Guerra en Osetia

Nuevas campanadas de alerta

Por Txente Rekondo (*)
Gara, 09/08/08

El avispero del Cáucaso se presenta estos días con nuevos ingredientes que amenazan con elevar todavía más la tensión en la zona. Los combates entre las tropas de Georgia y las milicias de Osetia del sur, apoyadas por Rusia, son la última prueba de una escalada militar que puede acabar salpicando al conjunto de la región.

Desde el 31 de julio, se han ido sucediendo una serie de acontecimientos que han desembocado en el conflicto actual.

El 4 de julio, Dmitry Sanakoyev, líder osetio partidario de Georgia y considerado un «traidor» por las fuerzas del sur de Osetia, salió ileso de un atentado, y el día 31, dos bombas hirieron a varios policías georgianos.

Estos días se ha tenido conocimiento de la llegada de decenas de voluntarios del norte de Osetia para unirse a las fuerzas del sur contra las tropas de Tbilissi, mientras que en Abjasia, las tropas locales se han desplegado en la frontera con Georgia.

Las conflictivas relaciones entre Georgia y Osetia del Sur se remontan en la historia de ambos pueblos, y radican en cierta medida en torno a «la propiedad histórica del territorio». Para los académicos georgianos, Osetia del Sur es uno de los centros más antiguos «de la cultura espiritual y material del pueblo georgiano, y ha sido una parte indivisible de Georgia durante siglos». Además, señalan que los osetios, procedentes del norte, son «recién llegados» y no tienen derecho ni tan siquiera a la autonomía. Los autores osetios señalan que han estado viviendo en la zona desde hace siglos, remarcando que son una parte de la nación oseta.

También hay que tener en cuenta el resentimiento osetio a raíz de las masacres de 1920, cuando Osetia fue dividida y el sur integrado a Georgia, y cuando en 1991 declaró su independencia y las tropas georgianas mataron a miles de osetios.

«Es la segunda vez en una generación que hemos sido víctimas de las masacres georgianas. Por ello, nuestra demanda de independencia no debe ser vista como algo idealista, sino pragmática», dicen.

Entre 1989 y 1991, Tbilissi puso en marcha una política para afianzar e imponer la supremacía georgiana, adoptando una ley que obligaba el uso de su lengua, promocionando su historia y cultura, y situando en la mayoría de los puestos clave a personas de esa nacionalidad.

En verano de 2000, se logró un acuerdo que reconocía la integridad territorial de Georgia y aceptaba el establecimiento de lazos especiales entre el sur y el norte de Osetia, garantizando un alto nivel de autonomía a Osetia del Sur y garantías internacionales para desarrollar posteriormente negociaciones de paz. Estos principios no han tenido mucho éxito.

La participación de actores extranjeros condiciona el desarrollo de los acontecimientos en todo el Cáucaso. EEUU y sus aliados occidentales, al igual que Rusia, mueven sus fichas en la región para hacerse con una posición privilegiada en clave de control geoestratégico y energético. Desde hace tiempo, Tbilissi está solicitando su entrada en la OTAN, lo que no es del agrado de Moscú, que no pierde oportunidad para desestabilizar al Gobierno georgiano.

Otro tanto hacen las potencias occidentales, situando un nuevo miembro de la OTAN en la frontera rusa. Georgia se siente muy vulnerable ante Moscú, por lo que busca el apoyo occidental y ve la presencia de tropas «de paz» rusas en Osetia o Abjasia como una amenaza directa. Por su parte, Rusia quiere mantener su presencia como freno al despliegue de tropas de la OTAN en Georgia.

Finalmente, Osetia del Sur y Abjasia miran a Tbilissi como una amenaza permanente, y perciben la presencia de tropas rusas como una garantía para su seguridad. Rusia no reconocen la independencia de facto de esas naciones, pero procura medidas que ayudan a la misma, como la desaparición de visados o el aumento de las relaciones económicas.

El doble rasero de esas potencias es otro dato a tener en cuenta. Tras la declaración de independencia de Kosovo, las repúblicas del Cáucaso solicitaron otro tanto, pero en esta ocasión, el aliado occidental en la región es Georgia, por lo que los dirigentes occidentales prefieren cerrar filas con Tbilissi.

Georgia sigue empeñada en «restablecer el orden constitucional» en todas las repúblicas «separatistas», pese a la oposición mayoritaria de su ciudadanía. Y en medio de estos pulsos entre los actores internacionales, los perdedores una vez más son las poblaciones locales, sometidas a los caprichos de esas potencias extranjeras, que no dudan en anteponer sus intereses aun a costa de extender el sufrimiento.

