Estados Unidos

Crisis política del nuevo gobierno

La idea de Obama de un Gobierno bipartidista
sufre un serio revés

Por Idoya Noain
Corresponsal en Nueva York
El Periódico, 14/02/09

El presidente defiende la colaboración entre las dos fuerzas políticas como una exigencia del país, pero el republicano elegido para Comercio da marcha atrás por "divergencias" con la Administración

El cambio que prometió el presidente de EEUU, Barack Obama, se anticipaba tarea ardua, pero en Washington se está demostrando misión casi imposible. El último mazazo para el presidente llegó el jueves, cuando Judd Gregg, el senador republicano de Nuevo Hamsphire escogido por Obama como secretario de Comercio, se retiró alegando "conflictos irresolubles" con la Administración. Los casos similares rozan la media docena y ponen en peligro el intento de Obama de romper las tradicionales divisiones partidistas y formar un "equipo de rivales", pero, sobre todo, suponen un golpe a su imagen de control.

La retirada de Gregg está llena de puntos cuestionables. En su anuncio, el senador aseguró que aceptar la nominación fue "un error" y dijo haberse dado cuenta de que él y la Administración funcionan "desde distintos puntos de vista en muchos asuntos vitales de la política". Citó el plan de estímulo económico --contra el que los republicanos mantienen una batalla feroz pese a que los sondeos muestran el apoyo mayoritario ciudadano-- pero las bases del plan estaban ya asentadas cuando empezó a conversar con la Casa Blanca.

Problema acumulado

Gregg fue nominado después de que la primera opción de Obama para Comercio, el gobernador de Nuevo México, el demócrata Bill Richardson, tuviera que renunciar a su candidatura por una investigación de posible conflicto de intereses. Lo mismo tuvo que hacer Tom Daschle, al que los errores fiscales alejaron de la secretaría de Sanidad. Si se suman la retirada por impago de impuestos de Nancy Killefer --a la que Obama había escogido para un nuevo cargo de control de gasto-- y la confirmación, pese a otros problemas con el fisco, del secretario del Tesoro, Tim Geithner, Obama tiene un problema.

No quiere decir que tire la toalla. El jueves, cuando se confirmó la retirada de Gregg, el presidente aseguró que va a seguir trabajando por su apuesta argumentando que los estadounidenses están "desesperados" por ver a demócratas y republicanos trabajando juntos. Y cuando Daschle se retiró, Obama concedió varias entrevistas en las que utilizó un tono de contrición inusual, reconoció haber "metido la pata" y trató de reforzar la promesa reiterada en su campaña de que lucharía contra la cultura de favoritismos, élites e intereses que ha regido en Washington.

Politización republicana

La oposición ha politizado inmediatamente la retirada de Gregg, que habría sido el tercer republicano y el más conservador en un Gabinete del que ya forman parte el último secretario de Defensa de George Bush, Robert Gates, y Ray LaHood como secretario de Transporte. Le han convertido en héroe con el que tratan de borrar la imagen de desunión del Partido Republicano. Y personifican con él las críticas a Obama.

Uno de los principales puntos de ataque se refiere al censo (de gran trascendencia social y política pues se usa para repartir escaños y votos de colegios electorales), parte de cuya responsabilidad Obama quiere transferir de Comercio a la Casa Blanca. Aunque Gregg lo mencionó entre sus razonamientos para su retirada, aclaró también que no fue "un tema principal" en su decisión.

El debate sobre lo ocurrido se mantiene en la sociedad y en los medios con la misma división bipartidista contra la que Obama lucha. El presidente ha recordado que no había plazos para su apuesta, pero algunos creen que se ha acelerado en la búsqueda de miembros del Gabinete olvidando supervisiones que habrían evitado los descalabros. Y un editorial de The Washington Post, por ejemplo, cuestionaba ayer que la Administración no esté controlando más las nominaciones, pero a la vez seguía encomiando a Obama por apostar por el bipartidismo.


