Economía mundial

Se acelera él deterioro de la economía mundial

Bajo el espectro de la Gran Depresión

Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 05/02/09

“Esto se parece horriblemente al inicio de la Segunda Depresión” (Paul Krugman, economista postkeynesiano, Premio Nóbel 2008 de economía).

En las últimas semanas los signos de deterioro económico mundial se han multiplicado. Es tan cotidiana la catarata de datos negativos que cuesta dar cuenta de todos. Hay un patrón común: en la mayoría de los casos se trata de índices históricos, los más graves de la serie desde que se comenzó a medir ese factor. En muchos casos, lisa y llanamente, hay que remontarse ocho décadas para encontrar uno peor. Algo ya está confirmado: el mundo está ante la más grave crisis económica desde la II Guerra Mundial.

Pero la dinámica de la crisis se mueve tan rápido que ahora la discusión se está desplazando. Si los analistas dan por descontado que se trata de la crisis más profunda desde la posguerra, ahora se interrogan espantados si no se estará frente a la Segunda Gran Depresión de la economía capitalista contemporánea.

Este mismo pánico es el que está comenzando a hacer emerger matices, diferencias e incluso, agudas divisiones entre los círculos dirigentes del capitalismo mundial. El impactante cruce de acusaciones entre empresarios, políticos y funcionarios en Davos; las diferencias dentro de la Unión Europea y las agudas divisiones entre Demócratas y Republicanos alrededor del Acta de Reconstrucción Económica de Obama, sirven para graficar esta situación.

Sin embargo, a muchos todavía les cuesta pensar que la crisis podría ser tan grave como la de los años 30. Pero los hechos son testarudos. Porque la realidad es que son los mismos datos económicos los que están mostrando esta dinámica: el mundo podría estar franqueando las puertas hacia la Segunda Gran Depresión del capitalismo contemporáneo.

En estas condiciones, ya se está viviendo el traslado de la crisis al terreno de la lucha de clases. La reciente caída del gobierno de Islandia (cacerolazos mediante); la dramática crisis en curso en la mayoría de los países del Este europeo (también cruzados por manifestaciones violentas); los crecientes temores a “estallidos de cólera” entre los 20 millones de trabajadores recientemente despedidos en China; las “huelgas salvajes” que han detonado en Inglaterra y el reciente paro general francés, son todas expresiones que apuntan a un dramático salto en la lucha de clases mundial.

Este concreto espectro de la Gran Depresión del siglo XXI parece estar confirmando entonces la caracterización de que el mundo se está adentrando en un período marcado por agudas crisis, lucha de clases incrementada, contradicciones entre Estados, guerras y, por qué no, nuevas revoluciones sociales en el siglo que se aproxima a cumplir su primera década.

Una mirada a la magnitud de la crisis

“En la teoría general de Marx, ningún sistema económico, no importa cuán débil, colapsa por sí mismo en forma automática. Debe ser «derribado». El análisis teórico de las tendencias objetivas que llevan a la parálisis del sistema sirve para descubrir los «eslabones débiles» cual barómetros que indican cuándo el sistema está listo para ser cambiado. Pero incluso cuando ese punto es alcanzado, el cambio sólo puede venir de la acción activa de los factores subjetivos. Esta parte de su teoría Marx la desarrolló en el estudio de la lucha de clases (…). La llamada «necesidad histórica» no opera automáticamente, sino que requiere de la activa participación de la clase obrera en el proceso histórico. Esta participación, sin embargo, en sí misma no es algo arbitrario, sino que se sigue de la presión de los factores objetivos”.[1]

En una charla realizada hace un par de meses decíamos: “La primera problemática para comprender esta nueva situación mundial tiene que ver con el grado de profundidad de la crisis. Efectivamente, cuando uno compara con la crisis del 30, cuando uno recuerda que la tasa de desempleo en los EEUU alcanzaba el 20 ó 25%, hoy lo que se puede ver es que todavía Estados Unidos tiene el 7, 8 ó 9%. Es decir, está lejos todavía de esa magnitud de caída del empleo. Otro dato de enorme importancia es la caída del producto, en cuanto se destruye trabajo y se destruye capital; cuántas plantas cierran, cuánta población sobrante queda. Por ejemplo, en la década del 30, los índices de caída del producto estuvieron en torno al 20 ó 30%. También hay otro dato de importancia que es un interrogante mundial hoy y que no está todavía claro: se trata de cuánto progresa y se desarrollan realmente salidas competitivas proteccionistas. Esto también tiene que ver con la comparación con los 30: porque el retroceso de las fuerzas productivas se expresó en un brutal retroceso del mercado mundial, de los intercambios internacionales, que todos estos años del último período (décadas del 80, 90 y en lo que va de ésta), han ido por encima del crecimiento del producto. En la crisis del 29 el retroceso del mercado mundial, del comercio internacional entre estado y naciones, llegó al 50%”[2].

Estas comparaciones vienen a cuenta porque una depresión se debe expresar en datos concretos. En este sentido, la comparación es y no puede dejar de ser con los años 30. Y la realidad es que, increíblemente, datos de esta magnitud se comienzan a expresar en la dinámica de la crisis. Una dinámica hasta ahora imparable a pesar de los enormes rescates estatales, los que hasta ahora han venido fracasando redondamente en su cometido. Conviene entonces realizar un muy somero “recorrido” por los datos de la economía mundial para poder “medir” la dinámica real de la crisis.

