Crisis mundial,
la recaída

Entrevista a Immanuel Wallerstein

Se vienen años de incertidumbre y caos mundial

Por Sally Burch
ALAI, 15/08/11

El destacado académico de las ciencias sociales, Immanuel Wallerstein, es uno de los más connotados exponentes del pensamiento crítico contemporáneo y durante su reciente visita a Ecuador, ALAI conversó con él sobre la actual crisis de deuda que golpea duramente a Estados Unidos y sus consecuencias para los países emergentes y América Latina.

El investigador principal de la Universidad de Yale considera que el dólar ha entrado en un proceso grave e irreversible de pérdida de valor como moneda de reserva mundial, subrayando que era “el último poder serio que mantenía Estados Unidos”.

Wallerstein piensa que las diferentes medidas de emergencia que se están implementando en su país simplemente están retrasando la banca rota mundial. “Los daños son hechos concretos, la situación de los Estados Unidos es grave y no es recuperable”, recalca.

Estima que el desenlace ocurrirá dentro dos o tres años, con resultados caóticos para el sistema mundial porque “no habrá una moneda de reserva internacional” y tampoco existen condiciones para que otra moneda pueda ocupar ese rol.  Entonces con el fin del dólar como reserva mundial “van a existir cinco, seis o siete monedas importantes, una situación caótica porque habrá fluctuaciones enormes continuas”.

“Ni los gobiernos ni las firmas transnacionales, ni los mega–bancos, ni los individuos sabrán qué hacer. Una incertidumbre enorme paralizará el mundo, especialmente a los inversionistas”, advierte el académico estadounidense.

Mientras esto ocurre en un nivel macro de la economía norteamericana, paralelamente también en un plano más local se vienen produciendo serios problemas económicos.  “Comunidades urbanas pequeñas están entrando a la bancarrota y por ejemplo no pueden pagar las jubilaciones”, indica el científico social.

El investigador considera que en su país la clase media es la más afectada porque de un día a otro las familias pierden posición y los trabajadores que perdieron su empleo no pueden hallar otro puesto, especialmente las personas entre 40 y 60 años, llegando incluso a perder sus casas.  Es una situación que actualmente no tiene solución y no se observa posibilidad de encontrar una válvula de escape.

Además, Wallerstein señala que “la situación en Estados Unidos va a empeorar porque se va a eliminar la posibilidad que el gobierno sostenga gastos necesarios en este momento, creándose una situación peor que la actual. La fantasía del Tea Party está llevando a Estados Unidos y por consecuencia a todo el mundo en dirección de un crash”.

Teniendo en cuenta estas consideraciones el pronóstico del teórico norteamericano, para los próximos años, es bastante pesimista.  “Yo veo guerras civiles en múltiples países del norte, sobre todo en Estados Unidos donde la situación es mucho peor que en Europa occidental, aunque allá también hay posibilidades de guerra porque hay un límite hasta el cual la gente ordinaria acepta la degradación de sus posibilidades”.

China y países emergentes

Ante la crisis de Estados Unidos y Europa los países emergentes por el momento parecen vivir bien, sin embargo, desde el punto de vista de Wallerstein, esconden una falsa realidad porque todos estamos en una misma canasta.

Teniendo en cuenta que China es el principal tenedor de bonos norteamericanos, ese país afronta una disyuntiva muy delicada.  Wallerstein considera que si por un lado “deja de comprar bonos de Estados Unidos va a perder la oportunidad de colocar productos chinos en ese mercado, un problema muy serio para la China.  Al mismo tiempo, cuando el dólar pierda su posición relativa a las otras monedas sus bonos no van a valer mucho”.

Entonces, China se está arriesgando a perder enormemente tanto si se retira o si continúa en el mercado de bonos norteamericanos. Frente a esta situación considera que “lo más probable es que la China se vaya retirando poco a poco”. Justamente el problema está en determinar cuando es el momento perfecto para detener las inversiones, lo cual es imposible de señalar porque si lo supiéramos seríamos todos ricos, agrega el investigador.

Además de este serio problema que afronta China, explica que el país asiático atraviesa por una situación muy frágil desde el punto de vista de su economía interna, “porque los bancos chinos están en la misma situación que los bancos norteamericanos de hace dos o tres años”. Asimismo, la inflación limita posibilidades a China y a otros países emergentes como, por ejemplo, a Brasil.

En este contexto considera que los países emergentes, y en el caso de Suramérica la Unasur, deberán hallar los mecanismos de un “proteccionismo a corto plazo a fin de minimizar los daños que serán para todo el mundo.  No habrá países que escaparán de los daños pero serán más grandes para algunos que para otros”.


