Honduras

Entre el giro represivo, la negociación y la caída
revolucionaria de los gorilas

Honduras luego de la llegada de Mel Zelaya

Por Roberto Sáenz
Desde algún lugar de Honduras
para Socialismo o Barbarie, 28/09/09

“El golpe de estado en Honduras hizo pagar la cuota de movilización que el pueblo debía para empujar la historia y así lograr transformaciones sociales; el precio para lograr conciencia social, redes nacionales e internacionales de la resistencia. Contrario a una lógica mecánica, para el pueblo han sido muy útiles los ochenta días consecutivos de resistencia; el tiempo transcurrido sirvió para crear, aumentar sus fuerzas, articularlas y plantearse una transformación más radical”[1].

Carta desde Tegucigalpa, 4 de octubre de 2009

La situación en estos momentos

Estos párrafos de una carta recibida desde Honduras, ilustran bien la situación del momento, así como las consecuencias de la línea de negociaciones de Mel Zelaya, el seguidismo hacia él de la mayoría de la dirección del Frente y la necesidad de una política totalmente independiente del melismo (SoB).

[...] En primer lugar, te cuento que la resistencia tiene su peor bajón desde el golpe. En todos lados las movilizaciones han quedado reducidas a un sector de la vanguardia. En el caso de Tegucigalpa, las marchas de miles se han convertido en mítines de un par de cientos o plantones de 20 personas de diferentes organizaciones (por ejemplo, las feministas, los periodistas de Radio Globo, etc).

Creo que esta situación se debe a la combinación de varios factores, que se están dando después de que la mayoría zelayista de la dirección del Frente Nacional de Resistencia Popular frenara el levantamiento de los barrios, que había puesto a los gorilas en grandes dificultades y se les estaba haciendo incontrolable.

Como hicieron siempre, buscan enchalecar el movimiento es sus marchas capitalinas, en las zonas céntricas de Tegucigalpa. Son marchas para aparecer en los medios internacionales y hacer presión en las negociaciones por arriba, tanto sobre los gorilas como sobre el Departamento de Estado. Son como las marchas a la frontera. Pero al mismo tiempo, esas pequeñas marchas y acciones, separan a la vanguardia de sus bases de masas de los barrios y alejan la posibilidad de la huelga general y un levantamiento masivo.

Con esta política de la dirección del FNRP, vino inevitablemente un reflujo en la lucha que se agravó por combinarse con:

1. El llamado al diálogo de Mel, y su reunión y abrazo con los golpistas, que produjo repudio pero también confusión y desánimo. Situación aprovechada por Micheletti para llamar, por su parte, al diálogo cuyo único objetivo es ganar tiempo, y lo logró.

2. La declaración del estado de sitio con suspensión de garantías. El estado de sitio, si bien es desafiado, no lo es por el movimiento de masas movilizado sino por la vanguardia. La situación la ilustra bien esta foto de la marcha del lunes 28 de septiembre [ver foto]. Parecía una marcha de la policía y los militares.

3. El cierre de Radio Globo puso en evidencia la debilidad de organización en la capital, ya que se quedaron sin forma de comunicarse y hacer los llamados a las movilizaciones.

4. El desalojo del Instituto Nacional Agrario con la detención, con el procesamiento por sedición y encarcelamiento de 41 compañeros (todos de apoyo y ningún dirigente sindical).

Estos factores juntos y el bombardeo desde los medios con el tema de la negociación y las elecciones tienen desorientado nacionalmente al Frente. Sigue sin política para derrotar el golpe. Y la política de Mel –que no los consulta para sus jugadas y negociaciones a espaldas del pueblo– los descoloca. [...] No han tomado para nada el tema electoral. No han hecho, hasta ahora, ni una sola denuncia sobre el mismo. Y en relación al comunicado de la CIP [Candidatura Independiente Popular], han mantenido un sospechoso silencio. Ni ellos, ni Mel dicen nada...

Con el retorno de Mel Zelaya se ha abierto la cuarta coyuntura en la heroica resistencia en Honduras. Las jornadas pasadas desde la madrugada del lunes 21 de septiembre han estado plagadas de marchas y contramarchas, de estados de ánimo cambiantes, de idas y venidas repartidas entre tres escenarios posibles: el endurecimiento represivo del régimen golpista, la negociación o la caída revolucionaria de los fascistas.

