Crisis mundial

Entrevista a Samir Amin – I

“Hemos entrado en un período de guerras,
de revoluciones, de caos”

“No puede haber salida a la crisis, si no es saliendo del capitalismo en crisis”

Por Eduard Luque
El Viejo Topo Nº 269, junio 2010

Esta entrevista, de la que se incluye aquí la primera parte, es fruto de varias horas de conversación con el profesor Samir Amin (*) a invitación de El Viejo Topo, ACIM (Associació Catalana d´Investigacions Marxistes) y otras organizaciones en el marco de un curso de economía marxista realizado en abril en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona.

– Usted antepone en alguno de sus textos el concepto de “democratización” al de “democracia”. En los momentos actuales de acentuación de las contradicciones sociales y de crecimiento de la intolerancia y la xenofobia, ¿cómo ve usted la salud del modelo democrático?

– No me gusta especialmente el término “democracia”, se utiliza como una receta que uno guarda en su bolsillo. Yo prefiero el término “democratización”. Es una visión, pienso, más amplia; se refiere más bien a un proceso que no tiene final. La democratización ha de abarcar todos los aspectos de la vida social, no exclusivamente la designación de los responsables políticos a través de elecciones, sino también la gestión económica.

Democratización significa que los trabajadores se convierten en señores y dueños de su emancipación. Se convierten en los jefes de las decisiones económicas, cosa que no son ahora. En la actualidad el trabajo es sólo la venta de la fuerza de trabajo al capital siguiendo los dictados de éste. Democratización abarca también todas las formas de relación social, incluida la familia: la de los grandes problemas de relación entre hombres y mujeres; los que tienen que ver con la vecindad cultural de gentes de culturas, lenguas y religiones diferentes.

Es un proceso que no tiene final. Está asociado ineludiblemente al progreso social. No digo al socialismo, sino a la evolución social. En la actualidad la democracia, en la me dida en que existe, está disociada del progreso social. Se asocia en algunos países a la regresión social y por tanto pierde su legitimidad. Esto es muy peligroso. Estamos en un momento de amenaza a la democracia porque estamos en un momento de regresión social.

Ignacio Ramonet en 1995 popularizó el concepto de “Pensamiento único” para referirse a la ideología dominante neoliberal. En esta misma perspectiva usted se ha referido en algunas ocasiones al virus liberal como el corazón mismo del sistema capitalista.

– Si, el virus liberal es la enfermedad. Es el corazón de la ideología permanente del capitalismo. El capitalismo no puede afirmarse sin el dominio del trabajo por el capital. Pero está obligado a presentarse de una manera liberal, como un pensamiento unificador ¡la sociedad reducida a una masa de individuos sin pertenencia a una clase definida! Estos individuos son pretendidamente iguales. Entran en relaciones contractuales pretendidamente libres en el mercado. De hecho, la economía convencional no es un análisis del sistema capitalista realmente existente, es una teoría de un sistema imaginario. Individuos entrando libremente en relaciones contractuales de cualquier naturaleza supuestamente en pie de igualdad. Nada que ver con lo que existe realmente. Esta ideología es la dominante, trata de presentarse bajo un aspecto agradable ¡Esto es la libertad del individuo proclaman! Pero la libertad del individuo está limitada por las condiciones sociales ¿Cuál es la libertad de un trabajador precario en la actualidad? ¿De un parado? ¿De un trabajador que está perpetuamente amenazado por el cierre de la empresa o la rentabilidad?

La expresión de esta dimensión de este virus liberal lo marca, por ejemplo, la ideología del consenso dominante en los EEUU y que se está convirtiendo en la ideología dominante en Europa. Esquemáticamente sería: todos estamos en el mismo barco y juntos debemos encontrar el terreno del consenso. Este consenso significa que los oligarcas se embolsan los beneficios y socializan las pérdidas. En este buque hay una superprimera clase y hay una cuarta o quinta al fondo del sollado.

En varios de sus textos y especialmente en el último de ellos, “La crisis - Salir del capitalismo o salir del capitalismo en crisis”, se desmarca de las opiniones económicas más en boga para analizar al capitalismo desde una perspectiva temporal más amplia.

El capitalismo es un paréntesis en la historia, es decir, el capitalismo no es un sistema viable durable o sostenible. Se funda en la acumulación permanente, en el crecimiento exponencial.

