Estados Unidos

El gran debate tras bambalinas de la Convención

Obama no arrasa en las encuestas

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 25/08/08

Denver.– Los miles de delegados, políticos, funcionarios, representantes de bases, y más, inundan la arena de deportes donde hoy arrancó la Convención Nacional Demócrata aquí enfrentando –y buscando entender– un gran misterio que rodea este festejo: ¿cómo es posible que su candidato presidencial no va ganando?

Michelle Obama fue la estrella de esta noche, junto al senador Edward Kennedy. La combinación fue algo así como la cara del futuro –o por lo menos así se desea– del partido, y la figura que representa la historia romantizada de éste: una Obama y un Kennedy.

Michelle Obama ofreció un retrato de cómo ella y Barack fueron criados por familias trabajadoras con una ética de que “se trata a la gente con dignidad y respeto, aun si no los conoces o si no estás de acuerdo con ellos”, y con la filosofía de “alcanzar tus sueños” con trabajo. Reconoció la lucha de las mujeres por el voto (y destacó la histórica precandidatura de Hillary Clinton), la batalla por los derechos civiles, enalteció a los que buscaron “forjar un futuro con sus ideales”. Presentó a su marido como un hombre del pueblo que de joven “en lugar de ir a Wall Street, se fue a trabajar a una comunidad” en proyectos para apoyar a obreros desplazados por el cierre de plantas siderúrgicas en Chicago. Habló de cómo Obama llevaría a un fin “responsable” la guerra y promovería una economía, salud y educación para todos, y que lo haría al “juntarnos con ese hilo que nos vincula” para “traer el cambio que necesitamos”. O sea, como ella mismo lo dijo: “el sueño americano perdura”.

Y Barack Obama se presentó por primera vez en esta convención, vía satélite. “Hola papi”, le dijo una de sus dos hijas que subieron al podio al final del discurso de Michelle Obama, al verlo por la pantalla. Obama saludó desde la sala de una familia “ordinaria” en Kansas City, donde está de campaña.

Pero el momento más dramático de la noche fue cuando se presentó Kennedy (después de que se pensaba que sólo podría enviar un mensaje) lo cual arrancó una ovación prolongada ya que el senador –uno de los principales promotores de la candidatura de Obama– fue recientemente diagnosticado con cáncer en el cerebro. Pero con voz firme, Kennedy declaró que el aspirante representa el cambio necesario para que “este país alcance a sus mejores ideales”, y su elección marcaría el fin de la política de “raza contra raza, género contra género, de los heterosexuales contra los gay…”, y que encabezaría “una nueva ola de cambio que nos rodea” y llevará hacia “una renovación de nuestro país”. Se comprometió a estar presente en enero en el pleno del Senado para ver esa toma de posesión, y así ser testigo de que “el sueño sigue vivo”.

El tema de la noche (cada una de las cuatro tiene uno) fue Una Nación, y la imagen fue proyectar la visión de una nación reunificada después de ocho años de polarización política, social y económica pero, sobre todo, de un partido unido.

Así, ante el podio del llamado Pepsi Center, rodeado de pantallas electrónicas en los colores y símbolos patrióticos, se presentaron legisladores y otros políticos electos a puestos locales, estatales y regionales (incluida Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, Howard Dean, el presidente del partido; el representante Jesse Jackson Jr.), al igual que líderes afroestadounidenses, latinos y blancos, representantes de varios sectores claves del partido, como sindicalistas, mujeres y jóvenes, y “ciudadanos ordinarios” que cada noche ofrecerán su historia personal de por qué apoyan a Barack Obama.

Pero no hay nadie aquí que no esté discutiendo detrás del escenario del espectáculo diseñado para las cámaras de televisión, cómo es que a estas alturas Obama no está arrasando a su contrincante, el republicano John McCain, en esta contienda.

Las encuestas recientes registran un empate técnico a nivel nacional entre Obama y McCain. Aún más alarmante es que Obama ha perdido uno o dos puntos por semana durante las últimas seis u ocho. En un contexto en el que el país sufre de una crisis económica que cada vez genera mayor desempleo y bancarrotas, la guerra en Irak, y la desaprobación al presidente George W. Bush y sus aliados, el panorama debería de favorecer a Obama, por mucho.

En entrevistas y conversaciones aquí con estrategas, figuras políticas y activistas demócratas identifican varios factores que explican esto, entre ellos, el racismo y/o dudas sobre la “experiencia” de Obama; el “factor Hillary” y la división del partido durante las elecciones internas, las consecuencias de un giro hacia el centro en algunas de sus posiciones y la falta de propuestas concretas sobre su política económica.

El alcalde de San Francisco, Gavin Newsom, comenta que es “un poco aterrador” que Obama esté empatado con McCain, y que esa es la pregunta que se debe resolver. Una de las figuras latinas más importantes aquí, Dolores Huerta, cofundadora con César Chávez del sindicato jornalero UFW, insinúa que tiene que ver con que aún no se ha resuelto la pugna con las simpatizantes de Hillary Clinton (ella fue una). Antonio González, presidente del Proyecto de Empadronamiento y Educación del Votante del Suroeste (SVREP) comenta que es una combinación de estos factores, y que “la estrategia de los republicanos es hacer de esta elección un referéndum sobre la persona de Obama, mientras el objetivo de los demócratas es que sea sobre los temas de la economía, la guerra y otros desastres del gobierno de Bush”.