La insoportable convivencia de varios poderes

Los acontecimientos se han venido moviendo aceleradamente. Sí el comienzo de la semana estuvo marcado por la euforia del regreso de Zelaya, y promediando la misma se descargó una durísima represión con un toque de queda permanente, luego se estuvo intentando la vía del dialogo.

Pero a estas horas lo que se ve es al régimen gorila apostando nuevamente al reforzamiento del torniquete represivo: acaba de dar a conocer el establecimiento liso y llano del estado de sitio, con la prohibición de toda movilización, reunión de personas y abierta censura a los medios antigolpistas. La dictadura del siglo XXI está pretendiendo, ahora sí, transformarse en una autentica dictadura militar. Por eso, no se puede excluir la posibilidad de un baño de sangre como eventual preludio a una caída revolucionaria…

Para entender los cambiantes desarrollos en curso, hace falta tomar en cuenta el contexto más de conjunto dentro del cual se inserta la vorágine de los acontecimientos. Sólo recordemos que hemos defendido insistentemente desde estas páginas que la resistencia no estaba derrotada. También subrayamos el carácter de este de golpe de estado del siglo XXI, golpe que viene conviviendo con una suerte de creciente rebelión popular[2]: una contradicción que no puede permanecer eternamente: o la dictadura se transforma en una verdadera dictadura o es derrotada –de manera inminente– por la resistencia.

Precisamente: muchas veces hace falta que se produzca algún hecho desencadenante como para que se terminen de revelar las verdaderas características de los acontecimientos en curso. Ese hecho fue el retorno sorpresivo[3] de Mel Zelaya que abrió una coyuntura completamente nueva dejando colocado, en cierto modo, el problema del poder[4]. Porfirio “Pepe” Lobo –candidato presidencial del Partido Nacional [conservadores]– graficó bien el tipo de crisis que se está viviendo a estas horas en Honduras al señalar que “no sabe cuál es el presidente de Honduras”…

Es una definición que grafica muy bien la suerte de “vacío de poder” que pareció expresarse en algunos momentos; pero que, de ninguna manera significa un camino fácil hacia la caída de los fascistas. Porque no es un hecho menor que las FFAA sigan unificadas detrás de los golpistas, detentando el monopolio de la fuerza, y jugando ahora Micheletti, cada vez más abiertamente, la carta represiva[5].

Es que a las cosas hay que llamarlas por su nombre: por momentos da la impresión que en Honduras conviven, de alguna forma, cómo tres poderes: 1) el régimen de facto de Micheletti (que es el que tiene el poder real pero cero legitimidad); 2) Zelaya y su gabinete “paralelo” (que no tiene ningún poder digamos real, pero casi toda la legitimidad) y 3) en cierta manera, la resistencia misma, que tiene muchísima legitimidad, cierto poder de movilización, pero carece, hoy por hoy, de atributos de poder real.

Sin embargo, esta situación de “vacío de poder” no puede durar eternamente: de ahí que lo que se está viendo a estas horas es a los gorilas jugando, más y más, la carta represiva. Ahora, con el estado de sitio.

Marcha del 28 de septiembre en Tegucigalpa

En síntesis: lo que se está viviendo en Honduras es una crisis que ya desborda al régimen político y se está transformado en una crisis de soberanía estatal: una crisis de estado que coloca por delante escenarios revolucionarios o contrarrevolucionarios.

Cuando los fascistas quedan en minoría… y se hacen más peligrosos

Lo primero que hay que señalar tiene que ver con el contexto del arribo de Zelaya a Honduras. Para esto es clave comprender el significado de los festejos del día de la independencia el pasado 15 de septiembre. Es un hecho que –en aquellos festejos– a los golpistas se los vio en franca situación minoritaria:

“A 80 días de lucha desde el golpe se ha desarrollado una movilización jamás vista antes. La gente ha salido a la calle en todo el país, y en Tegucigalpa la participación ha sido impresionante, con mucha más gente que la del pasado 5 de julio. Calculamos varios centenares de miles de personas que coparon el Boulevard Morazán y el centro de la ciudad, hasta llegar al Parque Central, en una columna de varios kilómetros. Este pueblo ha despertado, y hoy más que nunca estamos seguros de que nadie va a poder detener el proceso que nos llevará a la Asamblea Constituyente. Este pueblo tiene fe que va a recuperar lo que le pertenece a través de una Constitución hecha para el pueblo y no para los ricos oligarcas del país”[6].

