Economía mundial

Los grandes bancos privados han fallado por
partida triple

Por Eric Toussaint (*) y Damien Millet (**)
La libre Belgique, 19/03/08
Sin Permiso, 23/03/08
Traducción de Casiopea Altisench

Después de agosto de 2007, los bancos norteamericanos y europeos están bajo los focos de la actualidad a causa de la muy grave crisis por la que atraviesan ellos mismos, y a causa de la crisis que han provocado en el sistema económico neoliberal en su conjunto. El montante actual de las depreciaciones de activos a que han tenido que proceder rebasa los 200 mil millones de dólares. Varios servicios de estudios de los bancos y algunos curtidos economistas estiman que la factura pasará del billón de dólares. (1)

¿Cómo pudieron los bancos construir una escalada de deudas tan irracional? Ávidos de beneficios, los organismos de créditos hipotecarios prestaron a un sector de la población ya fuertemente endeudado. Las condiciones de esos préstamos de alto rendimiento (para el prestamista) constituyen un verdadero timo: la tasa de interés es fija y razonable en los dos primeros años, para subir luego enormemente. Los prestamistas aseguraban a los prestatarios que el bien por ellos comprado garantía rápidamente valor visto el aumento de precios del sector inmobiliario. El caso es que la burbuja del sector inmobiliario ha terminado por estallar en 2007, y los precios han empezado a bajar inexorablemente. Puesto que la morosidad ha comenzado a crecer, las entidades de crédito hipotecario han experimentado dificultades crecientes para devolver sus deudas. Los grandes bancos, para protegerse, se han negado a concederles nuevos préstamos o han exigido tasas de interés harto más elevadas. Pero la espiral no se detuvo aquí, porque los bancos habían adquirido una muchedumbre de créditos hipotecarios, en gran medida fuera de balance, por la vía de la creación de sociedades específicas denominadas Structured Investment Vehicles (Vehículos Estructurados de Inversión, SIV por sus siglas en inglés), que financiaban la compra de deuda hipotecaria de alto rendimiento transformados en títulos CDO (Obligaciones de Deuda Colateralizada, por sus siglas en inglés).

A partir de agosto de 2007, los inversores dejaron de comprar los títulos comerciales emitidos sin garantía por los SIV, cuya salud y credibilidad se habían deteriorado visiblemente. Por consecuencia, los SIV se quedaron sin liquidez para comprar los créditos hipotecarios titularizados, y la crisis se extendió. Los grandes bancos que habían creado los SIV tuvieron que asumir los compromisos de éstos, a fin de evitar su quiebra. Mientras que hasta entonces las operaciones de los SIV no formaban parte de su contabilidad (lo que les permitía disimular los riesgos asumidos), ahora tuvieron que reingresar en sus balances las deudas de los SIV.

Resultado: ¡pánico a bordo! En los EEUU, 84 sociedades de créditos hipotecarios han quebrado o han tenido que suspender parcialmente su actividad entre el 1º de enero y el 17 de agosto de 2007, por sólo 17 en todo el año 2006. En Alemania, el banco IKB y el instituto bancario público SachsenLB han sido rescatados, y se han salvado por los pelos. Recientemente, Inglaterra ha tenido que nacionalizar el banco Northern Rock, quebrado. El 13 de marzo pasado, el fondo Carlyle Capital Corporation (CCC), conocido por su afinidad y su proximidad al clan Bush, se hundió: sus deudas multiplicaban por 32 el volumen de los fondos propios. Al día siguiente, el prestigioso banco norteamericano Bear Stearns (el 5º banco de inversiones en EEUU), corto de liquidez, reclamó la ayuda de la Reserva Federal de los EEUU (la Fed) para obtener una financiación de urgencia. Lo comprará el banco JP Morgan Chase, por unas migajas.

Varios segmentos del mercado de la deuda son constructos patituertos a punto de hundirse. Contagian con sus sinsabores a los poderosos bancos, a los fondos de derivados financieros (hedge funds) y a los fondos de inversiones de que eran hechuras. El salvamento de las instituciones financieras privadas se realiza merced a la intervención masiva de los poderes públicos. La privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas son todavía artículo de fe.