Previamente señalemos que lo que está en juego en esta comparación no es hacer una analogía mecánica entre ambos eventos ni perder la especificidad de la actual crisis. Lo que interesa es comparar la magnitud de ambos eventos: “Algunos compañeros han cuestionado la comparación que estamos haciendo de la actual crisis económica con la de los años 30. Pero no es a ese lugar a donde apunta la analogía; analogía que creemos sin embargo de enorme utilidad. La comparación con los años 30 tiene que ver con la magnitud del acontecimiento histórico que está desarrollándose ante nuestros ojos”[3].

La revista inglesa The Economist señala que para configurar depresión la caída del producto mundial debería ser del orden del 10% o prolongarse a lo largo de tres años: “La Gran Depresión de los EEUU que se inició en 1929 cumplió las dos condiciones: el PBI cayó alrededor de un 30% y la caída se prolongó por más de tres años, desde 1929 a 1933. Los norteamericanos también vieron cómo el PBI cayó el 13% entre 1937 y 1938”[4].

También se puede echar una ojeada a otros datos. Por ejemplo, la caída del producto en la ex URSS después de la restauración capitalista fue un shockeante 45% entre 1990 y 1998 (comparables con las de Alemania o Japón luego de sus derrotas en la II Guerra Mundial).

En fin, el concreto desplome que está viviendo en estos precisos momentos la economía mundial acaba de ser reconocido por el mismísimo Fondo Monetario Internacional: “Según las proyecciones, el ritmo de crecimiento mundial caerá a 0,5% en 2009, la tasa más baja registrada desde la II Guerra Mundial. Pese a que se han adoptado medidas de amplio alcance, subsisten agudas tensiones financieras que constituyen un lastre para la economía real. No será posible una recuperación económica sostenida mientras no se restablezca la funcionalidad del sector financiero y se destraben los mercados de crédito”[5].

Es este cambio drástico en las condiciones materiales en las cuales se desarrolla la lucha entre las clases a nivel mundial la que ha abierto una nueva situación internacional que acumula crecientes tensiones revolucionarias.

Balanceándose al borde del precipicio

“En los años 30, no había un sistema financiero global, como hoy, en el cual todo afecta a todos” (Gordon Brown, Primer Ministro de Inglaterra).

En las últimas semanas está viviéndose el tercer momento de la crisis económica internacional. Sí el primero detonó a mediados del 2007 con la crisis de las hipotecas basura, y el segundo se dio en torno a la caída de Lehman Brothers a mediados de septiembre pasado, ahora se está entrando como en un tercer giro de la crisis. Se trata de un momento en el que se están manifestando de manera “superpuesta” un nuevo pico de la crisis bancaria conjuntamente con el acelerado deterioro de la economía real.

El ya señalado reporte del FMI define que se está viviendo en tiempo real un “pernicioso círculo vicioso” entre los sectores real y financiero de la economía internacional, círculo que está causando estragos económicos generalizados.

Este “círculo vicioso” es de enorme importancia para la marcha económica en su conjunto: “En la actual crisis financiera mundial se están destruyendo ingentes cantidades de capital bajo la forma de capital-dinero (real y ficticio). Sí esta destrucción no encuentra un piso y se produce una brutal restricción crediticia producto de una crisis bancaria generalizada, es como si la economía se quedara sin su ‘lubricante’, o asfixiada. Si se secara la acción del dinero para los intercambios la recesión inevitablemente se transformará en depresión, con desvalorización y destrucción de capital mercantil, capital productivo y capital dinerario”[6].

Esto es lo que está ocurriendo en estos mismísimos momentos: una retroalimentación entre la crisis “financiera” y la real; retroalimentación que presiona en el sentido de una concreta transformación de la recesión en depresión. El hecho es que los históricos paquetes de ayuda económica implementados desde el Estado por los gobiernos de los países imperialistas (¡por casi 5 billones de dólares!) parecen no haber alcanzado para rescatar a los bancos y a la economía como un todo del abismo en el que están.

Concretamente, el sistema de bancos, al menos en EEUU e Inglaterra, está al borde de la bancarrota o ante la eventualidad de una estatización completa por parte de los gobiernos de Obama y Brown.

Este dato es de enorme importancia. Más aun cuando se toma nota que en la Gran Depresión de los años 30 la crisis afectó directamente a los pequeños y medianos bancos pero no puso realmente en riesgo a los grandes: “Las más grandes corporaciones financieras e industriales operan hoy en una escala mucho más grande que en los años de entre guerras y, como consecuencia, la presión sobre los gobiernos para rescatarlas es desproporcionadamente grande. La crisis bancaria de los años 30 en EEUU fue una crisis masiva de los pequeños y medianos –‘los grandes bancos no fueron mayormente los que devinieron insolventes y cayeron, inclusive en los períodos de amplias caídas bancarias’– mientras que en Inglaterra directamente no hubo crisis bancaria. Esta vez estamos viendo una crisis en muchos de los más grandes bancos en las mayores economías”[7].

Los ejemplos de las últimas semanas son aleccionadores en este sentido. El Citigroup (segundo banco norteamericano), que en los últimos meses recibió una ayuda económica estatal por 45.000 millones de dólares (al tiempo que una cobertura multimillonaria por 304.000 millones de dólares sobre unos activos “tóxicos”), está nuevamente tambaleándose ante lo insondable de su cartera “tóxica” (la misma alcanzaría los 1,2 billones). Un reporte señala que “tras clausurar el peor año de negocios de su historia, al contabilizar un total de pérdidas por US$ 18.720 millones, el Citi anunció una escisión que dará lugar al Citicorp y el Citi Holding, dos estructuras organizativas en las que agrupará sus actividades más sanas (la primera) y las más polémicas y riesgosas (la segunda), en un intento desesperado por estabilizarse y dejar atrás una crisis que desvalorizó ayer otro 8,6% sus papeles en el mercado bursátil para dejarlos a US$ 3,50 cada uno”[8].

