Crisis mundial

Grecia, un caso como el de Argentina en el 2001

La encrucijada del euro

Por Paul Krugman (*)
The New York Times, 06/05/10

La Nación, 08/05/10
Traducción de Mirta Rosenberg

Entonces, ¿Grecia es el próximo Lehman? No. No es suficientemente grande ni está suficientemente interconectada como para provocar que los mercados financieros globales se congelen como ocurrió en 2008. Lo que sea que haya causado ese breve derrumbe del Dow Jones no estuvo justificado por los acontecimientos reales en Europa.

Tampoco hay que tomar en serio a los analistas que proclaman que estamos viendo el principio de un pánico que abarcará a todas las deudas estatales. En realidad, los costos crediticios estadounidenses se redujeron anteayer a su nivel más bajo en varios meses. Y mientras los agoreros advertían que Inglaterra podría ser la próxima Grecia, las tasas de interés británicas también bajaron.

Esa es la buena noticia. La mala noticia es que los problemas de Grecia son más profundos de lo que están dispuestos a admitir los líderes europeos, incluso ahora? y también son compartidos, en un grado menor, por otros países de Europa. Ahora, muchos observadores esperan que la tragedia griega acabe en default; yo estoy cada vez más convencido de que son demasiado optimistas, de que el default estará acompañado o sucedido por el abandono del euro.

En algunos aspectos, ésta es una crónica de una crisis anunciada. Recuerdo que cuando el Tratado de Maastricht puso a Europa en camino hacia el euro, hice una broma diciendo que habían elegido la ciudad holandesa equivocada para esa ceremonia. Tendría que haberse realizado en Arnhem, el lugar del infame "puente demasiado lejos" de la Segunda Guerra Mundial, donde un plan de batalla excesivamente ambicioso de los aliados acabó en un absoluto desastre.

El problema, pese a lo obvio que resulta ahora, es que Europa carece de algunos de los atributos clave para ser una exitosa zona monetaria. Sobre todo, de un gobierno central.

¿Una reestructuración de la deuda –un eufemismo usado para un default parcial– es la respuesta a la crisis griega? No ayudaría ni la mitad de lo que la gente imagina, porque el pago de intereses sólo cubre una parte del déficit presupuestario griego. Aun en el caso de que dejara de cumplir completamente con el pago de su deuda, Atenas no liberaría suficiente dinero como para poder evitar salvajes recortes presupuestarios.

Lo único que podría reducir considerablemente la crisis griega sería una recuperación económica, que pudiera generar ingresos más altos y reducir la necesidad de recortar gastos y crear empleo. Si Grecia tuviera su propia moneda, podría intentar la planificación de esa recuperación con una devaluación, aumentando así la competitividad de sus exportaciones. Pero Grecia usa el euro.

Entonces, ¿cómo termina todo esto? En el terreno lógico, veo tres caminos para que Grecia siga con el euro. En primer lugar, los trabajadores griegos podrían redimirse a través del sufrimiento, aceptando grandes reducciones salariales que permitirían que Grecia fuera suficientemente competitiva como para crear nuevamente empleo. En segundo lugar, el Banco Central Europeo podría abocarse a una política mucho más expansiva, entre otras cosas comprando paquetes de deuda estatal y aceptando –de hecho, con gusto– la inflación resultante: esta actitud facilitaría mucho los ajustes en Grecia y en otras naciones de la eurozona que se encuentran en problemas. Y por último, los gobiernos europeos más fuertes podrían ofrecerles a sus vecinos más débiles suficiente ayuda como para hacer que sus crisis resulten soportables.

Similar a la Argentina

El problema, por supuesto, es que ninguna de estas alternativas parece políticamente plausible. Lo que queda parece impensable: que Grecia abandone el euro. Pero cuando se descarta todo lo demás, ésa es la única opción que queda.

Si eso ocurre, hará algo semejante a lo que ocurrió en la Argentina en 2001, cuando supuestamente ese país estaba indisoluble y permanentemente atado al dólar. Terminar con esa atadura era algo impensable, por la misma razón que abandonar el euro parece imposible: el sólo hecho de insinuar esa posibilidad implica el riesgo de provocar atroces corridas bancarias. Pero las corridas bancarias se produjeron de todas maneras, y el gobierno argentino impuso restricciones de emergencia a los retiros de dinero. Eso dejó la puerta abierta a la devaluación y finalmente la Argentina cruzó ese umbral.

Si algo semejante ocurre en Grecia, sus ondas expansivas se harían sentir en toda Europa, posiblemente desencadenando crisis en otros países. Pero si los líderes europeos no son capaces ni están dispuestos a intervenir con más resolución de la que han demostrado hasta ahora, hacia allí nos encaminamos.


* Premio Nóbel de Economía.