Esto no fue así al comienzo del proceso golpista. En oportunidad del golpe del 28 de junio, la primera reacción entre los sectores populares fue de “apatía”: parecía tratarse de algo que ocurría en las alturas de los “políticos”. Supuestamente, nada tenía que ver con las problemáticas cotidianas de los de abajo. Incluso, al comienzo, las “marchas blancas” de los golpistas causaron gran impacto. Podía parecer que los gorilas tenían el apoyo de la mayoría social del país.

Sin embargo, con el correr de las semanas, esto fue dando una verdadera vuelta de campana. Si por arriba se ha venido manteniendo –hasta ahora mismo– una férrea unidad (un dato no menor a estas horas de nueva vuelta de tuerca represiva), entre los sectores populares y las clases medias esa situación de “apatía” (o incluso de mayoría pro–golpe) se fue transformando en su contrario. Hoy está claro que los gorilas ejercen el poder en una condición minoritaria. Tan minoritaria que incluso el cerco mediático que caracterizó las primeras semanas del golpe, está cediendo: de ahí la necesidad de apelar al estrechamiento del torniquete represivo cómo carta salvadora.

Porque aquí hay, efectivamente, un problema gravísimo para los golpistas: se trata de una dictadura militar que convive con una rebelión popular que no ha hecho otra cosa que fortalecerse día a día[7]. Una dictadura militar que hasta ahora no ha logrado ser todo lo represiva que necesita ser. Y que, además, políticamente, está en minoría, amen de completamente aislada internacionalmente[8]. En esas circunstancias, es evidente que no puede tener mucho futuro, salvo que desate un verdadero baño de sangre…

La resistencia se transforma en un hecho de masas

“El elemento más representativo, dinámico y sorprendente en esta crisis ha sido el surgimiento de una oposición beligerante y plural al golpe de estado, aun bajo condiciones extremas de represión. Movilizaciones, tomas de carreteras, puentes, actos culturales y de solidaridad e incluso sacrificios trágicos han permitido, bajo diversas motivaciones y afiliaciones, que amplios sectores de la ciudadanía pasaran en muy poco tiempo de la humillación, ofensa e intimidación inicial que conlleva un golpe de esta magnitud, a una etapa de autoestima, beligerancia y organización para la resistencia”[9].

En los últimos meses en Honduras hay un hecho de extrema importancia: la manera en que se ha extendido –entre amplísimos sectores de masas– la resistencia al golpe de estado. Está claro que desde el mismísimo 28 de junio que el golpe viene siendo desafiado: no hay más que recordar las tempranas movilizaciones de masas del domingo 5 de julio en aeropuerto en Tegucigalpa. Sin embargo, también es verdad que en aquellos tempranos acontecimientos, los elementos de espontaneidad de masas eran todavía los dominantes; y que los golpistas parecían exhibir todavía un “alto poder de fuego” en materia de sectores sociales que los apoyaban.

Hoy día la situación está “basculando”: no sólo la resistencia antigolpista es de masas, sino que al frente de la misma está una organización de lucha llamada “Frente Nacional de Resistencia Popular” con pocos antecedentes en el ciclo de rebeliones populares latinoamericano de la última década. Se trata de un organismo de masas con elementos de frente único de organizaciones sindicales, populares, campesinas y políticas que es la que aglutina nacionalmente la resistencia. Una organización que si políticamente está, efectivamente, dirigida por una corriente política burguesa (el melismo[10]), sin embargo, en tanto que frente único de lucha, tiene fuertes rasgos de organización de masas: se trata en lo esencial de un frente único de organizaciones representativas de los explotados y oprimidos.

