Italia

La pérdida de la inmunidad del primer ministro

El aprendiz de brujo

Por Rosa Massagué (*)
El Periódico, 10/10/09

La sentencia del Constitucional italiano frena el proyecto autoritario de Berlusconi que ya intentó la P2.

Había una vez en Italia una logia masónica clandestina llamado Propaganda Dos, más conocida como la P2. Sus afiliados eran, todos, gente con poder. Con mucho poder. Había banqueros, políticos de distinta orientación, militares de alta graduación, jefes de servicios secretos, empresarios, propietarios de medios de comunicación, periodistas e incluso algún miembro de la exiliada casa de Saboya.

El mandamás de este conciliábulo era Licio Gelli, un toscano que había venido a España durante la guerra civil con los Camisas Negras que Mussolini había enviado para ayudar a Franco. También había sido uno de los fundadores del partido neofascista italiano después de la segunda guerra mundial y hoy es un anciano de 90 años que frecuenta la poesía y custodia su importante y temible archivo privado.

En los años 70, una larga serie de sucesos desestabilizadores, como fueron intentonas golpistas, atentados terroristas, escándalos financieros y enigmáticos asesinatos, sacudieron Italia. En 1981, las investigaciones sobre uno de los muchos misterios de aquellos años llevaron a unos jueces a seguir la pista de aquel maestro venerable y encontraron una lista con casi 1.000 nombres de afiliados a su logia secreta que explicaba vinculaciones con muchos de aquellos rompecabezas. Algo más tarde, hallaron un documento que sería más revelador.

Titulado Plan de renacimiento democrático, consideraba que los sindicatos y el Partido Comunista, que entonces era el segundo partido de Italia y negociaba el compromiso histórico con la Democracia Cristiana, eran dos excrecencias a eliminar y trazaba un programa político para crear un sistema autoritario dentro de una legalidad ad hoc en el que el papel de la información debería ser primordial.

El proyecto secreto era muy detallado. A grandes rasgos, preveía la instauración del bipartidismo, el control de los medios de comunicación, la reforma de la Constitución y la limitación del papel del presidente de la República, la reforma de la magistratura y la sumisión de su órgano de autogobierno al control del Ejecutivo, la compra de voluntades y muchas otras medidas que, aun siendo de menor calado, impregnaban la política y amplios sectores de la vida social.

Por fortuna, la ley y el orden democráticos funcionaron. La justicia hizo su trabajo y el Parlamento no se arredró. Una comisión de investigación del Legislativo, encabezada por Tina Anselmi, una diputada democristiana de reconocida independencia, concluyó en su larguísimo y muy documentado informe que la P2 era una organización criminal cuyo objetivo era: «Alterar, a menudo de un modo decisivo, el normal funcionamiento de las instituciones del país, en base a un proyecto […] destinado a socavar nuestra democracia».

El descubrimiento del plan, su carácter delictivo y el paso por los tribunales de su protagonista con las correspondientes condenas no implicaron la muerte de un proyecto que aspiraba a instaurar el autoritarismo en Italia. Aquel proyecto está realizándose lentamente. Ya en el 2003, a mitad del segundo Gobierno de Silvio Berlusconi, Gelli declaraba en una entrevista al diario La Repubblica: «Miro al país, leo los diarios y pienso que todo se está realizando, poco a poco, pieza a pieza. Quizá debería reclamar derechos de autor. La justicia, la televisión, el orden público. Lo escribí todo hace 30 años».

La erosión de las libertades, el control asfixiante de los medios de comunicación televisivos y de papel, con honrosas excepciones como el citado La Repubblica o L’Unità; el uso de la justicia con fines que poco o nada tienen que ver con la equidad y la manipulación de la magistratura; la difamación y el menosprecio del adversario; el debilitamiento del poder legislativo a base de gobernar sin ninguna justificación con decretos que no pasan por las cámaras; los repetidos ataques a la máxima representación del Estado, que es el presidente de la República. Y la adopción de medidas populistas de la peor especie en cuestiones como la inmigración y la ley y el orden, toda la acción de gobierno de Berlusconi en los años que ha permanecido al frente del Ejecutivo en los distintos mandatos parecen ser la puesta en práctica de aquel proyecto ideado por Gelli.

