Colombia

Aparece en Colombia una fosa común con 2.000 cadáveres

Los cuerpos sin identificar fueron
depositados por el Ejército

Por Antonio Albiñana
Desde Bogotá
Público.es, 26/01/10

Entrevista a Alfredo Molano, sociólogo y escritor

"El Gobierno no quiere investigar"

Alfredo Molano, uno de los columnistas más influyentes de Colombia, ha recorrido el país como cronista de la violencia, lo que le valió el exilio para escapar de las amenazas de militares y paramilitares.

¿Cuál es la situación de las fosas en Colombia?

La propia Fiscalía General de la Nación habla de 25.000 “desaparecidos”, que en algún sitio tienen que estar. Hay cementerios clandestinos enormes en Colombia. Hay gente borrada. También es posible que hayan hecho desaparecer muchos restos como en los hornos crematorios del nazismo.

¿Estas fosas tienen que ver con los llamados ‘“falsos positivos”?

Sí, todo esto puede estar relacionado con los “falsos positivos” [colombianos civiles asesinados a la que se presentaba como “muertos en combate”]. El ejército los enterraba clandestinamente. Buena parte de ellos van a encontrarse en estas fosas comunes.

¿Cuál puede ser la magnitud de estos hallazgos de fosas?

Terrible. Ni en los años cincuenta hubo en Colombia tanta brutalidad como la que muestran estas acciones de los paramilitares, pero el Gobierno no tiene voluntad de investigar a fondo, y sólo dejará que aparezcan algunas tumbas. Además, los plazos son larguísimos y las dificultades técnicas para las identificaciones, pruebas químicas y ADN son enormes.

En el pequeño pueblo de La Macarena, región del Meta, 200 kilómetros al sur de Bogotá, una de las zonas más calientes del conflicto colombiano, se está descubriendo la mayor fosa común de la historia reciente de Latinoamérica, con una cifra de cadáveres "NN", enterrados sin identificar, que podría llegar a los 2.000, según diversas fuentes y los propios residentes. Desde 2005 el Ejército, cuyas fuerzas de élite están desplegadas en los alrededores, ha estado depositando detrás del cementerio local cientos de cadáveres con la orden de que fueran inhumados sin nombre.

Se trata del mayor enterramiento de víctimas de un conflicto de que se tenga noticia en el continente. Habría que trasladarse al Holocausto nazi o a la barbarie de Pol Pot en Camboya, para encontrar algo de esta dimensión.

l jurista Jairo Ramírez es el secretario del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia y acompañó a una delegación de parlamentarios ingleses al lugar hace algunas semanas, cuando empezó a descubrirse la magnitud de la fosa de La Macarena. "Lo que vimos fue escalofriante", declaró a Público. "Infinidad de cuerpos, y en la superficie cientos de placas de madera de color blanco con la inscripción NN y con fechas desde 2005 hasta hoy".

Desaparecidos

Ramírez agrega: "El comandante del Ejército nos dijo que eran guerrilleros dados de baja en combate, pero la gente de la región nos habla de multitud de líderes sociales, campesinos y defensores comunitarios que desaparecieron sin dejar rastro".

Mientras la Fiscalía anuncia investigaciones "a partir de marzo", tras las elecciones legislativas y presidenciales, una delegación parlamentaria española integrada por Jordi Pedret (PSOE), Inés Sabanés (IU), Francesc Canet (ERC), Joan–Josep Nuet (IC–EU), Carles Campuzano (CiU), Mikel Basabe (Aralar) y Marian Suárez (Eivissa pel Canví) llegó ayer a Colombia para estudiar el caso y hacer un informe para el Congreso y la Eurocámara. La situación de la mujer como primera víctima del conflicto y la de los sindicalistas (solo en 2009 fueron asesinados 41) centrarán también su trabajo en diferentes zonas del país.

Más de mil fosas en el país

El horror de La Macarena ha puesto de actualidad la existencia de más de mil fosas comunes con cadáveres sin identificar en Colombia. Hasta finales del pasado año, los forenses habían censado unos 2.500 cadáveres, de los que habían logrado identificar a cerca de 600 y entregar los cuerpos a sus familiares.

La localización de estos cementerios clandestinos ha sido posible gracias a las declaraciones en versión libre de los mandos medios presuntamente desmovilizados del paramilitarismo y acogidos a la controvertida Ley de Justicia y Paz que les garantiza una pena simbólica a cambio de la confesión de sus crímenes.

La última de estas declaraciones ha sido la de John Jairo Rentería, alias Betún, quien acaba de revelar ante el fiscal y los familiares de las víctimas que él y sus secuaces enterraron "al menos a 800 personas" en la finca Villa Sandra, en Puerto Asís, región del Putumayo. "Había que desmembrar a la gente. Todos en las Autodefensas tenían que aprender eso y muchas veces se hizo con gente viva", ha confesado el jefe paramilitar a la fiscal de Justicia y Paz.