En los próximos días se intensificaran los temores y ataques, que tal vez se extiendan a la vecina Abjasia, donde algunos grupos paramilitares georgianos ya habían amenazado en marzo con atacar intereses rusos y objetivos independentistas. En esta línea, Zurab Samushia, líder de la «Legión Blanca», apuntaba a posibles ataques contra la ciudad de Sochi, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, lo que causaría importantes dificultades a Rusia.

No podemos olvidarnos tampoco de la volátil situación del norte del Cáucaso, donde los rebeldes chechenos siguen su campaña contra la ocupación rusa, o como en la vecina Ingushetia, donde algunos informes apuntan el imparable avance de los grupos rebeldes.

El abanico de conflictos de esta región demanda una solución dialogada, basada en el respeto a la voluntad de los pueblos, y si ésta se materializa en el ejercicio del derecho de autodeterminación, los estados de la región y actores extranjeros deberían respetarla.


(*) Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN).


¿Guerra de fronteras entre este y oeste?

Gara, 08/08/08

La guerra larvada entre Georgia y Rusia estalló definitivamente ayer en Osetia del Sur, región del norte de Georgia que aspira a unirse a la otra parte de su nación que en la actualidad es parte de la Federación Rusa, Osetia del Norte. Una operación militar del Gobierno georgiano para ocupar la capital de la región oseta desató la respuesta rusa, si bien es cierto que Moscú lleva años apretando la tuerca geopolítica en toda su frontera, desde el Báltico hasta el Caucaso. En la situación concreta de Osetia cabe señalar que es un caso claro de irredentismo, al tratarse de un conflicto nacional que en su resolución no conllevaría independencia alguna, sino la unificación de una nación dividida y su integración en el territorio de otro estado. En todo caso, la resolución de esta clase de conflictos pasa indefectiblemente por el derecho de autodeterminación.

No obstante, las repercusiones de este conflicto bélico trascienden con mucho la situación de aquella pequeña nación. En el fondo, Osetia no es más que uno más de los terrenos fronterizos en los que se dividen dos grandes bloques políticos enfrentados por conseguir la hegemonía mundial –o, cuando menos, por compartirla–. Por un lado está el atlantismo liderado por EEUU, y no cabe duda de que Georgia representa una de la torretas exteriores más importantes de ese bloque. Las palabras del presidente georgiano, Mijail Saakashvili, no dejan lugar a la duda: «Ya no se trata sólo de Georgia, se trata de América y de sus valores». Por otro lado está una Rusia emergente, que no admite tutelajes y reivindica su condición de potencia mundial.

La «paz caliente» que sustituyó a la «guerra fría» puede dejar de ser paz y pasar a ser algo más que caliente. En este contexto, existen dos opciones, dado que la hipótesis de una victoria de Georgia queda descartada –Rusia no lo permitiría–. Por lo tanto, o se abre una negociación que busque un acuerdo en la región o se desencadena una verdadera guerra de dimensiones impredecibles. Por eso este momento es crucial y urge evitar una guerra de fronteras mundial en Europa.


Rusia y Georgia convierten Osetia del Sur en un escenario de guerra

Gara, 08/08/08

Los cruentos combates en la capital, Tskhinvali, tomada ayer por las tropas georgianas tras quedar roto el alto el fuego decretado unas horas antes para impulsar el diálogo, y en otros puntos de Osetia del Sur dejaron centenares de muertos –podrían ser miles–, la mayoría civiles. Rusia, que acudió en defensa de sus «compatriotas» surosetios, bombardeó Georgia.

La escalada de tensión protagonizada en los últimos meses por Rusia, Georgia y la autoproclamada independiente Osetia del Sur estalló ayer con el ataque protagonizado por fuerzas georgianas contra la capital oseta, Tskhinvali, en un bombardeo que destruyó la mayor parte de la ciudad y dejó, según las autoridades surosetas, más de un millar de víctimas mortales. En respuesta al ataque, el Ejército ruso bombardeó e invadió posiciones georgianas, causando también la muerte de una treintena de civiles, según Tbilissi, que ha acusa a Moscú de prestar apoyo económico y militar a los separatistas osetios a través de sus «fuerzas de paz» desplegadas en la zona del conflicto.

La reunión extraordinaria de la OSCE, celebrada de urgencia ayer tarde en Viena, reflejó las posiciones contrarias de Moscú, que aseguró que no está en guerra con Georgia, y de Tbilissi, que pidió ayuda a la comunidad internacional.

Durante la mañana de ayer, el presidente georgiano, Mijail Saakhasvili, anunció la «liberación» de la mayor parte de la capital oseta tras una operación militar en dos fases: una primera con disparos de artillería desde las posiciones georgianas en la frontera común, y la segunda con una serie de bombardeos aéreos realizados por aviones Su–25 de fabricación soviética. Las autoridades del país sostuvieron que el objetivo de la ofensiva militar era el restablecimiento del «orden constitucional» y de la «paz».

Al menos doce efectivos del contingente ruso y 1.400 osetios, la mayoría civiles, según su presidente, Eduard Kokoyti, podrían haber muerto en esta ofensiva sobre puntos estratégicos. Además, otros 150 efectivos de las «tropas de paz» rusas desplegadas desde hace más de quince años en la zona del conflicto habrían resultado heridos.

La capital suroseta, de apenas 35.000 habitantes, quedó «prácticamente en ruinas» debido a los ataques de la aviación y la artillería georgianas. «Muchos edificios están en ruinas. Falta agua, no hay electricidad ni luz y apenas funciona la comunicación telefónica», indicó Kazbek Friev, comandante osetio.

En declaraciones a la BBC, Anna Nelson, portavoz de la Cruz Roja Internacional, subrayó que habían recibido informaciones de que el hospital de Tskhinvali tenía problemas para atender la cascada de pacientes y que las ambulancias tenían serias dificultades para trasladarlos.

Irina Gagloyena, funcionaria de la Administración oseta en la capital, denunció con dureza los bombardeos. «Virtualmente, toda la población está en refugios, yo incluida. Han empezado a medianoche y apenas han parado un minuto. ¿Puedes oírlos? Son misiles. Todas las ventanas están rotas. Los 35.000 residentes de nuestra capital se han convertido en rehenes del fascismo de Georgia».

Las autoridades de Tbilissi anunciaron la apertura de un corredor para permitir a mujeres y niños y ciudadanos «pacíficos» abandonar la capital, pero al mismo tiempo bombardearon una caravana de ayuda humanitaria procedente de Osetia del Norte y en la que viajaba su presidente, Teimuraz Mansurov, que salió ileso del ataque.

Contraofensiva

En respuesta al ataque de Georgia y ante el avance de las tropas georgianas, Rusia ordenó el bombardeo de posiciones georgianas en la frontera, así como el desplazamiento de más de un centenar de carros de combate, blindados y piezas de artillería con destino a Osetia del Sur, y, por otro lado, la llamada a filas de una parte de la 58 división del Ejército ruso, en ruta a Tskhinvali para defender a sus tropas de paz.

Tras los primeros combates, los soldados rusos parecían controlar «una parte» de la capital oseta, mientras fuentes de su Gobierno hablaban de la retirada de las fuerzas georgianas de algunas posiciones de Tskhinvali, ante el avance de los rusos.

Sin embargo, después de la entrada de los tanques rusos, Tbilissi aseguraba que seguía teniendo el control de casi todo el territorio.

Por lo que respecta a la ofensiva en Georgia, Saakhasvili denunció una «operación militar rusa a gran escala» contra su país. Por ese motivo, y en una declaración televisada, el presidente llamó a la movilización de todos los reservistas de entre 25 y 40 años, con lo que su Ejército obtuvo un refuerzo de 100.000 efectivos, e incluso se anunció el retorno de la mitad de los dos mil soldados enviados a Irak.

Poco antes, el Ministerio georgiano de Interior había asegurado que tres cazabombarderos rusos habían entrado en su espacio aéreo y bombardeado una comisaría de Policía cerca de la ciudad de Kareli y una posición cercana a Gori, al sur de Osetia. Además, tres personas murieron en el bombardeo ruso contra el aeródromo militar de Maneuli, al sur de Tbilissi. Las baterías aéreas y los pilotos georgianos afirmaron haber derribado cuatro cazas, versión negada por Moscú.

Por parte rusa, su presidente, Dmitri Medvedev, declaró su intención de defender la seguridad de sus compatriotas –el 90% de los habitantes de Osetia del Sur tienen ciudadanía rusa– y acusó a Georgia de violar el derecho internacional al haber agredido a Osetia de Sur.

Subrayó que no permitirá la «muerte impune» de ciudadanos rusos y advirtió de que «los culpables serán castigados», en la misma línea de lo manifestado por su mentor y predecesor en el cargo, Vladimir Putin, desde los Juegos Olímpicos.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Seguei Lavrov, afirmó, por su parte, haber recibido informaciones sobre «limpieza étnica» en algunas aldeas surosetas por parte de las fuerzas georgianas, mientras que el presidente surosetio, Eduard Kokoyti, calificó la situación como «el tercer caso de genocidio del pueblo osetio por parte de Georgia».

