Crisis mundial

La estrategia económica de Obama es más cercana a la de Herbert Hoover que a
la de Franklin Roosevelt

Adios Keynes, hola Hoover

Por William Greider (*)
The Nation, julio 2010
Traducido para Socialismo o Barbarie por Gus Canadian

El primer fallo fundamental de la economía keynesiana tuvo lugar hace cuarenta años durante la Guerra de Vietnam, cuando la economía se estaba recalentando, pero el sistema político no adoptó las medidas correctoras para frenar la inflación, es decir, aumentar los impuestos y reducir el déficit fiscal. La década de estancamiento económico que siguió se convirtió en un factor central para desacreditar tanto al liberalismo como al Partido Demócrata.

Ahora estamos asistiendo a un gran segundo fracaso de la doctrina que John Maynard Keynes ideó para la gestión de una economía sana. Esta vez, Washington se enfrenta al problema opuesto-una economía marcadamente por debajo de lo esperado en el que el diez por ciento de la fuerza laboral se encuentra sin trabajo ni ingresos. Sin embargo, el Presidente y el Congreso demócrata, espantados por el creciente déficit federal no están dispuestos a hacer lo que Keynes prescribió en estas circunstancias-aumentar sin miramientos el gasto federal y programar incluso déficit presupuestarios más grandes con el fin de forzar una alimentación a la fuerza y provocar así una recuperación más fuerte.

Los resultados de esta decisión política serán trágicos para millones de familias que están  luchando por sobrevivir, pero también serán potencialmente devastadores para el Partido Demócrata. Los demócratas están implícitamente decididos a no hacer nada más para sacar al país de las cada vez más profundas dislocaciones y pérdidas de producción. Cometer errores puede ser perdonado, pero no darse por vencido.

El presidente y sus lugartenientes han evidentemente decidió que ya han hecho lo suficiente. De hecho, siguen recordándonos que salvaron al país de algo peor. Millones, sin embargo, están reacios a dar las felicitaciones, ya que lo que están experimentando en la actualidad es algo peor. Las pérdidas duraran más y se multiplicaran más ampliamente mientras Washington se niegue a actuar más enérgicamente. Los estadounidenses quienes nunca han oído hablar de Keynes harán sus propios juicios acerca de a quién culpar.

Esto representa un fracaso de la política, no de la lógica keynesiana. Pero la distinción poco le importa a la gente común. Si el sistema político nunca puede encontrar el estómago para recibir la medicina desagradable que Keynes prescribe, ¿de qué sirve esta doctrina para gobernar? En los 60s el orden político le falló a Keynes en un momento de alza-no quisieron poner restricciones a una economía sobre-estimulada. Ahora los políticos le están fallando a Keynes en la baja-se niegan a alimentar a la fuerza una economía herida cuando necesita desesperadamente ayuda del gobierno.

Hace algunos años, el fallecido John Kenneth Galbraith explicaba por qué los políticos en los 60s no actuaron contra la incipiente inflación cuando Lyndon Johnson era presidente. “Un aumento de los impuestos en un momento en que los precios están subiendo, le parece a todos, menos los ciudadanos más ilustrados, como una acción gratuita bastante peculiar”, escribió Galbraith. ““Se paga así mas por las mercancías: el gobierno le añadía de este modo sal a la herida con impuestos más altos.”

Esta vez, Barack Obama no tendrá buenas excusas. Si la economía se desliza de nuevo hacia la recesión o simplemente se estanca durante muchos años, perdiendo potencial de producción, empleos e ingresos, el presidente será ciertamente el chivo expiatorio. Los déficits son la cura, no la enfermedad, como muchos de nosotros hemos estado escribiendo durante meses. Es verdad que las cuentas en rojo enojan a la gente que cacarea y expresa alarma. Pero ningún partido político perdió una elección por culpa del déficit. La teoría de sentirse-bien-con-el-déficit de Ronald Reagan logró lo opuesto.

El problema del gobierno de Obama es que él trata de tener las dos cosas. Su presidencia se inició con el gasto del plan de estímulo, pero muy por debajo de lo que incluso algunos de sus propios economistas dijeron que sería necesario. Entonces el presidente se dirigió rápidamente hacia el otro lado del argumento y se unió al coro de los halcones del déficit, lamentando las cuentas en rojo y prometiendo hacer algo al respecto (como podría ser mediante la reducción de la Seguridad Social?).

Obama, en vez de inclinar las cosas para el lado del estímulo con claridad y convicción, envía señales mixtas y dudosas al hacer buenas migas con la derecha demócrata (los Blue Dog Demócratas) y los republicanos de derecha. El presidente se negó a dar instrucciones precisas al Congreso, y como es lógico, los nerviosos miembros del Congreso tomaron esto como un permiso para evadir responsabilidades. El efecto de todo esto será la eliminación de la legislación que promovía el estímulo, demasiado trivial como para hacer casi nada por la economía.

La estrategia económica de Obama resulta así ser más cercana a la de Herbert Hoover que a la de Franklin Roosevelt. No se puede decir por los discursos presidenciales si él adhiere a Keynes o a la “ religión de los viejos tiempos” predicada por los conservadores del presupuesto equilibrado. Tal vez eso podría cambiar si las cifras económicas de repente pasen a ser negativa, pero ya sería demasiado poco y demasiado tarde. El presidente parece estar bajo la influencia del rancio bromuro-los pensadores que Keynes alguna vez ridiculizó como los  “economistas difuntos”.


(*) William Greider es un conocido periodista y escritor. Durante 17 años fue editor la sección de Asuntos Nacionales de la revista Rolling Stone. En las últimas dos décadas ha venido criticado sistemáticamente el pensamiento económico neoliberal.