Éste, como el crecimiento del cáncer, conduce ineludiblemente a la muerte. No podemos pues pensar en una prolongación indefinida de esta forma de gestión de la sociedad humana. Es un paréntesis aún no cerrado, desgraciadamente.

En su momento tuvo algún aspecto positivo, fue un paréntesis necesario y positivo, pero ha de ser cerrado ahora. El capitalismo es un sistema que exigió para poder madurar una larguísima incubación. Los europeos tienden a pensar que esta incubación corresponde únicamente a los tres siglos del mercantilismo europeo, de la época renacentista del 1492, fecha que todo el mundo conoce, hasta la Revolución francesa. En realidad la in cubación comienza como mínimo cinco siglos antes, en la época de la dinastía Song en China[1], se transfiere a Oriente con los califatos musulmanes árabes y persas, luego a las ciudades italianas dos o tres siglos antes del mercantilismo europeo. Es pues una larguísima incubación.

– Usted teoriza que el capitalismo se ve inmerso en un proceso continuado de crisis, desde su asentamiento como modelo productivo alrededor de 1850 hasta la actualidad. Los períodos de crecimiento han sido necesariamente breves. ¿Es pues la crisis el estado permanente del capitalismo?

– Efectivamente, la puesta en marcha del sistema capitalista en todas sus dimensiones, económicas, políticas o culturales asociadas a éstas, se consolida a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Se caracteriza por un crecimiento fuerte aunque entra en crisis rapidísimamente. Entre 1870–1871 la Comuna de París lo pone políticamente en cuestión. Finalmente el capitalismo industrial entra en crisis a partir de 1873. Las tasas de beneficio se desploman por las razones expuestas por Marx.

Esta situación durará desde 1873 hasta 1945, aunque con una fase de crecimiento entre 1890 y 1914, conocida como “La Belle Époque”.

La segunda crisis empieza en 1971, casi un siglo exactamente después de la primera. Ahora nos encontraríamos en la mi – tad de su recorrido. Es decir, dos largas crisis; la primera tuvo una duración de setenta años y la segunda de varias décadas, tras un breve período de 30 años los “30 gloriosos” de crecimiento sin crisis o sin crisis importantes. La historia del capitalismo es pues la historia de sus crisis.

¿Las recetas propuestas por el capitalismo en la primera y la segunda crisis están relacionadas, o por el contrario se proponen salidas diferenciadas?

– La primera crisis, como he señalado, comienza en 1873 y el capital dominante reacciona con tres trasformaciones: monopolización, mundialización y financiarización.

Es la época de la aparición de los primeros monopolios, de la conquista colonial, que es una de las formas más brutales de la mundialización y la financiarización.

Todo el mundo se olvida hoy, hablando de la financiarización, que los grandes bancos no han sido creados hace 20 años. Wall Street y la City of London fueron creados y son centros de la financiarización desde 1900. Los discursos que oímos durante esta primera época se parecen extrañamente a los de esta segunda “belle époque” que va de 1990 al 2008: el final de la historia, el capitalismo está aquí para eternidad, traerá la paz y la democracia, etc.

El año de inicio de la segunda gran crisis es 1971, con el abandono de la convertibilidad en oro del dólar. A partir de la mitad de los 70 la tasa de crecimiento de los países capitalistas, es decir de la Tríada imperialista –EEUU, Europa y Japón– caen a la mitad de los que habían sido los 30 años anteriores, los que van desde el final de la II Guerra Mundial hasta 1975; nunca se han vuelto a alcanzar los niveles de crecimiento anteriores. Es una crisis estructural, larga, duradera y antigua.

El capitalismo responde con una serie de medidas: la concentración. Se ha consolidado un régimen de oligopolios a nivel planetario, no hay pequeño productor o pequeño campesino que no se vea constreñido por la acción de éstos. La mundialización neoliberal es la segunda acción, al promover la desregulación en las condiciones de vida y trabajo para todas las naciones, pero no de cara al capital. Por último la financiarización, la sustitución de las inversiones privadas en el sistema productivo real por la inversión financiera especulativa.