Wall Street reacciona con decepción al proyecto y retrocede el 4,6%

EE UU movilizará 1,5 billones para intentar evitar
la catástrofe financiera

Por Sandro Pozzi
Desde Nueva York
El País, 11/02/09

Marcar el principio del fin de la carnicería financiera y restaurar la confianza para que vuelva a circular el crédito. Con esta intención, el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, informó ayer de su estrategia para utilizar los 350.000 millones de dólares (270.000 millones de euros) que todavía quedan en el fondo de estabilidad financiera aprobado por el Congreso el año pasado para atajar la crisis. Sin entrar en detalles ni cifras precisas, el titular del Tesoro plantea actuar por tres vías para movilizar hasta dos billones de dólares (1,5 billones de euros), procedentes del Tesoro, de la Reserva Federal y de inversores privados, para evitar la catástrofe financiera.

Pero Wall Street se atragantó con el plan Geithner. Las medidas fueron recibidas con un retroceso del 4,6% al cierre de sesión, por la falta de detalles. Los analistas más críticos están convencidos de que los bancos tienen un importante problema de solvencia (y no sólo de liquidez) y dudan que el nuevo plan sirva para impulsar la profunda reestructuración que el sistema necesita. Geithner defendió su propuesta: "A menos que restauremos el crédito, la recesión será profunda y duradera, y causará más daño a las familias y negocios".

Una de las grandes novedades de este plan es asegurarse de que el sector privado se implique en el proceso de limpieza de los balances de los bancos comprando deuda de mala calidad, es decir, los llamados activos tóxicos. Así, se creará un fondo de inversión público–privado (una especie de banco malo) cuyo objetivo será facilitar la compraventa de hasta 500.000 millones de dólares de activos tóxicos. Si es necesario, el programa se ampliará a un billón. Se ofrecen, en paralelo, garantías para respaldar las pérdidas que puedan sufrir esas inversiones.

Otra de las medidas anunciadas ayer consiste en extender de 200.000 millones a un billón de dólares el programa de créditos para empresas, estudiantes y consumidores de la Reserva Federal. Además, el Tesoro ultima un plan de 50.000 millones de dólares para ayudar a las familias con dificultades a pagar la hipoteca y evitar el embargo.

Los bancos con problemas recibirán ayuda directa si son solventes. Habrá una nueva ronda de inyecciones de capital procedente de las arcas públicas, aunque se impondrán criterios más restrictivos a las entidades (límites en los dividendos, política de compras y salarios de los directivos). El propósito de esta medida es identificar quién puede seguir recibiendo ayuda sin que eso suponga un riesgo para el dinero público.

El problema es que este mecanismo topa con las crecientes dificultades de solvencia de las entidades financieras. Según el Fondo Monetario Internacional, las pérdidas potenciales de los bancos por los créditos contraídos en Estados Unidos alcanzan ya los 2,3 billones de dólares, frente a los 1,4 billones de octubre pasado. Se calcula que la mitad de esas pérdidas se producirán en bancos ubicados fuera de Estados Unidos, sobre todo en Europa.

Se cree que los activos contaminados rondan los 1,5 billones de dólares, sólo en Estados Unidos. El problema de ahora es cómo valorar los activos sin liquidez que están al margen del mercado. ¿Quién les pone precio?

Hasta ahora se estaban haciendo inversiones de dinero público para recapitalizar los bancos a cambio de que el Gobierno recibiera acciones preferentes. Por esta vía, el Tesoro movilizó 294.000 millones del fondo de estabilidad financiera hacia 317 entidades. El total presupuestado, según lo aprobado por el Congreso en octubre, era 700.000 millones, de los que queda la mitad por utilizar.

El sector financiero está en un complicado cruce de caminos. El plan presentado por el Tesoro tiene como objetivo hacer encajar las piezas de este complejo rompecabezas para volver a poner el crédito en circulación tras 18 meses congelado. Una misión difícil que trata de evitar que se repita un colapso como el de Lehman Brothers, que reverbere por el sistema financiero y haga permanente la recesión.

"Para algunos bancos, habría sido mejor la nacionalización", afirma Joseph Keating, de RBC Private Asset Management en Birmingham (Alabama), informa la agencia Bloomberg. "La falta de claridad de este plan tiene preocupado al mercado", añade.

Geithner advirtió ayer que poner en marcha estas medidas "será caro, tendrá riesgos y llevará tiempo" ver los beneficios. "Pero el coste de no hacer nada es incalculable", remachó. Los inversores se preguntaban en Wall Street si el plan logrará revertir la mayor crisis financiera desde 1929.