Estados Unidos

Obama y la crisis económica

Un profundo malestar

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 19/06/08

El imperialismo yanqui afronta en el exterior serios problemas por sus contrastes en Medio Oriente y su pérdida de poder global y ahora, al mismo tiempo, es el epicentro de la crisis económica mundial.

Ambos hechos han golpeado en las masas trabajadoras y populares de EEUU. Esto aún no ha generado, como en los años ’30, grandes luchas obreras, ni, como en los ‘70, movimientos de masas contra la guerra, la opresión de los negros y otros. Sin embargo, todos constatan un creciente y profundo malestar en sectores cada vez más amplios de la población.

Según todas las encuestas, una mayoría en aumento estima que EEUU “no va por el camino correcto”… aunque no tengan una idea clara de cual sería ese camino.

En el fondo de este malestar está el hecho de que, por detrás de la pirotecnia del gran progreso de EEUU en la era neoliberal, el salario perdió un tercio de su capacidad de compra desde fines de los 70. Esto fue compensado y disimulado por diversos medios, como la incorporación masiva de la mujer y otros miembros de las familias al “mercado de trabajo” y sobre todo el endeudamiento colosal para hacer compras a crédito. El aumento del consumo por esos medios crearon una “prosperidad” que, para la mayor parte de los trabajadores, tenía bases endebles.

Mientras esto sucedía, la polarización social –los ricos cada vez más ricos y los pobres más pobres– fue avanzando a toda marcha.

La presente crisis pone de relieve todo esto. El desastre de los cientos de miles de hogares que van a perder sus vivienda por los fraudes hipotecarios, es sólo una de sus expresiones. Es un triste despertar del “American dream”, del “sueño americano” con que embaucaron allí a generaciones de trabajadores.

Este descontento masivo, aunque no va a acompañado aún de movilizaciones, sintoniza con otro fenómeno que, el día de mañana, puede tener consecuencias serias. Se trata de cambios ideológicos en la nueva generación juvenil, que no por casualidad es la base electoral de Obama. Hay un amplio retroceso de la ideología cavernícola fundamentalista–cristiana –base de masas del neoconservadurismo de Bush– en beneficio de ideas más “progresistas” (“liberals”).

Aunque esto no llega aún a posiciones de “izquierda” (“radicals”), nadie puede decir que este desplazamiento se vaya a detener, sobre todo si la situación empeora.

El malestar y el descontento generalizados, y estos desplazamientos ideológicos, aunque no se traducen todavía en grandes luchas ni en un crecimiento cualitativo de las corrientes de izquierda, son sin embargo negros nubarrones en el cielo de las corporaciones. Para la burguesía, Obama es como el paraguas que uno lleva a mano cuando hay amenaza de tormenta.

Su programa económico tampoco representa un giro de 180° grados. Más aun, en aspectos fundamentales es más “austero” y “serio” que el del manirroto Bush, que disparó a las nubes los gastos federales, el déficit fiscal y el endeudamiento de EEUU. Por eso, buena parte del debate económico entre McCain y Obama, es que Barack quiere aumentar los impuestos y así reducir los déficits, mientras que el republicano insiste alegremente en el camino del endeudamiento para tapar los agujeros del presupuesto.

Pero, más allá de algunas medidas cosméticas en relación a la crisis hipotecaria, al desastre del sistema de salud y otros rubros, Obama tampoco significa un cambio radical, ni siquiera en los marcos del capitalismo.

En la crisis del ’30 el capitalismo norteamericano, con el New Deal del presidente Roosevelt, cambió de “modelo”: fue del antiguo liberalismo al keynesianismo. En la crisis de los ’70 abandonó el keynesianismo para abrazar el “modelo” neoliberal… e imponérselo al mundo.

Aunque esas transformaciones se dieron en los marcos del capitalismo, Obama no propone hoy ningún cambio de esas dimensiones.