EEUU - Rusia

Los rusos no han logrado que Obama renuncie al escudo antimisiles en Europa

EEUU y Rusia firman en Praga un acuerdo de desarme,
que no disminuirá los arsenales reales

El acuerdo limita las cabezas nucleares desplegadas pero no obliga a destruirlas

Por Rafael Poch
La Vanguardia, 08/04/10

Praga (Corresponsal).– En la Plaza de la Ciudad Vieja de esta ciudad, el reloj del ayuntamiento sigue mostrando aquel tétrico esqueleto que sostiene en su mano un reloj de arena que recuerda lo efímera que es la vida. Entre aquel siglo XV y hoy, lo es mucho más porque el hombre se hizo con la capacidad técnica de destruir toda vida en el planeta.

Más de 50.000 cabezas nucleares en los años ochenta capaces de destruir entre diez y quince veces el mundo. Tras el desarme de los noventa, 27.000 cabezas, de las que unas 12.000 están "desplegadas", es decir preparadas para su uso inmediato, con lo que ya "sólo" hay una capacidad teórica instalada, cinco o siete veces superior a la necesaria para la destrucción total.

Hay que recordarlo para enfatizar la locura de nuestro tiempo y también la importancia de lo que hoy se va a firmar aquí: un acuerdo de desarme nuclear entre Rusia y Estados Unidos.

Obama representa un gran avance con respecto a Bush, aquel Presidente pasado de rosca que no necesitaba negociaciones porque creía que Estados Unidos podía en solitario con el mundo y que banalizaba el uso del arma nuclear, pero, por desgracia, ese avance no está a la altura de los tiempos.

El acuerdo que se va a firmar impone un techo de 1550 cabezas nucleares "desplegadas", es decir prestas para su utilización, por cada bando, lo que sigue bastando para destruir la vida.

Significa, se dice, una reducción de más del 30% de su número actual. Lo que no se dice es que los números totales del arsenal apenas van a cambiar: las cabezas nucleares podrán dejar de estar desplegadas y se colocarán en la reserva, lo que los rusos llaman na sklade, en el almacén. La diferencia de tener una cabeza nuclear "en almacén" o tenerla operativa es un asunto de pocos minutos: desenroscar un mecanismo situado en un hangar y enroscarlo en un misil.

Cuando Gorbachov y Bush padre firmaron el START–I en Moscú, en julio de 1991, redujeron de verdad un 30% sus arsenales, no sólo lo desplegado, sino todo, también lo del almacén. El acuerdo incluyó destrucción de cabezas nucleares, de misiles portadores, de submarinos.

Entonces en Moscú había una voluntad real de cambio en lo más alto. Han pasado veinte años y hoy los cínicos realistas han sucedido a los ingenuos en el Kremlin, mientras en Washington continúa el reino de quienes inventaron y estrenaron la bomba, el misil intercontinental, el submarino y la aviación estratégicos y toda esa locura que los rusos copiaron a la zaga, y que lleva en la mano un reloj de arena.

Hoy todo se parece a un juego de manos. Lo que se va a firmar es "un paso muy modesto", dice Pavel Podvig, de la Universidad de Stanford. "Las cabezas nucleares podrán dejar de estar desplegadas y colocadas en la reserva", dice Greg Mello, que duda que Obama tenga una visión real de desarme. Ambos autores escriben en el Bulletin of the Atomic Scientists, fundado por Albert Einstein en la posguerra, una fuente realista en este ámbito tan atravesado por la palabrería.

El acuerdo de Praga que hoy firmarán Obama y el Presidente ruso, Dmitri Medvedev, tampoco afectará a la cabezas atómicas no estratégicas, es decir a las de corto alcance, o "tácticas", de las que en Europa tenemos 200 y sobre las que Obama dice que deben ser negociadas con los aliados de la OTAN.

Los rusos no han conseguido ni siquiera que Obama renuncie al escudo antimisiles en Europa, algo muy importante que el experto ruso Dmitri Trenin, que trabaja en Moscú para un organismo de EE.UU, minimiza en estas páginas. A pesar de todo, negociar y recortar, aunque sea un recorte pobre y aparente, es mejor que nada, porque con ello se abre cierta posibilidad de ir a más.