Costa Rica

Un debate político con el Frente Amplio

La izquierda ante las elecciones del 2014:

¿Anti-neoliberales o socialistas?

Por Víctor Artavia
Prensa Socialista Nº 122, mayo 2012

Dentro de dos años se realizarán nuevamente las elecciones nacionales, lo que pone sobre la mesa una discusión relevante para el conjunto de las organizaciones de izquierda, a saber, ¿cuál es su política para enfrentar un nuevo proceso democrático-burgués desde un ángulo socialista y revolucionario?

Desde el Partido Socialista de las y los Trabajadores (PST) estamos impulsando la inscripción del “Nuevo Partido Socialista” (NPS) a nivel de la provincia de Heredia, para lo cual nos resta por realizar siete asambleas cantonales y la provincial, proceso que esperamos finalizar en los meses venideros. Así las cosas, para el 2014 todo indica que nuestro partido contará con una inscripción electoral, lo que representa un gran reto para nuestra joven organización al sentar “bandera” en la forma que, las organizaciones que reivindican la izquierda trotskista, asumimos la participación en las instancias electorales.

Junto con esto, el proceso de inscripción electoral del NPS nos coloca en una discusión directa con el Frente Amplio (FA), partido de izquierda que ya cuenta con inscripción nacional y ha elegido un diputado por San José en las dos últimas elecciones. Por este motivo, desde el PST queremos abrir un debate fraterno y constructivo con el FA sobre sus perspectivas político-electorales, principalmente, de cara a los activistas de izquierda con quienes compartimos espacios en los diferentes sectores donde tenemos presencia, desde el movimiento estudiantil hasta sindicatos.

En el PST, y en la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, somos categóricos en defender uno de los elementos más importantes en la tradición del socialismo revolucionario: el debate entre las diferentes perspectivas estratégicas y tácticas que sostienen las corrientes de izquierda. Contrario a la visión de izquierda “descremada” que sostienen muchos sectores reformistas y posmodernos, donde el debate político y la lucha de tendencias entre la izquierda es estigmatizado como “divisionista”. Desde nuestra perspectiva esto hace parte de la construcción y politización de la izquierda revolucionaria, donde la pluralidad de criterios y enfoques debe traducirse en discusiones honestas y clarificadoras para el conjunto de la vanguardia; donde la unidad se construye sobre la base de acuerdos concretos y no con la diplomacia burguesa “políticamente correcta” (1).

¿Para qué participar en elecciones burguesas?

Desde la óptica de quienes militamos en el PST, la participación en procesos electorales es un problema estrictamente táctico, supeditado a un análisis político que justifique la validez de utilizar este espacio para hacer política revolucionaria: la participación electoral no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir y proyectar un partido revolucionario cuyo centro de actividades sea la intervención directa en los procesos de lucha de clases. Por esto no intervenimos en las elecciones en función exclusiva de cuántos votos y puestos obtener -criterio que aplicado de forma unilateral somete a la izquierda a presiones electoralistas-, sino a partir de qué tanto nos aleja o acerca a la construcción de ese tipo de partido revolucionario.

Salvo coyunturas muy particulares, es totalmente legítimo y necesario para no marginarse de los procesos políticos, utilizar la tribuna electoral para propagandizar una alternativa socialista y clasista ante amplios sectores de la población (2), sobretodo porque es durante las elecciones cuando la gran mayoría de la clase trabajadora y los sectores populares se plantean cuestionamientos de orden político sobre su realidad cotidiana.

Lo anterior es uno de los rasgos más contradictorios de la democracia burguesa, pues genera la percepción de que pensar y hacer política es algo estrictamente reducido al plano electoral, cuando en realidad la política impregna todos los ámbitos de la cotidianeidad social. Esto plantea un reto complejo, para las corrientes de izquierda, que consiste en abordar de manera correcta la dialéctica subyacente, en participar en un proceso que persigue legitimar el régimen democrático-burgués, pero sin convertirse en un punto de apoyo para esta mecánica política alienante.

