Crisis mundial

Reunión del G–8

Inquietud en las potencias por Grecia y
por la crisis del euro

Por Luisa Corradini
Corresponsal en Francia
La Nación, 27/05/11

Paris.– El presidente francés, Nicolas Sarkozy, concibió la cumbre del G–8 en Deauville como la bisagra que debía abrir las puertas de un nuevo mundo político y tecnológico.

Pero las siete horas de negociaciones y la cena que clausuró la primera jornada de la conferencia fueron monopolizadas por la angustiante situación de Grecia, la crisis del euro, las amenazas que pesan sobre la economía mundial y la sucesión de Dominique Strauss–Kahn al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI).

"Internet y la primavera árabe quedaron casi eclipsados por la economía mundial", constató un diplomático europeo al final de la primera jornada de cumbre en la exclusiva estación balnearia francesa en las costas de Normandía.

Era casi inevitable. Consagrado en parte a ayudar a los países que acaban de hacer su revolución democrática, este G–8 se abrió bajo los nubarrones de un euro debilitado por la crisis de la deuda soberana de varios países europeos, así como por los enormes déficits de Estados Unidos.

De nada sirvieron los esfuerzos de Sarkozy, decidido a defender con nuevas iniciativas el sitio ocupado por ese exclusivo club de países ricos, ahora jaqueado por el nuevo protagonismo de los grandes emergentes: los debates de la primera jornada giraron, directa o indirectamente, en torno a la economía.

El primer tema omnipresente –que, sin embargo, no figura en la agenda oficial– fue la sucesión de Dominique Strauss–Kahn al frente del Fondo Monetario Internacional

La ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, apoyada por los países europeos, se perfila por el momento como la candidata con más posibilidades. "Todos coinciden en que es una mujer de grandes cualidades. Pero [...] el G–8 no puede sustituir al directorio del FMI", dijo Sarkozy en una conferencia de prensa.

El mensaje estaba destinado a calmar la irritación de los países emergentes, ausentes de la cumbre, que presionan para que deje de ser un europeo que asuma la dirección del Fondo, como sucede desde su creación en 1945.

Las cifras también monopolizaron el capítulo de la cumbre destinado a la ayuda a los países de la primavera árabe. Invitados de honor de la reunión, Túnez y Egipto se ven azotados por el derrumbe de sus industrias turísticas desde que se produjeron los violentos cambios de régimen. El Cairo solicitó al G–8 entre 10 y 12.000 millones de dólares en el próximo año y medio, mientras que Túnez pidió 25.000 millones en cinco años.

Los occidentales se declararon dispuestos a hacer un verdadero esfuerzo financiero. Se espera que el FMI desembolse unos 35.000 millones de dólares en préstamos y el Banco Mundial otros 6000 millones. Por su parte el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) debería orientar parte de su acción hacia las costas mediterráneas. En ese marco, hoy será oficializado un acuerdo de asociación entre el G–8 y ambos países.

La crisis de la deuda griega, la debilidad del euro y los enormes déficits de Estados Unidos se invitaron a su vez al almuerzo que abrió oficialmente los debates de la cumbre.

La canciller alemana, Angela Merkel, apeló a los líderes de los países más industrializados a examinar sus déficits y el elevado endeudamiento de sus propios países. "La estrategia alemana de incluir en la Constitución límites para la deuda pública y los déficits es la vía correcta", declaró.

La reducción de la deuda es necesaria "no sólo para nosotros, sino para las generaciones futuras; es preciso no olvidarlo", insistió Merkel.

La firme posición de la canciller alemana contrasta con la actual batalla de la administración estadounidense, que intenta elevar el límite de la deuda de 14,3 billones de dólares fijado por el Congreso a fin de evitar un default que, según el secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geithner, causaría "un daño irrevocable" a la economía.

El G–8 también urgió a Grecia a resolver su problema de deuda soberana, mientras que la delegación de Estados Unidos manifestó su preocupación ante el debilitamiento del euro, que –insistieron sus representantes– amenaza la economía mundial.

En todo caso, la buena voluntad expresada para ayudar a los países árabes en vías de democratización representa sin duda un aliento para Sarkozy en un G–8 en el que sus integrantes tienen serias dificultades para llegar a un acuerdo sobre otros temas urgentes. ¿Qué posición adoptar ante la represión siria? ¿Qué hacer con la guerra en Libia? ¿Qué política nuclear escoger después del desastre de Fukushima en Japón?

Sobre este último punto, los miembros del G–8, cuyos recursos energéticos reposan básicamente en el átomo, se comprometieron ayer a reforzar la seguridad de sus centrales nucleares y manifestaron su solidaridad con Japón, que anunció la organización de una cumbre sobre seguridad nuclear a fines de 2012.