Economía mundial

Maxi crisis, mini respuestas

Por Ricardo Aronskind (*)
Página 12, 14/07/09

A medida que pasan los meses, surgen con más claridad algunos rasgos que van caracterizando la crisis económica actual.

La rápida reacción de los gobiernos centrales, en especial de Estados Unidos, parece haberse limitado a acotar el desastre financiero, en el cual se están gastado ingentes sumas de dinero. Esto se debe a que el diagnóstico predominante se focalizó en fallas de regulación y no en cuestiones estructurales.

El mundo necesita que EE.UU. emita dólares para frenar el derrumbe financiero y dominar la crisis, pero esa emisión desmesurada degrada a la moneda norteamericana, principal unidad de reserva internacional. Mientras países centrales se preocupan frente a este cuadro, las burguesías periféricas, asustadas por la crisis, fugan capitales hacia la economía norteamericana, poniéndose a salvo... de sus propios países.

También las firmas multinacionales están girando masas extraordinarias de fondos desde la periferia hacia sus casas matrices, para mitigar los desequilibrios de ventas y financieros que se están dando en los países centrales. En toda Latinoamérica estos comportamientos de actores locales acentúan el debilitamiento del crédito y de las inversiones.

El refuerzo de los fondos decidido por el G–20 al FMI –que sigue exactamente los mismos lineamientos de siempre– tiene como objetivo detener el derrumbe de una serie de economías periféricas que podrían afectar tanto directamente (vía incumplimiento de pagos) a países centrales, o indirectamente, mediante crisis sociales y políticas, especialmente a la Unión Europea. Sólo en Europa del Este, siete países de Europa Occidental tienen hundidos fondos equivalentes a todo el dinero nuevo que recibirá el FMI.

Parece claro que la estrategia general es la de generar cambios mínimos en todos los niveles. Ni siquiera se ha logrado avanzar en la eliminación de los paraísos fiscales (más correctamente traducido: guaridas fiscales), verdaderos centros de evasión de las grandes corporaciones y el dinero ilegal, tolerados debido a la colonización neoliberal de los Estados centrales.

El efecto de las mini respuestas

Según estimaciones del FMI en base al ritmo de endeudamiento actual de los países más poderosos del G–20, la deuda pública promedio de los mismos superará en el año 2014 el ciento por ciento del PBI. Esto significa que deberán aumentar los impuestos (y reducir la actividad económica) para cubrir los crecientes pagos de intereses o entrarán en un espiral de deuda creciente que pondrá en duda su capacidad de pago.

A pesar de que se ha reducido levemente el número de despidos, el último mes se perdieron 460 mil puestos más en Estados Unidos. Todo indica que el desempleo superará el 10 por ciento de la población hacia fin de año, lo que agrega un dato económico y político de importancia. La contracción del producto norteamericano en el primer trimestre de 2009 con relación al año anterior ha sido del 5,7 por ciento, y la “flexibilidad” de su mercado laboral, tan ponderada por el pensamiento ortodoxo, está contribuyendo a que se siga hundiendo. Este cuadro económico afectará negativamente los salarios e incrementará las presiones proteccionistas en el país.

La tendencia al proteccionismo (viejo y nuevo) parece imparable. Al buy american, que reapareció hace unos meses en la legislación norteamericana, se sumaron, en el reciente paquete de medidas ambientales de los Estados Unidos, restricciones comerciales a los países que no respeten el medio ambiente de acuerdo con los estándares fijados por el Congreso de EE.UU.

Ante este panorama contractivo, las autoridades norteamericanas deberían dejar de priorizar un sistema financiero hipertrofiado y diseñar políticas ambiciosas (hoy apenas esbozadas) para relanzar la actividad productiva. En mayo de 2009, la utilización de la capacidad instalada en la industria norteamericana fue del 65 por ciento, lo que significa que podrían incrementar un 50 por ciento más la producción industrial actual.

Sin embargo, los estímulos fiscales tienen un límite: en los primeros meses del año, el gasto público creció 41 por ciento, mientras los ingresos del Estado se contrajeron un 28 por ciento. Estos límites objetivos deben ser los que explican las recientes modificaciones en la legislación contable de los Estados Unidos, que ahora otorga facultades a las empresas para que valúen los activos financieros en base a criterios “propios”.

Así deja de ser delito incluir datos ficticios en los balances empresarios, lo que constituye un método sorprendente para frenar las “malas noticias”. Sin embargo, la imagen total del endeudamiento norteamericano es contundente: la deuda pública más la privada suman 57 billones de dólares, lo que equivale a la suma de la riqueza generada en un año por todos los países del planeta.

Cambio irreversible del rol norteamericano en el sistema mundial

Uno de los elementos más importantes para pensar posibles cambios en la estructura mundial es el muy probable debilitamiento del rol de los Estados Unidos como gran generador de demanda a nivel mundial.

