Crisis mundial

Las proyecciones sugieren que no habrá margen en la próxima década para iniciativa propias

Los deficits pueden alterar la política y
el poder global de EEUU

Por David E. Sanger
The New York Times, 02/02/10
La Nación, 03/02/10
Traducción de Mirta Rosenberg

Washington.- El presupuesto enviado anteayer por Barack Obama al Congreso está colmado de alucinantes estadísticas, pero dos números resultan particularmente sorprendentes, por la manera en que pueden cambiar la política y el poder estadounidenses.

El primero es el déficit que se calcula para el año próximo (1,56 billones de dólares), alrededor del 11% de toda la producción económica del país. Esa situación tiene precedente: durante la guerra civil, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, pero con la expectativa de que esos déficits disminuirían cuando se restableciera la paz y desapareciera el gasto bélico.

Pero el segundo es el que realmente llama la atención: según las previsiones optimistas del propio Obama, en el curso de los próximos 10 años los déficits de Estados Unidos no retornarán a los niveles que son generalmente considerados sustentables. De hecho, en 2019 y 2020 volverán a aumentar abruptamente, hasta igualar más del 5% del producto bruto interno. El presupuesto de Obama pinta el panorama de una nación que no logra sacar la cabeza del agua.

Para Obama y sus sucesores, el efecto de estos cálculos es claro: si no se produce un crecimiento milagroso o se logran concesiones políticas que generen algún cambio imprevisto durante la próxima década, casi no hay margen para nuevas iniciativas internas. Más allá de esa posibilidad, puede darse que EE.UU. empiece a sufrir la misma enfermedad que Japón en la última década. Mientras la deuda crece con más rapidez que los ingresos, la influencia mundial del país se debilita.

O, tal como el asesor económico de Obama, Lawrence H. Summers, solía preguntar antes de ingresar en el gobierno: "¿Por cuánto tiempo más el mayor deudor del mundo puede seguir siendo la primera potencia?". El gobierno chino planteó agudas preguntas sobre el presupuesto de Obama cuando algunos de sus miembros visitaron Washington. Cree que la respuesta a la pregunta de Summers es obvia. Los europeos también consideran que ésa es la mayor preocupación que plantea la próxima década.

El presupuesto de Obama merece crédito por su franqueza. No disfraza la potencial magnitud del problema. George W. Bush afirmó, casi hasta el final de su presidencia, que dejaría el cargo con un presupuesto equilibrado. Ni siquiera estuvo cerca de lograrlo. Obama ha publicado las cifras de los próximos 10 años en parte para dejar claro que el estancamiento político de los últimos años, en el que la mayoría de los republicanos se niegan a tratar cualquier aumento impositivo y los demócratas se niegan a hablar sobre el recorte de los programas sociales, es insostenible. Su receta para resolver el problema es que éste debe agravarse, con un intenso déficit público, para reducir el índice de desempleo antes de que los déficits se reduzcan.

Summers dijo: "El presupuesto reconoce el carácter imperativo de la creación de empleo y del crecimiento a corto plazo, y adopta medidas para incrementar la confianza".

Se refería al congelamiento del gasto doméstico no relacionado con la seguridad nacional, al obstaculizado esfuerzo por disminuir los costos del sistema de salud y a la decisión de permitir la desaparición de las reducciones impositivas de la era Bush aplicadas a las corporaciones y familias con ingresos superiores a 250.000 dólares. "Por medio del presupuesto, el presidente ha procurado proporcionar el mayor margen posible para hacer los ajustes que resulten necesarios para evitar cualquier clase de crisis", añadió Summers.

Sin embargo, convertir esa idea en acción es cada vez más difícil. Los republicanos guardaron silencio sobre la deuda durante los años de Bush. Los demócratas la caracterizaron como un mal necesario durante la crisis económica que definió el primer año de Obama. Cualquier interés por una solución a largo plazo parece limitado.