En este sentido, y en el contexto de las luchas agudizadas de los últimos días a propósito de la llegada de Zelaya, está la novedad (todavía embrionaria) de las tendencias a la resistencia y la organización en los barrios populares (aunque no todavía en los lugares de estudio y, menos que menos, de trabajo). Este elemento no es menor: es que en la experiencia histórica los organismos de lucha y poder que se han ido constituyendo al calor de los enfrentamientos, cuando estos son suficientemente profundos adquieren muchas veces una realidad “territorial”. Es decir: adquieren rasgos de cuestionamiento a las instituciones en los barrios, localidades y municipios que podrían estar prefigurando una instancia de poder nacional.

Cualquier observador atento de la realidad hondureña de las últimas semanas se habrá dado cuanta como “peligrosamente” la resistencia popular hondureña ha ido constituyendo instancias que podrían adquirir estos rasgos de organismos de poder. Esta es la novedad que está trayendo la lucha antigolpista y que de polarizarse aun más la crisis política y los enfrentamientos en el país “catracho” –por ejemplo por la vía del enfrentamiento al salto represivo que preparan los gorilas– para nada está descartado que pegue un salto en calidad.

Los estrechos márgenes de una improbable negociación

Desde la llegada de Zelaya a Honduras, la OEA, la ONU, Lula e Hillary Clinton han comenzado a moverse con una velocidad inusitada. ¿A qué se debe esto sí hasta ahora fueron todas “condenas” y “fintas” en las alturas? Es simple: la situación hondureña amenaza con desbordarse yendo incluso más allá del llamado “Acuerdo de San José”.

Los que ocurre es que la aguda crisis política está basculando entre tres escenarios posibles:

El escenario número uno es el que está intentando sostener el gobierno gorila: a sangre y fuego, vía la imposición de un casi permanente y asfixiante toque de queda transformando ya en estado de sitio por cuarenta y cinco días, seguir buscando la tabla de salvación legitimadora de las elecciones del 28 de noviembre: “Elvin Santos [candidato liberal anti–Zelaya] aseguró que el proceso electoral de noviembre es el mecanismos para salir de la crisis y mantener el respeto a la ley e institucionalidad de Honduras. ‘Es la última y única esperanza para salir de la crisis. Es una situación desesperante y ya nadie quiere vivir con este temor y este miedo’ señaló… Santos fue enfático y dijo que ‘vamos a defender con todo lo que este a nuestro alcance esas elecciones. Hay que devolverle la paz a Honduras y enfrentar con valentía la crisis”[11].

A no confundirse: este escenario es el que está todavía presente. Esta opción es la que está defendiendo Micheletti de la mano de las FFAA y con el cerrado apoyo de la flor y nata de la burguesía hondureña: mantenerse en el poder sosteniendo el calendario electoral hacia las elecciones del 29/11 y redoblando aun de manera más peligrosa el torniquete represivo.

Insistimos: Micheletti parece no estar solo en este escenario: cuenta con el beneplácito tanto de Porfirio Lobo Sosa (candidato presidencial del Partido Nacional que ya se había calzado la banda presidencial) como de Elvin Santos (candidato del Partido Liberal), amén de candidatos menores que no cuentan para nada.

Hay un segundo escenario: que se refloten los “Acuerdos de San José”. ¿Cuál es la dificultad hoy de estos acuerdos? La realidad de extrema polarización de los últimos días parece haber desbordado también este escenario. Si semanas atrás era más plausible entregar reivindicaciones hondamente sentidas como la Constituyente, ahora esta opción sería mucho más costosa para el prestigio de Zelaya; esto amén de que los fascistas no quieren transigir en nada sustancial.

En todo caso, en cualquiera de los escenarios señalados, existe una intensa contradicción: al haber ido las cosas tan lejos, los “actores” no pueden dejar de moverse dentro de márgenes muy estrechos.