Las tres medidas conjuntas han creado una ilusión, aproximadamente desde los años 90 hasta el 2008 de un capitalismo con rostro humano, democrático etc. Al mismo tiempo se estaba produciendo una degradación social fomentada por la desregulación de las condiciones de trabajo, la existencia de un nivel de paro crónico, etc.

Existen pues analogías evidentes entre la primera larga crisis y la segunda hasta el día de hoy, aunque evidentemente hay matices que por falta de tiempo no puedo desarrollar.

Hilferding, Hobson y Lenin entre otros autores analizaron las formaciones monopolísticas de la primera fase del capitalismo. Será este último autor quien conduzca y lleve más lejos este análisis, su libro “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”, es muy importante, aunque comete un error de diagnóstico. Era muy optimista, y su error es por otra parte disculpable: pensaba que la primera larga crisis estructural del capitalismo iba a ser la última; pensaba que el inicio de la creación de una etapa nueva de desarrollo de la civilización iba a imponerse como respuesta a esta larga crisis.

De nuevo hemos de preguntarnos si esta larga crisis va ser la última o no, pero en todo caso sólo podemos actuar para que lo sea.

Hemos entrado ya en un período de guerras, de revoluciones, de caos. El desafío no es salir de esta crisis para poner en marcha un capitalismo con rostro humano, sino iniciar la salida del capitalismo. No hace falta una bola de cristal para predecir el hundimiento del sistema. No vamos a volver a la época dorada de los años 80, hemos entrado en una segunda fase de profundización de la crisis; por eso afirmo que no puede haber salida a la crisis si no es saliendo del capitalismo en crisis.

No digo con ello que quiera salir del capitalismo porque sea socialista o comunista y que por ello me gustaría ver cerrado el paréntesis del capitalismo, sino porque la búsqueda de una solución capitalista a una crisis capitalista es ilusoria. Por otra parte no soy de los que denigren de este paréntesis histórico. El capitalismo creó las condiciones para la aparición de una etapa superior de la civilización humana. Pero creó estas condiciones a través de contradicciones rápidamente crecientes que se habían hecho insoportables.

El socialismo, el comunismo no es un capitalismo con un reparto más justo y con una mayor eficacia; es, como digo, una etapa superior de la civilización humana.

La crisis sistémica del capitalismo a la que usted hacía referencia golpea con dureza las economías occidentales. Grecia, España, Portugal o Irlanda son países que sufren con especial rigor en cifras de paro y exclusión los principales envites. ¿Cómo analiza usted la situación actual?

– Mi tesis es que el hundimiento financiero del 2008 no se ha producido por ningún cataclismo financiero debido a las hipotecas “subprime” o por la desregulación de los bancos y los excesos incontrolados. Este análisis es muy superficial. Es cierto en un primer momento, pero oculta las razones profundas que empujan a este hundimiento.

El sistema no puede funcionar sino es yendo de burbuja en burbuja. Antes del estallido de la burbuja del 2008 de las subprime, hubo otro en el 2000, el de la burbuja de las “empresas tecnológicas”, las punto.com, y antes otra en 1997, y estamos construyendo la próxima.

Por tanto es un sistema que no puede durar, hemos entrado en una nueva fase de desarrollo de esta crisis, una fase que yo llamaría caótica, y como he señalado con anterioridad, las consecuencias del profundizamiento de esta crisis son sociales y políticas, con un aumento de los desequilibrios sociales.

Por otra parte, en términos de endeudamiento el balance es muy costoso, sobre todo para los que se endeudan, sean individuos o estados, pero es muy rentable para el capitalismo financiero.

Los desequilibrios internacionales crean una nueva base para hacer negocios rápidos. Los desequilibrios internacionales van a crear una nueva fase caracterizada por el desorden nacional, internacional y por la violencia.

Nosotros hemos entrado en esta fase, la fase de un caos cada vez mayor, típico de la crisis griega. Pero no hay tal crisis griega, hay una crisis mundial, una crisis europea. Las regiones y las clases sociales más vulnerables son las más golpeadas, y con mayor virulencia. Éstas responderán a esta situación, pero hemos de saber cuál será la salida de esta crisis.

