Colombia

Unos 10.000 hombres armados aterrorizan con total impunidad

Uribe tolera el nuevo auge de los paramilitares

Por Antonio Albiñana
Público.es, 22/08/09

Bogotá.– Con diferentes denominaciones –la genérica es "bandas emergentes"– se asiste en la mayor parte del territorio colombiano a una recomposición del fenómeno paramilitar con los mismos elementos presentes desde comienzos de los noventa: narcotráfico, extorsión, toma de tierras con desplazamiento forzado e intervención en la política. La inseguridad y el crimen se extienden en Colombia como evidente fracaso de la bandera con la que el presidente Álvaro Uribe trata de ser reelegido: la "seguridad democrática".

Para la politóloga Claudia López, que levantó el escándalo de la parapolítica, "los hechos demuestran que si las FARC desaparecieran hoy, las cifras de violencia, excepto los muertos por atentado y minas, permanecerían prácticamente iguales". El Gobierno de Uribe ha centrado su política de seguridad en la derrota de la guerrilla, mientras el fenómeno más extendido por todo el país es el resurgimiento del paramilitarismo. Según la Policía Nacional, el problema incluye a ocho bandas con 4.500 integrantes. Pero diversas ONG y la propia Defensoría del Pueblo tienen registradas más de 82 bandas que operan en 273 municipios, con no menos de 10.000 hombres bien armados, la mitad de ellos procedentes del viejo paramilitarismo, supuestamente desmovilizado.

El presidente se centra en vencer a la guerrilla y hace la vista gorda con miles de asesinatos

Desde el inicio de su segundo mandato en 2006, Uribe emprendió un proceso de desmovilización pactada con los paramilitares, agrupados en su mayor parte en las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Se produjeron entregas públicas de armas, participación de organismos internacionales y hasta la intervención de sus máximos dirigentes como Salvatore Mancuso en la tribuna del Parlamento para explicar los "servicios" rendidos a Colombia en su lucha contra la guerrilla. En realidad, como denunció pronto la misión de seguimiento de la Organización de Estados Americanos, no se entregaba la totalidad de armas, ni las más modernas, y el paramilitarismo se ibareorganizando en zonas como Nariño, Córdoba, La Guajira o Bolívar. En el norte de Santander, el propio Mancuso reconstruyó a través de sus mandos medios el temible Bloque Catatumbo, responsable de unos 2.000 asesinatos.

En Sucre, los hombres de Jorge 40, extraditado actualmente como Mancuso en EEUU por narcotráfico (no por los crímenes del paramilitarismo) reconocieron al menos 1.500 muertes, que no han recibido ningún castigo, y siguen operando, combinando el desplazamiento forzado de campesinos con la actividad legal a través de políticos, empresarios y funcionarios. En realidad, el paramilitarismo nunca ha sido castigado realmente por sus masacres y negocios ilícitos.

Las bandas emergentes más importantes que se extienden por el país son: las Águilas Negras, que actúan ya en Córdoba, Santander, Magdalena Medio, Antioquia e incluso en barrios populares de Bogotá, como San Cristóbal; Los Rastrojos, herederos del cártel del norte del Valle del Cauca y extendidos ya por gran parte del país, y Los Paisas. Practican sus actividades de siempre (narcotráfico, extorsión, toma de tierras y desplazamiento forzado de los campesinos, violaciones como arma de presión) y actúan en 25 de los 32 departamentos de Colombia.

La política "está más tomada por la mafia y la corrupción que nunca", asegura una analista

También intervienen en política con la persecución de líderes comunitarios, de organizaciones de derechos humanos y de víctimas, y están enquistados en estructuras del Estado. El escándalo más reciente ha sido el del jefe de Fiscalías de Medellín, Valencia Cossio, hermano del ministro de Justicia, cuya actividad estaba presuntamente vinculada al servicio de los más temibles paramilitares de la región y que hoy se encuentra a la espera de sentencia.