Desde Tbilissi se considera que el verdadero motivo de la actuación de Moscú es impedir que Georgia se adhiera a la OTAN en un futuro próximo, lo cual es visto con profunda suspicacia por Rusia, que no desea tener a un integrante de la alianza junto a sus frontera y habría utilizado el bombardeo sobre Tskhinvali como pretexto para invadir Georgia y proteger así sus intereses en la antigua república soviética.

«Ésta es una agresión directa de Rusia (...) estamos sufriendo por la libertad, queremos ser una democracia multiétnica», afirmó Saakhasvili. «Estamos en una situación de legítima defensa contra nuestro grande y poderoso vecino. Somos un país de menos de cinco millones de habitantes y, desde luego, nuestras fuerzas no son comparables», añadió. Por eso, solicitó ayuda a EEUU y al mundo para hacer frente al Ejército ruso, aunque los efectivos estadounidenses desplazados en Georgia no habían intervenido en los enfrentamientos.

Saakhasvili, principal aliado de EEUU en el Cáucaso, acusó a Rusia de «llevar a cabo una agresión abierta sin precedentes, que supone un desafío para el mundo entero» y agregó que «si hoy no detenemos a Rusia, mañana sus tanques pueden estar en cualquier ciudad europea».

Los llamamientos al fin de las hostilidades y a la reanudación de las negociaciones se sucedieron a lo largo del día de ayer, al tiempo que se multiplicaron las gestiones diplomáticas internacionales para detener los combates. A un lado y otro del Atlántico, EEUU y la Unión Europea, así como la OTAN, expresaron su apoyo a la unidad territorial de Georgia e instaron al «inmediato» fin de la violencia.

Abjasia

Las autoridades de Abjasia desplegaron ayer sus tropas en la frontera con Georgia por temor a ser objeto de un ataque similar al llevado a cabo contra Osetia del Sur, ambos territorios independientes de facto de Georgia.

El presidente de Georgia, Mikhail Saakashvili, en su «mensaje a la nación» por televisión; en el despacho estaba colocada la enseña de la UE. El presidente ruso, Dimitri Medveded, reunió a su Consejo de Seguridad en el Kremlin.

La independencia como paso previo a una posterior unión

Osetia del Sur se autoproclamó independiente de Georgia, pero este estatus no ha sido reconocido por ninguno de los países miembros de la ONU. Osetia del Sur comprende 4.000 kilómetros cuadrados de territorio y su frontera se encuentra a 100 kilómetros al norte de la capital georgiana, Tbilissi.

El movimiento separatista de Osetia del Sur cobra especial importancia tras la caída de la URSS. Desde 1922, Osetia era considerada un «oblast» (unidad administrativa con relativa autonomía) dentro del conjunto de repúblicas soviéticas. En setiembre de 1990, declaró su autodeterminación, rechazada públicamente por Georgia en diciembre.

El subsiguiente conflicto armado (enero de 1991– junio de 1992) entre fuerzas rusas y separatistas osetios contra la Guardia Nacional Georgiana se cobró las vidas de unas 3.000 personas.

Tras la declaración de alto el fuego el 14 de julio, hubo que esperar tres años antes de la firma de un «memorando de entendimiento».

Desde entonces y hasta el conflicto de esta semana, Georgia ha impuesto duras restricciones para contener el contrabando de bienes en la región, uno de los pilares de la economía local y, en el terreno político, el presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, ha propuesto un acuerdo de paz definitivo en el que Osetia del Sur gozaría de «un amplio grado de autonomía» dentro de un Estado federal.

Un plebiscito realizado en Osetia del Sur el 13 de noviembre de 2006, con un índice de participación del 91%, aprobó mayoritariamente (el 99% de los votantes) la independencia respecto de Georgia y la unión con Osetia del Norte y la Federación rusa.

Rusia tiene intereses particulares en la región, donde la práctica totalidad de los residentes cuentan con pasaporte ruso, y emplean el rublo como moneda de cambio. El gigante gasístico estatal ruso, Gazprom, construye actualmente nuevos gaseoductos e infraestructuras relacionadas por valor de 640 millones de dólares, y dos tercios del presupuesto anual de Osetia del Sur (unos 30 millones de dólares) proceden directamente de las arcas de Moscú.

En la región hay, además, una «fuerza de paz» de 1.500 efectivos (rusos, georgianos y norosetios) para gestionar la tregua. No obstante, Georgia acusa a las fuerzas rusas de aliarse con los separatistas, algo que Moscú niega tajantemente.