En las últimas décadas, numerosos países, y algunos de gran envergadura, han logrado sostener su crecimiento y su nivel de vida gracias a las compras de los norteamericanos. Sin embargo, parecería estar llegando el límite de esta especial capacidad de EE.UU. Incluso por razones de equilibrios políticos y sociales internos, la gran economía del Norte deberá contraer significativamente –y no por poco tiempo– sus compras externas. Esa necesaria reducción tendrá efectos directos e indirectos sobre todos los países del planeta.

El impacto universal ya se está observando y dos grandes campeones de las exportaciones industriales están sufriendo contracciones: Alemania caerá este año cerca del 5 por ciento y Japón, un 5,8 por ciento, afectados por la caída de sus ventas externas.

Otros “exitosos” recientes sufren el mismo problema: las exportaciones de la India cayeron en el primer trimestre cerca del 20 por ciento. Se estima que un millón de trabajadores indios del sector exportador han sido despedidos desde el comienzo de la crisis en EE.UU. En Corea del Sur, las exportaciones cayeron en los primeros meses del año cerca del 30 por ciento, lo que podría implicar la destrucción de 200 mil empleos en 2009. Las ventas externas de Taiwan se derrumbaron un 40 por ciento en 2009, comparadas con el año anterior. Otros países de la región asiática están pasando por procesos similares.

China tiene sus propias ideas

Es público y manifiesto el deseo chino de reemplazar al dólar por alguna moneda internacional. Su preocupación por sus enormes reservas en dólares y en bonos del Tesoro de los Estados Unidos ha llevado al país, desde fines de 2008, a adoptar una estrategia –sensata– de reducir su exposición al “riesgo norteamericano”. Para ello está tratando de cambiar parte de los dos billones de dólares que posee por bienes a lo largo y ancho del planeta.

Se ha alentado a las empresas chinas a comprar tierras y recursos energéticos en América latina, Africa y otras regiones, para al mismo tiempo asegurar fuentes de suministros de insumos para una economía que no piensa detener su crecimiento. También a comprar participaciones accionarias en empresas asiáticas y europeas.

En típica clave keynesiana, el gobierno chino está gastando en infraestructura de comunicaciones y transporte, seguridad social, sistema sanitario y proyectos de desarrollo rural. China ha duplicado recientemente sus reservas de oro, dentro de esa misma estrategia de mejorar la calidad de sus activos de reserva.

Grandes resistencias a cambios pequeños

Los gobiernos de los países centrales más liberales han comenzado a tomar medidas para preservar la solvencia fiscal, y están chocando con la previsible resistencia de los sectores más concentrados y prósperos.

En abril, el primer ministro británico lanzó un plan impositivo progresivo para incrementar la carga fiscal a los ricos. Entre otros ataques, recibió inmerecidos titulares como el del Telegraph de Londres, del 23 de abril: “Presupuesto 2009: Gordon Brown declara la guerra de clases contra los grandes ingresos”.

En mayo, el presidente norteamericano lanzó una iniciativa para cobrarles impuestos a las empresas norteamericanas que se radican en el exterior para aprovechar las magras tasas impositivas existentes en la periferia y eludir el pago de impuestos en Estados Unidos. Una representante del mundo empresario, Catherine Shultz, declaró: “Nosotros realmente necesitamos tener un frente empresario unido, porque todos sentimos que estamos bajo el ataque de la administración en este punto”.

En junio, Barack Obama lanzó una propuesta de reforma regulatoria, que inmediatamente chocó con la resistencia no sólo del sector financiero, sino también de los propios organismos regulatorios existentes, celosos de compartir sus “atribuciones” con nuevos actores públicos. Da la impresión de que el grave daño económico y social causado aún no se transformó en un impulso político fuerte que sustente reformas de fondo.

Conclusión

En la prensa internacional y local se expresa la hegemonía de las finanzas: los climas de “zozobra” o “confianza” están marcados por los vaivenes bursátiles y las noticias puntuales sobre datos sueltos e inconexos. Las últimas declaraciones sobre el presunto final de la crisis sólo pueden haberse emitido desde una miope mirada financiera. Las respuestas que se están dando son mínimas con relación a la crisis, y Estados Unidos ya no puede funcionar como la locomotora global que fue.

En el terreno del empleo, los ingresos y la producción, la crisis continúa y no se ve aún un punto de inflexión. En este panorama, la problemática social no es mencionada, probablemente porque no empezó aún a expresarse con la contundencia requerida para romper la indiferencia de los medios.

Como sigue vigente el pensamiento único en los centros de decisión, no hay medidas importantes de modificación estructural en la agenda, ni en lo financiero, ni en lo institucional, ni en las prioridades públicas. Todo sigue dependiendo de la voluntad de los mercados, aun cuando sea precisamente el funcionamiento de “los mercados” lo que está llevando a los salarios y al consumo al lugar contrario de donde deberían estar para que se recupere la economía.

Estamos en presencia de una maxi crisis que recibe mini respuestas, porque no se modificó aún el predominio de los intereses globales que llevaron a esta situación.


(*) Economista, coordinador del Programa interdisciplinario para el seguimiento de la evolución y los impactos de la crisis del orden económico mundial (Pisco), del Instituto de Desarrollo Humano–UNGS.