Crisis
Colombia-Venezuela

Diplomacia traqueta!

Por Renán Vega Cantor (*)
Correspondencia de Prensa, 28/07/10

Hasta no hace mucho tiempo, el término traqueto era exclusivo del argot criminal del bajo mundo sicarial de Medellín, Antioquia. Tal palabra, que al parecer proviene de la onomatopeya de los sonidos de los disparos de las ametralladoras (tra–tra–tra–tra…), empezó a ser usada por los sicarios para referirse a ellos mismos y a sus contertulios del submundo del narcotráfico. Traqueto es aquel matón de barrio que aparte de liquidar con violencia y sin titubear a todos los que se le atraviesen en el camino, hace ostentación del dinero que ha conseguido por sus acciones criminales, alardeando de sus dotes de sicario y de macho. El traqueto está dispuesto a matar por lo que sea, porque para él la vida no vale nada, ya que sólo importa su prestigio personal, medido en dinero, en autos, en joyas, en tierras, en mansiones, en vacas y caballos y en las mujeres que pueda comprar.

1. El uribismo, un régimen político traqueto

En los últimos 8 años en Colombia la lógica del traqueto se ha enseñoreado en este país, hasta el punto que se ha configurado un régimen político traqueto, junto al cual se ha intentado generalizar una cultura traqueta (telenovelas que le rinden culto a los capos y mafiosos) y también construir una sociedad traqueta (en la que predomina el arribismo y la idea que el entre más violento se es más macho –o más varón, como lo dice Álvaro Uribe Vélez (AUV)– y se ha legitimado la pretensión de que el buen colombiano es aquel que puede pisotear a todos los que se encuentran a su alrededor sin importar los medios que emplee para lograrlo). Esos “valores traquetos” ya no se circunscriben de manera exclusiva a los ámbitos criminales de sicarios y narcotraficantes de Medellín y Antioquia. Lo que ha hecho el gobierno uribista es entronizar en el manejo del Estado el comportamiento característico de los traquetos, como se evidencia con hechos innegables, que es bueno recordad de manera desordenada.

Un alto porcentaje de los ministros, embajadores y funcionarios del alto gobierno están ligados a actividades ilícitas, son prófugos de la justicia o delincuentes activos, entre los que cabe recordar, para señalar a una mínima parte de ese enjambre de delincuentes, a Andrés Felipe Arias, ex ministro de Agricultura y responsable del desangre de Agro Ingreso Seguro (un programa encaminado a financiar con subsidios estatales a grandes terratenientes, paracos y narcotraficantes); o al coronel retirado Luis Alfonso Plazas Vega, condenado por el asesinato y desaparición de personas en el Palacio de Justicia, y quien fuera Director de la Oficina de Estupefacientes en el gobierno de Uribe; o a Salvador Arana, condenado a 40 años de cárcel por el asesinato de Edualdo Díaz, Alcalde de El Roble (Departamento de Sucre), quien en persona había anunciado su propia muerte, pocos días antes de que ocurriera, en un Consejo Comunitario ante el propio AUV, que se encontraba acompañada en la mesa por el asesino, al que el Presidente de la República luego designó como Embajador en Chile.

La casi totalidad de los miembros de la bancada de senadores y representantes del uribismo hace parte de las filas paramilitares, hasta el punto que su número se acerca a la centena, los cuales se encuentran confortablemente acomodados en la cárcel La Picota de Bogotá, penitenciaria en la que, de hecho, se efectúan sesiones ampliadas del Paramento colombiano. Sobre las relaciones de estos “honorables padres de la patria” valga recordar que en una ocasión AUV sostuvo que para aprobar proyectos favorables al gobierno, sus voticos eran indispensables antes de que se los llevaran a la cárcel.

La Casa de Nariño, sede del gobierno central, se convirtió en un lugar del cual salen y entran como Pedro por su casa hampones y criminales, uno de los cuales, Antonio López, alias Job, un paramilitar activo y confeso, fue asesinado pocos días después de frecuentar el recinto presidencial, al que para más señas familiarmente denominaba con el remoquete cariñoso de “La Casa de Nari”. Este personaje del hampa había ido a ese lugar “para entregar pruebas de un supuesto montaje de magistrados de la Corte Suprema de Justicia contra funcionarios procesados por nexos con las Auc (Paramilitares)”, según lo informó la revista Semana en su edición del 13 de septiembre de 2008.