Tampoco al Bank of America (primer banco norteamericano) le va muy bien que digamos: acaba de recibir otra ayuda estatal por 20.000 millones de dólares. A su quebranto hay que adicionarle situaciones como el reciente despido del ex gerente de Merrill Lynch (conocido banco de inversión recientemente absorbido por esta institución) por reportar pérdidas inesperadas por 15.300 millones de dólares[9].

En definitiva, el hecho es que las 13 primeras entidades del sistema bancario estadounidense han recibido una asistencia directa por parte del Estado de 147.910 millones de dólares, asistencia que no ha logrado ni sacarlos del quebranto ni que los mismos vuelvan a prestar dinero.

Es que a pesar de esta asistencia multimillonaria, estas mismas instituciones acaban de declarar un declive en sus préstamos en el último trimestre del 2008 del 1,4% mostrando la continuidad de la restricción a dar créditos que asfixia a la economía productiva y que la asistencia recibida ha sido utilizada sólo para tapar malamente agujeros y seguir pagando dividendos a sus accionistas.

“El volumen total de préstamos en trece de los mayores bancos de EEUU que recibieron inyecciones de capital del gobierno cayó el 1,4% en el cuarto trimestre, aumentando el escepticismo acerca de la eficacia del Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP). Creado en octubre para estabilizar a las instituciones financieras para que pudieran reanudar sus préstamos a empresas, consumidores y otros bancos, el TARP no ha cumplido sus metas. Los préstamos totales en 13 bancos que han recibido 148.000 millones de dólares en capital de los contribuyentes cayeron en 46.000 millones de dólares a 3,31 billones a fines de 2008”[10].

Del otro lado del Atlántico (Inglaterra) las cosas no van mejor. El Royal Bank of Scotland (segundo banco del país) acaba de declarar pérdidas históricas para el año 2008 por 40.500 millones de dólares[11].

El reconocimiento de semejantes pérdidas por parte de uno de los bancos más “fuertes” del país volvió a hacer temblar todo el sistema financiero inglés y desnudó que tampoco el plan de Gordon Brown ha alcanzado para sacar al sistema financiero de la posibilidad de la quiebra generalizada.

“El gobierno del Reino Unido se comprometió a destinar decenas de miles de millones de dólares adicionales para reanimar un tambaleante paquete de rescate financiero. El último plan del gobierno británico se produce sólo tres meses después de que el primer ministro, Gordon Brown, anunciara un paquete de rescate de 400.000 millones de libras esterlinas en octubre (unos US$ 590.000 millones), que incluía una inyección de capital de 37.000 millones de libras en RBS, HBOS, PLC y Lloyds TBS Group PLC. Ese paquete impidió un colapso de los bancos británicos pero no estabilizó al sector”[12].

El hecho es que en el RBS la participación del Estado ha aumentando del 58 al 70% y muchos opinan que la nacionalización total del banco es cada vez más probable. El segundo banco británico seguiría así los pasos del Northern Rock, primer banco en ser estatizado en este país en décadas y décadas. Tal es la descapitalización del RBS que su acción valdría 12 peniques, créase o no, menos de lo que cuesta en Londres una cajita de chicles!

Agregando –como sí fuera posible– más dramatismo a la situación, el diario inglés The Guardian alertó días atrás acerca de la eventualidad de que el peso de los rescates termine siendo tan grande que arrastre a la propia Inglaterra a la bancarrota: “El periódico laborista The Guardian advirtió esta semana que Gran Bretaña se arriesga a caer en bancarrota tras haberse endeudado por un total de 970.000 millones de dólares al final del 2008, lo que representa un 47,5% del PBI. Del total de la deuda, 140.000 millones de dólares fueron a la nacionalización del banco Northern Rock y a la recapitalización del Royal Bank of Scotland”[13].

En síntesis: se podría estar frente a la lisa y llana quiebra del sistema bancario norteamericano e inglés (cosa que arrastraría inevitablemente al resto de la banca europea) como acaba de declarar el gurú económico de moda Nouriel Roubini, circunstancia que obligaría a los gobiernos a su estatización lisa y llana.

La industria mundial muestra señales tangibles de depresión

Más allá de la crisis bancaria, desde hace semanas la “novedad” es la dramática caída que se está procesando en el terreno de la “economía real”, fundamento material y elemento “nuclear” de la crisis. Porque en lo que hace a la producción mundial, el retroceso del producto y, dentro de él, del producto industrial, comienza a acercarse a cifras realmente “depresivas”.

Es decir, los concretos desplomes de la producción en general y de la industrial en particular, tienden a crecer alcanzando en varios casos cifras de dos dígitos. Esto lo acerca a los números de la Gran Depresión en la cual la caída del producto en EEUU –como ya hemos señalado– rondó algo en torno al 30%.

Aquí hay que subrayar la significación del hecho de que el PBI industrial esté cayendo más que el producto en general. Esto tiene su importancia en la medida que, comprensiblemente, se entiende que la industria es la mayor fuente de creación de riqueza y valor de la economía.

Es decir, también la agricultura produce valor, lo mismo que aquellas operaciones de comercio y servicios que están ligadas a la producción. Pero está claro que la sede “por excelencia” de la producción de la riqueza es la industria. Y si en lo que hace al producto en general los índices de caída siguen siendo de un dígito, lo que tiene que ver con la producción industrial se está acercando peligrosamente a dos.