(*) Immanuel Wallerstein, sociólogo e historiador estadounidense, continuador de la corriente historiográfica iniciada por Fernand Braudel, es ampliamente conocido por sus estudios acerca de la génesis y transformaciones históricas del capitalismo. Su monumental trabajo “El moderno sistema mundial”, cuyo primer tomo publicó en 1976, analiza el desarrollo del capitalismo como “economía–mundo”. En el 2003 publicó “The Decline of American Power: The U.S. in a Chaotic World” (New Press).


La “Segunda Gran Contracción"

La primera fue la Gran Depresión de los años 30

Por Kenneth Rogoff (*)
Crisis–economica.blogspot, 02/08/11

Cambridge – ¿Por qué todos siguen refiriéndose a la reciente crisis financiera como la "Gran Recesión"? El término, después de todo, se fundamenta en un peligroso diagnóstico erróneo de los problemas que enfrentan los Estados Unidos y otros países, que conduce a malos pronósticos y a malas políticas.

La frase "Gran Recesión" crea la impresión de que la economía está siguiendo los patrones de una recesión típica, sólo que de manera más severa – algo así como un resfrío muy fuerte. Es por eso que a lo largo de esta crisis, los expertos y analistas que han intentado hacer analogías con anteriores recesiones de posguerra de EE.UU. han errado tanto. Es más, demasiados diseñadores de políticas se han basado en la creencia de que, al fin y al cabo, esta es sólo una recesión profunda que puede ser doblegada mediante una generosa ración de herramientas convencionales de política, ya sea política fiscal o de rescates masivos.

Pero el verdadero problema es que la economía mundial esta gravemente sobreapalancada y no existe ninguna salida rápida sin un esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago, represión financiera, o inflación.

Un término más preciso, aunque menos tranquilizador, para la crisis actual es la "Segunda Gran Contracción". Carmen Reinhart y yo propusimos este apelativo en nuestro libro “This Time is Different” publicado en 2009, fundamentándonos en nuestro diagnóstico de la crisis que indica que esta es una crisis financiera profunda típica, no una recesión profunda típica. La primera "Gran Contracción", por supuesto, fue la Gran Depresión, tal como subrayan Anna Schwarz y el fallecido Milton Friedman. La contracción afecta no sólo a la producción y al empleo, tal como ocurre en una recesión normal, sino también a la deuda y crédito, y al desapalancamiento que típicamente tarda muchos años en consumarse.

¿Por qué discutir sobre semántica? Bueno, imagine que tiene neumonía, pero cree que es sólo un resfriado fuerte. Usted, sencillamente, podría no tomar el medicamento correcto, y ciertamente esperaría que su vida vuelva a la normalidad más rápido de lo que realísticamente es posible.

En una recesión convencional, la reanudación del crecimiento implica un razonablemente brioso retorno a la normalidad. La economía no sólo recupera el terreno perdido, pero en el transcurso de un año, típicamente, logra alcanzar y regresar a su tendencia de largo plazo al alza.

Las secuelas de una crisis financiera profunda típica son algo completamente diferente. Como Reinhart y yo hemos demostrado, típicamente, una economía tarda más de cuatro años sólo para alcanzar el mismo nivel de ingresos per cápita que había logrado en su pico pre–crisis. Hasta el momento, a lo largo de una amplia gama de variables macroeconómicas, incluyendo producción, empleo, deuda, precios de vivienda, e incluso capital, nuestros puntos de referencia cuantitativos basados en las anteriores crisis financieras profundas posguerra han demostrado ser mucho más precisos que la convencional lógica de recesión. 

Muchos comentaristas han argumentado que el estímulo fiscal ha fracasado en gran medida no porque fue mal guiado, sino porque no fue lo suficientemente grande como para combatir una "Gran Recesión". Pero, en una "Gran Contracción", el problema número uno es la excesiva deuda. Si los gobiernos que mantienen calificaciones crediticias sólidas van a gastar sus escasos recursos eficazmente, el enfoque más eficaz consiste en catalizar las renegociaciones y reducciones de la deuda.

Por ejemplo, los gobiernos podrían facilitar la rebaja de las hipotecas a cambio de una participación en cualquier apreciación futura en los precios de vivienda. Un enfoque similar puede aplicarse a los países. Por ejemplo, los votantes de los países ricos en Europa quizás podrían ser persuadidos a involucrarse en un rescate mucho más grande de Grecia (uno que sea, en los hechos, lo suficientemente grande como para funcionar), a cambio de pagos más altos en diez a quince años si el crecimiento griego es mayor.