Esta disyuntiva el anarquismo la resolvió de manera formal y equivocada, planteando un abstencionismo electoral permanente, lo que equivale a renunciar a presentarse como una opción política de poder anti-capitalista y socialista; justamente en el proceso en el que, dentro de la sociedad capitalista, amplios sectores de las masas trabajadoras y populares se muestran más dispuestos a escuchar a los partidos políticos. Un caso diferente es el del reformismo de izquierda que, haciendo gala de una adaptación oportunista a la democracia burguesa, convirtió las elecciones en su centro primordial de actividades y renuncia a presentarse como una opción cuya perspectiva es el poder de la clase trabajadora.

El marxismo revolucionario formuló otra respuesta: emplear las elecciones como un “vehículo” o tribuna política para cuestionar a TODA la sociedad capitalista, incluyendo a la democracia burguesa misma. Esto significa que los partidos revolucionarios entramos en las elecciones para discutir con miles de trabajadores y trabajadoras, con el objetivo político que dejen de asumirse como “electores y electoras” y comiencen a pensarse como parte de la clase obrera, ya que, solamente, con su organización, independiente de la burguesía, podrán hacerle frente a la explotación a la que son sometidos por los capitalistas. Junto a esto, cuestionamos el conjunto de problemáticas sociales desde un ángulo clasista y socialista, ya sea el caso de la destrucción del medio ambiente por el capital nacional y transnacional, hasta la opresión de género y discriminación por preferencia sexual que realiza el patriarcado en alianza con el capital, entre otros temas.

Por todo lo anterior, a pesar de su dimensión táctica, los posicionamientos electorales de las organizaciones socialistas revolucionarias son muy reveladores sobre su praxis política cotidiana, dado que trasladan al plano programático –incluso sintetizado en algunas consignas- sus perspectivas políticas y estratégicas como corrientes de izquierda.

Esto nos lleva a nuestra primera diferenciación con la política electoral del FA que, grosso modo, consiste en convertir a su partido en una maquinaria recolectora de votos para obtener más diputados. Esto es fácilmente comprobable al analizar la pasada campaña electoral del FA, donde levantó una serie de consignas fragmentarias y ridículamente “apolíticas”, que apostaban a quebrar el voto de sectores del PAC.

La más utilizada fue La verdadera oposición que, como claramente indica, presenta al Frente Amplio como un partido que hace oposición consecuente. Por supuesto que, cuando la izquierda obtiene un puesto de representación popular, está en la obligación de utilizar esta tribuna para oponerse a los proyectos de la burguesía, pero esto no implica que vaya a las elecciones a dialogar con miles de trabajadores y trabajadoras, diciéndoles que voten por la izquierda porque es buena oponiéndose a la derecha. Esta formulación programática conlleva, implícitamente, una renuncia a presentarse como una opción de poder y cuestionar la continuidad de la burguesía en el poder.

Otra consigna empleada por el FA fue Más diputados como Merino. Además del claro sesgo caudillista que evidencia (3), esta frase no tiene ningún contenido político –al menos socialista-, ni remite a un cuestionamiento político de la realidad social del país.

¿Por una izquierda anti-neoliberal o socialista?

La ubicación de la izquierda para las próximas elecciones tiene una estrecha relación con el contexto político dentro del cual se va a desarrollar. En términos generales, la pregunta que está sobre la mesa es ¿quién paga la crisis capitalista en Costa Rica? El gobierno y los diferentes partidos de los empresarios tienen un acuerdo generalizado en que sea la clase trabajadora, los sectores populares y el pequeño campesinado. Esto no excluye que existan diferencias de matices entre los partidos patronales, incluso hasta para obstaculizar el Plan Fiscal, pero lo cierto del caso es que ninguno cuestiona el ordenamiento capitalista como tal.

En este sentido, cualquier intervención electoral de la izquierda debe partir de brindar una respuesta anti-capitalista y socialista a las repercusiones de la crisis capitalista internacional en Costa Rica. No se trata solamente de ubicarse en la trinchera del “NO” (al plan fiscal, los recortes presupuestarios…) o a la izquierda del PAC: el objetivo es instalar en la conciencia de miles de trabajadores y trabajadoras cuestionamientos sobre el capitalismo costarricense –y general-, sus partidos patronales -PLN, ML, PAC, PUSC, etc.- y la necesidad de construir una sociedad sin opresión y explotación.

