Colombia

El líder cubano aclara que no sugiere a las FARC deponer las armas (como hizo Chávez), pero sí que entreguen los retenidos a la Cruz Roja

“La paz romana”

Por Fidel Castro
Cubadebate, 06/07/08

Los datos que utilizo fueron tomados fundamentalmente de las declaraciones del embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, la prensa y la televisión de ese país, la prensa internacional y otras fuentes. Impresiona el derroche de tecnología y recursos económicos utilizados.

Mientras los altos jefes militares de Colombia se esmeraban en señalar que la operación de rescate de Ingrid Betancourt fue enteramente colombiana, las autoridades de Estados Unidos declaran que “fue el resultado de años de intensa cooperación militar entre los ejércitos de Colombia y Estados Unidos.”

“«La verdad es que hemos logrado compaginarnos de una manera que pocas veces hemos logrado en Estados Unidos, excepto con nuestros viejos aliados, principalmente de la OTAN» , señaló Brownfield, refiriéndose a las relaciones con las fuerzas de seguridad colombianas, que han recibido más de 4 000 millones de dólares en asistencia militar desde el 2000. [...] en varias ocasiones el gobierno de Estados Unidos tuvo que tomar decisiones en sus más altos niveles para la operación.

“Los satélites espías estadounidenses ayudaron a ubicar a los rehenes durante un período de un mes que comenzó el 31 de mayo y concluyó con el rescate del miércoles.”

“Los colombianos instalaron equipos de vigilancia de video, proporcionados por Estados Unidos, que pueden hacer acercamientos y tomas panorámicas operadas a control remoto a lo largo de ríos que son la única ruta de transporte a través de densas zonas selváticas, indicaron autoridades colombianas y estadounidenses.

“Aviones norteamericanos de reconocimiento interceptaron conversaciones por radio y teléfono satelital de los rebeldes y emplearon imágenes que pueden penetrar el follaje de la selva.

“«El desertor recibirá una suma considerable de los cerca de cien millones de dólares que el gobierno había ofrecido como recompensa ’, declaró el Comandante General del ejército colombiano.»”

El miércoles 1º de julio, la BBC de Londres publicó que César Mauricio Velásquez, secretario de prensa de la Casa de Nariño informó que delegados de Francia y Suiza se habían reunido con Alfonso Cano, jefe de las FARC.

Según la BBC, este sería el primer contacto que el nuevo jefe aceptaba con delegados internacionales después de la muerte de Manuel Marulanda. La falsa información sobre la reunión de dos emisarios europeos con Cano había sido transmitida desde Bogotá.

El fallecido líder de las FARC nació el 12 de mayo de 1932, según el testimonio de su padre. Campesino liberal de origen pobre, partidario de Gaitán, inició su resistencia armada hace 60 años. Fue guerrillero antes que nosotros, como reacción ante las matanzas de campesinos perpetradas por la oligarquía.

El Partido Comunista –donde ingresó más tarde–, como todos los de América Latina, estaba bajo la influencia del Partido Comunista de la URSS y no del de Cuba. Eran solidarios con nuestra Revolución pero no subordinados.

Fueron los narcotraficantes y no las FARC quienes desataron el terror en ese hermano país en sus pugnas por el mercado de Estados Unidos haciendo estallar no sólo potentes bombas, sino incluso camiones cargados de explosivos plásticos que destruyeron instalaciones, hirieron o mataron a incontables personas.

Nunca el Partido Comunista de Colombia se propuso conquistar el poder con las armas. La guerrilla era un frente de resistencia, no el instrumento fundamental de la conquista del poder revolucionario, como ocurrió en Cuba. En el año 1993, en la octava conferencia de las FARC, se decide romper con el Partido Comunista. Su jefe, Manuel Marulanda, asumió la dirección de las guerrillas de ese Partido, que siempre se distinguieron por un hermético sectarismo en la admisión de combatientes y los métodos férreos y compartimentados de mando.

Marulanda, de notable inteligencia natural y dotes de dirigente, no tuvo en cambio oportunidades de estudio cuando era adolescente. Se dice que pudo cursar sólo hasta el 5to grado. Concebía una larga y prolongada lucha, un punto de vista que yo no compartía. Nunca tuve posibilidad de intercambiar con él.

Las FARC alcanzaron considerable fuerza y llegaron a sobrepasar los 10 mil combatientes. Muchos nacieron durante la propia guerra y no conocían otra cosa. Otras organizaciones de izquierda rivalizaron con las FARC en la lucha. Ya entonces el territorio colombiano se había convertido en la más grande fuente de producción de cocaína del mundo. La violencia extrema, los secuestros, los impuestos y exigencias a los productores de drogas se generalizaron.

Las fuerzas paramilitares, armadas por la oligarquía, cuyos efectivos se nutrían del enorme caudal de hombres que prestaban servicios en las fuerzas armadas del país y eran desmovilizados cada año sin empleo asegurado, crearon en Colombia una situación tan compleja que sólo había una salida: la verdadera paz, aunque lejana y difícil como otras muchas metas de la humanidad. La opción que durante tres décadas Cuba ha defendido en esa nación.

Mientras los periodistas cubanos discuten en su VIII Congreso las nuevas tecnologías de la información, los principios y la ética de los comunicadores sociales, yo meditaba sobre los acontecimientos señalados.

Expresé con claridad nuestra posición en favor de la paz en Colombia, pero no estamos a favor de la intervención militar extranjera ni con la política de fuerza que Estados Unidos pretende imponer a toda costa y a cualquier precio a ese sufrido y laborioso pueblo.