Los golpistas ni siquiera están de acuerdo –lo siguen repitiendo de manera insistente– con la reivindicación de mínima de la contraparte: la restitución de Mel Zelaya. Incluso en las últimas horas han amenazado con hacer un operativo sobre la embajada del Brasil para detener a Zelaya…[12]

Menos que menos aceptarían una Constituyente, aun si esta fuera “pactada” como de alguna manera lo fue en Bolivia. Por el contrario, Micheletti y el régimen golpista no parecen dispuestos a otra cosa que a la legitimación de todo lo actuado vía las elecciones del 29 de noviembre.

Por su parte, Zelaya, no se puede conformar con nada menos que con su reinstalación. Este punto sigue siendo cómo la contradicción “antagónica” de la negociación. Esto, amén del problema de entregar la reivindicación de la Constituyente que es la más sentida entre las masas populares… Pero para reinstalar a Zelaya… el gorila Micheletti tendría que salir del poder. Además, casi inevitablemente, habría que postergar el calendario electoral, lo que abriría las compuertas a todo tipo de incertidumbres.

Lo que está en juego es la caída revolucionaria del régimen

Ése es el tercer escenario posible: la caída revolucionaria del régimen. Es que la crisis política sigue marcado por una contradicción “antagónica”: está en juego la continuidad del régimen gorila. Al mismo tiempo, Zelaya, amén de su reinstalación, necesitaría que el régimen tenga algunas reformas.

¿Cual es la razón para que el escenario de la negociación resulte tan complejo? Es muy simple: lo que está en juego es, ni más ni menos, que la eventualidad de la caída revolucionaria del régimen golpista.

Hay una situación crítica porque no se trata que los gorilas hayan puesto en pié sus propias instituciones. Simplemente, todas las instituciones del régimen anterior (una suerte de democracia “oligárquica” establecida en el año 1982), se transformaron en las bases fundamentales del régimen golpista: desde las iglesias Católica y Evangélica, pasando por las FFAA, todos los partidos patronales, el Congreso, el poder judicial, la mayoría de los medios de comunicación, hasta llegar al encargado nacional de los “derechos humanos”: todos están en el golpe. ¡Es este andamiaje de conjunto, que amenaza con venirse abajo, si no se lo rescata con un salto represivo (o una salida negociada)!

“El sistema político bipartidista manipulado desde los despachos empresariales, no admite fisuras por pequeñas que sean, en un estado de características corporativas, patrimonialistas, clientelares, centralizadas y autoritarias. En ese contexto, Zelaya es una figura clave en tanto encarna al presidente–víctima y lo seguirá siendo mientras la acción de los usurpadores persista; pero la tendencia es que las consecuencias de lo ocurrido superen o rebasen su protagonismo”[13].

Además, como ya hemos señalado, la circunstancia es que, enfremtando al golpe gorila, está emergiendo como otra “institucionalidad”: el movimiento popular de la resistencia que que está configurando la red de esa otra “institucionalidad” alternativa.

En puridad, todavía no llega a tal madurez el desarrollo organizativo y político de la resistencia. Pero el hecho mismo que por un lado esté el régimen golpista y todas sus instituciones y por el otro la resistencia, que incluye incluso medios de comunicación “propios” (atención, por entre medio, está el mismo Zelaya y su gabinete “paralelo”), está haciendo emerger la eventualidad de otro poder: el poder de las organizaciones de la resistencia popular.

En este escenario, una negociación no será nada sencilla. Una entregada muy escandalosa de parte de Mel de las reivindicaciones de la lucha amenazaría con abrirle un flanco izquierdo de enorme importancia. Flanco izquierdo que podría vertebrarse alrededor de la figura de Carlos H. Reyes (y, en ese contexto, del PST H, entre otras organizaciones, aun sea la acumulación de estas todavía extremadamente pequeña) a partir de su indeclinable retiro de la farsa electoral del 29 de noviembre.

¿Por qué no un gobierno provisorio del FNRP?

“Para ‘apoderarse’ de instituciones y bancos, ‘convocar a elecciones’, encomendar la ‘administración provisional de los asuntos’, ‘proclamar el derrocamiento de la monarquía’, para todo eso es absolutamente necesario formar y proclamar, primero, un gobierno revolucionario provisional que unifique y dirija hacia un mismo fin toda la actividad del pueblo revolucionario”[14].