Esto requiere formular consignas que abran “ventanas” a cuestionamientos más generales. En la tradición del trotskismo, esto lo denominamos un programa de transición: “…cada tarea, por mínima que sea, está siempre ligada a otra superior y al desarrollo de la organización independiente de los trabajadores. Cada tarea o consigna no la afrontamos en sí misma, sino en la perspectiva y como parte de una lucha de conjunto, única lucha que puede garantizar, conquistar y sostener lo mínimo. Y esa lucha de conjunto es la del poder de los trabajadores(4).

Desde el PST, apostamos a realizar una intervención electoral bajo estos términos, más allá de si eso se materializa en más o menos votos. A diferencia de la anterior campaña electoral del FA, desde nuestro partido aspiramos intervenir en las elecciones para discutir política revolucionaria, teniendo como eje la consigna “Que la crisis la paguen los capitalistas, no la clase trabajadora”. Queremos que nuestros candidatos y candidatas a diputados, así como el conjunto de nuestra militancia, sean reconocidos porque durante la campaña electoral fueron a las fábricas, barrios y universidades, a plantear que nuestro partido si tiene un plan frente a la crisis capitalista: ¡que paguen los banqueros y el gran capital! Y aunque atente contra toda lógica electoral, vamos a plantear abierta y directamente que para materializar eso no va ser posible, solamente, votando por nosotros -pues eso sería una mentira oportunista-, sino que lo que se requiere es organizarse y luchar en las calles contra el ajuste fiscal de la burguesía.

¿Qué plantea el Frente Amplio? En contraposición a nuestra perspectiva electoral, el FA levanta una política de abierta conciliación de clases, promoviendo la conformación de una coalición progresista y anti-neoliberal. En la edición de marzo del periódico Pueblo –publicación oficial del FA-, José Merino esbozó esta orientación de la siguiente forma: “…la coalición necesaria para tratar de sacar a los neoliberales del gobierno, tiene que apoyarse en un programa que garantice que el nuevo gobierno no será más de lo mismo, un cambio de personas para que nada cambie en el fondo. No se trata de sacar al PLN del gobierno solamente, sino de comprometer ante el país con nuevas políticas económicas, sociales, ambientales, culturales, que rompan con esa nefasta herencia neoliberal de pobreza, desigualdad, corrupción, violencia y venta de la soberanía nacional” (5).

Este planteamiento del FA tiene su origen en la política de los “Frentes Populares”, que desde la década de los años treinta del siglo XX el estalinismo soviético elevó a rango de “estrategia” política para todos sus partidos satélites. La premisa para aliarse con sectores de la burguesía caracterizados como “progresistas” –o “anti-neoliberales” en la actualidad-, radica en un análisis populista de la realidad política, donde la contradicción entre las clases sociales pasa a un segundo plano y la centralidad del análisis se coloca en las disputas entre bloques o campos políticos (6).

Para ilustrar lo anterior, remitimos al editorial de abril del periódico Pueblo, donde se analiza la situación política del país en esos términos: “Dos proyectos de país están enfrentados. No se trata solo ni principalmente de partidos políticos, se trata de dos bloques políticos, sociales y económicos con intereses radicalmente diferentes. Tenemos el bloque que está en el poder que quiere seguir defendiendo y profundizando el proyecto de capitalismo neoliberal, despiadado, salvaje, insolidario (…) Y del otro lado hay una mayoría social de habitantes del país, víctima de ese proyecto neoliberal, pero que tiene dificultades para verse como un bloque de intereses comunes para desplazar a los neoliberales del gobierno y del poder” (7).

Como se desprende de esta cita, para el FA la principal contradicción política sobre la cual operar es la existente entre los sectores neoliberales y los anti-neoliberales. Bajo este esquema se pierde la “brújula de clase”, pues no existen explotadores y explotados, opresores y oprimidos, solamente hay quienes están a favor del libre comercio neoliberal y quienes lo adversan por los motivos que sean.

