Estado Español

525 años de cárcel a vascos que no formaban parte de una organización armada pero sostenían la independencia de Euskal Herria

La Audiencia Nacional condena la lucha política por
la independencia

Por Iñaki Iriondo
Gara, 20/12/07

La Audiencia Nacional ha condenado a 525 años de cárcel por «integración en organización terrorista» o «colaboración con organización terrorista» a un total de 47 vascos y vascas por su militancia en KAS, en Ekin o en Xaki, por su pertenencia a la Fundación Joxemi Zumalabe o a la empresa Orain, editora del diario «Egin». La sentencia afirma que esas organizaciones o empresas no constituyen una organización armada pero sí son ETA o colaboran con ella.

ETA es más que la misma ETA. Tal afirmación puede resultar paradójica e invitar a un debate filosófico o incluso metafísico, pero se deduce directamente de la sentencia del marcrosumario 18/98. En el texto firmado por la magistrada Angela Murillo se lee que «ni KAS, ni Ekin, ni Xaki, constituyen una organización armada; éstas carecen de armas, pues su utilización no constituía su cometido, sino el del brazo armado de ETA, pero dichas estructuras participan de lleno en la unidad organizativa y estructural de la organización terrorista ETA».

De esta forma, todos los acusados de pertenecer a KAS, a Ekin y a Xaki han sido condenados por «integración en organización terrorista» a penas que van de los 11 a los 14 años de prisión, según sean considerados militantes o dirigentes.

En cuanto a la Fundación Joxemi Zumalabe, la Audiencia Nacional determina que no está integrada en ETA pero entiende que sus miembros «colaboraron en la actividad de la organización terrorista ETA dirigida a potenciar la insumisión civil». Por ello, los integrantes de la Fundación que no consta que participen en otras organizaciones son condenados a entre nueve y diez años de cárcel por «colaboración».

Por lo que respecta a los implicados en el proceso por su relación con Orain y «Egin», la relación con ETA o KAS es más inconcreta. José Luis Elkoro, por ejemplo, es considerado al mismo tiempo miembro de Orain y del «frente negociador» de ETA. A Jabier Salutregi se le condena por aceptar la dirección de «Egin» «tras una entrevista realizada con la cúpula de ETA». Dada «la relevancia de la actividad desarrollada por dicho periódico en la lucha de la organización terrorista ETA a través de los medios de la estructura de KAS», se le considera «miembro de dicha organización».

El resto de miembros del Consejo de Administración y la subdirectora de «Egin», Teresa Toda, son condenados por «colaboración».

Sin embargo, algunos de los imputados en esta pieza –José Luis Elkoro, Patxo Murga, Isidro Murga y Jexux Mari Zalakain– sufren una enorme pena añadida, puesto que se les atribuye la responsabilidad civil directa, conjunta y solidaria de una deuda con la Seguridad Social por valor de 1,7 millones de euros.

Cierres e ilicitudes

Además de las penas impuestas a estas 47 personas, la sentencia del 18/98 tiene otras «consecuencias accesorias».

Por una parte, se declara la ilicitud de las actividades de Orain SA, Ardatza SA, Hernani Imprimategia SL, Publicidad Lema 2000 SL, Erigane SL, MC Uralde SL, Untzorri Bidaiak Ganeko, Grupo Ugao, Gadusmar SL, procediendo a su disolución y ordenándose el comiso y liquidación de su patrimonio.

Por otra parte, se declaran asociaciones ilícitas y se decreta la disolución de KAS, Ekin y la Asociación Europea, Xaki.

También se declaran nulas y sin valor jurídico alguno determinadas operaciones jurídicas, mercantiles y documentarias entre Orain, Ardatza y Erigane. Y se acuerda el comiso de cuantas sumas de dinero han sido objeto de intervención judicial.

Contra Goirizelaia y Elosua

Pero los efectos de la sentencia no se limitan a los acusados y las organizaciones o empresas a las que pertenecían. También tiene una derivada para los abogados José María Elosua y Jone Goirizelaia.

A los dos letrados se les acusa de haber imputado «a funcionarios públicos la comisión de delitos dolosos y graves en el ejercicio de sus funciones». En concreto, a Elosua se le achaca haber acusado, en la sesión del 3 de octubre de 2006, a dos guardias civiles de haber cometido falsedad. Y a Goirizelaia, de que en la sesión del 13 de marzo de 2007 «manifestó de forma que expresa que por la Guardia Civil `se utilizó la tortura y malos tratos'».

Estas declaraciones han sido remitidas «al Juzgado Central de Instrucción [de la Audiencia Nacional] en funciones de guardia, para que dé a los mismos el trámite que corresponda».

Versión policial

La sentencia emitida ayer por la Audiencia Nacional supone la elevación a la categoría de verdad indiscutible de la versión policial de la historia de Euskal Herria y la izquierda abertzale. Se hacen consideraciones sobre la estructuración interna de ETA y su evolución que cualquier historiador conocedor de la materia podría refutar.

Además, a lo largo de los 1028 folios sus redactores –cabe observar el trabajo de distintas manos– dan muestras de una notable subjetividad y una presunción de culpabilidad de los imputados, que queda patente en algunos comentarios que pretenden incluso tener un tono coloquial y cuyo único fin es el de desprestigiar el testimonio de los imputados, cuando no a sus propias personas.

Los ponentes hacen apelaciones «sentido común, que muchas veces queda relegado al menor común de los sentidos» para superar situaciones sobre las que no tienen prueba material alguna. Y así se da por hecho, sin ninguna evidencia que desdiga a los acusados, que Jabier Salutregi y Teresa Toda no se entrevistaron con un dirigente de ETA para hacerle una entrevista periodística –como aseguran– sino para ser nombrados al frente de «Egin». O que una referencia a una guía de movimientos sociales elaborada por la Fundación Joxemi Zumalabe –publicación de amplia difusión– en unos papeles de ETA significa que todos los integrantes de la Fundación tuvieron que dar su visto bueno para remitírsela, a lo que se añade la circunstancia agravante de que «el acceso a los miembros de la cúpula de la organización terrorista ETA no estaba, ni está al alcance de cualquiera».

Tal vez hay cosas que en el contexto español y desde la Audiencia Nacional no se entiendan o no se quieran entender, pero que en Euskal Herria son bastante comunes. Por ejemplo que alguien ponga su firma de forma altruista y pase a formar parte del consejo de administración de una empresa como Orain sin hacer seguimiento exhaustivo de su actividad. Probablemente podrían encontrarse ejemplos similares en sociedades y empresas cercanas a otros partidos nacionalistas vascos.

Los redactores de la sentencia ponen especial énfasis en desmentir que éste haya sido «un juicio político, en el que sólo se perseguía aplastar los derechos civiles y políticos de Euskal Herria, sometiendo para ello a 57 ciudadanos vascos a un injusto enjuiciamiento impartido por un Tribunal `especial' de la Audiencia Nacional» cumpliendo órdenes de Gobierno español». Una afirmación que acusados y defensa «han venido manteniendo con modales poco ortodoxos, por activa y por pasiva y, apoyados por algún medio de comunicación de ínfima tirada, pero experto en estas `lides'».


Reflexiones sobre el 18/98

Por Iñaki Egaña y Giovanni Giacopuzzi
Gara, 20/12/07

La teoría de «todo es ETA» hace abstracción de la historia. Niega que exista una forma diferente de hacer política que se pueda confrontar en pie de igualdad con las que dominan nuestra sociedad. Por eso les juzgaron

Hay quien dice que mientras persista la actividad armada de ETA no tiene demasiado sentido, ni siquiera es lícito, hablar de violación de los derechos de asociación y expresión o de la acción política que, entre otros casos, ha originado el epílogo al juicio «madre» contra la izquierda abertzale, el llamado Proceso 18/98. Este es un argumento que confirma la tesis acusatoria, es decir, que todas las personas, asociaciones y entidades políticas que en Euskal Herria abogan por la independencia, el cambio social y económico, el no reconocimiento del actual estatus... en definitiva, los que defienden el ejercicio del derecho de autodeterminación, son ETA.

Hay una literatura jurídica española que confirma este asunto. Garzón, entre otros, ha editado algunas perlas en ese sentido, culminando con la última a raíz del auto contra la dirección de Batasuna, donde considera textualmente «los fines violentos de independencia o autodeterminación».

Esta línea nos llevaría a conclusiones de Perogrullo como la de que luchar por un mundo donde el hambre esté erradicada o donde las medicinas se encuentren al alcance de los pobres sea delito porque hay alguien que lo hace a través de la lucha armada. Sí esto sucediera –sucede en la dialéctica represiva–, los gobernantes nos están mandando un aviso nítido: la cárcel o el destierro es el destino para quienes se atreven a enfrentarse a un mundo tan injusto como el que nos toca vivir.

No se puede trivializar sobre este tema. El juicio 18/98 debería estudiarse en las facultades de Derecho, Historia y Economía. Habría que desmenuzar cómo los principios teóricos del Derecho –derecho a la defensa, de expresión y organización, la responsabilidad individual–, son pura propaganda. Que decir, como Zapatero, que Europa es la cuna de los derechos humanos y civiles es demagogia y que España, es obvio, no puede llamarse heredera de aquellos ideales de igualdad y democracia que surgieron en los movimientos europeos por las libertades tras la Revolución francesa o la II Guerra Mundial. La justicia española no es pieza desinteresada entre partes, sino que defiende un proyecto político, cultural y económico determinado. Esa justicia ejerce una elección a priori, fundamentada en la negación de la libertad de cualquier ciudadano a sentirse vasco, incluso vasco–español. Y si es parcial no es justicia.

La esencia de esta definición la marca la Audiencia Nacional. En política y en historia la coincidencia rara vez es casual. Como no lo fue el hecho de que en enero de 1977, a través de un decreto gubernamental, se derogara el Tribunal de Orden Publico franquista para crear, el mismo día, la Audiencia Nacional. Es decir, que la cultura del enemigo interno del régimen franquista se trasladó a la de «la defensa del marco constitucional».

Los comunistas, masones, homosexuales, judíos y republicanos se han transformado en separatistas y anticonstitucionalistas. Así se elude la búsqueda misma de una vertebración del Estado para reconducir el problema a una cuestión de orden público. Ha ocurrido en 2007 con la misma lógica que hubiera sucedido en 1957. Por eso, un tribunal especial, apoyado en una jurisprudencia autoritaria y homogeneizante, ha juzgado modelos sociales, políticos y culturales sin ningún rubor político. Era y es lo habitual. Ese estilo tan español de juzgar a la disidencia ha triunfado hasta nuestros días.

Durante el franquismo, hubo un juez que destacó sobre todos, Enrique Eymar, que llegó a tener su despacho en la prisión de Ocaña. Algunos detenidos denunciaron que les torturó personalmente y su sadismo fue legendario. Cuando a Julián Grimau los médicos le atendieron para paliar los efectos de la tortura, el juez señaló que era inútil curarlo porque sería ejecutado, a pesar de no haber siquiera celebrado la vista. La prensa europea acuñó un término para identificar ese estilo de dictaminar de los jueces hispanos: «juzgan de oído», decían.

Efectivamente, Grimau y otros tantos fueron condenados y fusilados no por pruebas periciales sino por la opinión emitida al respecto por los diarios franquistas o por lo que habían escuchado «por ahí» testigos. Las épocas no se repiten, es obvio, pero sí los comportamientos. Y los juicios previos impulsados por medios y las pruebas basadas en rumores, malos tratos o la manipulada opinión pública sustituyen con frecuencia al rigor, por qué no decirlo, científico. Es evidente y nadie que se diga imparcial (un juez, por ejemplo), lo podría abordar sin sonrojarse.

Si necesitáramos confirmar lo dicho, bastaría con repasar el seguimiento que han hecho del macrosumario los medios de comunicación españoles: silencio, o dicho de otra manera, omertá. Parece lógico que los media españoles siguieran día tras día el juicio por la masacre en Madrid del 11–M. Hubo cerca de 200 muertos y miles de heridos. En el 18/98 no había ni muertos ni atentados, aunque por las condenas parece lo contrario.

La acusación fiscal citaba reuniones de grupos políticos, debates ideológicos, cuestiones económicas o empresariales, movimientos sociales, línea editorial de medios, forma de autofinanciación, etc. Se mencionaron reuniones en las que no se sabía quién había participado. Se declaraban financiaciones ocultas cuando en las mismas actas legales aparecía su origen y cómo se gastaba ese dinero. Se silenciaba cualquier tentativa de los imputados de dar explicaciones sobre escritos, declaraciones o actividades. ¿Cómo iban a seguir los medios un juicio que estaba ya prejuzgado? Esta ausencia de medios formaba parte de la descontextualización de los hechos, de la falta de una reconstrucción histórica rigurosa porque la base de las acusaciones fijaba que los fines políticos fueran considerados actos criminales.

Se ha aplicado el nuevo término jurisprudencial español de la «contaminación». Hasta el punto que la denuncia de algunos imputados sobre el hecho de que entre los peritos policiales se encontrara quien practicó interrogatorios con tortura, fue silenciada con un «Aquí no valen tribunales de Estrasburgo». Como dijo el Fiscal General Conde Pumpido en relación a la ilegalización de las lista de AS y de la mitad de ANV: «Quizás nos hemos pasado pero ha colado». Tanto ha colado que «El País» haciendo un resumen de las detenciones contra ETA desde la tregua hasta hoy afirmaba que eran 188 los etarras detenidos: militantes o supuestos colaboradores de ETA, jóvenes acusados de kale borroka, dirigentes de Batasuna e imputados en los juicios de Jarrai–Haika–Segi y del 18/98. Todo es ETA.

Por su parte, las personas condenadas en el juicio han mostrado las causas sociales y políticas a las que han dedicado su vida. Han respondido a las condenas llamando a movilizarse por un objetivo que resume el sentido de su lucha: «Por los derechos de Euskal Herria. Condiciones democráticas para todas las opciones políticas». Y si hubiese voluntad de analizar históricamente el trabajo de las asociaciones, grupos o medios informativos en los que participaban los acusados, percibiríamos que esa reivindicación política ha sido el hilo conductor.

«Egin», un diario único en Europa que daba voz a quien no la tenía y también a quien no compartía las ideas de la izquierda abertzale. Un diario que vivía del apoyo de su gente, lo que daba sentido profundo al concepto de libertad de expresión. La Fundación Zumalabe, nacida de la decisión de «redistribuir la plusvalía producida por los trabajadores» para profundizar el hilo que une los movimientos sociales. Xaki que proyectaba internacionalmente la propuesta de la izquierda abertzale que, como decía el video «Libre contra nuestra historia» es la de «ser ciudadanos del mundo y no súbditos de la aldea global». Ekin, grupo que se presentaba públicamente para reivindicar la independencia y el socialismo. La teoría de «todo es ETA» hace abstracción de la historia. Niega que exista una forma diferente de hacer política que se pueda confrontar en pie de igualdad con las que dominan nuestra sociedad. Por eso les juzgaron.

El juicio 18/98 resume la negación del sistema político y jurídico español (y también europeo), para ofertar instrumentos de transformación. Extracta la oposición para acercar el pueblo y los ciudadanos al protagonismo político, para devolver a la política su principal función que es la de establecer, entre todos, modalidades de relación y normas para primar los derechos humanos y políticos sobre los de las élites del poder económico. El 18/98 impide vacunar contra la enfermedad de la xenofobia y el racismo a través del reconocimiento de que las culturas son culturas diferentes y que tienen el mismo derecho a desarrollarse para profundizar en la riqueza de la diversidad. De reconocer que el «primer mundo» lo es a golpe de guerras, imposiciones y explotación. Hasta que no se acepte ese desafío político y cultural, hasta que no se abran las puertas a la dialéctica política (hecha a través de la libre confrontación de modelos políticos y sociales), no se habrá abierto el camino de la democracia, o sea, la vía de crear «condiciones democráticas para todas las opciones políticas».


Crónica en la audiencia nacional

El reflejo de un pueblo que reprimen hasta por cantar pero no pueden callar

Por Manex Altuna
Gara, 19/12/07

Angela Murillo expulsó a la mayoría de los procesados de la sala después de que Teresa Toda manifestara su rechazo a la sentencia y el resto de imputados al unísono comenzara a entonar el Eusko Gudariak. Intentaron callarlos, pero se escuchó con claridad la exigencia de democracia para Euskal Herria.

Tras un proceso que se inició hace casi diez años y después de 16 meses de juicio esperpéntico, ayer se vivió un nuevo capítulo del sumario 18/98 con la lectura resumida de la sentencia. El Gobierno español pretendía realizar una demostración de fuerza ante los militantes vascos y organizó un despliegue policial impresionante alrededor de las instalaciones de la Audiencia Nacional en la madrileña Casa de Campo para este día.

Se esperaba que fuera una sentencia ejemplarizante, con condenas altas, pero además había que demostrar fuerza policial. A caballo, en furgonas o coches patrulla, las inmediaciones del tribunal estaban repletas de policías españoles vestidos con su uniforme azul correspondiente o de paisano. La Guardia Civil también se dejaba ver paseando en las cercanías.

Mientras, los imputados que se encontraban en libertad y los allegados con los que se acercaron a Madrid a conocer la sentencia definitiva iban llegando. Y como ya conocían, en la Casa de Campo no son justas ni las decisiones de los tribunales ni el trato personal.

Los agentes comenzaron a agobiar desde el principio a la delegación vasca obligándola a cambiar de acera. Lo más llamativo resulta que los policías que daban las órdenes eran muy jóvenes. Apenas superaban la veintena, e iban vestidos con ropa de monte.

Pasadas las 10.30, los encausados empezaron a intentar entrar en la sala. Un desastre. Aunque parezca increíble con todos los agentes y funcionarios que había dentro del recinto, se formó una larga cola. Y es que tomaban los datos de identificación de las personas a bolígrafo y rellenaban unos papeles con nombres y apellidos.

Para más inri, ni siquiera dejaron introducir periódicos. Los policías se quedaron con una veintena de GARAs y, aunque aseguraron que se los iban a entregar a los procesados, no se sabe si llegaron a sus destinatarios. Ver para creer.

Poco a poco, los abogados defensores, los imputados y los periodistas fueron entrando. Sin embargo, los policías continuaron con sus agravios comparativos. Los miembros de un grupo de extrema derecha eran prácticamente escoltados hasta la sala mientras los amigos y familiares de los encausados debían esperar en la calle.

Para la hora en la que se había anunciado la cita, los imputados que estaban en libertad eran los únicos que estaban en la sala. Después entraron los abogados defensores y, tras advertir una policía a los periodistas que no se les iba a dejar pasar, acto seguido entraron los representantes de la extrema derecha.

Los procesados que están encarcelados fueron apareciendo en la sala y los saludos, las sonrisas, el puño en alto y los gestos de complicidad entre abogados e imputados fueron multiplicándose y convirtiéndose en cada vez más emotivos. Dieciséis meses de banquillo y de injusticia unen mucho, como quedó patente en el tribunal.

Los agentes de la autoridad estaban molestos por la situación, pero su enfado fue en aumento cuando los allegados de los imputados empezaron a entrar en la sala. Una policía amenazó a todos los presentes con un rotundo «el que levante el puño se va fuera». Otro policía añadió que eran los procesados los que hacían gestos, a lo que ella respondió con un infantil «esos están ya detenidos».

El inicio de la lectura se acercaba y los nervios de los policías afloraban. Esperaban alguna denuncia y querían impedir a toda costa que la prensa informara de cualquier reivindicación, gesto cariñoso o cara alegre de los procesados. Empezaron a mover a los periodistas. Una fila para adelante, una para atrás, y el mensaje constante de que no se iba a poder seguir el acto desde dentro de la sala.

Otra frase para la historia

Al final, tras marear a todo el mundo de un lado para otro y no permitir a uno de los observadores que ha seguido el juicio sentarse al lado de los abogados, Murillo comenzó hacia las 11.40 a leer la sentencia.

Desde la pecera, sin embargo, advirtieron a la jueza de que no se oía nada y tuvo que detenerse hasta solucionar los problemas técnicos. La actitud autoritaria mantenida por la magistrada durante el transcurso del juicio será siempre recordada y ayer volvió a aportar otra frase para la historia. Nada más empezar a leer las conclusiones del tribunal, Teresa Toda le interrumpió: «No aceptamos esta sentencia porque es una decisión política». Los policías que custodiaban a los acusados se abalanzaron sobre ella y el resto de los procesados comenzó a cantar el Eusko Gudariak, como hace 37 años, en Burgos. Murillo gritaba enfadada: «Cállese, cállese, fuera de aquí, fuera». Y gesticulaba con la mano. En este momento, se apagaron las cámaras. CNN iba a conectar en directo justo entonces, y el presentador se excusó: «Parece ser que ha habido una protesta».

Mientras tanto en la sala, se escuchaban los mensajes censurados: «Demokrazia Euskal Herriarentzat» o «Gora Euskal Herria askatuta!». A Paul Asensio le intentaban reducir de muy malos modos, al igual que a Marta Pérez, a la que por poco se llevan detenida si los abogados no llegan a avisar a los policías de que estaba en libertad. Fueron momentos muy tensos y Xabier Arregi casi se desmaya.

Murillo ordenó la expulsión de todos los procesados que están presos. Además, espetó con su tono autoritario a Marta Pérez y Oiaku Azpiri que también abandonaran la sala y desalojó a parte del público. En concreto, a los allegados de los procesados, que se marcharon dando voces de ánimo y aplaudiendo.

Volvió la conexión televisiva. La jueza dio a conocer el fallo en media hora. Como se había filtrado, las condenas fueron muy altas. Los abogados de los procesados no pudieron evitar mostrar su incredulidad. Sobre todo, cuando escucharon que quedaba probado que no había pruebas para aceptar las denuncias de torturas de Nekane Txakartegi. Para las 13.00 había acabado todo el paripé judicial, y quienes podían ponían rápidamente rumbo a Euskal Herria.