El representante federal José Serrano comentó que está confiado en que la división con Clinton será superada (él fue uno de sus aliados) y que las tendencias cambiarán “cuando esta campaña empiece a definir a McCain como cuatro años más de Bush”, junto con la ola de nuevos votantes empadronados.

Otros señalan –y la encuesta más reciente del New York Times registra– que con la economía como el tema de mayor importancia entre los votantes, ni Obama (ni McCain) han ofrecido propuestas convincentes en la materia. En estos cuatro días aquí, se intentará responder a todos estos factores.

De hecho, representantes de la campaña de Obama aquí aseguran que la elección apenas empieza, ya que esto ha sido hasta ahora una pugna interna para seleccionar al candidato. Greg Craig, un alto asesor del candidato comentó que “el país apenas lo está conociendo; de eso se tratan estos cuatro días de la convención, de presentarlo ante el resto de la nación”.

El desafío ahora para Obama es precisar, de forma concreta y convincente, qué es lo que “sí se puede”.


Obama, en el redil

La Jornada, 28/08/08

Ayer, durante el cónclave del Partido Demócrata, que se desarrolla en Denver, Colorado, el senador por Illinois, Barack Obama, fue ungido como aspirante oficial de ese instituto político a la Casa Blanca. La sesión, precedida por constantes llamados a la unidad, alcanzó un punto culminante cuando la senadora por Nueva York, Hillary Clinton –principal contendiente del afroestadounidense en la precampaña–, interrumpió abruptamente el conteo de votos de los delegados y dejó libre el camino para formalizar, por aclamación, la nominación de Obama.

Contrario a lo que se esperaba a principios de año, la convención demócrata no tuvo un peso definitorio en la contienda por la candidatura de ese instituto político y acabó por ser un mero formalismo: por lo menos desde junio, con la conclusión de las elecciones primarias estadounidenses, se tenía certeza de que el aspirante demócrata sería el senador por Illinois. En cambio, el acto de ayer en Denver constituyó la escenificación de un libreto de recomposición en el seno de ese partido, tras una ardua contienda que parecía haber configurado una ruptura insalvable entre los seguidores del político afroestadounidense y la ex primera dama. Al respecto, son significativos los resultados de sondeos recientes que sugieren que un tercio de los ciudadanos que apoyaron la candidatura de Clinton no votarían o bien lo harían por el aspirante republicano, John McCain. En ese sentido, era necesario un cierre de filas en torno a la figura del actual candidato presidencial demócrata.

Por otra parte, detrás del cónclave demócrata que concluye hoy, se puede vislumbrar un proceso de negociaciones orientadas a domesticar los aspectos más avanzados de la plataforma política del senador por Illinois, cuyo discurso se había caracterizado por asumir el “cambio” como bandera, por centrarse en las necesidades de desarrollo social, en las demandas de minorías tradicionalmente excluidas y por poner un acento moderado con relación a los afanes hegemónicos de Washington a escala internacional. Algunos elementos de esta agenda, sin embargo, resultaban inaceptables para ciertos sectores del establishment estadounidense, particularmente para los beneficiarios de la industria militar y armamentista, y para los operadores de Wall Street. La misma dinámica de la contienda ha llevado a Obama a bajar de tono su postura inicial, a fin de que no parezca riesgosa para los intereses empresariales, militares, políticos y mediáticos, hegemónicos en Estados Unidos; a pactar con los viejos sectores de la maquinaria electoral demócrata –sin la cual no tendría la menor posibilidad de disputar la Casa Blanca– y a realizar importantes concesiones a los estratos industriales y financieros que en buena medida mueven los hilos de la política en Washington.

Esta circunstancia no deja de ser paradójica, si se toma en cuenta que el principal atractivo electoral de Obama ha sido, precisamente, el cariz progresista de su oferta política, pues lo dotaba de frescura ante la opinión pública estadounidense y mundial, y le permitía presentarse, sin llegar a ser un personaje antisistema, como una figura ajena a la forma tradicional de hacer política en la nación vecina.

Mientras ayer se salvó, al menos en las apariencias, la unidad interna del Partido Demócrata, se consagró una ruptura en lo que se refiere a las propuestas de gobierno del senador por Illinois: una parte fue asumida como propia por el Partido Demócrata en el seno de la convención; la otra fue expresada en las calles por manifestantes a los cuales no se les permitió ni siquiera acercarse al cónclave partidista.

Hasta donde puede verse, los efectos de esta situación han resultado contraproducentes para la causa demócrata, y explican en parte que la ventaja de Obama sobre McCain se haya reducido significativamente en las semanas recientes, al extremo de que algunos sondeos colocan al aspirante republicano a la cabeza de las preferencias electorales.

En suma, y no obstante haber obtenido la nominación demócrata de una manera mucho más holgada de lo que hasta hace unos meses se hubiese previsto, el arribo de Barack Obama a la Casa Blanca no está asegurado, y si lo logra, habrá dejado en el camino –o en las mesas de negociaciones con los poderes fácticos– buena parte de los postulados sociales con los que inició su campaña.