La marcha de la crisis

Citi al desnudo

Ascenso y caída del Citigroup

Por Pam Martens (*)
CounterPunch, 24/11/08
Rebelión, 27/11/08
Traducido por Germán Leyens

Ojalá que las dos campañas de publicidad mejor conocidas de Citigroup: “Citi nunca duerme” y “Vive con opulencia,” se conviertan en una señal de advertencia para la próxima generación: no sigas los consejos de ejecutivos monetarios privados de sueño y vive dentro de tus posibilidades. A partir del cierre del viernes, Citigroup tenía 2 billones de dólares en “activos” y 20.500 millones en valor en el mercado bursátil, lo que sugiere fuertemente que el término “activos” es algo inexacto en Wall Street. Tarde anoche el gobierno de EE.UU. aceptó tirar cientos de miles de millones de dólares más a ese agujero negro sin que a la compañía se le haya exigido algún plan de supervivencia como se hizo con los fabricantes de automóviles: aparentemente si uno produce esas máquinas de cuatro ruedas que nos llevan al trabajo se convierte en sospechoso; si fabricas pérdidas en derivados ininteligibles, estás bien.

Los cinco días de la espiral de la muerte de Citigroup la semana pasada fueron surrealistas. Conozco a unos 20 recién casados que tienen mejores planes de respaldo financiero que ese gigante de la banca global. El lunes tuvo lugar la reunión en la Casa del Ayuntamiento con empleados para anunciar el despido de 52.000 trabajadores. (¿No se supone que las reuniones en ese lugar inspiren confianza?) El martes vino el anuncio de que Citigroup perdió en un mes un 53% del dinero de un hedge fund interno y que vuelve a introducir a su balance 17.000 millones de dólares que habían sido ocultados en las Islas Caimán. El miércoles trajo la alegre noticia de que una firma legal sostiene que Citigroup vendió algo llamado MAT Five Fund como “sin riesgos” y “seguro” sólo para verlo perder un 80% de su valor. El martes, el príncipe saudí Walid bin Talal, de ese visionario país que no permite que mujeres conduzcan coches, se presentó para reasegurarnos que Citigroup está “subvalorado” y que él comprará más acciones. Como no tenemos príncipes propios, tendemos a asociarlos con cuentos de hadas... El día siguiente la acción bajó otro 20% y 1.020 millones de acciones cambiaron de manos. Cerró a 3,77 dólares.

En total, la acción perdió un 60% la semana pasada y un 87% en este año. El valor en el mercado de la compañía ha caído ahora de más de 250.000 millones de dólares en 2006 a 20.500 millones el viernes 21 de noviembre de 2008. Son 4.500 millones de dólares menos de lo que Citigroup debe a los contribuyentes por el programa de salvataje del Tesoro de EE.UU.

Para redondear las noticias de la semana apareció el viernes la revelación de que después de recibir 25.000 millones de dólares de dineros públicos, Citgroup seguiría cumpliendo con su compromiso de 400 millones de dólares, durante 20 años, y que haría un pago a cuenta de 20 millones para que el nuevo estadio de béisbol de los Mets se llame Citi Field, (Retroceso al pasado: 7 de abril de 1999: Enron acepta pagar más de 100 millones de dólares durante 30 años para bautizar un estadio de Houston como Enron Field.)

Fue necesaria la revocación de la Ley Glass–Steagall, legislación promulgada después del derrumbe de 1929 que prohibía que los bancos comerciales se fusionaran con sus primos casinos (bancos de inversión y firmas de corretaje) para crear Citigroup.

Sandy Weill tomó Travelers Insurance, la firma de corretaje Smith Barney (que se había combinado con la firma de corretaje Shearson), el banco de inversión Salomon Brothers y anunció el 6 de abril de 1998, que fusionaría todas esas unidades con el gigante de la banca comercial, Citicorp, propietaria de Citibank.

Como nunca fue alguien que permitiera que lo estorbaran las leyes, el señor Weill anunció este acuerdo a pesar de que su combinación no era permitida en esos días por la Ley Glass–Steagall.

