Crisis mundial

Reunión de Seul

El G20, más dividido que nunca por
la guerra de divisas

Por Marcelo Justo
BBC World, 22/10/10

Ministros de Finanzas y presidentes de los bancos centrales del grupo iniciaron dos días de debates en Corea del Sur, antes de la cumbre de mandatarios prevista para el 11 de noviembre en el mismo país, con la llamada guerra de divisas en el centro de la polémica. El G20, el grupo de las 20 principales economías del mundo, está dividido como nunca antes por la guerra de divisas.

Estados Unidos acusa a China de manipular el valor de su moneda, al mantenerla artificialmente baja con periódicas intervenciones del Banco Central, mientras que Pekín acusa a Washington de inundar el mundo con dólares y mantener una bajísima tasa de interés.

Entre estas dos posiciones se sitúa el resto, entre los que figuran Brasil, Argentina y México.

"Se ha puesto mucho el acento en la necesidad que China aprecie el yuan, pero lo cierto es que Estados Unidos y la Unión Europea están interviniendo de la misma manera con sus decisiones sobre las tasas de interés", le dijo a BBC Mundo Ha–Joon Chang, economista de la Universidad de Cambridge y autor de "Los 23 mitos del capitalismo".

Boxeo financiero

Alemania, el Reino Unido y Francia representan la posición de los países de la Unión Europea que están del lado de Estados Unidos.

Brasil y el anfitrión Corea del Sur encabezan el grupo de naciones emergentes que se han visto obligadas a intervenir en sus mercados cambiarios porque los inversionistas internacionales buscan en ellas rentabilidad a corto plazo frente a la bajísima tasa de interés y el crecimiento económico de los países centrales.

El peligro que todos están contemplando es una repetición de la guerra de divisas de los años 30, que hundió a prácticamente todo el mundo en un creciente proteccionismo que terminó ahogando el comercio y comprometiendo la recuperación global.

Como dijo esta semana el presidente del Banco Central de Inglaterra, Mervyn King, si no se llega a un acuerdo sobre el tema de las divisas, el siguiente paso es el proteccionismo.

"En la guerra de quién devalúa más su moneda y quién protege más a sus mercados perdemos todos", advirtió King. Lo que no está claro es cuál es la salida a esta situación.

Retórica y realidad

China dice que el yuan se ha valorizado en lo que va del año, pero que no está dispuesta a permitir una libre cotización por el impacto que tendrá en su economía.

En Estados Unidos no es el momento de modificar las tasas de interés con un crecimiento anémico de su economía y alto desempleo.

Las líneas de fisura comenzaron a manifestarse en la pasada cumbre del G20 en Toronto, cuando algunos países se manifestaron a favor de un nuevo estímulo fiscal a la economía mundial, mientras otros se inclinaban por una reducción del déficit fiscal.

La diferencia con la unidad mostrada por el grupo en cumbres previas es abismal. Luego del estallido de la crisis financiera internacional, en septiembre de 2008, el G20 lideró una respuesta coordinada para evitar una recesión mundial.

Ahora, entre algunos miembros empieza a cundir el desaliento a raíz de las diferencias internas.

En el tramo final de la campaña electoral para la segunda vuelta de los comicios presidenciales, Brasil no enviará su ministro de Finanzas y al presidente del Banco Central a esta reunión en Corea del Sur.

A nivel discursivo, el comunicado de este encuentro preparatorio tratará de encontrar una fórmula retórica para salir del impasse. Que esto tenga un efecto práctico es dudoso.

En cuyo caso, la credibilidad del G20, que apareció como una de las nuevas estrellas del firmamento internacional en medio de la crisis financiera internacional, quedará en entredicho.


La guerra de las divisas

Por Marcelo Justo
BBC World, 01/10/10

"Estamos en medio de una guerra cambiaria internacional." Estas palabras del ministro de finanzas del Brasil Guido Montega el lunes destaparon un secreto a voces en circuitos gubernamentales y financieros.

Este viernes el primer ministro de Japón señaló que seguiría interviniendo en los mercados de divisas "cuando fuera necesario".

El miércoles, la Cámara de Representantes de EE.UU votó a favor de un proyecto de ley que podría allanar el camino a sanciones comerciales a China como represalia por la política cambiaria de este país.