Este concreto desplome de la industria en los países centrales está llamado a extenderse al resto de las ramas de la economía: “la caída en la economía productiva necesariamente lleva a los capitalistas a cortar el gasto improductivo, causando una masiva caída en los precios de las propiedades y afectando los balances de los bancos que prestan para financiar la producción generando sucesivas olas de quebrantos bancarios”[14].

Es decir, en última instancia la caída del producto industrial termina necesariamente afectando al resto de las esferas económicas porque es la riqueza que se produce en su seno la que puede solventar todos los demás gastos improductivos.

Hay que ver entonces la evolución de las diversas regiones de la economía mundial. Nos dedicaremos sólo a algunas de ellas arrancando por las economías del sudeste asiático, motor económico mundial de los últimos años y sede de todas las elucubraciones vulgares acerca de su posible “desacople” respecto de la evolución económica en los países centrales.

“Increíblemente”, los datos de caída del producto industrial más dramáticos provienen de esta región: “La escala y la velocidad de la caída corta la respiración, y es de un rango más amplio que cuando la crisis financiera de 1997-8. El PBI chino, que se expandió el 13% en 2007, escasamente creció algo en el último trimestre del 2008. En el mismo período, para el PBI industrial del Japón, se estima una caída anualizada del 10%; en Singapur, la caída del producto industrial sería del 17% para igual período, y en Corea del Sur se habla de algo en torno al 21%. El producto industrial cayó incluso más dramáticamente desplomándose en Taiwán al 32% en diciembre último respecto del mismo mes del 2007”[15]. Como se ve, se trata de cifras en la región más dinámica de la economía mundial que nada tienen que envidiarles a las de los años ’30…

Según la revista inglesa The Economist “las causas inmediatas de este desplome son evidentes: la reducción de stocks y el colapso en las exportaciones. Incluso en China, las exportaciones se están derrumbando, con una caída del 2,8% en diciembre comparado con el mismo mes del año anterior. Ese mismo mes en Japón las mismas cayeron un 35%[16] y en Singapur un 20%. Las cifras de importaciones son incluso peores: en China cayeron un 21% en diciembre respecto de igual mes del año anterior; en Vietnam por un 45% en enero de este año. Algunos habían sugerido que el comercio intraregional habría de proteger a Asia contra la caída en el Oeste… Pero esto no está ocurriendo porque el comercio dentro de Asia es parte de la cadena globalizada de la oferta que está en última instancia atada a la demanda del mundo rico”[17].

Por si no fuera suficiente, hay más: “Muchas de las economías asiáticas parecen haber sido golpeadas más duramente que sus contrapartes del Oste. En el último trimestre del 2008, el PBI probablemente haya caído en un índice anualizado del 15% en Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán; sus exportaciones se derrumbaron más del 50% en un índice anualizado. Las acciones en Asia emergente se desplomaron casi tanto que durante la crisis financiera asiática de una década atrás. Esa crisis fue causada por la excesiva dependencia del capital extranjero. Esta vez los tigres han sido atrapados por su excesiva dependencia de las exportaciones. El gigante más rico de Asia, Japón, ha reportado caídas de sus exportaciones por 35% en diciembre del 2008 respecto del mes anterior. En el mismo período, las exportaciones taiwanesas cayeron un 42% y la producción industrial un llamativo 32%, peor que en la mayor caída anual del producto en EEUU durante la Depresión[18].

Particularmente respecto de China la situación es la siguiente: “La producción industrial se ha desacelerado aun más bruscamente, ya que creció sólo un 5,7% en los 12 meses hasta diciembre comparada con el 18% registrado a fines de 2007. Miles de fábricas han cerrado y millones de trabajadores emigrantes ya han perdido sus empleos. Pero podrían llegar tiempos peores. Es probable que las exportaciones chinas caigan aún más en los próximos meses, a medida que la demanda mundial baja. Qu Hongbin, economista de HSBC, pronostica que las exportaciones en el primer trimestre podrían ser un 19% inferior a las registradas hace un año. Este año podría ser testigo del primer descenso anual en las exportaciones en más de un cuarto de siglo”[19].

Claro que no se trata sólo del sudeste asiático: el producto en general y el industrial en particular se está estancando o en caída libre a lo largo y ancho del globo. Según la última edición de The Economist la situación es la siguiente: en EEUU, de diciembre 2008 al mismo mes 2007, la industria cayó un 7,8%; en el caso del Japón, de noviembre a noviembre, la caída ha sido por la friolera del 16,6%; en Inglaterra, la caída también de noviembre a noviembre, ha sido por un 6,9% (no hay que olvidar que en este país la industria está debilitada más estructuralmente)[20]; en el caso de Francia, de noviembre 2008 en comparación con 2007, la caída ha sido del 9%; en Alemania, para igual período, ha sido del 8,3%; en Italia diciembre contra diciembre, del 9,7%; y como no podía ser de otra manera de las grandes economías europeas la que está cualitativamente peor es la de España (este país bate record tras record en varios rubros): ¡de noviembre a noviembre una caída del PBI industrial del 17,2%!