Se convirtió en norma que desde los Consejos Comunitarios, AUV en persona autorizara al Ejército o algún organismo de las Fuerzas Armadas a matar a los miembros de alguna organización delictiva con la célebre frase de “fumíguelos a mi nombre”, propia de un matón de barrio, con lo que se quiere decir que los exterminen sin contemplaciones.

La mentira, el engaño y la perfidia se han convertido en moneda corriente en este régimen, sin importar para nada la violación de las más elementales normas del manejo de la cosa pública ni el respeto de la integridad personal de aquellos considerados como enemigos del régimen, como cuando se ha calumniado con premeditación y alevosía a Piedad Cordoba o al periodista Holman Morris.

Todo se quiere comprar porque impera la creencia de que no existen principios éticos de ninguna especie sino que todo se reduce a la máxima de plata y plomo, por lo cual no es de extrañar que este país se haya convertido en un territorio de soplones, traidores y delatores, hasta el extremo que por asesinar a comandantes de la insurgencia se pague en metálico y se exija a cambio una de sus manos, como aconteció con Iván Ríos, uno de los miembros del Secretariado de las FARC.

En suma, durante estos largos 8 años la impunidad ha sido la pauta de conducta permanente del gobierno uribista, impunidad respaldada por la inoperancia del aparato de justicia y el respaldo de una estúpida “opinión pública” manejada a su antojo por medios de comunicación privados, coparticipes de delitos y crímenes, que ha aplaudido y exaltado al máximo las acciones de régimen del Uberrimo (nombre de una de las fincas de AUV) por más criminales e ilegales que estás hayan sido, como se rubrica con el respaldo dado al asesinato de sindicalistas o de humildes habitantes de los barrios pobres de las ciudades, bajo la terrible modalidad de los “falsos positivos”, o del silenciamiento de la fosa común de la Macarena, donde se encuentran miles de cadáveres, que la convierten en la más grande de América Latina.

2. El mundo visto con los ojos de un traqueto

Con todo este panorama descrito de manera sucinta, no resulta extraño constatar que la diplomacia de este régimen sea también traqueta, porque el traqueto actúa en el mundo como lo hace en su parcela, mediante la violencia contra propios y extraños, es decir, su mentalidad de matón de barrio se emplea fuera de las fronteras.

Eso justamente es lo que ha sucedido con la “política exterior” del uribismo, respaldada por el conjunto de las clases dominantes del país y de sus sicarios intelectuales (columnistas de prensa, comentaristas de radio y televisión, entre otros), en la se que supone que los otros países, y sobre todo los vecinos, son una prolongación de la finca ganadera en que ha sido convertida Colombia y sus gobernantes y habitantes deben ser tan sumisos y obedientes, como lo son los peones en que han querido convertir a todos los colombianos.

Fuera de Colombia, en consecuencia, se procede con toda la impunidad que caracteriza el comportamiento traqueto dentro de nuestro país, sin respetar ni acatar las más elementales reglas del derecho internacional, en estrecha alianza con aquellos que en el mundo se comportan como los sheriff del condado (Estados Unidos e Israel), acostumbrados a invadir, bombardear, ocupar, saquear a los países que se niegan a plegarse a sus intereses. El régimen traqueto imperante en Colombia se siente autorizado, por el respaldo incondicional de los Estados Unidos, a hacer lo que se le venga en gana en el mundo y pisotear a los vecinos cuando se le antoje. Eso es lo que ha hecho el régimen uribista desde el 2002, a nombre de la “lucha contra el terrorismo”, en lo que cabe todo, y en la guerra preventiva.