"Estamos presionando a China porque su moneda está subvaluada", explicó el presidente Barack Obama.

El problema es que lejos de ser excepciones, China y Japón encabezan una larga lista de países – de Corea del Sur a Colombia y Suiza – que han intervenido en los últimos meses en el mercado de divisas para controlar el precio de la moneda nacional.

Según los detractores, se trata de una medida "desleal" para mantener artificialmente bajo el valor de la moneda y favorecer las exportaciones a fin de ganar competitividad en el comercio internacional.

El gran temor es que una generalización de estas políticas obstaculice la frágil recuperación económica mundial como sucedió en la crisis de los años 30.

Una cuestión bilateral

La posibilidad de una guerra comercial entre EE.UU y China, los dos motores de la economía mundial, es el principal peligro.

Según la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, si China no interviniera en el valor de su moneda, EE.UU crearía "millones de puestos de trabajo y reduciría el deficit comercial en unos 100 mil millones de dólares".

El proyecto de ley tiene que ser aprobado por el senado y rubricado por el presidente Obama, pero China le advirtió este jueves a Estados Unidos que su aprobación podría dañar las relaciones entre ambos países.

Según el gobierno chino, EE.UU está desviando la atención de sus problemas internos por motivos políticos (elecciones de renovación del congreso en noviembre).

En una reunión bilateral el jueves 23 de septiembre, el primer ministro chino, Wen Jiabao, le advirtió al presidente Barack Obama que China no iba a cambiar de política porque una valorización del Yuan del 20% llevaría a una masiva pérdida de puestos de trabajo y bancarrotas sin otorgar ningún beneficio a EE.UU.

Una cuestión unilateral: Japón

El conflicto sino–estadounidense ha estado cocinándose a fuego lento en los últimos cinco años.

El 15 de septiembre se añadió a la cocción un ingrediente inesperado. El Banco Central de Japón intervino por primera vez desde 2004 en los mercados de divisas con una venta masiva de yenes y, como aclaró este viernes el primer ministro Naoto Kan, va a seguir haciéndolo.

El gobierno de Kan lo justificó por la crisis económica que atraviesa el país que no ha logrado despegar de la burbuja financiera e inmobiliaria que vivió a fines de los 80.

En Estados Unidos el congresista republicano Tim Murphy lo interpretó como la luz verde que la política intervencionista china estaba dando a países como Japón.

En la Unión Europea, los 16 miembros que manejan el euro como moneda, acusaron a Japón de irresponsabilidad.

"Acciones unilaterales de este tipo no son apropiadas para lidiar con los desequilibrios globales", señaló el presidente de los países de la eurozona Jean–Claude Juncker. La palabra clave es "unilateral".

¿Acuerdo posible?

Una manera de evitar devaluaciones competitivas como la de los años 30 es llegar a acuerdos internacionales que den una mayor previsibilidad a la política monetaria internacional.

Los acuerdos de Bretton Woods de 1944 tomaron esta experiencia en cuenta para establecer un sistema de tipo cambio fijo que rigió hasta principios de los 70, pero el modelo histórico que muchos empiezan a analizar para evitar una guerra cambiaria son los acuerdos del Hotel Plaza en los 80.

En septiembre de 1985, Estados Unidos, Francia, Alemania Occidental, Japón y el Reino Unido se reunieron en el Hotel Plaza en Nueva York y acordaron una depreciación coordinada del valor del dólar estadounidense.

Estados Unidos pudo mejorar su desequilibrio comercial con las otras naciones y el acuerdo fue la base para una coordinación macroeconómica internacional de los países del G7 de ahí en adelante.

Pero el acuerdo no es visto con buenos ojos por China que es consciente del alto precio que pagó Japón.

"Con la competitividad de sus exportaciones dañada por la apreciación de su moneda y con la presión estadounidense para que redujera su superávit de cuenta corriente, Japón eligió una expansión monetaria que terminó en una burbuja y la década perdida de los 90", puntualizó esta semana el editor del Financial Times, Martin Wolf.