Diez años del “Plan Colombia”

Plomo, más plomo y neoliberalismo

Por Aurelio Suárez Montoya
desde abajo, Bogotá, 21/01/10

En Estados Unidos, donde se conoció en primer lugar y en inglés el texto del Plan Colombia, se aprobó bajo la denominación de Alianza Act, ley S1758, presentado por los senadores republicanos Coverdell, Dewine y Glaseley. Dentro del capítulo “Focos Integrados del Plan”, se planteaba como objetivo central (para Estados Unidos) la reducción en seis años en un 50% de los cultivos y en igual proporción de la producción de cocaína. En el Congreso de Colombia jamás se discutió, y mucho menos se aprobó, no obstante, luego de una década, en dicho Plan se condensó la estrategia general del país en todos los órdenes, lo cual impele necesariamente a hacer un balance de los efectos del mismo.

Del documento preliminar al respecto, elaborado en octubre de 2008 por Jo Biden actual vicepresidente de Estados Unidos y entonces presidente del comité de relaciones exteriores del Senado, “Plan Colombia: Las metas en reducción de drogas no fueron alcanzadas, pero la seguridad ha mejorado…”, se deduce que los fines con los que se justificó no se lograron. No resultó porque Colombia haya incumplido sus compromisos, al contrario, luego de un enorme costo fiscal y de miles de vidas, es centro mundial de producción y comercio básico de cocaína.

¿En qué se invirtieron entre 1999 y 2008 los 52.241 millones de dólares, que el país ha prodigado en este Plan, de un valor total de 58.688 al que hasta entonces había llegado? El monto mayor, 37.209 millones, (75 billones de pesos de hoy, un promedio de 7,5 billones al año, casi más del 3% del PIB por año en dicho periodo) se ha gastado en triplicar el rubro de seguridad y defensa y en duplicar el número de efectivos de la fuerza pública. Colombia se convirtió, a la larga, en uno de los países que más gasta con estos fines en el mundo y, si se evalúa en el contexto de las cuentas presupuestales ejecutadas, este importe puede equivaler a la mitad del valor de toda la deuda contratada entre diciembre de 1999 y diciembre de 2008, es decir, uno de cada dos pesos del endeudamiento público se ha ido en el conflicto.

La “ayuda” norteamericana, tan publicitada y que se muestra indispensable, aún excluyendo las demás colaboraciones del extranjero, es solamente el 11% del importe total del Plan. Además ha tenido dos condiciones: una, desde 2003, la Contraloría advirtió que el 75% de esa “ayuda” era manejada por agencias gringas; y, otra, la mitad corrió para contratos con las empresas del complejo militar–industrial norteamericano; esto es, negocios (de yo con yo) fundados en la lucha contra el narcotráfico en Colombia, aún sin importar si se alcanzan o no las metas.

Un vínculo entre este Plan y los acuerdos con el FMI, en la misma década, que persiguieron la reducción del gasto social y el aumento del recaudo de impuestos por la vía de contribuciones indirectas como el IVA para ampliar la capacidad de crédito del gobierno central, lleva a concluir que en todas las imposiciones de política económica neoliberal del Fondo van ocultos, entre sus muchos perversos propósitos, el de buscar espacios para compra de armamento y gasto bélico. Un verdadero oprobio. Por algo hay documentos cruzados con el FMI donde se especifica el aval para los compromisos con el Plan Colombia y por lo mismo un capítulo amplio del Plan se titula “reencauzando la economía”.

¿Qué tal esto? El futuro está marcado. Con la indigna cesión de soberanía, y toda suerte de prebendas, para la operación de fuerzas de Estados Unidos en siete bases militares colombianas y que pueden extenderse a todo el territorio patrio, continuará la afrenta del Plan Colombia. A partir de 2007 ya tuvo su segunda versión hasta el 2013, con dos componentes claves: “lucha contra el terrorismo” y “apertura de mercados”.

Se recrudecerá el teatro de guerra. Adam Isacson, del Center for International Policy, que patrocina una política de “acción integrada” del Estado en la consolidación de los territorios donde se ha expulsado la guerrilla, exige ante todo, un “esfuerzo militar intensivo”, coordinado entre el Ejército de Colombia y el Comando Sur de US Army. Sin ello, agrega, los programas sociales no fructificarán. Parece cumplirse la premonición de Kissinger en 2001, respecto al Plan Colombia: “soy especialmente sensitivo cuando los conflictos armados comienzan con fines nobles, pero lamentablemente siempre terminan en un punto muerto, sin ilusiones,... acaban por convertirse en una amenaza para la estabilidad y la seguridad”.

Así vamos…, por tanto, seguirá plomo y más plomo y, desde luego, más neoliberalismo para financiarlo.