Por eso, se bombardeó a Ecuador el primero de marzo de 2008, asesinado a 26 personas, secuestró a Rodrigo Granda en territorio venezolano en diciembre de 2004, participó en el rapto del profesor Miguel Ángel Beltrán en México el 22 de mayo de 2009, convirtió a las embajadas en guaridas de espionaje para perseguir a los colombianos y extranjeros que disienten y critican al uribismo, y ha patrocinado hechos tan ruines y criminales como la invasión estadounidense a Irak y el golpe de Estado en Honduras.

No sorprende que, como vulgares traquetos, los presidentes entrante y saliente de Colombia manifiesten reiteradamente su orgullo por los hechos criminales que han cometido en el exterior, sabedores de la complicidad de esa sarta de delincuentes que se autoproclama “comunidad internacional”, sosteniendo con cinismo que volverían a bombardear a Ecuador u a otro país en donde se “alojen terroristas”. Al respecto, una de las perlas más recientes la ha proporcionado AUV, cuando al referirse a los hechos de Angostura, Ecuador, del 2008, sostuvo con cinismo: "Hicimos esa operación por estado de necesidad, para enfrentar a un terrorista que asesinaba a nuestros compatriotas. Nunca para ofender al gran pueblo hermano ecuatoriano, por eso le hemos pedido perdón a Ecuador".

De tal manera, que en Colombia un país en donde jurídicamente no existe la pena de muerte, un personaje oscuro y siniestro que llegó a la primera magistratura del país, en forma por lo demás ilegitima e ilegal, se proclama como algo más que un juez, puesto que no sólo juzga, sino que condena y ejecuta la condena, en el caso mencionado la pena de muerte a 26 personas, entre ellas un ciudadano ecuatoriano y cuatro mexicanos. Esa es una confesión que de seguro va a servir en el futuro para los procesos penales que se adelanten contra este criminal, porque sencillamente se está reconociendo, sin que nadie se lo estuviera preguntando, que se aplicó la pena de muerte desde la Presidencia de la República, cuando esa condena no existe en Colombia, repetimos por lo menos en términos legales. ¿Acaso por el hecho de ser presidente, cuando a un individuo se le antoje tiene el derecho de violar las leyes nacionales e internacionales y matar a cualquier persona, argumentando que fue por necesidad, es decir, por razón de Estado?

De un individuo que aprovechando el poder con que cuenta, por el cargo que desempeña, reconoce en forma pública y con toda impunidad y cinismo un crimen de tal magnitud, no puede esperarse mucho en términos de respeto al derecho internacional y a la soberanía de otros países. Esto se rubrica con el reciente caso de Venezuela.

3. La diplomacia traqueta en acción contra Venezuela

Lo que sucedió en el seno del Ministerio de Colonias de los Estados Unidos, conocido con el eufemismo de OEA, es un claro ejemplo de la manera como funciona la diplomacia traqueta ejercita por el régimen uribista.

En primer término, aflora la delincuencia, porque el embajador colombiano ante la OEA, Luis Alfonso Hoyos, no se distingue precisamente por su honestidad, ya que en el 2001 por su probada corrupción se le condenó de por vida a no ejercer ningún cargo público de libre elección, y, sin embargo, como claro ejemplo de la impunidad uribista, representa a este régimen ante la OEA y antes había desempeñado otros cargos en el alto gobierno desde el 2002. ¿Con qué autoridad moral puede hablar un personaje de tan dudosas credenciales éticas para condenar por anticipado al gobierno venezolano?

En segundo término queda claro que el vulgar espectáculo mediático, que produce vergüenza ajena, montado por el régimen uribista ni siquiera es original, sino que simplemente fue preparado en los Estados Unidos, para que su sirviente incondicional lo presentara con la finalidad de orquestar una operación más amplia de desprestigio y agresión contra el gobierno bolivariano de Hugo Chávez. Recordemos que no es la primera vez que el régimen uribista organiza una campaña mediática contra un gobierno vecino, puesto que eso ya se ha hecho contra Ecuador y también contra Venezuela, cuando se ha usado el computador mágico de Raúl Reyes, tan mágico que resistió un bombardeo de varias horas que mató a muchas personas y con el que, como en la Lámpara de Aladino, se cumplen todos los deseos de su poseedor y del que todos los días aflora nueva información, sobre las cosas más inverosímiles.

