Economía mundial

La tormenta perfecta de una recesión global

Por Nouriel Roubini (*)
crisis-economica.blogspot, agosto 2008
Traducción de Claudia Martínez

Nueva York.– Cada vez es más probable que la economía global –no sólo Estados Unidos– experimente una recesión seria. Los acontecimientos recientes sugieren que todas las economías del G7, si no están ya en recesión, caerán pronto en una. Otras economías avanzadas o mercados emergentes (el resto de la zona del euro, Nueva Zelanda, Islandia, Estonia, Latvia y algunas economías del sudeste europeo) también están acercándose a un aterrizaje recesivo dificultoso. Cuando lleguen allí, habrá una marcada desaceleración de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y otros mercados emergentes.

Esta recesión global que se vislumbra está alimentada por varios factores: el colapso de las burbujas inmobiliarias en Estados Unidos, el Reino Unido, España, Irlanda y otros miembros de la zona del euro; la pinchadura de las burbujas crediticias donde hubo dinero y crédito fáciles durante demasiado tiempo; la severa crisis crediticia y de liquidez que siguió a la crisis hipotecaria norteamericana; los efectos negativos en la riqueza y la inversión de la caída de los mercados accionarios (que ya sufrieron una baja de más del 20% a nivel global); los efectos globales a través de los vínculos comerciales de la recesión en Estados Unidos (que todavía representa aproximadamente el 30% del PBI global); la debilidad del dólar estadounidense, que reduce la competitividad de los socios comerciales de Estados Unidos; y los efectos estanflacionarios de los altos precios del petróleo y las materias primas, que están obligando a los bancos centrales a aumentar las tasas de interés para combatir la inflación en un momento en el que existen severos riesgos negativos para el crecimiento y la estabilidad financiera.

Los datos oficiales sugieren que la economía norteamericana entró en una recesión en el primer trimestre de este año. La economía rebotó –en una recesión caracterizada por un breve período intermedio de recuperación económica– en el segundo trimestre, estimulada por los efectos temporarios que tuvieron en el consumo 100.000 millones de dólares en retribuciones impositivas. Pero esos efectos se esfumarán a fines del verano boreal.

El Reino Unido, España e Irlanda están experimentando situaciones similares, con burbujas inmobiliarias que se desinflan y una excesiva deuda de los consumidores que afecta las ventas minoristas, lo que, por ende, deriva en una recesión. Incluso en Italia, Francia, Grecia, Portugal, Islandia y los estados bálticos, los mercados inmobiliarios espumosos están empezando a desintegrarse. No debe sorprender, entonces, que la producción, las ventas y la confianza de los consumidores y las empresas estén decayendo en la zona del euro.

En otras regiones, Japón también se está contrayendo. Japón antes crecía modestamente por dos razones: las fuertes exportaciones a Estados Unidos y un yen débil. Ahora, las exportaciones a Estados Unidos están cayendo mientras que el yen se fortaleció. Es más, los elevados precios del petróleo en un país que importa todo el petróleo que necesita, junto con la caída en la rentabilidad y la confianza de las empresas, están empujando a Japón a una recesión.

La última de las economías del G7, Canadá, debería haberse beneficiado con los altos precios de la energía y las materias primas, pero su PBI se achicó en el primer trimestre, debido a la contracción de la economía estadounidense. Por cierto, las tres cuartas partes de las exportaciones de Canadá van a Estados Unidos, mientras que la demanda extranjera representa una cuarta parte de su PBI.

De manera que cada economía del G7 hoy está encaminada hacia una recesión. Otras economías más pequeñas (principalmente los nuevos miembros de la UE, que tienen importantes déficits de cuenta corriente) corren el riesgo de un repentino revés en los ingresos de capital; este quizá ya sea el caso en Latvia y Estonia, así como en Islandia y Nueva Zelanda.

Esta recesión del G7 conducirá a una marcada desaceleración del crecimiento en los mercados emergentes y probablemente empuje a la economía global en general hacia una recesión. Aquellas economías que dependen de las exportaciones a Estados Unidos y Europa y que tienen importantes excedentes de cuenta corriente (China, gran parte de Asia y la mayoría de los otros mercados emergentes) sufrirán como consecuencia de la recesión del G7. Aquellos que tengan grandes déficits de cuenta corriente (India, Sudáfrica y más de 20 economías en Europa del este desde los estados bálticos hasta Turquía) pueden sufrir a raíz de la crisis crediticia global. Los exportadores de materias primas (Rusia, Brasil y otros países en Oriente Medio, Asia, Africa y América latina) sufrirán a medida que la recesión del G7 y la desaceleración global hagan bajar los precios de la energía y otras materias primas en hasta el 30%. Los países que permitieron que sus monedas se apreciaran en relación al dólar experimentarán una marcada desaceleración en el crecimiento de las exportaciones. Los que experimentan una creciente inflación y aquellos cuya inflación ya anda por los dos dígitos tendrán que aumentar sus tasas de interés, mientras que otros países con una inflación elevada perderán competitividad en sus exportaciones.

La caída de los precios del petróleo y las materias primas –que ya experimentaron bajas del 15% con respecto a sus picos máximos– de alguna manera reducirá las fuerzas estanflacionarias en la economía global; sin embargo, la inflación se está atrincherando a través de un círculo vicioso de precios, salarios y costos en alza. Esto limitará la capacidad de los bancos centrales para responder a los riesgos negativos para el crecimiento. En las economías avanzadas, no obstante, la inflación no será tanto un problema para los bancos centrales para fines de este año, ya que la menor actividad en los mercados de productos reduce el poder de fijación de precios de las empresas y el mayor desempleo restringe el crecimiento salarial.

Sin duda, a todos los bancos centrales del G7 les preocupa el temporario aumento de la inflación general, y todos amenazan con aumentar las tasas de interés. Sin embargo, el riesgo de una recesión severa –y de una crisis bancaria y financiera grave– en definitiva obligará a todos los bancos centrales del G7 a reducir las tasas. El problema es que, especialmente fuera de Estados Unidos, este aflojamiento monetario se producirá recién cuando la recesión del G7 y a nivel global esté más afianzada. En consecuencia, la respuesta política será demasiado escasa, y llegará demasiado tarde, como para impedirla.


(*) Nouriel Roubini es profesor de Economía en la Stern School of Business, Universidad de Nueva York, y presidente de RGE Monitor.