Como venimos señalando entre medio de la crisis se ha ido abriendo paso la resistencia popular y las “instituciones” de la resistencia, las que, potencialmente, podrían “reemplazar” –en determinadas circunstancias– a las instituciones del podrido régimen gorila. Un hecho no menor ya señalado, es el hecho de que a estas horas el país tiene como “dos presidentes”… Esto podría abrir una brecha en el aparato del estado, conformándose eventualmente cómo dos entidades estatales (de mantenerse por mucho tiempo la actual situación).

Sin embargo, algo está claro desde el punto de vista de los socialistas revolucionarios: de lo que se trata, es de empujar en la perspectiva de que sea el Frente Nacional de Resistencia Popular el que provisoriamente asuma el poder para garantizar la realización de la que es, hoy por hoy, la principal bandera del movimiento de masas en Honduras: la Asamblea Nacional Constituyente Libre y Soberana.

La perspectiva anterior se concreta en una serie de tareas inmediatas. En primer lugar, barrer a los golpistas y su represivo estado de sitio, organizando la resistencia desde los barrios populares: se trata de poner en pie formas de autodefensa de masas, de coordinación de los barrios y localidades que ya están en manos de la resistencia, y de llevar esta orientación a los lugares de trabajo y estudio[15]. Esto, como manera de construir una verdadera huelga general por tiempo indeterminado hasta la caída de los gorilas, medida que ha estado ausente en la orientación del Frente por una serie de obvios problemas que vienen del carácter conciliador de la dirección melista.

La segunda tarea pasa por terminar de herir de muerte las fraudulentas elecciones que pretende llevar a cabo el régimen gorila. Estas elecciones están muertas y por esto misma razón en estos mismísimos momentos la candidatura independiente de Carlos H. Reyes está informando que ha resuelto, de manera irrevocable, retirarse de este proceso electoral fraudulento y llamar al rechazo activo a las falsas elecciones de los fascistas[16]. Esto al tiempo que se propone mantener la iniciativa de la “Candidatura Independiente” por la vía de la construcción de un Instrumento Político de los Trabajadores de la ciudad y el campo en torno a su figura.

En tercer lugar, está el empujar en el sentido de la convocatoria inmediata de una Asamblea Nacional Constituyente que no deje piedra sobre piedra de las instituciones golpistas y discuta una reorganización de arriba abajo del país en una clave que vaya más allá del capitalismo.

Pero todas estas tareas deben tener quien las garantice: como está dicho, eso pasa por ir en el sentido de la puesta en pie del gobierno provisional del Frente Nacional de Resistencia Popular.

Un ensayo general revolucionario

“A partir de la bancarrota del sistema capitalista hondureño, el golpe va dirigido contra el pueblo hondureño y en particular contra el movimiento popular organizado. Un movimiento popular que retoma el camino de mayo, es decir el de la huelga de 1954, avanzando en su independencia de clase después de décadas de sometimiento al orden burgués y en particular de seguidismo al Partido Liberal y sus caudillos”[17].

Honduras está viviendo el segundo ensayo revolucionario de su historia contemporánea, ensayo que no excluye también la eventualidad de un duro salto represivo. El primero fue la heroica huelga general de los obreros del banano de la Tela Railroad Company (nombre de la United Fruit Company en Honduras) en 1954. Esa lucha del enorme proletariado rural del país de aquella época, hizo historia y dejó jalones que hoy, la lucha antigolpista está de alguna manera volviendo a retomar.

Al mismo tiempo, la lucha antigolpista de hoy, por las dimensiones y radicalidad que está adquiriendo, está tomando la forma de un verdadero ensayo general revolucionario. Decimos esto sin pretender hacer “doctrinarismos” ni exagerar las cosas. Entre otras carencias respecto de las experiencias “clásicas”, está el hecho que las organizaciones socialistas revolucionarias son extremadamente pequeñas en Honduras. Al mismo tiempo, los rasgos generales de la lucha hondureña no han escapado de los límites del conjunto del ciclo latinoamericano marcado por rasgos de rebelión popular pero no de revolución social.