En tercer término, las “pruebas” presentadas contra Venezuela son de una seriedad cantinflesca. Videos tomados hace varios años y refritos, en los que además por intermedio de un instrumento virtual que cualquiera puede consultar, como Google, se pasa de las coordenadas satelitales a fotos descontextualizadas en la selva, sin que medie ninguna demostración directa. Además, se argumenta con gran “profundidad”, por ejemplo, que los videos fueron filmados en Venezuela porque una de las personas que allí aparece tiene en sus manos una botella de cerveza de marca venezolana. Este nivel de argumentación es por lo menos risible. Entonces, ¿si en un video o en una fotografía aparece alguien que está bebiendo Coca–Cola, debemos deducir que esa persona se encuentra en los Estados Unidos, porque esa gaseosa es de marca gringa?

En cuarto término, si las tales “pruebas” que presenta el régimen traqueto se supone que fueron efectivamente tomadas en Venezuela, no es un reconocimiento expreso y descarado de que se está espiando, vigilando y violando la soberanía de un vecino país con toda la impunidad posible, interfiriendo en sus asuntos internos de manera ilegal e inconsulta. Esto último en la diplomacia traqueta no es de extrañar, porque ya hay bastantes evidencias acumuladas, como lo han revelado funcionarios del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), como Rafael García, que desde hace años se está espiando en sus propios países a funcionarios de los gobiernos de Ecuador, Venezuela, Bolivia y Cuba e incluso se ha denunciado que al presidente Rafael Correa se le han interceptado sus teléfonos personales por organismos de seguridad del Estado colombiano.

En quinto término, el mismo desarrollo de la reunión de la OEA es una clara muestra de la diplomacia traqueta. El representante del uribismo, Luis Alfonso Hoyos se comporto como cualquier hacendado paisa, o sea, como un atarvan que grita y reprende a sus peones, los cuales no pueden responder sino solo obedecer las arbitrariedades del patrón. Da pena decir que alguien es colombiano al ver por televisión semejante esperpento como embajador en la OEA, que ni hablar coherentemente puede, diciendo una sandez tras otra, vociferando y gritando como un culebrero de pueblo y violando los más elementales protocolos de la diplomacia.

En sexto lugar, la diplomacia traqueta requiere obligatoriamente del uso de la violencia indiscriminada, como se ha visto durante estos 8 años de una militarización insoportable de la vida interna del país, que ha sido proyectada a las fronteras y a los países vecinos, mediante el patrocinio del sicariato y grupos paramilitares. No por azar, el paramilitarismo se ha convertido en una de las exportaciones no tradicionales de Colombia más cotizadas en los últimos años, puesto que de aquí se envían mercenarios a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras, México, Irak, Afganistán y donde las guerras del imperialismo los requieran. Por ello, a nivel internacional el régimen traqueto no dialoga ni convence sino que quiere imponer sus criterios de matón de barrio, contando con el respaldo de sus grupos paramilitares, profiriendo amenazas y condenas a quienes no se sometan a su conducta criminal.

Por último, y tal vez lo más importante, la diplomacia traqueta fue usada durante estos años como un instrumento para ocultar los innumerables crímenes, escándalos, cohechos, mentiras y actos delictivos cometidos por el régimen de AUV. Y ahora, cuando en teoría le quedan pocos días semanas al Mesías para dejar el solio presidencial, se han acumulado nuevos escándalos que se suman al prontuario criminal del régimen traqueto. Entre esos escándalos vale la pena recordar las declaraciones de Fernando Tabares, ex Director de Inteligencia del DAS, sobre las “chuzadas” telefónicas, en las que da detalles sobre la responsabilidad directa de la Presidencia de la República en el espionaje a miembros de la oposición y de la Corte Suprema de Justicia. También se destaca la denuncia que un mayor retirado de la Policía Nacional, Juan Carlos Meneses, realizó desde Argentina, donde señaló que Santiago Uribe Vélez, hermano del presidente, organizó el grupo de asesinos conocido como los Doce Apóstoles, que asesinaron a muchas personas en el Departamento de Antioquia en la década de 1990.