Hizo “falta un pueblo” en el gobierno de Clinton [referencia a un libro de Hillary Clinton cuando era Primera Dama, N. del T.] para que fuera revocada la ley Glass–Steagall y se permitiera la creación del colosal monstruo financiero que necesitó exactamente una década para pagar 1.000 millones de dólares a su fundador y luego implosionar en un mar de pérdidas. Ese pueblo incluyó al Secretario del Tesoro Robert Rubin quien cabildeó exitosamente a favor de la abrogación de la ley de protección del inversionista, luego abandonó su puesto en el gabinete del gobierno de Clinton y mudó su plataforma de juego al consejo de administración de Citigroup, 17 días antes de que la ley que aniquiló Glass–Steagall fuera promulgada el 12 de noviembre de 1999. El señor Rubin cobraría 150 millones de dólares de Citigroup en los 9 años siguientes por su servicio en el Consejo, sin sacar ni una sola vez la tarjeta que lo manda a la cárcel; ni siquiera cuando levantó el teléfono y llamó a un funcionario del Tesoro y pidió al gobierno que impidiera que las agencias de calificación crediticia degradaran la deuda de Enron, con quien Citigroup enfrentaba considerables riesgos. En ese caso en particular, sufrió un revés.

Y, por cierto, ese pueblo incluía a Alan Greenspan quien pocas veces veía una regulación de protección del inversionista que no lo llevara a agarrar un machete. Ahora, después de 19 años haciendo que el país escuchara sus barboteos ante el Congreso en habla académica, verbosa, enrevesada; después de haber ayudado hábilmente a convertir Wall Street en una “Tienda a un Dólar” y a compañías que otrora prosperaba en un yermo estéril de sindicaturas, bancarrotas y precios de acciones en caída libre, ofrece a un país en quiebra un dicho ingenioso: que se equivocó.

La Reserva Federal realizó audiencias sobre la fusión propuesta de Citigroup el 25 y 26 de junio de 1998, en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York. Galen Sherwin, entonces presidenta de la Organización Nacional de Mujeres en la Ciudad de Nueva York, y yo, estábamos protestando el 16 de junio delante de las audiencias por la imposición por el señor Weill de sistemas de justicia privados para sus trabajadores. Los empleados tenían que renunciar por escrito a sus derechos de demandar a la firma ante un tribunal como condición de empleo y aceptar tribunales secretos llamados arbitraje obligatorio. Llevábamos letreros de protesta muy grandes y gráficos cuando salió un afable funcionario y preguntó si quisiéramos testificar en un panel en el que tenían algunas vacantes. Algo sorprendidas por la invitación (tal vez pretendía proveer una foto sin obstrucción del Edificio de la Fed para turistas), nos sentamos en el auditorio y comenzamos a escribir febrilmente nuestros discursos en trozos de papel. La Reserva Federal ha mantenido el original garabateado de mi texto en su sitio en la Red durante todos estos años y yo lo imprimí hoy como un triste recuerdo de la década que nuestro país ha estado encarcelado bajo el régimen corporativo.

Con nuestros letreros de protesta apoyados contra la mesa de los testigos y un empleado de la Fed en un área trasera filmándolo todo para la posteridad, lo que sigue es un pasaje de lo que dije a la Fed el 26 de junio de 1998:

“Es sorprendente lo rápido que olvidamos. Hace sólo 60 años 4.835 bancos de EE.UU. quebraron y cerraron sus puertas, dejando desamparados a sus accionistas y depositarios. La razón subyacente para que eso haya sucedido fue la falta de coraje moral de nuestros reguladores y representantes elegidos para decir simplemente no a los poderosos intereses del dinero. En lugar de simplemente decir no, Washington entregó a los bancos el equivalente de una tarjeta para cajero automático para la ventana de descuento de la Fed para especular en acciones.

En días en los que Japón, la segunda nación industrializada por su tamaño, vuelve a vivir los años treinta en EE.UU., completos con insolvencia bancaria, es sorprendente y absurdo que estemos discutiendo la eliminación de Glass–Steagall.

También queremos recordar que la dinámica política que creó el telón de fondo para la catástrofe bancaria en los años treinta surgió de una cultura corrupta y confortable entre Wall Street y Washington. El juez de la Corte Suprema, William O. Douglas, (que sabía un par de cosas del tema, porque acababa de servir como presidente de la joven, nueva, Comisión de Valores (SEC) de EE.UU. antes de llegar a la Corte Suprema) lo calificó de lo que era: trapacería y corrupción.