¿Existe alguna alternativa a años de vaivenes políticos e indecisión?

En mi artículo de diciembre de 2008, sostuve que la única forma práctica de acortar el próximo periodo de doloroso desapalancamiento y crecimiento lento sería la aceleración sostenida de una inflación moderada, por ejemplo, 4 a 6% durante varios años. Por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos de los ahorristas a los deudores. Pero, al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida. A la larga, dicha transferencia se llevará a cabo de una u otra manera, de todos modos, esto es lo que Europa está aprendiendo de manera dolorosa.

Algunos observadores consideran cualquier insinuación de inflación, incluso de inflación modestamente elevada, como una forma de herejía. Sin embargo, las Grandes Contracciones, a diferencia de las recesiones, son acontecimientos muy poco frecuentes, que ocurren quizás una vez cada 70 u 80 años. Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales.

La gran prisa por saltar al tren de la "Gran Recesión" ocurrió porque la mayoría de los analistas y diseñadores de políticas simplemente tenían en mente el marco analítico equivocado. Desafortunadamente, está demasiado claro cuán equivocados estaban.

Reconocer que hemos estado utilizando el marco analítico equivocado es el primer paso para encontrar una solución. La historia sugiere que frecuentemente se cambia de nombre a las recesiones cuando el humo se disipa. Quizás en la actualidad el humo se disipe un poco más rápido si desechamos la etiqueta de "Gran Recesión" de manera inmediata y la reemplazamos con algo más apropiado, como por ejemplo "Gran Contracción". Es demasiado tarde para enmendar los malos pronósticos y políticas equivocadas que han marcado las secuelas de la crisis financiera, pero no es demasiado tarde para actuar de mejor manera.


(*) Kenneth Rogoff es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI.


Países Ricos Altamente Endeudados (PRAE)

¿Están los PRAE en depresión?

Por Oscar Ugarteche (*)
ALAI, 17/08/11

En agosto del 2007 se estrenó la crisis referida como La Gran Recesión y con altibajos allí continúa en un proceso de deterioro continuo en los Países Ricos Altamente Endeudados –PRAE (1)– que son los que antes lideraban la economía mundial. Se ha visto desenvolverse la crisis como una cebolla, con una primera capa que fueron los préstamos de mala calidad de la banca estadounidense de la mano de las agencias calificadoras de riesgo que llegó hasta Europa cuando Paribas,  IKB Deutsche Industriebank, Hypo Real Estate y Commerzbank reconocieron que ellos también tenían problemas con inversiones en bonos estadounidenses.

La segunda etapa fue una crisis bancaria derivada de la anterior cuando quebró Lehman Brothers mientras se rescató a los muy grandes para quebrar. Esto condujo al cierre del crédito interbancario (credit crunch) que llevó a una caída del comercio interno en Estados Unidos y del comercio internacional (–29%) en general. La tercera etapa fue a inicios de 2009 con la recesión derivada de la caída brutal del comercio por el credit crunch y el costo de la limpieza de los sistemas financieros.

La cuarta etapa fue el impacto fiscal de la recesión combinado con el de la aplicación de políticas contra cíclicas y rescates bancarios. Los ejemplos más saltantes son Grecia, Portugal, Irlanda y España y más tarde Estados Unidos, Italia, Gran Bretaña, Bélgica y Francia.

La quinta etapa deriva de la aplicación de políticas de saneamiento fiscal en medio de la recesión que está llevando a niveles de malestar sociales en cuanto desempleo juvenil, políticas anti inmigrantes, encarecimiento de los servicios públicos y desmantelamiento de la economía de bienestar europea. Esto se ve reflejado por el movimiento de los indignados en España y otro similar en Portugal, las protestas en Gran Bretaña, Grecia e Italia, la matanza “anti musulmana” en Noruega y otros efectos sociales a las presiones derivadas del recorte del gasto público en el 2011. Esta quinta etapa viene acompañada de una recesión profunda que podría ser el preámbulo a una depresión económica.