Sin embargo, la rebelión popular ha venido acumulando elementos que están yendo bastante más lejos que las experiencias latinoamericanas recientes: la formación de la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular devenida en Frente Nacional de Resistencia y que podría acumular elementos en el sentido de constituirse en una suerte de poder alternativo en caso de profundizarse la crisis, y la puesta en pié de una referencia política general de independencia de clase alrededor de Carlos H. Reyes, son elementos que podrían ir para el lado de un desbordamiento de los límites no sólo del régimen político sino del sistema mismo.

La política de los socialistas revolucionarios pasa entonces por empujar para el lado de la caída revolucionaria del régimen gorila y su actual giro represivo, por derrotar en las calles y con los métodos de la huelga general por tiempo indeterminado a los gorilas repudiando toda eventual salida negociada, llamando al rechazo activo a las elecciones del 29 de noviembre e impulsando una Asamblea Constituyente que liquide todas las instituciones golpistas. Todo esto garantizado por el Frente Nacional de Resistencia como eventual institución alternativa de poder.


[1] Opinión Necia, 15/09/09.

[2] Hubo algunos pequeños grupos –por ejemplo, en Costa Rica– que se “rieron” de esta definición…

[3] Más allá de todas las especulaciones que se han tejido en estos días, da toda la impresión que Zelaya volvió en gran medida por las “suyas”, alertado de la condición minoritaria en que habían quedado los golpistas y cansado de esperar que la “comunidad internacional” lo restituyera en su cargo.

[4] Distorsionado, porque las FFAA siguen ahí, por ahora unidas y gozando del monopolio absoluto de la fuerza.

[5] En una reciente cadena nacional de los golpistas, se emplazó al gobierno del Brasil a que en un plazo de 10 días retire a Zelaya de su embajada so pena de invadirla… Además se le declaró la “guerra” a todos los países que o rompieron relaciones con Honduras o retiraron su embajador…

[6] Giorgio Trucchi, Rel–UITA.

[7] En los medios se puede observar en estos días más y más sectores que se pronuncian por una posición “independiente” tanto de Zelaya como de Micheletti… ¡cuando las ratas comienzan a abandonar el barco es señal inequívoca de peligro de hundimiento!

[8] La incapacidad de ver matices a la hora de la ubicación del imperialismo fue un ángulo de polémica entre las corrientes de izquierda que pretendieron pontificar sobre los acontecimientos hondureños desde miles de kilómetros de distancia…

[9] Revista Envió, ídem.

[10] Esta corriente combina elementos provenientes del Partido Liberal (como el mismo Mel) con dirigentes provenientes del movimiento popular hondureño.

[11] El Heraldo, 03/09/09. Se trata de uno de los principales diarios golpistas de Honduras.

[12] En una cadena nacional le han dado al gobierno de Brasil diez días para normalizar la situación respecto de la permanencia de Zelaya en la embajada, al tiempo que le han declarado la “guerra” a los países que han roto relaciones con el gobierno hondureño. En el fondo, lo que están haciendo, es tratando de mantener su soberanía dentro del país, la que está siendo cuestionada indiscutiblemente por la permanencia de Zelaya en el territorio del país.

[13] Revista Envió, Nº 22, Agosto 2009.

[14] V.I.Lenin, Obras Completas, Tomo IX, Cartago, Buenos Aires 1971, pp. 148.

[15] De manera incipiente están comenzando en El Progreso la revolucionaria experiencia de llevar la agitación de la resistencia a las puertas de las maquilas: esa podría ser la vía para construir una verdadera huelga general.

[16] Ver a este respecto el Comunicado n° 2 de la candidatura independiente.

[17] Carlos Amaya, El Trabajador, N°73. Se trata del periódico de nuestros compañeros del PST H. En el mismo sentido: “Nunca en la historia moderna del país los sectores progresistas y de izquierda habían logrado construir tan amplia alianza y mantenerse movilizados en las calles por tanto tiempo a pesar de la represión y las condiciones políticas adversas. Las propuestas de izquierda podrían nutrirse para ampliar su base social y tratar de convertirse en una fuerza política influyente por primera vez en la historia hondureña”. Reportaje al analista político Gustavo Irías, El Heraldo, 1° de septiembre del 2009.