señalan, los que actúan como burócratas incondicionales o los que dicen con sinceridad lo que piensan?

No sabemos, por demás, cuál es el calendario aprobado para los cambios dentro de la revolución cubana, ni quienes lo han decidido, ni si este ha sido realmente diseñado o no. Esa alusión de Ernesto puede ser tanto una verdad oculta como un recurso retórico.

Sería muy útil conocerlo algo imposible si no se publicita y cuanto me alegraría que antes de que la crisis sea mayor, además de existir, ese calendario contemple más socialismo, más poder popular y más democracia.

A Ernesto lo felicito por debilitar la conspiración del silencio, por decir lo que siente y lo que piensa.

Sus reacciones represivas las entiendo parte consustancial de la cultura autoritaria reciclada constantemente por el “socialismo de Estado”; dado que detrás de cada acusación sobre mi supuesta “ayuda” a los enemigos de la revolución y mi supuesta manera de “engrosar su arsenal” y “hacerle daño” a ese proceso, y detrás de considerarme un “amigo” del cual “Dios debe librarlo”, hay una vocación punitiva y penalizadora.

Pero todo esto no me impide invitarlo a dejarnos de fanatismo, a pesar reflexivamente y con cabeza propia, y a atrevernos a equivocarnos o a acertar, ejerciendo la crítica frente a resultados y evoluciones de las luchas y procesos de orientación socialista que en el siglo XX se separaron bastante de las propuestas originales de los fundadores y continuadores del socialismo científico.

Procesos que ignoraron además los nuevos aportes y las necesarias negaciones de las concepciones y las malas prácticas que han conducido a confundir estatización con socialización y a negar las nuevas y necesarias herejías revolucionarias que posibilitarían superar en el sentido socialista esta lamentable situación.

La actitud de Ernesto no me limita, en fin, para invitarlo a reflexionar e investigar desapasionadamente cuanto de esa lamentable realidad contaminó la revolución cubana y cuánto es posible y necesario superar antes que sea tarde. A debatir sin estigmatizar. A debatir para lograr los nuevos consensos y las soluciones que posibiliten avanzar mucho más de lo alcanzado.


(*) Político y ensayista dominicano. Combatiente contra el tirano Trujillo y los invasores estadounidenses en 1965. Fue miembro del gobierno en armas que presidió el mártir dominicano Francisco Caamaño Deñó. Ha sufrido carcelazos, persecuciones y exilio por sus ideas. Es autor de unos 20 libros publicados.