Estados Unidos

Es hora de que Bush se vaya

Por Gail Collins
The New York Times, 22/11/08
La Nación, 26/11/08

Nueva York.– Esta semana se celebra el Día de Acción de Gracias, y el presidente George W. Bush podría convertirla en una fiesta realmente especial si renunciara.

Tenemos una economía que está estallando y un vacío de poder en la cima. Bush no tiene la influencia necesaria para hacer nada útil. Su contribución más reciente a la resolución de la crisis fue sermonear a los líderes de las economías más importantes del mundo sobre las glorias del capitalismo.

Que Barack Obama asuma inmediatamente la presidencia no es algo imposible. Obviamente, Dick Cheney también tendría que irse con Bush. De hecho, para no correr ningún riesgo, debería presentar su renuncia primero (estamos desesperados pero no locos). Después, la presidenta del Senado, Nancy Pelosi, se convertiría en presidenta hasta el 20 de enero.

Obviamente, cedería el poder al presidente electo. Y Obama podría empezar a gobernar. Como bonificación extra, esto significaría que, después de todo, habría una mujer en la Casa Blanca este año. Como desventaja, algunos conductores televisivos de derecha podrían sucumbir a ataques de apoplejía. Por supuesto que eso sería espantoso, pero me temo que debamos correr ese riesgo por un bien mayor.

Un gran número de estadounidenses ha estado contando los días para ver cuánto falta para que Bush deje su cargo. Históricamente, los presidentes nunca tomaron bien las sugerencias de que entregaran las riendas antes del último minuto posible. El senador J. William Fulbright sugirió algo semejante cuando Harry Truman terminaba su presidencia en medio de una gran impopularidad, y Truman lo llamó " Halfbright " (con pocas luces) durante el resto de su vida.

Es posible que a Bush no le encante la idea de hacer mutis antes de tener la oportunidad de encender el arbolito de Navidad. Después de todo, todavía le quedan un par de viajes. Y la firma de algunos decretos de último momento. Por otro lado, podría tener en cuenta su legado, tal como está hoy en día.

En días más felices, Bush podría haber alimentado la esperanza de terminar en la lista de los presidentes mediocres, pero en algún momento entre Irak y el Katrina, ese objetivo se convirtió en una montaña demasiado alta. Todavía tiene la oportunidad de evitar el fondo del tarro.

De mesura a avalancha

Si Bush deja de hacer nada y entrega su cargo, es posible que algún día la historia lo eleve al rango de los presidentes justo por debajo del promedio. ¡Mejor que Franklin Pierce! ¡Más inteligente que Warren Harding! Probablemente esta propuesta no le guste mucho a Obama. ¿Quién querría asumir los problemas de la industria automotriz antes de tiempo?

Una asunción inmediata también arruinaría el plan del equipo de Obama de lograr la más pulcra y mejor organizada transición presidencial de la historia. Acortar la transición y saltar al gobierno convertiría esa mesurada marcha hacia el poder en una salvaje avalancha. Muchos de los elegidos para el gabinete aún están respondiendo el cuestionario oficial.

Pero aunque no ha habido ningún drama con Obama, hemos estado viviendo en una versión en tecnicolor de Las aventuras de Paulina . ¡Detroit está amarrado a las vías del ferrocarril y se aproxima el tren! ¡El gobierno de California se está cayendo al mar! Si seguimos así, para el momento en que llegue el traspaso, el desempleo estará en el 10% y el Dow habrá caído a 10 puntos. Es hora de un cambio.