Estados Unidos

Carta abierta al senador Obama

Entre la esperanza y la realidad

Por Ralph Nader (*)
CounterPunch, 03/11/08
Tlaxcala, 07/11/08
Traducido por Manuel Talens

Estimado senador Obama:

Durante los casi dos años que ha durado su campaña presidencial, las palabras “esperanza y cambio”, “cambio y esperanza” han sido el tema repetitivo de sus declaraciones. Sin embargo, existe una asimetría entre tales objetivos y su carácter político, que se somete a centros antagónicos de poder nada proclives a la “esperanza y el cambio” y sí a la continuación del statu quo.

Ha recibido usted contribuciones económicas tan enormes que no tienen parangón, muchas más que el senador McCain, procedentes de intereses corporativos, de intereses de Wall Street y, lo que resulta más peculiar, de abogados de grandes bufetes corporativos. Nunca antes un candidato demócrata a la presidencia había logrado tal superioridad sobre su adversario. ¿Por qué, aparte de su apoyo incondicional a favor del rescate bancario con 700 mil millones de dólares, esos intereses corporativos están invirtiendo tanto en el senador Obama? ¿Podría ser porque su trayectoria como senador de Illinois, como senador nacional y como candidato presidencial (trayectoria que incluye su apuesta por la energía nuclear, por las plantas de carbón, por las perforaciones petrolíferas en alta mar, por los subsidios corporativos, incluida la Ley de Minas de 1872, y que elude, por ejemplo, cualquier programa integral destinado a luchar contra la ola de criminalidad corporativa y contra el abultado y despilfarrador presupuesto militar) les haya demostrado que es usted el hombre que necesitan?

Para promover el cambio y la esperanza, el cargo presidencial requiere carácter, coraje e integridad, no conveniencia, acomodación y oportunismo a corto plazo. Veamos, por ejemplo, la transformación que ha sufrido usted: de elocuente defensor en Chicago de los derechos palestinos antes de postularse al cargo de senador nacional ha pasado a ser acólito y portavoz de la línea dura del lobby judío estadounidense (AIPAC, por sus siglas en inglés), que reafirma la opresión militar, la ocupación, el bloqueo, la colonización y la confiscación durante años de agua y tierras pertenecientes al pueblo palestino y de sus menguados territorios en Gaza y Cisjordania. Eric Altermann ya resumió numerosas encuestas en una edición de diciembre de 2007 de la revista The Nation, en las cuales quedaba claro que la mayoría de los judíos estadounidenses rechazan las políticas del lobby judío.

Usted sabe muy bien que sólo cuando el gobierno de este país apoye a los movimientos de paz israelopalestinos, que elaboraron hace años una detallada solución de dos Estados (apoyada por la mayoría de los israelíes y los palestinos), habrá posibilidades de resolver este conflicto que dura ya más de sesenta años. Sin embargo, usted se pasó al campo de los partidarios de la línea dura, de tal manera que en su infame y degradante discurso ante la convención de la AIPAC, justo después de su nombramiento como candidato presidencial del Partido Demócrata, apoyó una “Jerusalén indivisa” y se opuso a las negociaciones con Hamas, el gobierno electo en Gaza. De nuevo, ignoró usted la voluntad del pueblo israelí, que en una encuesta del 1 de marzo de 2008 aparecida en el respetado periódico Haaretz, mostró que el 64% de los israelíes estaban a favor de “negociaciones directas con Hamas”. Uno de los muchos líderes palestinos que abogan por el diálogo y la paz con el pueblo israelí ha descrito así la posición de los partidarios de la línea dura de la AIPAC: “Hoy el antisemitismo es la persecución de la sociedad palestina por parte del Estado israelí”.

El verano pasado, durante la visita que hizo usted a Israel, programó sólo 45 minutos de su tiempo para los palestinos, sin conferencias de prensa y sin visita alguna a los campos de refugiados, algo que sin duda habría alertado a los medios sobre el brutal tratamiento que sufren los palestinos. Su viaje sirvió de apoyo al cruel e ilegal bloqueo de Gaza, contrario al Derecho Internacional y a la Carta de Naciones Unidas. Se centró usted en las victimas del sur de Israel, que durante el pasado año han totalizado una víctima civil israelí por cada 400 palestinas en el lado de Gaza. En vez de adoptar una posición política opuesta a cualquier violencia y favorable a la aceptación de la propuesta que la Liga Árabe hizo en 2002 con el objetivo de permitir un Estado palestino viable en el interior de las fronteras de 1967 a cambio de plenas relaciones diplomáticas y económicas entre los países árabes e Israel, jugó usted el papel del político de poca monta y se fue de allí dejando a los palestinos con un sentimiento de mucha conmoción y poco pavor [1].

David Levy, un antiguo negociador de paz israelí, describió su viaje en pocas palabras: “Hubo una muestra casi malintencionada de indiferencia ante el hecho de que aquí conviven dos discursos distintos. Puede que eso le sirva como candidato, pero no como presidente.”

El comentarista estadounidense de origen palestino Ali Abunimah señaló que Obama no emitió ni una sola crítica a Israel “…por su permanente construcción de asentamientos y muros, por los cierres [de pasos de control] que hacen la vida imposible para millones de palestinos. […] Incluso el gobierno de Bush criticó recientemente el uso israelí de bombas de racimo contra civiles libaneses [véase www.atfl.org ]. Pero Obama defendió la agresión israelí contra el Líbano como un ejercicio de su ‘legítimo derecho a defenderse’.”