Frank Vanderlip, por coincidencia, verdadero ex presidente de National Citibank, escribió en esos días en Saturday Evening Post que la falta de separación entre la banca y de los valores contribuyó a que el mercado bursátil perdiera un 90% – quisiera repetirlo: un 90% – de su valor entre 1929 y 1933. El público estaba tan disgustado por el orgullo desmedido y la corrupción que toda una generación se apartó del mercado bursátil. No fue hasta 1954, 25 años después, que Wall Street volvió a alcanzar el nivel que había fijado en 1929.

Existe un conjunto convincente de evidencia que sugiere que una vez más una corrupta cultura confortable se ha radicado en los cerebros de Washington. Apenas podemos mirar a los guardianes de la confianza pública cuando se deshacen por conseguir donaciones electorales de Wall Street.”

Como toda tragedia épica que resulta del orgullo humano desmedido, ésta merece reflexión y análisis si vamos a abrirnos camino para salir del abismo. En solidaridad con las teorías del antropólogo Gregory Bateson sobre la creación de niveles de saber, y con las advertencias de la antropóloga Laura Nader de que hay que mantener el enojo en un lugar seguro, menciono a continuación los artículos en CounterPunch [ www.counterpunch.org/ en inglés ] respecto a la crisis que se desarrolla y al papel crucial de Citigroup, comenzando desde el 6 de noviembre de 2007.

6 de noviembre de 2007: Wall Street Metes Out Street Justice to Citigroup

28 de noviembre de 2007: Crashing Citigroup

3 de enero de 2008: The Free Market Myth Dissolves Into Chaos

21 de enero de 2008: How Wall Street Blew Itself Up

2–3 de febrero de 2008: Bankers Gone Bonkers: Global Finance and the Insanity Defense

17 de marzo de 2008: Too Big to Bail: The Fed’s Wall Street Dilemma

21–22 de junio de 2008: A Secret Oil Gusher Inside Citigroup

21–22 de septiembre de 2008: The Wall Street Model: Unintelligent Design

17–20 de octubre de2008: How the Banksters Are Making a Killing Off the Bailout


(*) Pam Martens ha trabajado en Wall Street durante 21 años. No tiene ningún tipo de títulos de ninguna de las compañías mencionadas en este artículo. Escribe sobre asuntos de interés público como independiente desde New Hampshire. Puede contactarse en pamk741@aol.com.


El colapso financiero internacional - Rescatan a otro gigante: el Citigroup

Es el mayor salvataje de un banco en la historia

Por Hugo Alconada Mon
Corresponsal en EE.UU.
La Nación, 25/11/08

Washington.– Al borde de un abismo de extraordinaria magnitud, el gobierno de Estados Unidos anunció ayer el mayor rescate de la historia de una entidad financiera, un plan tan radical como de resultados inciertos. Esta vez fue para Citigroup, el gigante de la banca mundial, en un nuevo y desesperado intento de cortar la sangría que amenaza con colapsar el sistema económico global.

Según el plan anunciado ayer por el presidente George W. Bush, el gobierno norteamericano absorberá gran parte de los "activos tóxicos" del coloso, que ascienden a 306.000 millones de dólares. Además, inyectará 20.000 millones de dólares, que se suman a otros 25.000 millones que el banco ya recibió. A cambio, el gobierno recibirá el 8% de las acciones.

Desde las escalinatas del Tesoro, Bush defendió el rescate, negociado contra reloj el fin de semana, pero terminó alimentando la incertidumbre al indicar que la posibilidad de un colapso continúa latente y que otras entidades podrían necesitar de un salvavidas fiscal: "Si es necesario, vamos a tomar este tipo de decisiones en el futuro para salvaguardar nuestro sistema financiero", explicó.

Bush informó que se comunicó con su sucesor, Barack Obama, quien también esbozó ayer un horizonte complicado al presentar a su futuro equipo económico (ver aparte). Anticipó que "es probable que [la economía] empeore antes de que repunte", que se trata de "una crisis de proporciones históricas" y que sin las medidas correctas "millones de puestos de trabajo" desaparecerían en 2009.