Muchos periodistas me preguntan ¿cómo va a ser el mundo después de la crisis? No lo sé, yo establezco un paralelo con la última crisis, la que empezó en 1870 y que se prolongó hasta 1945: fue muy larga, su fase expansiva fue muy corta, unos 15 años y después desembocó en dos guerras mundiales. Es lo que Arrighi, Frank, Wallerstein y yo mismo hemos calificado de “guerra de los treinta años”, una expresión que otros han hecho suya después.

Si alguien hubiera respondido en 1913 cómo sería el mundo, no habría acertado. Jamás podría imaginarse que se produciría la I Guerra Mundial, la Revolución rusa, el restablecimiento del sistema financiero y la crisis de 1929, el crecimiento del nazismo, la II Guerra Mundial, la Revolución China y la descolonización de África y Asia. Todos estos acontecimientos fueron respuestas a la primera crisis, respuestas que crearon las condiciones para los 30 años del periodo glorioso. En la época actual preguntar cómo será el mundo después de la crisis es absurdo.

– ¿Qué posibles soluciones propondría usted al caso griego ahora o español, portugués o irlandés en el futuro?

– La crisis no es una crisis financiera a la cuál podamos dar una respuesta simplemente instaurando de nuevo un sistema financiero viable. La crisis es una crisis profunda de las relaciones sociales internacionales. Es la razón por la que Grecia ha sido golpeada, España también. Lo han hecho por razones de fundamentalismo ideológico; la tasa de endeudamiento de Francia, por ejemplo, no es inferior a la de España, aunque son endeudamientos diferentes.

Yo soy de los que les dicen –somos muy pocos los que lo decimos aún– a los griegos ¡salid del euro! Se puede restablecer provisionalmente el control de cambio sobre el dracma o la peseta; se devalúa la moneda, y el control de cambios permitirá que no se produzcan una serie de devaluaciones incontrolables. Y en ese momento se estaría en condiciones de renegociar la deuda, porque se dispondría del control de cambios. Se tendría que devaluar moderadamente para estar en posición de ser competitivos.

Nadie va a hacer como los rusos en 1917 (¡qué lástima!). Vamos a pagar, pero lo vamos a negociar. Vamos a pagar de forma escalonada con bajas tasas de interés, no a las tasas de interés del mercado. Las altas tasas de interés (del 5 al 7%) permiten a la banca internacional o nacional captar fondos y vivir de la deuda durante años, cuando ese interés debería ser del 1 o 1,5% como los bonos de tesoro americano.

Si renunciamos a la estupidez de Maastricht y al tratado de Lisboa y marchamos hacia un estado confederal, estableciendo cautelas antes de pasar de nuevo al euro entraríamos en otra situación. La articulación de las monedas nacionales es un elemento necesario en la actualidad. Mi conclusión es que la izquierda radical debe explicar esta realidad. No ganará en el corto plazo pero acabará ganando. Porque en el caos que se aproxima, la zona euro va a explotar. Hay que ganar la batalla de la opinión de la izquierda. El mito europeo en el cual creía Papandreu hijo, se demuestra huero al fin y ahora no sabe qué hacer.

¿Una de las salidas a la crisis pasa pues por la salida del euro?

Efectivamente.

Hace poco, en un debate auspiciado por El Viejo Topo, otro economista de relieve, Pedro Montes, haciendo referencia a la crisis del euro nos hablaba de que hay que elegir entre la catástrofe o el caos.

Efectivamente, leí lo que se publicó en la revista y estoy de acuerdo con él. De una forma más general podemos ver que Europa fue concebida desde su origen con un espíritu hiperliberal y sellada para evitar cualquier corrección ulterior. Esta construcción no se puede mejorar desde el interior; el discurso sobre la Europa social es retórica vacía. En su momento, en la Europa de los 17 países 15 de ellos tenían un gobierno de izquierdas, pero no hicieron una labor social, no podían hacerla.

La construcción europea es profundamente reaccionaria desde el principio, y no puede ser refundada, hay que destruirla para reconstruir otra cosa después, si no se la destruye, si la izquierda no tiene esa iniciativa se deconstruirá por la derecha, caerá en manos del neopopulismo o el neofascismo

– Las ayudas públicas de los diferentes estados están sosteniendo el entramado bancario que ha generado la crisis. ¿Asistimos pues al ejemplo tantas veces enunciado de la privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas?

Evidentemente. El estado, de hecho los contribuyentes, han resultado los grandes pagadores.