En esta quinta etapa se ha hecho evidente tras catorce meses de rescates, salvatajes y refinanciaciones, que Grecia era la metáfora y chivo expiatorio de los países mayores y sus problemas. El impasse en Estados Unidos entre los republicanos y los demócratas por la manera de hacer el ajuste fiscal llevó al país del norte al borde la quiebra y forzó a que las calificadoras de riesgo de dicho país lo degradaran de su histórico AAA a AA tras un vergonzoso enfrentamiento de poderes y premio a los más ricos del país (2). El efecto, mientras se debatía el presupuesto y techo de deuda en el Congreso de la Unión, fue una caída libre del índice Dow Jones de la bolsa de Nueva York, que perdió 15.7% de su valor de capitalización entre el 21 de julio y el 10 de agosto, llevándose consigo a todas las bolsas del mundo ya que hay un solo mercado bursátil mundial interconectado con información en tiempo real.

Mientras tanto, en el mejor ejemplo de lo que no debe de ocurrir en un esquema de integración y cooperación financiera, los dos aportantes mayores del Fondo de estabilización monetario europeo se abrogaron bilateralmente el derecho de imponer condiciones de ajuste económico sobre los demás países subordinándolo a sus intereses (3). Esto contraviene el espíritu multilateral de la Unión Europea que tanto trabajo costó a lo largo de cincuenta años y es un acto bilateral entre los dos grandes que hacen y acuerdan lo que los demás deben de hacer. Es tan bilateral como la postura del Tesoro de los Estados Unidos frente al FMI. El único problema es que el próximo en caer es Francia (4).

El problema de la crisis “mundial” comienza y termina en Estados Unidos y mientras eso no se resuelva no hay salida a los países ricos altamente endeudados (PRAE). Para ver la dimensión del problema de Estados Unidos baste citar el informe de Bureau of Economic Activity del 29 de julio, 2011(5) “El PIB real del primer trimestre, aumentó el 0.4 por ciento” (se estimó en abril en 1.9%) y tras la revisión de los datos “Del cuarto trimestre de 2007 al primer trimestre de 2011, el PIB real disminuyó en una tasa promedio anual del 0.2 por ciento; en las estimaciones antes publicadas, el PIB real había aumentado en un una tasa promedio anual del 0.2 por ciento.”


(*) Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es presidente de ALAI y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.org

Notas:

1) Países ricos altamente endeudados son aquellos que tienen un PIB per cápita encima de 30,000 dólares, una deuda pública encima de 80% del PIB, un nivel de reservas internacionales equivalente a menos de dos meses de importaciones y una tasa de crecimiento del PIB esperada cercana al 1%. Son las economías que emiten las monedas de reserva internacional, el Yen, el Euro, la Libra Esterlina y el Dólar estadounidense. Incluyen a Japón, Estados Unidos, Gran Bretaña y una gama de países europeos incluyendo Francia.

2) Ver la nota editorial de Warren Buffet, el hombre más rico de Estados Unidos y uno de los más ricos del mundo sobre este tema. “Stop Coddling the Super Rich” http://www.nytimes.com/2011/08/15/opinion/stop-coddling-the-super-rich.html

3) Roubini Global Economics, “Franco-German Meeting on August 16: No Eurobonds Without Binding Fiscal Rules”, http://www.roubini.com/critical-issues/118319.php?parent_briefing=47577&utm_source=contactology&utm
_medium=email&utm_campaign=RGE%20Daily%20Top%205%2C%20Tuesday%2C%20August%2016%2C%202011

4) Roubini Global Economcs, “Pressure Mounts on France’s Triple-A Credit Rating”, August 15, 2011, http://www.roubini.com/analysis/161178.php

5) “National Income and Product Accounts. Gross Domestic Product: Second Quarter 2011 (Advance Estimate). Revised Estimates: 2003 through First Quarter 2011”

http://www.bea.gov/newsreleases/national/gdp/gdpnewsrelease.htm


La crisis secuestrada

Por Paul Krugman (*)
El País, 14/08/11

Les ha dejado la agitación de los mercados con una sensación de miedo? Bueno, pues debería. Está claro que la crisis económica que empezó en 2008 no ha terminado ni mucho menos.

Pero hay otra emoción que deberían sentir: ira. Porque lo que estamos viendo ahora es lo que pasa cuando la gente influyente se aprovecha de una crisis en vez de tratar de resolverla.

Durante más de un año y medio –desde que el presidente Obama decidió convertir los déficits, y no los puestos de trabajo, en el tema central de su discurso sobre el Estado de la Unión de 2010– hemos mantenido un debate público que ha estado dominado por las preocupaciones presupuestarias, mientras que prácticamente se ha hecho caso omiso del empleo. La supuestamente urgente necesidad de reducir los déficits ha dominado hasta tal punto la retórica que, el lunes, en medio de todo el pánico en las Bolsas, Obama dedicaba la mayoría de sus comentarios al déficit en vez de al peligro claro y presente de una nueva recesión.