En numerosas columnas, publicadas en el Haaretz, Gideon Levy criticó duramente las agresiones del gobierno israelí contra la población civil de Gaza, entre ellas los ataques en “el centro de un abarrotado campo de refugiados... con horrible derramamiento de sangre” a principios de 2008.

Uri Avnery, escritor israelí y defensor de la paz, describió la aparición de Obama ante la AIPAC como un espectáculo que “batió todos los récords de obsequiosidad y adulación” y añadió que Obama “está preparado para sacrificar los intereses estadounidenses más elementales. Al fin y al cabo, para EEUU es vital que se logre una paz israelopalestina que permita llegar a los corazones de las masas árabes, desde Iraq hasta Marruecos. Obama ha dañado su imagen en el mundo musulmán y ha hipotecado su futuro, si es que lo eligen presidente”, dijo. Y añadió: “De una cosa estoy seguro: las declaraciones de Obama ante la AIPAC son muy, pero que muy malas para la paz. Y lo que es malo para la paz es malo para Israel, para el mundo y para el pueblo palestino.”

Otro ejemplo de su falta de carácter, senador Obama, es la manera en que les ha dado la espalda a los estadounidenses musulmanes de este país. Se negó usted a enviar sustitutos para que hablasen a los votantes en sus reuniones. Mientras que sí ha visitado numerosas iglesias y sinagogas, no ha querido visitar una sola mezquita de este país. Incluso George Bush visitó la Gran Mezquita en Washington (DC) después del 11–S para expresar oportunos sentimientos de tolerancia ante un aterrado grupo religioso de inocentes.

El New York Times publicó un artículo el 24 de junio de 2008, titulado “Muslim Voters Detect a Snub from Obama” [Votantes musulmanes detectan un desaire de Obama], firmado por Andrea Elliott, en el cual se citaban diversos ejemplos de su aversión por esos estadounidenses que proceden de todos los estratos sociales, que sirven en las fuerzas armadas y que trabajan para vivir el sueño americano. Tres días antes, el International Herald Tribune publicó un artículo de Roger Cohen, titulado “Why Obama Should Visit a Mosque” [Por qué Obama debería visitar una mezquita]. A pesar de ello, ninguno de tales comentarios y reportajes ha alterado su intolerancia política contra los estadounidenses musulmanes, y ello a pesar de que su padre fue un musulmán de Kenia.

Es posible que lo que mejor haya puesto en evidencia su absoluta falta de coraje político o la versión más suave de este rasgo suyo sea su capitulación ante los partidarios de la línea dura cuando le exigieron que prohibiese hablar al ex presidente Jimmy Carter ante la Convención Demócrata Nacional. Se trata de una tradición que rinde homenaje a antiguos presidentes y que este año le ha sido acordada a Bill Clinton en horario de máxima audiencia.

Carter fue un presidente que negoció la paz entre Israel y Egipto, pero su reciente libro [2], en el cual instó a ese superpoder dominante que es Israel a que evite el apartheid de los palestinos y haga las paces con ellos, fue todo lo que hizo falta para dejarlo de lado. En vez de un importante mensaje de Jimmy Carter a la nación sobre este crucial problema internacional, el ex presidente se vio relegado a una aparición en el escenario, que fue acogida con “estruendosos aplausos” después de la proyección de una película sobre el trabajo realizado por el Carter Center tras el ciclón Katrina. ¡Debería darle vergüenza, Barack Obama!

Pero su vergonzoso comportamiento se ha extendido a muchos más aspectos de la vida estadounidense (véase el análisis de los hechos realizado por Matt González, mi compañero de candidatura, en www.votenader.org ). Usted ha dado la espalda a los cien millones de pobres de este país, que incluyen a blancos, a afroestadounidenses y a latinos. Dice usted que ayudará a la “clase media”, pero siempre evita cualquier referencia a los “pobres” de EEUU.

Si gana las elecciones su triunfo será mucho más que un salto sin precedentes en su carrera, tras una brillante campaña carente de escrúpulos en la que habló de “cambio” y que, sin embargo, demostró una obediencia absoluta a la concentración del poder en manos de los “supremacistas corporativos”. Su campaña debería haber sido sobre el traspaso del poder desde unos pocos hasta la mayoría. Si gana, la Casa Blanca debería estar presidida por un hombre negro que no da la espalda a los desposeídos, ni aquí ni en el extranjero, sino que reta a las fuerzas de la codicia, al control dictatorial del trabajo, de los consumidores y contribuyentes, y que también se opone a la militarización de las relaciones exteriores. La suya debería ser una Casa Blanca que transforme las políticas estadounidenses –que las abriese a la financiación pública de las elecciones (con aportaciones voluntarias)– y que permitiese que a los candidatos menos importantes se les diera la oportunidad de aparecer en debates y de hacer uso de sus ahora restringidas libertades civiles. Eso sería una democracia competitiva.

Su campaña presidencial ha sido un ejemplo de posiciones cobardes. Hay quien dice que la “esperanza” es eterna. Pero no lo es cuando la “realidad” se obstina en desgastarla a diario.

Atentamente, Ralph Nader


(*) Abogado y líder “progresista” y “anticorporativo”, que ha encabezado en varias elecciones una candidatura alternativa para abrir una brecha en el fraudulento sistema bipartidista de EEUU.

Notas del traductor:

[1] Alusión a la operación denominada Shock and Awe, con la cual la aviación imperial inició la guerra de agresión en Iraq en 2003.

[2] Jimmy Carter, Palestine: Peace Not Apartheid, Simon & Shuster 2006.