En síntesis, hemos mostrado una catarata de cifras de la producción que se acercan peligrosamente a índices de caída del 10%, es decir, indicadores de depresión. Pero aun hay más. En Europa del Este, Rusia y Turquía, la situación es todavía peor: en la República checa, la caída del último año alcanza el 17,6%; en Hungría, el 12.0%; en Finlandia, el 10,1%; en Estonia, el 17,7%; en Lituania, el 13,9%; en Rusia el 10% y en Turquía el 13,9%[21]

Por si todo esto fuera poco, es evidente que por detrás de estos datos generales hay que estudiar la evolución de cada rama productiva, algo que aquí no podemos hacer. En todo caso hay que hacer una referencia a la rama automotriz, dado que su peso en todas las economías es “descomunal” llegando en muchos casos a implicar el 10% del producto total. No es casual entonces que sobre ella haya cada día cataratas de datos: se trata de la rama productiva más golpeada de la economía internacional, a la cual están atadas toda otra serie de industrias.

En su principal mercado, EEUU, el descenso de la producción es vertiginoso: de algo en torno a las 16 millones de unidades como promedio de ventas de los últimos años, se estima que en el 2009 difícilmente se alcancen los 10 millones (una caída en torno al 40%). En el caso de Japón, la producción de vehículos cayó en noviembre pasado un 20,4% en comparación con igual mes del año anterior. Este porcentaje es el mayor desde que la Asociación de Fabricantes de Automóviles de Japón comenzó a compilar datos desde 1967. El informe también señala que miles de obreros de automotrices han perdido sus empleos en las últimas semanas, llegándose incluso a hablar de ollas populares en ese país: “La crisis global está llegando hacia nosotros como una marea” declaró Teruyuki Minoura, presidente de Daihatsu Motor Co, filial de Toyota.

La “bomba nuclear” del retroceso del comercio internacional

El tercer índice que podría estar alimentando la eventual tendencia depresiva está radicado en el terreno del comercio internacional. ¿Cuál es la realidad en este terreno? Simple: por primera vez en décadas cae el comercio mundial incluso por detrás de las figuras de caída del producto.

Este es un dato impactante si se tiene en cuenta que desde la II Guerra Mundial ha venido creciendo sostenidamente de manera más que proporcional que el producto. Este fenómeno pegó un escalón ulterior en las últimas décadas con el giro neoliberal de la economía mundial y el ordenamiento que la misma implicó de los flujos de comercio y capitales en el terreno internacional. Ahora esto está completamente cuestionado. Así, cuando el FMI pronostica para el año un “crecimiento” del 0,5%, sus propios pronósticos respecto del comercio mundial hablan de una caída neta para este año de más del 3% (primera caída desde 1982) en comparación del crecimiento del 4,1% en 2008. Si bien esto está todavía lejos de las figuras de la Gran Depresión (una caída de casi el 50% del comercio mundial), digamos que el declive recién comienza a hacerse notar y hay que ver su dinámica a lo largo de todo el año más aun si se siguen multiplicando los reflejos proteccionistas que parecen estar poniéndose en marcha.

“Por primera vez en más de una generación, dos motores de la integración global –el comercio y los flujos de capitales– están pasando simultáneamente a reversa. El Banco Mundial dice que los flujos de capital privado neto a las economías emergentes en 2009 probablemente serán la mitad del record de 1 billón de dólares de 2007, mientras que los volúmenes de comercio globales se reducirán por primera vez desde 1982. Estos cambios gemelos obligarán a ajustes muy duros. Los países que han dependido de las exportaciones para motorizar su crecimiento, desde China a Alemania, tendrán una baja, a menos que pudieran apuntalar la demanda interna rápidamente. La fuga de capital privado significa que las economías emergentes con déficit de cuenta corriente enfrentan una sequía de financiamiento además de la baja de las exportaciones. Existe el riesgo que en su incomodidad, los gobiernos se vuelvan hacia su viejo pero falso amigo del proteccionismo. Pero las lecciones de la historia son claras. El aislacionismo económico de la década del 30, simbolizado por el arancel Smoot-Hawley de EEUU, intensificó cruelmente la depresión”[22].

Efectivamente, la caída en las exportaciones ha sido exacerbada por la restricción crediticia global, la cual hace más difícil el conseguir financiamiento comercial. La eliminación de stocks a escala masiva ha llevado la caída del producto aún más lejos. El comercio dentro de Asia ha caído incluso más que sus ventas a EEUU y Europa. Todo esto no es extraño cuando es conocido que el comercio mundial mueve valores por 14 billones de dólares y para eso necesita sí o sí financiamiento, financiamiento que se ha vuelto un bien escaso.

Al mismo tiempo, como subproducto de la crisis, están creciendo las ya señaladas presiones proteccionistas. En este sentido, el paquete que Obama está tratando de hacer votar en el Congreso norteamericano ha despertado una creciente polémica por su cláusula de “buy american” (“compre americano”) para ciertos productos estratégicos como hierro y acero. Lo concreto es que desde distintas partes del mundo (China, Brasil, Canadá, UE, etc.) se está cuestionando duramente esta cláusula que podría desatar reacciones simétricas respecto del acero estadounidense. Esto recuerda el famoso acta de arancelamiento de importaciones en los años 30 en EEUU –la ley Smoot-Hawley– que generó una similar reacción en el mundo y llevó al fondo del tacho al comercio internacional constituyéndose en uno de los más poderosos factores depresivos. Demás está decir que este factor sería realmente una “bomba nuclear” hoy, cuando con la globalización y mundialización de las últimas décadas los encadenamientos de la economía mundial son más profundos e inextricables que nunca antes en la historia. Por si fuera poco, a lo anterior se le suma el hecho descomunal de que con la crisis, lo que estalló y no tiene retorno, es una particular configuración de la economía mundial que no va más. Esto también alimentará la presión al retroceso del comercio mundial: “Los gobiernos asiáticos tienen más que preocuparse este año que sólo por la tasa de crecimiento económico. Más allá de la crisis inmediata, el interrogante es ¿de dónde vendrá el crecimiento? El consumo americano y su amplio déficit, que empujó mucho del crecimiento asiático en la década pasada, ha llegado a un final. No se trata de algo cíclico sino estructural. En los próximos años, los americanos tendrán que ahorrar más e importar menos. El crecimiento asiático traccionado por las exportaciones parece haber alcanzado sus límites. Necesita una nueva máquina de crecimiento: en el futuro deberá descansar más en la demanda doméstica”[23].