Por si faltara algo, el mismo día de la sesión de la OEA en que se presentaron las evidencias fabricadas por Estados Unidos para enlodar al gobierno venezolano, un grupo de parlamentarios europeos, junto con algunos colombianos, hacia publica la noticia del descubrimiento de una fosa común en la que se calcula que hay unos 2000 cadáveres de personas asesinadas por el Ejército colombiano. Sobre este último hecho criminal, evidente e innegable, AUV ha dicho el domingo 25 de julio a pocos kilómetros del lugar donde se encuentra la fosa, en instalaciones del Ejército, que “aquí vinieron los enemigos de la Seguridad Democrática hace pocos días a alimentar calumnias contra el Ejército de la Patria”, y agregó que las denuncias sobre la fosa sólo buscan desacreditar a las fuerzas armadas y quienes lo hacen son “voceros del terrorismo”. ¡Difícil encontrar mayor cinismo y apología del crimen!

Para completar, han sido llamados a juicio personas íntimamente vinculadas al gobierno de Uribe, empezando por su primo y padrino político Mario Uribe, y otros personajes siniestros que han acompañado en sus andanzas poco santas al ocupante ilegal de la Casa de Nariño y que pueden resultar en la cárcel en muy poco tiempo.

El trasfondo de la diplomacia traqueta se encuentra en el desconocimiento del conflicto armado interno que existe en Colombia desde hace 60 años y en el impulso a una solución militarista de ese conflicto. El régimen uribista ha planteado (y es casi seguro que lo mismo va a hacer el cerebro de los falsos positivos, Juan Manuel Santos, ahora como Presidente de la República) que va a perseguir a la insurgencia y a sus colaboradores, que para este régimen son todos los que piensan distinto, en cualquier lugar del mundo y que eso le da autorización para agredir a los vecinos, so pretexto de que no colaboran en la lucha contrainsurgente y por tal razón serían cómplices de nuestra violencia. Aparte de que esto es una falacia, porque se niega a ver que nuestra prolongada guerra desborda nuestras fronteras perjudicando a los países vecinos, debe señalarse que desconoce el sacrificio que han tenido que hacer países como Venezuela y Ecuador al recibir a millones de colombianos que huyen de la violencia. Nada de eso importa en la lógica traqueta para la cual todos son sirvientes y peones y en eso deberían convertirse los gobiernos de América del Sur.

En conclusión, la diplomacia traqueta que ha aislado a Colombia de la mayoría de países de América del Sur es la expresión internacional de un régimen traqueto, el d AUV, que se ha convertido en una ficha incondicional de Estados Unidos en esta parte del mundo, como se demuestra con la instalación de bases militares yanquis en nuestro suelo, desde las cuales, que duda puede quedar a partir de los últimos hechos, se agrede a Venezuela con la finalidad de revertir el proceso nacionalista que allí se impulsa.

Con justeza ha dicho el presidente de Bolivia, Evo Morales, que Colombia es una simple colonia de los Estados Unidos y su presidente es un “lacayo del imperialismo”.

Pocas veces es tan certero y valido un juicio sobre un régimen político de esencia criminal que, con toda la impunidad y arrogancia del caso, ha querido proyectar esa criminalidad al resto del mundo. Al fin y al cabo, que más se le puede pedir a un simple gamonal, AUV, cuyo horizonte mental no va más allá de los linderos de sus fincas y de las vacas, caballos y peones que administra, valiéndose de sus lugartenientes y mayordomos, a punta de látigo y fusil.


(*) Renán Vega Cantor es Profesor y Magister en Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Autor y compilador entre otros libros de: "Marx y el siglo XXI" (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998–1999; "Gente muy rebelde", (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; "Un mundo incierto, un mundo para aprender enseñar. Las transformaciones mundiales y su incidencia en la enseñanza de las ciencias sociales", (2 volúmenes), Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, 2007. Recibió el Premio Libertador, Venezuela, 2008. Es colaborador de Correspondencia de Prensa en Colombia.