Durante mucho tiempo se nos quiso presentar al capitalismo como algo científico, con pocos riesgos. El capitalismo corre riesgos muy altos. Pero quien paga finalmente es el trabajador, por que cuando se gana los beneficios son privados, pero cuando hay pérdidas, estas son públicas. Se socializan con la ayuda del estado. Mientras aumenta el paro, el rescate del capitalismo se hace con ayudas redistribuidas en forma de pagas de beneficios, bonos especiales etc.

Esta es la lógica del sistema, porque la concentración del capital que se ha realizado en los años 80 del pasado siglo ha creado lo que yo llamo un sistema de oligopolios generalizado; en el cuál un puñado de empresas mundializadas (unas 500) controla la economía internacional.

No existe ningún sector capitalista que sea autónomo respecto a estos oligopolios. Los poderes políticos se han convertido en deudores, servidores de estos oligopolios, tanto sean de la derecha, la derecha fascista o clásica, o sean los partidos de izquierda transmutados en social–liberales, que no tienen otro programa que la gestión. Esto es inadmisible no sólo moralmente, sino que no funciona. Por ahí no puede surgir una solución a la crisis.

Usted ha dicho que criticar Europa no es ser antieuropeísta.

Así es. Hay que construir otra Europa. No la de uno de sus fundadores: Jean Monnet, por ejemplo, que pasa por ser el padre de la Unión Europea, o al menos uno de sus padres, era profundamente reaccionario, con fuertes simpatías hacia el franquismo y el fascismo musssoliano.

Entendía que al margen de los excesos antisemitas, el fascismo no era una mala cosa, al estar dotado de un sentimiento paternalista. Admiraba la democracia americana, porque era la única que había declarado el socialismo ilegal y porque la propiedad privada era sacrosanta en ese país.

Qué paradoja la de este hombre homenajeado, agasajado en todo el continente, que concebía a Europa como anticomunista y no democrática.

En sectores de la izquierda se tiende a pensar que la UE y el euro sobre todo ejercen de contrapoder al Imperialismo norteamericano.

Esa es una visión que yo no comparto en absoluto. Hay diferentes argumentos políticos sobre un estallido de la UE, algunos dicen que la aniquilación de la UE beneficiaría a los Estados Unidos. Opino por el contrario que Europa tal y como está conviene perfectamente a los EEUU. La UE es subalterna del Imperio norteamericano, no solo por la alianza política incondicional (OTAN, etc.) sino también por las relaciones económicas en relación al euro. En realidad no es el banco central europeo quien decide, sino el tesoro americano, son ellos los que definen si el euro ha de ser fuerte o débil y éste se ajusta a los intereses de los EUUU. Igualmente, si esta Europa estallara corto término no les molestaría demasiado.

¿Cree usted que el capitalismo ha agotado su capacidad de superviviencia o puede reinventarse?

– El capitalismo se ha convertido en algo obsoleto, su propio proceso de desarrollo lo ha convertido en algo destructivo. Poco a poco ha perdido sus aspectos positivos. El desastre ecológico es el ejemplo más evidente, pero aunque el capitalismo se haya convertido en algo obsoleto no desaparecerá por sí mismo. Hace falta hacerlo desaparecer. Sin una intervención política consciente, coherente, el régimen se perpetuará. ¿Pero, si lo hace, a qué precio? No debemos dejar que se renueve, debemos imaginar la salida de este sistema.


(*) Samir Amin, destacado economista nacido en Egipto en 1931, ha sido una de los principales figuras de las “teorías de la dependencia”. Tiene una vasta producción sobre el desarrollo histórico del capitalismo y el imperialismo, y la situación de los países de la periferia colonizada.

Nota:

1. La dinastía Son o Sung se extendió entre el 960 y el 1279 d.e. Su aparición marcó la unificación de China. El desarrollo económico en la época fue impresionante, llegándose a crear por primera vez el papel moneda. Arrebataron a los árabes el control de las rutas comerciales, gracias al desarrollo de una ingeniería naval inigualable en la época, la difusión de la imprenta, la educación y el comercio crearon una economía pujante. Según el historiador Robert Hartwel, China en la época se asomó a las puertas de la Revolución Industrial, llegando a producir según este autor en torno al año 1090 unas 125.000 Tm de hierro.