Critiqué con energía y franqueza los métodos objetivamente crueles del secuestro y la retención de prisioneros en las condiciones de la selva. Pero no estoy sugiriendo a nadie que deponga las armas, si en los últimos 50 años los que lo hicieron no sobrevivieron a la paz. Si algo me atrevo a sugerir a los guerrilleros de las FARC es simplemente que declaren por cualquier vía a la Cruz Roja Internacional la disposición de poner en libertad a los secuestrados y prisioneros que aún estén en su poder, sin condición alguna. No pretendo que se me escuche; cumplo el deber de expresar lo que pienso. Cualquier otra conducta serviría sólo para premiar la deslealtad y la traición.

Nunca apoyaré la paz romana que el imperio pretende imponer en América Latina.


Castro critica los secuestros de las FARC, pero
no les pide deponer las armas

Por Gerardo Arreola
Corresponsal en La Habana
La Jornada, 07/07/08

La Habana.– En dos artículos difundidos el fin de semana Fidel Castro condenó explícitamente los secuestros ejecutados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pidió a ese grupo que libere sin condiciones a sus rehenes, pero advirtió que no le está sugiriendo deponer las armas ni está de acuerdo con la “política de fuerza que Estados Unidos pretende imponer” en el país sudamericano.

Esta es quizá la primera ocasión en la que Castro evalúa públicamente el desempeño de las FARC, con juicios que muestran una distancia crítica, que sin embargo ya era tácitamente un ingrediente conocido en la visión cubana hacia Colombia.

Castro dijo que “por elemental sentimiento de humanidad nos alegró” la liberación de Ingrid Betancourt y los otros 14 rehenes. “Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar. En su momento, será necesario analizar con profundidad los factores subjetivos”.

El mismo Castro recuerda a menudo, como lo repitió esta vez, que en la guerrilla que encabezó hace medio siglo los prisioneros eran rápidamente liberados sin condiciones.

“Pero no estoy sugiriendo a nadie que deponga las armas, si en los últimos cincuenta años los que lo hicieron no sobrevivieron a la paz”, agregó el líder cubano. Se refirió así a desmovilizaciones de las FARC y otros grupos guerrilleros en los años 80, que desembocaron en el asesinato de decenas de sus dirigentes y activistas mientras actuaban desarmados en la vida civil.

Castro dijo que sugiere a las FARC que avisen a la Cruz Roja Internacional su disposición a liberar sin condiciones a todos los secuestrados; agregó que prefiere expresar su opinión, pues “cualquier otra conducta serviría sólo para premiar la deslealtad y la traición”. Esta última idea se quedó así de escueta, pero parece apuntar a decisivos casos de cambio de bando en el grupo guerrillero.

Sobre la trayectoria de las FARC, Castro expuso que surgieron del Partido Comunista de Colombia (PCC) como “frente de resistencia, no el instrumento fundamental de la conquista del poder revolucionario”; ambas agrupaciones rompieron en 1993; el PCC “estaba bajo la influencia” soviética, no cubana; “eran solidarios con nuestra revolución, pero no subordinados”; la guerrilla se distinguió “por un hermético sectarismo en la admisión de combatientes y los métodos férreos y compartimentados de mando”; su líder, Manuel Marulanda, “de notable inteligencia natural y dotes de dirigente”, concebía una “larga y prolongada lucha, un punto de vista que yo no compartía”.

El líder cubano se abstuvo de manifestarse directamente sobre el tema de si las FARC se hundieron en el narcotráfico, pero dijo que con el tiempo “el territorio colombiano se había convertido en la más grande fuente de producción de cocaína del mundo. La violencia extrema, los secuestros, los impuestos y exigencias a los productores de drogas se generalizaron”.

En un plano más panorámico Castro puntualizó los obstáculos actuales a la opción de la vía armada. Al citar el respaldo de La Habana al proceso de paz en Colombia, señaló que esa línea es “lo más conveniente para la unidad y liberación de los pueblos de nuestra América, utilizando nuevas vías en las complejas y especiales circunstancias actuales, después del hundimiento de la URSS a principios de los 90 (…), muy diferentes a las de Cuba, Nicaragua y otros países en las décadas del 50, 60 y 70 del siglo XX”.

Fue justamente el momento posterior al derrumbe soviético cuando Castro habló por primera vez en público de rectificar la vía armada, después de décadas de apoyo a las guerrillas en América Latina y Africa. El 24 de julio de 1993, ante el Foro de Sao Paulo (frente de partidos latinoamericanos de izquierda) en La Habana, el ex mandatario apuntó una opinión que ha repetido desde entonces: “En este momento, en estas circunstancias, no es el camino más prometedor”.

Cuando Castro dijo esas palabras ya se habían firmado los acuerdos de paz en El Salvador, se abrían negociaciones en Guatemala y hacía una década se había iniciado la primera de varias rondas de encuentros entre las FARC, otros grupos guerrilleros y los sucesivos gobiernos colombianos.

Paralelamente, desde que reanudó relaciones diplomáticas con Colombia en 1991, Cuba ha mantenido un fluido diálogo político con los gobiernos de César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, una de cuyas piezas fundamentales es el respaldo a los distintos intentos de negociaciones de paz.

En esos procesos, Cuba ha sido claramente reconocida como un interlocutor válido y confiable, tanto por las autoridades colombianas como por las guerrillas.

El cuidado de la relación con el gobierno de Colombia ha sido tan acentuado, que Castro ha culpado a Estados Unidos del ataque a Ecuador el pasado marzo, sin mencionar aún a Uribe.

Al respaldar la paz en Colombia, dijo esta vez, “no estamos a favor de la intervención militar extranjera ni con la política de fuerza que Estados Unidos pretende imponer a toda costa” en aquel país. “Nunca apoyaré la paz romana que el imperio pretende imponer en América Latina”.