En ese contexto, el acuerdo del Tesoro con el Citigroup marca el inicio de una nueva fase en los esfuerzos del gobierno norteamericano por estabilizar a las entidades financieras. Esta vez se metió de lleno en el coloso que hasta el viernes se definía a sí mismo como "demasiado grande para caer".

Esa premisa había quedado en el olvido con el cierre bursátil del viernes, cuando las acciones del Citi acumularon una caída del 87% en su valor desde principios de año, con perspectivas aún peores sin un giro drástico en las expectativas de los inversores.

Eso es, precisamente, lo que logró producir el acuerdo con el Tesoro, al menos ayer. Su acción trepó 51% durante la rueda –lo que también desnuda su volatilidad–, mientras que el índice general Dow Jones repuntó 4,93%, en línea con el avance de las principales bolsas europeas.

Alentados además por el anuncio de Obama sobre quiénes formarán su equipo económico, también el Nasdaq subió un 5,96%, mientras que el índice S&P 500 trepó un 6,47%.

El efecto del rescate también se sintió en Europa, donde las bolsas cerraron con importantes subas, de hasta 10%. "Los mercados aman un rescate", dijo Brian Gendreau, estratego de inversiones de ING Investment. "El plan parece haber generado un poco de confianza en el sector en sí mismo", agregó.

Qué establece el plan

El plan de rescate para el Citi incluye la identificación de activos problemáticos por cerca de US$ 306.000 millones (cifra que equivale a un 20% más que el PBI nominal anual de la Argentina) y un primer acuerdo sobre cómo se absorberán las pérdidas si esa cartera de alto riesgo termina como lo indican los pronósticos.

El banco asumirá los primeros US$ 29.000 millones del rojo, mientras que el gobierno recogerá el resto de las pérdidas, si ocurren. Es decir que podría pagar los platos rotos por más de US$ 270.000 millones. Pero el Tesoro, además, inyectará de inmediato US$ 20.000 millones en el gigante, que se sumarán a los otros US$ 25.000 millones que recibió cuando se aprobó el primer plan de rescate oficial por US$ 700.000 millones.

Pese a la magnitud de las cifras en danza, el costo final podría resultar aún mayor, ya que los activos del Citigroup vinculados a hipotecas riesgosas podrían trepar a US$ 667.000 millones. El banco ya intentó quitarse este lastre de encima malvendiéndolos en el mercado. Sin embargo, no tuvo suerte, y luego fracasó en un primer intento de traspasarlos a las cuentas públicas, dos meses atrás.

Según el acuerdo que sí se concretó pasada la medianoche del domingo, el Citigroup deberá cumplir con su parte para sanearse. El plan incluye restricciones en los sueldos de sus ejecutivos, congela el pago de dividendos durante los próximos tres años y entrega al gobierno acciones preferidas por el equivalente de US$ 27.000 millones, las que podrían valer mucho más si el coloso se recupera. O nada si se produce su colapso.

El tono y el alcance del rescate revelan la gravedad de la situación. Al fin y al cabo, el Citigroup maneja activos por US$ 2 billones, cuenta además con una cartera dañina por otro US$ 1,2 billones y gestiona más de 200 millones de cuentas bancarias en 106 países, lo que da cuenta de lo que implicaría su caída para las finanzas internacionales.

Los analistas consideran que el Citigroup es el más vulnerable entre los principales bancos estadounidenses, especialmente después de que no logró comprar Wachovia Corp, que quedó en manos de Wells Fargo.

El fantasma de ese efecto dominó se sintió el viernes, cuando otros dos gigantes, Bank of America y JPMorgan Chase, sufrieron fuertes retrocesos en sus valores bursátiles dentro de un contexto complicado. Durante los últimos meses, otros dos íconos de Wall Street, Bear Stearns y Lehman Brothers, pasaron a la historia y potenciaron la turbulencia actual.

"No me atrevería a imaginarme las consecuencias del colapso del Citi", graficó el presidente de la Federación de Bancos Alemanes, Klaus Peter Müller. "Sería como la caída de Lehman Brothers multiplicado por diez."

Hay, sin embargo, una segunda incógnita que flota en esta y otras capitales. ¿Hasta cuándo podrá el gobierno de Estados Unidos cubrir los baches financieros propios y de bancos, aseguradoras y quizá también automotrices con dólares que no tiene? ¿Cuándo dejarán sus prestamistas –como los chinos– de girarle cheques?