Utilizando estos argumentos, el FA justifica su incorporación a la “Alianza por Costa Rica”, compuesta, mayoritariamente, por partidos representantes de los capitalistas (PAC, ML, PUSC). Además, defiende que dicho bloque parlamentario avance hacia un proyecto electoral, en tanto se articule con un programa amplio y representativo de todos los sectores. De acuerdo a José Merino, esto se concretaría así: “No sería el programa del Frente Amplio, tampoco el del PAC o el de otro partido, se trataría de una propuesta al país compartida por todas las fuerzas coaligadas, en cuya elaboración y discusión puedan y deban participar las más diversas fuerzas políticas…Todas y todos tendrían que ceder algo, lógicamente sin que nadie se vea obligado a entregar o a esconder sus principios” (8)

Visto así, resulta claro que el FA está dispuesto a conformar una coalición electoral con partidos de los capitalistas que se posicionan como “anti-neoliberales”, principalmente con el PAC, que con su votación a favor del Plan Fiscal dejó en claro que su “progresismo” y “anti-neoliberalismo” no llega al tema fiscal. No se pueden sostener los principios socialistas y revolucionarios por un lado, mientras por el otro se participa en una coalición electoral con partidos burgueses que son garantes de la sostenibilidad del sistema capitalista.

¡Vamos por un Nuevo Partido Socialista!

Como indicamos al inicio de este articulo, desde el PST estamos impulsando la inscripción del Nuevo Partido Socialista para las elecciones del 2014. Nuestro objetivo principal es levantar una tribuna socialista y clasista durante el proceso electoral, que visualice ante miles de trabajadores y trabajadoras, activistas estudiantiles, feministas, ambientalistas y por la diversidad sexual, una propuesta política y partidaria de izquierda, socialista y revolucionaria para enfrentar la crisis capitalista.

En el texto anterior, tratamos de sintetizar algunas de nuestras diferencias principales con el Frente Amplio. Aunque reconocemos que muchas compañeras y compañeros de este partido son militantes de izquierda honestos, no por esto podemos obviar el necesario debate con las orientaciones estratégicas y políticas que sostiene ese partido.

Por supuesto, no cerramos las puertas para la constitución de eventuales acuerdos con el FA u otras agrupaciones de izquierda de cara a las elecciones del 2014, pero ello depende de una serie de criterios políticos como la independencia de clase ante partidos burgueses y un acuerdo programático sólido para enfrentar la crisis capitalista en Costa Rica. De momento, el FA prioriza una alianza con el PAC –lo que indudablemente le va representar un desgaste político desde la izquierda- y no apuesta por convertirse en un partido que, desde su actual proyección nacional, sirva como referente para constituir un frente electoral de izquierda de cara a las elecciones nacionales.


Notas:

1. Un caso elocuente de diplomacia “políticamente correcta” la brindó el PASE recientemente, al realizar una negociación secreta y palaciega con el PLN para controlar el directorio legislativo.

2. Un caso contrario es la posición asumida por nuestras compañeras y compañeros de Socialismo o Barbarie en Honduras para las elecciones de noviembre de 2009, donde desistimos de participar –en el marco de las Candidaturas Independientes-, pues esas elecciones eran parte del dispositivo de los golpistas encabezados por Micheletti, para “limpiar” en las urnas el golpe de estado y legitimar su régimen.

3. Esto es muy característico de partidos electoralistas, los cuales se articulan, centralmente, a partir de figuras electorales y no de política para intervenir en la lucha de clases.

4. Sáez, Roberto y Cruz Bernal, Isidoro. (2005) “Reforma, revolución y socialismo a inicios del siglo XXI”. En “Rebeliones en América Latina”, editorial Antídoto. Buenos Aires, 280-281.

5. Merino del Río, José. (2012) “Coalición para otra política, otro gobierno”. En periódico Pueblo, marzo, pág. 16.

6. Esta concepción tuvo su primera aplicación con los mencheviques durante la primera fase de la revolución rusa, la cual fue disputada frontalmente por Lenin en las “Tesis de Abril”. Luego desde la III Internacional el estalinismo la convirtió en estrategia generalizada para todo el mundo, con desastrosos resultados –como en la guerra civil española-. Posteriormente, Mao le dio contenido filosófico con su teoría de las contradicciones. Esto lo aborda con mucha claridad un libro de Nahuel Moreno, “La traición de la OCI”.

7. “Del dolor y la ira brotará la esperanza”. Editorial del periódico Pueblo, abril del 2012, pág. 18.

8. Merino del Río, José. (2012) “Coalición para otra política, otro gobierno”.En periódico Pueblo, marzo, pág. 16.