Pero hay una pregunta que no puede dejar de plantearse: ¿por qué los bancos, que no dudan hoy en anular deudas dudosas por decenas de miles de millones de dólares, se han negado siempre a anular las deudas de los países en vías de desarrollo? Con su actuación de hoy, se demuestra que eso es perfectamente posible y de todo punto necesario. Recuérdese que en el origen de las deudas actuales reclamadas por los bancos a esos países hallamos dictaduras criminales, regímenes corrompidos, dirigentes fieles a las grandes potencias y a los acreedores. Los grandes bancos prestaron sin mayores problemas a regímenes tan poco recomendables como el de Mobutu en el Zaire o el de Suharto en Indonesia, a las dictaduras latinoamericanas de los años 70 y 80, sin olvidar al régimen de apartheid en Sudáfrica. ¿Cómo pueden esos bancos seguir infligiendo el yugo de la deuda a unos pueblos que han sufrido el oprobio de unos regímenes dictatoriales financiados por ellos mismos? En el plano jurídico, muchas deudas odiosas de ese tipo figuran en sus libros de contabilidad y no han sido devueltas. Pero los bancos siguen exigiendo su devolución.

Recuérdese igualmente que la crisis de la deuda del Tercer Mundo fue provocada en 1982 por el alza brutal y unilateral de los tipos de interés decidida por la Fed. Anteriormente, los bancos privados habían prestado manirrotamente a tipo variable a países ya sobreendeudados que luego se mostraron incapaces de devolver los préstamos. Hoy, la historia se repite; pero, en el Norte, esta vez, de una manera particular: los hogares sobreendeudados de los EEUU se han mostrado incapaces de devolver sus créditos hipotecarios a tipo variable, porque la burbuja inmobiliaria ha estallado.

Las anulaciones de deuda que los bancos están realizando da la razón a todos quienes, como el CADTM [Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo], reivindican una anulación de la deuda de los países en vías de desarrollo. ¿Por qué? Porque la deuda a largo plazo de los poderes públicos del Tercer Mundo con los bancos internacionales montaba 181,9 mil millones de dólares en 2006 (2). Lo cierto es que, después de agosto de 2007, ya han tenido que hacer frente a un montante muy superior, y la cosa dista por mucho de haber acabado...

Así pues, los grandes bancos privados han fallado por partida triple:

* montando desastrosas estructuras de deuda privada que han llevado a la actual catástrofe;

* prestando a las dictaduras y obligando luego a los gobiernos democráticos que las sucedieron a devolver hasta el último céntimo de esa deuda odiosa;

* negándose a anular las deudas de los países en vías de desarrollo, siendo así que la devolución de la deuda implica para ellos un grave deterioro de las condiciones de vida de sus poblaciones.

Por todas estas razones, es preciso exigirles a los bancos que rindan cuentas de sus actuaciones en las pasadas décadas. Los gobiernos de los países del Sur deberían realizar auditorías de su deuda, como está haciendo ahora el Ecuador, y repudiar todas las deudas odiosas e ilegítimas. Los banqueros mismos les están demostrando que eso es perfectamente posible. Será el primer paso para devolver las finanzas a la función que les compete, que es a saber: ser un instrumento al servicio del ser humano. De todos los seres humanos.


(*) Eric Toussaint, presidente de CADTM (Comité para la abolición de la Deuda del tercer Mundo) en Bélgica es autor de: The World Bank: A Critical Primer, Pluto, London, 2008.

(*) Damien Millet es portavoz del CADTM en Francia, y coautor con Eric Toussaint de Who Owes Who?, Zedbooks, 2004.

Notas:

(1) El servicio de estudios de Goldman Sachs estimaba las pérdidas, el 7 de marzo de 2008, en 1 billón 156 mil millones de dólares. George Magnus, del banco suizo UBS, avanzaba en febrero una cifra superior al billón. Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueya York, conjetura una pérdida de al menos 1 billón de dólares (véase: http://www.rgemonitor.com/blog/roubini ).

(2) Banco Mundial, Global Development Finance 2007.