Estados Unidos

Obama: un tendal de promesas incumplidas

Por Eric Alterman
The Nation, julio 2010
Agence Global, 17/07/10

Washington.– Pocos progresistas se animarían a discrepar con la idea de que, a pesar de sus significativos logros, la presidencia de Obama ha sido una gran decepción. Como lo señaló célebremente Mario Cuomo, los candidatos hacen campaña en verso, pero gobiernan en prosa. Es así que los partidarios de Obama tuvieron que digerir algunos compromisos dolorosamente "prosaicos".

Para lograr la aprobación de la reforma sanitaria, por ejemplo, Obama tuvo que desdecirse específicamente de su promesa de la "libre opción" de "convertir en una prioridad la preservación de los derechos de la mujer, según el precedente Roe versus Wade". Aparentemente, esa promesa se perdió en el mismo cajón que su insistencia de que "cualquier plan que firme debe incluir un seguro de salud con una opción pública".

Los sindicatos se contaron entre sus más fervorosos y dedicados soldados, así como la clave para cualquier posible renacimiento político progresista. También los ambientalistas estaban alentados por la promesa de Obama de establecer un límite a todas las emisiones de carbono para aliviar el recalentamiento global. El objetivo parece haberse esfumado.

Y Obama prometió, antes de las elecciones, "poner en vigencia las sensatas regulaciones que mantendrán el mercado libre, justo y honesto; que reinstaurarán la responsabilidad de las juntas directivas de las empresas". Aparentemente, tampoco lo recuerda.

Nadie sabe lo que realmente piensa Obama. Es posible que en las elecciones haya engañado a los crédulos progresistas, haciéndoles creer que era un partisano de la izquierda liberal, cuando en realidad está más cerca de ser un cómplice de la corporación conservadora. Una enorme cantidad de progresistas sienten lo mismo. El entorno íntimo de Obama, en tanto, postula todo lo contrario. Opinan que su problema es que a él y a sus aliados demócratas "se les fue la mano y desplazaron la política demasiado hacia la izquierda, disparando una reacción opuesta de la misma intensidad hacia la derecha". Y el republicano Newt Gingrich lo llama "el presidente más radical de la historia de Estados Unidos", y "potencialmente el más peligroso". E insta a resistir su "maquinaria socialista y secular".

Me inclino más hacia la opinión del columnista conservador del The New York Times Ross Douthat, para quien Obama es "un liberal doctrinario, siempre dispuesto a cerrar un trato y aceptar la mitad de la torta. Tiene las preferencias políticas de un blogger progresista, pero el estilo de gobierno de un veterano transero de la interna política".

Pero la verdad, es que no importa demasiado quién tiene razón sobre lo que sueña Obama. Hay que aceptarlo, el sistema está amañado, y está amañado contra nosotros. Es cierto que los presidentes pueden aprobar con facilidad reducciones impositivas para las corporaciones ricas y poderosas, iniciar cualquier guerra y espiar a quien quieran sin orden judicial. Pueden ordenar la tortura de sospechosos de terrorismo, mentir al respecto y ver cómo su servicio de inteligencia se ocupa de destruir la evidencia. Pero lo que no pueden hacer, aun cuando estén respaldados por supermayorías en el Congreso, es lograr que se apruebe la clase de legislación progresista y transformadora que Obama prometió en su campaña.