El G20

Es difícil que el proyecto aprobado por la cámara baja se convierta en ley antes de las elecciones legislativas de noviembre, y no está claro tampoco que, en caso de que sea aprobado, cuente con la firma del presidente Barack Obama.

El Departamento de Comercio, entre otros, ha manifestado su oposición al proyecto, al que ha calificado de "contraproducente".

La estrategia del gobierno estadounidense parece apuntar a aumentar la presión sobre China de cara a la cumbre del G20 en Corea del Sur en noviembre.

En la cumbre de Toronto en abril esta presión no dio el resultado deseado.

El canciller de Brasil, Celso Almorín, dejó en claro la semana pasada que no formaría parte de una campaña para obligar a Pekín a apreciar su moneda.

Como recordó Amorin, "China es nuestro principal socio comercial".

En la cumbre en Seúl, podrá visualizarse con más claridad el nuevo paisaje económico–diplomático global que ha creado la emergencia de China.

Lo que está claro es que, por el momento, no hay acuerdo internacional en la "guerra de las divisas".


¿De la guerra de monedas a la Gran Depresión?

Por Alfredo Toro Hardy (*)
Observatorio de la Política China (OPCh), 19/10/10

A tres años del inicio de la crisis económica global ya debería haberse superado el temor a una Gran Depresión, similar a la de los años treinta del siglo pasado. Sin embargo, las referencias a aquella se encuentran cada día más sobre el tapete. Y no sin razón.

Hace diecinueve meses, en la Cumbre del G–20 en Londres, los jefes de Estado o de Gobierno de las principales economías del mundo acordaron actuar concertadamente para evitar el abismo. Hoy, en cambio, regiones y países deciden cursos autónomos de acción sin preocuparse del impacto de éstos sobre una economía global interdependiente. La llamada guerra de monedas, que bien podría derivar en una guerra comercial abierta, es el nuevo factor de analogía con los años treinta.

El temor es que se imponga un todos contra todos, mediante el cual cada país busque tener una moneda más barata que la de su vecino como vía para darle un espaldarazo a sus exportaciones. Ello se traduciría, inevitablemente, en un conflicto comercial generalizado.

Lo que se confronta es un efecto cascada que tiene como punto de partida a la moneda china, el yuan, considerada como artificialmente subvaluada.

Ante la reticencia de China de revalorizarla con la celeridad que se le exige, Estados Unidos anuncia su disposición a imprimir más billetes. La justificación sería utilizar éstos para comprar sus propios bonos y con ello hacer bajar los intereses: fórmula para reactivar su economía.

No obstante, estando esos intereses ya por el suelo, es evidente que lo que se persigue es depreciar directamente su moneda para hacerla más competitiva comercialmente.

Sea como sea, los inversionistas en dólares norteamericanos abandonan esta divisa para comprar monedas más fuertes, las cuales se encuentran hoy día en las economías emergentes. Desde luego, mientras más se invierte en esas monedas más se las encarece, haciendo menos competitivas las exportaciones de las economías emergentes.

Para librarse de esta papa caliente que se les lanza, los países afectados proceden a intervenir sus monedas para reducir su valor, lo que también propicia a que a sus competidores lo hagan. Y así sucesivamente.

El problema sin embargo no está en las monedas, sino en la esencia de una globalización que persigue depredadoramente el costo de producción más bajo. En su búsqueda frenética por incrementar las exportaciones, los productores chinos y los extranjeros que producen en China, fueron aceptando niveles de ganancia por unidad cada vez menores. De revaluar súbita y significativamente su moneda, China haría desaparecer estos pequeños márgenes de ganancia, desatando una grave crisis social y económica doméstica Así las cosas, en el punto de partida de la cascada se dispone de poca flexibilidad de maniobra. Y sus competidores, a la vez, disponen de poca paciencia.

El éxito de la globalización radicó en que la inmensa mayoría de los estados aceptó unas reglas que resultaban tan poco humanas como racionales, pero que generaban riqueza. Con la crisis, esas reglas están comenzando a ser abandonadas y cada quien corre a protegerse como mejor puede. ¿Cómo evitar que se hable de otra Gran Depresión?


(*) Embajador y académico venezolano. Autor de dieciséis libros en materia de relaciones internacionales.