En definitiva: “Para considerar los eventuales desarrollos de la crisis actual, cabe recordar que en la Gran Depresión de los años 30 operó no sólo la restricción crediticia sino un retroceso en la tendencia secular a la internacionalización de las fuerzas productivas propias del capitalismo. La crisis desató reflejos condicionados en el sentido de un ‘sálvese quien pueda’ que terminó haciendo retroceder el mercado mundial casi a la mitad de su dimensión”[24]. Y agregábamos: “los más probable es que la actual crisis acentúe estas tendencias. Esto es, frente a una crisis en el punto máximo de internacionalización alcanzado bajo el capitalismo, los mecanismos defensivos que se ponen en marcha apuntan en sentido contrario. La disputa sobre quién pagará la cuenta del desastre agudizará de modo casi inevitable, y en un grado no visto en las últimas décadas, no sólo la competencia entre capitales y bandos capitalistas, sino entre los propios estados nacionales de EEUU, la Unión Europea, Japón y China”. Esto es lo que ya de alguna manera está ocurriendo e inevitablemente sumará a la presión depresiva por la vía del retroceso de los intercambios internacionales[25].

El peligro “deflacionista”

Otro indicador  de la magnitud histórica de la crisis en curso ha sido el verdadero vértigo con que se pasó de una tendencia alcista mundial en materia inflacionaria en la primera mitad del año pasado a la actual completa reversión de esa tendencia cuando la eventualidad a la que más le temen las autoridades monetarias de los EEUU es a la caída en un proceso deflacionario.

Como síntoma debería ser evidente que para una semejante reversión de tendencias que tienen el peso y la inercia de la estadística, es que subyaciendo detrás de ellas existen fuerzas de una magnitud sin igual.

Esta tendencia deflacionaria tiene una evidente conexión con las tendencias depresivas en la economía real. Es que las tendencias que ahora quedan expuestas a la sobreproducción de mercancías y la sobre acumulación en materia de inversión empujan en el sentido de la desvalorización generalizada de todo tipo de “activos”.

De ahí que no sea casual la preocupación que acaba de expresar el FMI también a este respecto. Mundialmente los precios sólo “aumentarían” un 0,3% en el 2009. Por su parte, en los EEUU, diciembre pasado marcó la tercera deflación consecutiva en el orden del 0,7%, dejando la “inflación” total del 2008 sólo en 0,1%, la más baja desde 1954.

No hace falta recordar que el año 2008 se había iniciado con una fuertísima presión a nivel del precio de las commodities, presión que si bien también respondía a razones especulativas, estaba sin embargo atada –en términos reales– al fuerte crecimiento del producto mundial que se estaba procesando hasta el momento.

Desde el salto descomunal del barril de petróleo a casi 150 dólares y el alza imparable de las commodities agrícolas, promediando el año se estaba viviendo una de esas raras situaciones donde los términos de intercambio parecían deteriorarse no para el sur dependiente y semicolonial sino para el norte imperialista.

Sin embargo, la emergencia de la crisis puso el mundo nuevamente sobre sus pies. Porque lo que se está viviendo es una reversión brutal a nivel precios aunque no sólo de las commodities: se trata de las caídas generalizadas de todos los “activos”: desde las acciones bursátiles, pasando por la propiedad, las commodities y el precio de todas las mercancías en general.

Pero la deflación al tiempo que destruye valor tiene otra contradicción: aumenta el peso del endeudamiento. Esto en la medida que va de suyo que la desvalorización se expresa como fortalecimiento de la moneda. Es decir, los precios de las mercancías caen… pero las deudas no. El hecho es que durante la Gran Depresión la caída de los precios en EEUU fue de casi un 25%, índice del cual aun se está lejos.

Precisamente, para contrarrestar esta realidad es que los gobiernos de los países imperialistas han bajado masivamente la tasas de referencia. En el caso de la Reserva Federal estadounidense, la baja de las tasas también ha adquirido números históricos: las ha dejado en el 0,5%, un umbral donde a todos los efectos prácticos no hay otro escalón, niveles no vistos desde la Gran Depresión. En este sentido, el record de la estadística se la lleva la baja de las tasas que instrumentó el Banco de Inglaterra, el que bajó sus tasas de referencia al 1,5%, el menor nivel desde que fue fundado el banco en… 1694!

Paradójicamente, esto no quiere decir que esta tasa de referencia sea la que se le cobra al público… Esto no es así: ¡precisamente en este tipo de crisis depresivas lo que ocurre a nivel tasas es como una tijera: cuanto más bajan las tasas de referencia para los “mayoristas” más sube la tasa de interés minorista para el público en general!

En este contexto y como para responder –al menos en parte– de dónde sale el dinero para enfrentar los paquetes multimillonarios, información extraoficial señala que la FED hizo imprimir un billón de dólares desde el salto de la crisis en septiembre pasado: “Este ‘relajamiento cuantitativo’ es un augurio respecto de la opción a ser utilizada in extremis: reflacionar la economía emitiendo dinero para financiar los déficits fiscales[26].  Es decir, de las actuales tendencias deflacionarias se podría volver a pasar a una inflación brutal o a una combinación contradictoria de tendencias en los diversos países o regiones.