La propia Defensoría del Pueblo ha sido objeto de las acciones del nuevo paramilitarismo. En realidad, el de siempre, porque, como señalan fuentes de esa institución: "Se trata del reagrupamiento de paramilitares que se habían desmovilizado y que siguen reclutando menores". El pasado día 11, el edificio de la Defensoría en Córdoba fue allanado y sólo se robó un ordenador que contiene información sobre violaciones de derechos humanos por parte de paramilitares y de las fuerzas de seguridad. Lo mismo ha sucedido en las sedes de Barrancabermeja y Cartagena.

Ya hay 3,5 millones de desplazados

Según el Defensor del Pueblo, las amenazas a ONG y defensores de Derechos Humanos son constantes en Bogotá, César, Magdalena y Bolívar. También los crímenes y amenazas para lograr el desplazamiento violento de los campesinos. Hoy hay en Colombia más de tres millones y medio de desplazados y su número sigue en aumento.

Sin embargo, el Gobierno de Uribe no da respuesta al fenómeno, actuando de forma débil y tratando la acción paramilitar (asesinatos, extorsiones, expulsiones) como actos aislados de "delincuencia común". Y a menudo se produce una connivencia de las fuerzas del orden y las bandas del paramilitarismo, con los fabulosos beneficios del narcotráfico engrasándolo todo.

Como escribía esta semana la citada analista Claudia López en el diario El Tiempo: "El narcotráfico se limpia y legitima a través de políticos y funcionarios que posan de gobernadores, alcaldes, coroneles y toda una gama de funcionarios públicos y empresarios legales a costa de decenas de miles de muertos". Con decenas de parlamentarios que le sirvieron de apoyo a Uribe en su primera reelección presos por sus nexos con el paramilitarismo, la política colombiana, según López, "está más tomada por la mafia y la corrupción que nunca".


Masacre de indígenas en el reino colombiano de la coca

Los paramilitares matan a 7 adultos, 4 niños y un bebé

Por Antonio Albiñana
Público.es, 27/08/09

Bogotá.– La reserva indígena awá de Gran Rosario, en Colombia, despertó conmocionada en la madrugada del miércoles. Más de cien disparos sonaron concentrados en una sola casa. Un niño de diez años y un joven de 19, que lograron escapar con tiros en el cuerpo, describieron a los atacantes como "hombres blancos, altos, algunos con bigote, con uniforme de campaña y armas cortas".

En el suelo de la casa quedaron los cuerpos de doce miembros de una misma familia, entre ellos cinco niños y un bebé de sólo ocho meses.

El poblado awá está situado cerca del puerto de Tumaco, en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador. Es una región estratégica para el tráfico de drogas y armas. En Tumaco se vive una de las peores situaciones de violencia y desplazamiento forzado de Colombia. Sólo durante este año han sido asesinadas 110 personas.

Las bandas emergentes del nuevo paramilitarismo, los Rastrojos y las Aguilas Negras, se disputan las plantaciones de más de 20.000 hectáreas de coca y las rutas de exportación de droga. También está presente la guerrilla. Los indígenas tratan de mantenerse al margen de los enfrentamientos.

Pueblos en vías de extinción

Uno de los líderes de la Organización Nacional Indígena, Evelio Rodríguez, califica de "salvajada" la matanza de Tumaco y la asocia con la situación general de las minorías indígenas en Colombia.

"Es una situación muy crítica, hay 32 pueblos indígenas en vías de extinción donde ya no nos dejan cultivar la tierra y realizar nuestros trabajos tradicionales", subrayó Rodríguez.

Pero esta situación no es excepcional porque, según afirma el líder de la Organización, "hace dos días, en Córdoba, mataron a un capitán zenú y desaparecieron otros dos. Lo mismo sucede en el Chocó, donde las empresas multinacionales hacen salir a los indígenas de sus territorios para apropiarse de ellos".

Sobre la masacre del miércoles en la reserva de Gran Rosario, todas las hipótesis apuntan a los paramilitares o al propio Ejército. En cualquier caso, las autoridades, empezando por el Gobernador de Nariño, Antonio Navarro, han descartado que fuera la guerrilla de las FARC.

Navarro ha recordado en sus primeras declaraciones que una de las víctimas, Tulia García, ya presenció la muerte de su esposo por hombres del Ejército el pasado 25 de mayo. Con la muerte del resto de su familia se trataría tanto de provocar el desplazamiento como de acabar con posibles testigos en futuros procesos.