La crisis en Europa

Salvan a los bancos

Por Ramiro Manzanal (*)
Página 12, 17/05/10

“Entonces, ¿a quiénes salva el plan de salvataje? Claramente ni a los que continuarán
engrosando la tasa de desempleo, ni a los que verán congelados sus salarios hasta el
año 2014, ni a los trabajadores a los que se les flexibilizarán sus condiciones laborales
para, claro está, facilitar la posibilidad de su despido, ni a los que verán reducidas
sus pensiones, ni a los que pagarán dos puntos porcentuales más de IVA.”

Tras la infaltable euforia inicial, un clásico derivado de la psicosis maníaco–depresiva que caracteriza a los mercados financieros, dos certezas parecen emerger sobre el recientemente anunciado plan de “salvataje” para Grecia. La primera es que es resulta ineficaz. La segunda es que demoró demasiado. Sólo comprar tiempo, después de perderlo, para que nada mejore. El dedo acusador se posó sobre el gobierno y el pueblo griegos. Las poco felices acusaciones abarcaron desde el estigma de ser “evasores impositivos seriales” por razones culturales, hasta la utilización del inoportuno término “fiesta” para describir el comportamiento fiscal del período pre–crisis.

Cierto es que el anterior gobierno griego, con la inestimable ayuda de Goldman Sachs, ocultó la verdadera magnitud de sus déficit fiscales. No menos cierto es que si de ocultar evidencias se trata, la pertenencia de Grecia a la zona del euro jugó un papel importante a la hora de explicar la persistencia en las sombras de un gran déficit presupuestario. Lo real es que Grecia lleva más de un decenio perteneciendo a la Zona Euro y no sólo padecía déficit fiscales recurrentes, sino que también convivía desde hace años con déficit comerciales (entre un 13 y 17 por ciento en los últimos 5 años) que no podían ser cubiertos sino parcialmente por la balanza de servicios y, en la actualidad, con las transferencias comunitarias.

Desde hace décadas se escuchan argumentos en oposición a la creación prematura del euro porque, para empezar, carecía de un nivel de integración política y económica que pudiera sostener la moneda. A pesar de que esas condiciones no se han modificado, y de la crisis que hoy afecta, como era de esperar, a países con menor productividad relativa, los analistas se montan sobre la irresponsabilidad fiscal de Grecia para eludir el verdadero debate, que nace en las dificultades estructurales que aún persisten y desemboca en el incierto futuro de la moneda común. Mientras tanto, por ejemplo, España recorre un camino similar al de Grecia.

Ahora bien, el temor que invade a Europa no se vincula con la grave recesión en la que entró Grecia (su economía se contrajo un 2,3 por ciento en el primer trimestre de 2010), ni con su desempleo creciente (12,1 por ciento en marzo, record desde 2004, y en contraste con el 9,1 por ciento de hace un año), ni con que las víctimas de la represión producto de la protesta social se incrementen. En definitiva, con los padecimientos reales del pueblo griego. El pánico, la pesadilla, el escozor, lo causan la probable cesación de pagos de su deuda. Es por eso que la tan “original e inédita” receta que se aplicará una vez más es una combinación de fondos frescos para garantizar y afrontar pagos de esa deuda y el clásico paquete de ajuste, para que tampoco en el futuro falten fondos para “honrarla”. Primero lo primero.

En medio de la oscuridad, una grieta. El siempre rígido y únicamente concentrado en la inflación Banco Central Europeo, por primera vez en su historia compró deuda en los mercados financieros para “garantizar fondos y liquidez en aquellos segmentos del mercado que sean disfuncionales”. A la velocidad de la luz, su independencia y credibilidad comenzaron a cuestionarse, y su decisión fue criticada, acusada de erosionar las políticas de estabilidad de precios. Rápidamente se aclaró entonces que la medida sólo busca restaurar el mercado de bonos, que se hará de manera muy limitada y, aunque parezca increíble, pero a tono con la irracionalidad de todo el paquete, que la liquidez inyectada será esterilizada (“neutralizado” el efecto monetario).

Entonces, ¿a quiénes salva el plan de salvataje? Claramente ni a los que continuarán engrosando la tasa de desempleo, ni a los que verán congelados sus salarios hasta el año 2014, ni a los trabajadores a los que se les flexibilizarán sus condiciones laborales para, claro está, facilitar la posibilidad de su despido, ni a los que verán reducidas sus pensiones, ni a los que pagarán dos puntos porcentuales más de IVA.

Pues bien, mientras que este plan de salvataje no salvará a nadie más que a los tenedores de deuda griega que cobrarán sus acreencias al menos por un tiempo, la economía griega profundizará su recesión. Finamente, es muy probable que la crisis derive en la cesación de pagos, que es precisamente lo que se quiere evitar. A menos que una nueva teoría económica irrumpa desde las profundidades del Partenón, la combinación de un tipo de cambio sobrevaluado y atado al de sus principales socios comerciales, recesión y un paquete de ajuste fiscal violento como el que se puso en marcha sólo empeorará las cosas. Mientras tanto, con suerte, el epicentro del debate deberá migrar desde la innegable irresponsabilidad fiscal, hacia la continuidad de la unión monetaria que, tal como hoy se la conoce, deberá ser seriamente cuestionada.


(*) Economista de AEDA.