Todo esto tiene otra serie de consecuencias a nivel de los niveles históricos de déficit fiscal que enfrenta EEUU y los peligros que se ciernen por estas razones sobre el dólar como moneda mundial y su relación con la cotización de todo el resto de las monedas, así como las presiones que la crisis puede estar introduciendo al fraccionamiento monetario también en este sentido. Pero esto nos llevaría demasiado lejos para los propósitos del presente trabajo.

En todo caso, simplemente concluyamos que, como síntoma de factores subyacentes, la deflación de los precios es otro poderoso indicador de las profundas tendencias depresivas en las que se encuentra basculando la economía mundial.

Eyectados hacia la desconocido

“En el 2009 puede ahondarse con consecuencias imprevisibles la mayor crisis del capitalismo en ocho décadas. La fragilidad de este año radica en que incluso antes del estallido de la crisis financiera existían tendencias preocupantes en el sistema mundial: tendencias que alentaban una creciente pugnacidad en el plano interno de los países y en el ámbito de las relaciones internacionales. En los EEUU la desigualdad económica actual es similar a la de los años 20 del siglo pasado. Si bien la interdependencia económica se aceleró en los últimos lustros y la globalización produjo más riqueza, la redistribución regresiva del ingreso acompañó el auge mercantil. En breve, se fueron agigantando las diferencias de todo tipo entre clases y con ello la pugnacidad social”[27].

Efectivamente, la gran noticia del momento es como la crisis se comienza a trasladar al plano de la lucha entre las clases, a la “pugnacidad social” como dice el analista que acabamos de citar.

Cuando comenzó la misma tuvimos un debate en el cual determinados compañeros de la izquierda tendían a poner de relieve el supuesto hecho de que la crisis “no estaba dando lugar a una respuesta acorde por parte de las masas a nivel mundial”… En ese momento dijimos varias cosas que aquí no podemos repetir. Pero básicamente lo que señalamos es que semejante martillazo en las condiciones de vida y trabajo de los explotados y oprimidos a nivel mundial, el semejante cambio en las condiciones materiales de existencia de la clase obrera mundial iba –inevitable y necesariamente– a dar lugar al período más convulsionado de la lucha de clases mundial en décadas y décadas.

También dijimos que había que tener “paciencia”; que cuando el mundo se derrumba debajo de los píes, el metabolismo social de la reacción frente a esa catástrofe lleva su tiempo. La realidad es que incluso para nuestros parámetros estos tiempos parecen estar acelerándose ya.

En todo caso no es aquí el lugar para dar cuenta de este proceso que se acelera y que tiene bombas de tiempo a lo largo y ancho del globo. Tampoco haremos la estadística de la masiva destrucción de empleo mundial que ya está ocurriendo a lo largo y ancho del mundo aunque sí subrayar que este dato es otro que, inequívocamente, de profundizarse, señala la perspectiva de una nueva Gran Depresión. Es decir, el desempleo de masas es otro rasgo inequívoco de depresión, independientemente que la forma que tome no vaya a ser igual a las fotografías que todos hemos visto de los años 30[28].

Aquí entonces sólo pintaremos un “fresco” de la situación refiriéndonos muy someramente a algunos países claves de la economía mundial. Tomaremos tres casos “testigo”: EEUU, China y España por las dimensiones del problema en ellos[29]. Sobre EEUU, el escritor argentino –un peronista bastante conservador por cierto– radicado hace años en EEUU hace una vívida pintura de los problemas del empleo en ese país: “A los norteamericanos les apremia saber cómo fue posible que en sólo dos meses –octubre y noviembre– se evaporaran un millón de puestos de trabajo”.

Quieren saber, sobre todo, qué hará el nuevo Presidente para que cese el incesante drenaje laboral, el más pronunciado desde la II Guerra Mundial. El 7,2% es una cifra que los norteamericanos no imaginaban hace dos años, cuando era del 4,4% [pero con ser alta para los estándares estadounidenses como se verá enseguida, no deja de ser una cifra mentirosa, N. de R.]. Más de 11 millones están en la calle, y si a ellos se sumaran los derrotados que ya se han cansado de golpear puertas y los 3,4 millones que aceptaron un trabajo de medio tiempo aunque necesitan uno de tiempo completo, el porcentaje de la desocupación llegaría al 13,5% [es decir, una cifra que no está tan delirantemente lejana del 20 o 25% de los años 30, N. de R.]”[30].

Respecto de China, un informe de The Economist es aleccionador. Titulado “Migración hacia lo desconocido” señala lo siguiente: “Los lideres chinos están peleando para enfrentar el más grande crecimiento en el desempleo en años. Migrantes desde el campo, la fuente más grande de mano de obra para las industrias orientadas a las exportaciones del oriente y la construcción, están siendo fuertemente afectados. Millones han sido tirados fuera del trabajo. Los trabajadores urbanos de cuello blanco, por años acostumbrados a un crecimiento de dos dígitos, ahora se enfrentan a una caída en las bonificaciones y al congelamiento salarial. Algunos están perdiendo también el trabajo. Los estudiantes, de los cuales el gobierno siempre tiene el temor a algún levantamiento, se enfrentan a la más difícil  perspectiva de empleo desde el levantamiento de Tiananmen 20 años atrás”[31].