Lo que hacía que todo esto resultase tan grotesco era el hecho de que los mercados estaban indicando, tan claramente como cualquiera podría desear, que nuestro mayor problema es el paro y no los déficits. Tengan en cuenta que los halcones del déficit llevan años advirtiendo de que los tipos de interés de la deuda soberana de EE UU se pondrían por las nubes en cualquier momento; se suponía que la amenaza del mercado de los bonos era la razón por la cual debíamos reducir drásticamente el déficit. Pero esa amenaza sigue sin materializarse. Y esta semana, justo después de una rebaja de calificación que se suponía que debía asustar a los inversores en bonos, esos tipos de interés en realidad se han hundido hasta mínimos históricos.

Lo que el mercado estaba diciendo –casi a voces– era: "¡No nos preocupa el déficit! ¡Nos preocupa la debilidad de la economía!". Porque una economía débil se traduce tanto en unos tipos de interés bajos como en una falta de oportunidades empresariales, lo que, a su vez, se traduce en que los bonos del Tesoro se convierten en una inversión atractiva aunque la rentabilidad sea baja. Si la rebaja de la deuda de EE UU ha tenido algún efecto, ha sido el de acrecentar los temores a unas políticas de austeridad que debilitarán aún más la economía.

¿Y cómo llegó el discurso de Washington a estar dominado por el problema equivocado?

Los republicanos radicales, cómo no, han tenido algo que ver. Aunque no parece que los déficits les importen demasiado (prueben a proponer cualquier subida de los impuestos a los ricos), han descubierto que insistir en los déficits es una forma útil de atacar los programas del Gobierno.

Pero nuestro debate no habría llegado a estar tan descaminado si otras personas influyentes no hubiesen estado tan ansiosas por eludir el asunto del empleo, incluso ante una tasa de paro del 9%, y secuestrar la crisis en defensa de sus planes previos.

Repasen la página de opinión de cualquier periódico importante, o escuchen cualquier programa de debate, y es probable que se topen con algún autoproclamado centrista afirmando que no hay remedios a corto plazo para nuestras dificultades económicas, que lo responsable es centrarse en las soluciones a largo plazo y, en concreto, en la "reforma de las prestaciones", o sea, recortes en la Seguridad Social y Medicare. Y cuando se topen con alguien así, sean conscientes de que esa clase de gente es uno de los principales motivos por los que tenemos tantos problemas.

Porque el hecho es que, en estos momentos, la economía necesita desesperadamente un remedio a corto plazo. Cuando uno sangra profusamente por una herida, quiere un médico que le vende esa herida, no un doctor que le dé lecciones sobre la importancia de mantener un estilo de vida saludable a medida que uno se hace mayor. Cuando millones de trabajadores dispuestos y capaces están en paro, y se desperdicia el potencial económico al ritmo de casi un billón de dólares al año, uno quiere políticos que busquen una recuperación rápida en vez de gente que le sermonee sobre la necesidad de la sostenibilidad fiscal a largo plazo.

Por desgracia, lo de dar lecciones sobre la sostenibilidad fiscal es un pasatiempo de moda en Washington; es lo que hacen las personas que quieren parecer serias para demostrar su seriedad. Así que, cuando la crisis estalló y nos arrastró a unos grandes déficits presupuestarios (porque eso es lo que pasa cuando la economía se contrae y los ingresos caen en picado), muchos miembros de nuestra élite política tenían muchas ganas de utilizar esos déficits como excusa para cambiar de tema y pasar del empleo a su cantinela favorita. Y la economía seguía desangrándose.

¿Qué conllevaría una respuesta real a nuestros problemas? Ante todo, por el momento conllevaría más gasto gubernamental, no menos; con un paro masivo y unos costes de financiación increíblemente bajos, deberíamos estar reconstruyendo nuestras escuelas, carreteras, redes de distribución de agua y demás. Conllevaría unas medidas agresivas para reducir la deuda familiar mediante la condonación y la refinanciación de las hipotecas. Y conllevaría un esfuerzo por parte de la Reserva Federal para tratar por todos los medios de poner la economía en movimiento, con el objetivo intencionado de generar más inflación a fin de aliviar los problemas de endeudamiento.

Lógicamente, los sospechosos habituales tacharán esas ideas de irresponsables. Pero ¿saben lo que es de verdad irresponsable? Secuestrar el debate sobre la crisis para conseguir las mismas cosas que uno defendía antes de la crisis, y dejar que la economía siga desangrándose.


(*) Paul Krugman es profesor en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía.