Europa

Elecciones municipales en Francia - Derrota de Sarkozy

Debate en la “izquierda roja” por
el “nuevo partido anticapitalista”

Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 20/03/08

El partido de Sarkozy, la UMP, salió muy golpeado de las elecciones municipales a sólo 10 meses de llegar a la presidencia. El PS se quedó con casi todas las ciudades grandes en disputa, aunque no termina de recomponer su imagen. En cierto modo esto se reflejó en la buena elección de la “extrema izquierda”, especialmente la LCR, cuya propuesta de “nuevo partido anticapitalista” genera interés y debate.

Las elecciones municipales en toda Francia dejaron como saldo una derrota del presidente Nicolas Sarkozy. En un escenario polarizado que barrió con la agrupación de “centro” Modem, de François Bayrou –que había obtenido el 18% en las presidenciales de 2007–, el PS obtuvo cerca del 47% de los votos en la primera vuelta contra 40% de la UMP de Sarkozy. El ballottage determinó que el oficialismo perdiera en todas las ciudades importantes en disputa (Toulouse, Estrasburgo, Reims, Amiens, Caen, Quimper y Perigueau), salvo Marsella, por estrechísimo margen. Los grandes centros urbanos de Francia quedaron en manos del PS. Los intentos de Sarkozy por despegarse del resultado electoral con la excusa de que se trataba de una elección local y no nacional sonaron ridículos, siendo que varios de sus ministros de perfil más alto fueron candidatos.

“Es la economía, estúpido!”

La frase acuñada por Bill Clinton cobra vigencia renovada en el contexto de los problemas que acucian a Francia y a toda Europa. Contra los análisis superficiales que remiten a un supuesto hartazgo con el estilo mediático y el “comportamiento presidencial poco francés” de Sarkozy –que incluye culebrones románticos con esposas pasadas y presentes, exhibicionismo de nuevo rico y de pésimo gusto, vacaciones eternas y “berlusconiadas” por el estilo–, el centro de las preocupaciones de los franceses está en la economía. El rechazo a Sarkozy no se basa en que llama públicamente “pobre pelotudo” a un transeúnte que lo critica, sino en que no parece registrar la carestía de la vida, el desempleo y las dificultades de los asalariados para llegar a fin de mes.

En ese sentido, y sin llegar a configurar un ascenso o una nueva situación política, cabe tomar nota de que en Francia como en otros países de Europa occidental empiezan a asomar rasgos más clásicos de la lucha de clases. Tras la “primavera” de las movilizaciones de masas del movimiento antiguerra en 2002-2003, motorizadas por sectores juveniles a veces radicales pero sin referencia clara de clase, el panorama social europeo muestra una presencia más acentuada de luchas de los trabajadores, tanto de la industria como de los servicios. Y en la base de esta mayor actividad está un lento pero perceptible deterioro de las condiciones de vida, en especial el poder de compra de los salarios.

Irónicamente, la lectura que hace el oficialismo del resultado electoral –tras el autismo inicial de negar la derrota– es insistir con la misma medicina, pero redoblada.

El primer ministro François Fillon ya anunció la continuidad de las “reformas”. En la misma línea, el secretario de la UMP, Devedjian, sostuvo: “Hay que ir más alto, más lejos, más fuerte en las reformas”, y Valérie Pécresse, ministra de Universidades, pidió “más reformas, más rápido, más fuerte”.

Es decir: se intentará profundizar los ataques contra el “estado de bienestar” y las conquistas sociales y laborales de las décadas pasadas, supuestamente al mejor estilo Margaret Thatcher... pero después de perder las elecciones debido a las consecuencias de los primeros intentos en esa dirección. Lo que a priori nos permite dudar de que el francés pueda emular a la “dama de hierro” inglesa.

Se abre un espacio para la izquierda “roja”

A pesar de que el PS se recompuso de su derrota en las presidenciales, más que el prometido “tsunami rosa” a favor del PS lo que hubo fue una suerte de “voto castigo” al oficialismo. La abstención, del 35%, perjudicó a Sarkozy, pero así y todo el resultado pudo haber sido una verdadera catástrofe para la UMP. Si no lo fue es porque el PS sigue sin convencer a amplios sectores, que también abandonaron en esta ocasión al “centrista” Bayrou. En ese sentido, es un poco exagerado hablar, como la hace la LCR, de “marea contra Sarkozy-Fillon”…

Por otra parte, la polarización dejó un espacio a la izquierda, que fue aprovechado sobre todo por la Liga Comunista Revolucionaria, el partido más importante del Secretariado Unificado-IV Internacional fundado tras el Mayo Francés de 1968.

Dentro de la “extrema izquierda” o “izquierda de la izquierda”, como le dicen en Francia, la LCR se muestra como la fuerza más importante, por encima de otras organizaciones de origen trotskista como Lutte Ouvrière (LO) y el lambertista Partido de los Trabajadores (PT). Consolidando su 4% obtenido en las presidenciales, la LCR presentó más de 200 listas comunales (sólo 91 en las elecciones anteriores), de las cuales más de la mitad (114) sobrepasaron el 5%; 34 estuvieron por encima del 10% y en 11 comunas fue al ballottage por haber superado el piso de 12,5% de los votos. En sus mejores resultados pasó el 15%, como en Saint Nazaire (Loira) y Clermont-Ferrand (Auvernia). Así, más que duplicó el número de “electos” (concejales), que pasaron de 30 a unos 70.

Párrafo aparte merece LO, protagonista de un bochorno político. Tras décadas de sectarismo inveterado, negándose casi siempre a hacer listas comunes con el resto del trotskismo –también ahora rechazaron el envite de la LCR en ese sentido–, LO hizo un acuerdo con el PS y el PC (la “Unión de Izquierda” reformista y gobernista) en 69 comunas para integrar la lista común. Lo más escandaloso fue el compromiso de votar presupuestos municipales de los candidatos PS-PC a cambio de cargos en las listas... o en el Ejecutivo municipal mismo. El corolario de esto fue la expulsión de hecho de una fracción que se opuso a esta política vergonzosamente oportunista. Y además, poco fructífera, ya que sólo consiguió 36 concejales, de los cuales 21 fueron electos mediante este acuerdo totalmente espurio, y sacó menos votos que la LCR prácticamente en todos lados.

En comparación, la algo vidriosa –pero también cuestionable- propuesta de la LCR de “fusión técnica” para la segunda vuelta en aquellas comunas donde no tuviera candidatos propios, parecía al menos dejar en claro que no habría participación posterior en la mayoría y resguardando cierta independencia… Pero dado que el PS y el PC, en general, se negaron a todo acuerdo que no fuera apoyo explícito y sin condiciones, la LCR llamó a “derrotar a la derecha”; esto es, una forma de llamar a votar a la Unión de la Izquierda (supuesto “mal menor”) pero sin decirlo con todas las letras. Conclusión: solo en dos o tres comunas pequeñas de Gironda y Finisterre hubo “fusión técnica”.

La LCR y el “nuevo partido anticapitalista”

Hay que tomar nota que la buena performance electoral de la LCR tiene su explicación, al menos en parte, en su inserción en los movimientos sociales y de lucha de los últimos años. Al respecto, es interesante una “radiografía militante de la LCR” realizada por la socióloga Florence Johsua, a la que hace referencia Sylvia Zappi en Le Monde (26-12-07). El estudio muestra que desde 2002 el activo militante de la LCR se ha vuelto “más numeroso, más joven y más «popular»”. El 70% de los miembros ingresados después de 2002 tiene menos de 40 años, y el 40%, menos de 30. Según la investigación, “la juventud de sus miembros distingue a la LCR del resto de la izquierda tradicional”, a la que se agrega un mayor componente de asalariados privados (42% contra 32% en 2002) y una baja de los componentes docentes y empleados públicos propios del período anterior. En conclusión, “la composición de la organización se aproxima a la de la realidad social del país”, en lo que representa “una evolución única en la izquierda: el PS se aburguesa y la composición militante del PC envejece”.

Contradictoriamente, esta dinámica, los buenos resultados electorales y una participación relativamente independiente reforzaron la convicción de la mayoría de la LCR de lanzar en breve plazo –de aquí a fin de año– un “nuevo partido anticapitalista” (NPA) que incluiría a los miembros actuales de la LCR y a una serie de activistas, colectivos, agrupaciones, etc. Se trataría de un partido “anti”, es decir, sin definición categórica por la revolución y el socialismo.

El planteo merece un debate que excede estas líneas, de modo que sólo cabe hacer algunos señalamientos. Por lo pronto, algunas críticas desde sectores del trotskismo en el sentido de que es un error perse plantear la construcción de un partido “sin definición estratégica”, donde convivan reformistas y revolucionarios son unilaterales. No es un principio inamovible que los socialistas revolucionarios sólo pueden estar organizados en partidos socialistas revolucionarios. Lo decisivo es si se trata de una herramienta de la clase trabajadora (por ejemplo, un Movimiento o Partido de Trabajadores) y que haga progresar la conciencia y/o las luchas de la clase trabajadora y sus aliados, lo que depende de un cierto número de circunstancias concretas.

En el contexto europeo, que no es de ascenso aún, hubo y hay experiencias de “partidos anticapitalistas sin definición estratégica”, de frentes únicos, etc. Cabe señalar que la mayoría de ellas atraviesan serios problemas o crisis. Es el caso del SSP escocés (un partido donde convivían reformistas y trotskistas); de la alianza Respect en Inglaterra (un frente único entre un diputado ex laborista reformista, sectores de la comunidad musulmana y el SWP trotskista), del Bloco de Esquerda portugués, etc... para no hablar de experiencias cada vez más fallidas en América Latina, como el PSOL brasileño.

Está a la vista, entonces, que es un error suponer que el mero reagrupamiento como medida organizativa resuelve o facilita los problemas; en todo caso, crea otros nuevos, que no son fáciles de procesar si la coyuntura no está dinamizada por la actividad del movimiento obrero y social y si los puntos de referencia son puramente “ideológicos” (“anticapitalismo” en general) y no de clase.

En Francia, de hecho, los principales “socios” potenciales de la iniciativa del NPA tienen mucha menor entidad que la propia LCR. En particular, todavía no asoma un proceso que cambiaría toda la perspectiva de un NPA y le daría más sustento: una ruptura hacia la izquierda de la base electoral del PS. El diario Libération da cuenta de un debate sobre el NPA en Tours: “son más de 70 personas debatiendo; sindicalistas de la CGT [y de otras corrientes sindicales], militantes de Alternativa Libertaria, miembros de la Liga y un comunista. Pero ni un solo socialista”.

El peligro: disolver la LCR en su composición actual no en función de un salto constructivo real, lo que podría dar lugar a un curso muy regresivo. Porque mientras el panorama de las luchas contra las “reformas” de Sarkozy no se haga más dinámico, las presiones en un eventual NPA van a estar menos mediadas por las necesidades del movimiento real y más cruzadas por la atmósfera pantanosa de la superestructura de la izquierda francesa, “extrema” o semi-reformista.

A esas presiones pueden sumarse otras que en Argentina hemos conocido bien: las del electoralismo. En efecto, la figura de Olivier Besancenot ocupa un lugar que es una conquista para la izquierda radical francesa. Según sondeos de BVA-Orange para L’Express y de IFOP Paris Match, su popularidad y nivel de conocimiento están al nivel de los máximos dirigentes de la izquierda, Ségolène Royal, Dominique Strauss-Kahn (sí, el del FMI) y Bertrand Delanoë, alcalde de París. Un diputado de la UMP sostuvo en campaña que “no hay nadie entre Sarkozy y Besancenot” (Libération). En las luchas, suelen decirle “a la izquierda, sólo estás tú”. Entre los simpatizantes de la idea de un NPA, suele hablarse de un “partido de Olivier”. Sin duda, la candidatura de Besancenot y su construcción como figura pública partidaria que ya excede ese ámbito han sido un acierto de la LCR. La cuestión es al servicio de qué proyecto se pondrá ese capital político.

La respuesta se cifra, en buena medida, en qué respuesta dará el movimiento obrero y social francés a los próximos ataques de un Sarkozy debilitado que acaso se juegue su carta más importante.