Podemos agregar que en lo que hace a despidos en masa, China se está llevando efectivamente las palmas: 20.000.000 de trabajadores rurales acaban de quedarse sin trabajo. Es decir, el 15,3% de los 130 millones de trabajadores que migran desde el campo se quedaron en la calle por lo que han debido retornar a sus casas. El 55% de los 1.300 millones de habitantes son todavía campesinos, 727,5 millones. De ellos, precisamente 130 millones parten de sus pueblos a buscar trabajo en las ciudades. Pero 20 millones se han quedado sin nada que hacer. Lo que está haciendo temblar en estos mismísimos momentos al PCCH es qué harán ahora de sus vidas estos 20 millones…

Yendo a Europa occidental, la situación más dramática está en España: “Durante el auge económico en España, los inmigrantes eran bienvenidos. En 2005 el gobierno otorgó una amnistía a más de 500.000 personas que vivían en el país ilegalmente. Hoy esos inmigrantes son vistos como un creciente problema social. Muchos de los inmigrantes  de España son de África o Latinoamérica y ven las perspectivas de encontrar trabajo en sus países de origen cada vez más difíciles. España está entrando en un ‘territorio desconocido’, dice Fernando Eguidazu, economista y vicepresidente del Círculo de empresarios. ‘Hay un grupo de cinco millones de inmigrantes en una situación de crisis y contracción económica. No sabemos cómo se va a solucionar eso”[32].

En definitiva, las tendencias depresivas de la economía mundial están alimentando este concreto “salto a lo desconocido” por parte del capitalismo de las últimas décadas. Es decir, una ruptura de todos los equilibrios de las últimas décadas que ya ha significado  la concreta apertura de una nueva situación mundial preñada de “eslabones débiles” y posibilidades revolucionarias donde la lucha entre las clases apunta a pegar un salto de dimensiones histórico-epocales.


[1] Henryk Grossman, “La revuelta evolucionista contra la teoría clásica”, en www.marxists.org.

[2] Roberto Sáenz, en la mesa sobre crisis mundial organizado por el Gallo Rojo, www.socialismo-o-barbarie.org. Reforzando lo anterior se puede agregar que entre 1929 y 1933 el PBI de EEUU declinó un 33%; las inversiones, un 89%; el valor de las construcciones residenciales, un 75%; la producción de hierro y acero, un 59%, y la producción automotriz, un 65%.

[3] Roberto Sáenz, ídem. 

[4] The Economist en La Nación, 4-01-09. La publicación agrega que en puridad la “década perdida” de Japón en la década del 90 habría sido una depresión leve porque la mayor caída desde el pico hasta el piso del PBI real fue de sólo 3,4% en los dos años hasta 1999.

[5] “Perspectivas de la economía mundial. Informe del FMI”, 28-01-09, en www.socialismo-o-barbarie.org.

[6] “El retorno del viejo fantasma”, Roberto Sáenz. En revista SOB n°22.

[7] Chris Harman, ídem.

[8] La Nación, 17-01-08.

[9] “John Thain, aclamado como un héroe hace menos de cuatro meses por evitar el potencial colapso de Merril Lynch & Co, fue despedido el jueves por su nuevo jefe. En las oficinas de Merril en Manhattan, los banqueros se juntaron alrededor de los televisores para seguir de cerca la noticia sobre la repentina partida de Thain. El ánimo era de incredulidad por informes de que había gastado más de US$ 1 millón del dinero de la firma para decorar su oficina, incluyendo más de US$ 35.000 en un inodoro”… En el Wall Street Journal Americas, 23-01.09.

[10] Wall Street Journal Americas, 26-01-09.

[11] Esto como subproducto de la que ya es considerada una de las peores operaciones económicas de la histórica de la banca mundial: él aumento de su participación en otro importante banco sujeto ahora a una situación de quebranto. 

[12] Wall Street Journal Americas, 20-01-09.

[13] La Nación, 24-01-09.

[14] “La caída de los años 30 y la crisis hoy”, Chris Harman, en Internacional Socialist n°121. Se trata un instructivo artículo más allá que en los análisis de este autor se sigue pecando en gran medida por “defecto” en lo que tiene que ver con caracterizar la gravedad de la crisis en curso.

[15] The Economist, 29 de enero del 2009. En www.economist.com

[16] En el caso de Japón la caída de la industria es la peor desde que comenzó a llevarse la estadística en 1953.

[17] Ídem, The Economist, 29-01-09.

[18] Ídem, The Economist, 29-01-09.

[19] The Economist, en La Nación, 25-01-09.

[20] Sin embargo, la caída del PBI global sí sería de los más importantes de los países industrializados, llegando al 3%, su peor descenso no solo desde la II Guerra Mundial sino desde la Gran Depresión de 1931.

[21] Los datos de Latinoamérica no son todavía tan dramáticos pero se están deteriorando. Igualmente para nuestra región hace falta un análisis específico que no podemos realizar aquí.

[22] The Economist en La Nación, 27-12-08.

[23] The Economist, 29-01-09.

[24] Roberto Sáenz, ídem.

[25] Ídem, Sáenz.

[26] The Economist, en La Nación, 29-11-08.

[27] Juan C. Tokatlian, La Nación, 11-01-09.

[28] Las enseñanzas del proceso del “Argentinazo”, con sus asambleas populares, sus cortes de ruta y movimientos de masas de desocupados y, sobre todo, el movimiento de ocupaciones de fábrica, seguramente podrán mostrar en esta crisis un cierto alcance universal.

[29] También nos gustaría tomar el Brasil pero lo dejamos para otro trabajo específico de compañeros de nuestra corriente internacional.

[30] La Nación, 17-01-09.

[31] The Economist, 29-01-09.

[32] Wall Street Journal Americas, 26-01-09.