Sin embargo, hay un punto en el que difieren el proyecto masónico y la actuación del actual primer ministro. Gelli se presentaba como un salvapatrias y lo hacía moviendo los hilos detrás de las bambalinas (se le llamaba el titiritero), mientras que el actual presidente del Gobierno aspira a salvar sus negocios y lo hace desde un primer plano político y mediático. Otra diferencia es la confusión entre vida pública y vida privada de la que hace gala el político milanés.

La sentencia del Tribunal Constitucional italiano tachando de inconstitucional la infame ley Alfano, hecha a medida de Berlusconi para otorgarle inmunidad judicial, es una victoria del maltrecho Estado de derecho. Ahora, ante la ley, el primer ministro es el ciudadano Silvio Berlusconi.

En el desempeño de su deber, los magistrados del alto tribunal han devuelto la seriedad a una Italia que se representaba en el chiste malo y la astracanada y que acepta sin apenas discusión la ejecución de un proyecto autoritario y antidemocrático.

Por cierto, el de Berlusconi era uno de los 972 nombres que aparecían en la lista de miembros de la P2. Pagó las modestas 10.000 liras (unos 6 euros) de su inscripción el 26 de enero de 1978.


(*) Periodista.


El primer ministro italiano afirma que, a partir de ahora, se enfrenta «a todos»

Berlusconi se declara perseguido por
los «jueces rojos» y la prensa

Por Rossend Domènech
Corresponsal en Roma
El Periódico, 10/10/09

El primer ministro italiano siguió ayer dando golpes a diestra y siniestra, después que el miércoles el Tribunal Constitucional le retirara la inmunidad que se había otorgado mediante una ley aprobada por la mayoría conservadora en el Parlamento. «A excepción del pueblo, o sea del 68,7% de los italianos que sigue apoyándonos, nuestro Gobierno está contra todos, contra los jueces rojos que usan la justicia para fines políticos, contra el 70% de la prensa escrita, que es de izquierdas, y contra todos los programas de profundidad de la televisión pública», declaró Il Cavaliere.

Incluso al moderado Corriere della Sera le tocó su parte. «Era un diario conservador de la alta burguesía italiana y se ha convertido en un panfleto de la izquierda», dijo Berlusconi . La prensa extranjera no se quedó sin su parte a la hora de encajar diatribas, porque, según comentó el primer ministro, «tiene solo relación con los periodistas italianos de izquierdas». Además, afirmó que, «al querer difamar al presidente del Gobierno, ha terminado por difamar a Italia entera».

Firme en el cargo

«La persecución continúa; nos defenderemos en primer lugar por la acción», proclamó el dirigente. A la pregunta de si pensaba dimitir, Berlusconi respondió que solo «algún bonachón» tenía «el coraje» de mantener que debería ser procesado, fingiendo ignorar que Berlusconi era «la persona que ha sufrido más procesos (judiciales) del mundo y de todas las épocas».

El dirigente recordó que, en los últimos 15 años desde que entró en política, le han sido abiertos 106 procesos judiciales, y se han celebrado 2.500 audiencias por cargos contra su persona. En un lapsus verbal que reparó de inmediato, añadió que ya había gastado «200 millones de euros en jueces….ops, abogados», pero que no estaba «para nada preocupado». Respondiendo a líderes del centroderecha que querían organizar una protesta callejera de apoyo a Berlusconi, el primer ministro dijo que no hacía falta.

Crisis institucional

En cuanto a la crisis institucional abierta por su enfrentamiento con el presidente de la República, Giorgio Napolitano y el Constitucional, Berlusconi dijo: «No debemos ser hipócritas, yo soy de derechas y Napolitano ha sido un protagonista de la historia de la izquierda; no creo que se ofenda, pero así es». Para explicar como será de ahora en adelante, citó el caso de Francia --donde el jefe del Estado es elegido por los electores-- para proclamar: «Tendremos una cohabitación, que yo imagino leal, como debe ser en una democracia». Sobre el Constitucional, insistió que 11 de los 15 magistrados que lo componen son de izquierdas, por lo que «no se trata de un organismo de garantía».

El líder centrista, Pierferdinando Casini, aconsejó a Berlusconi que tome « manzanilla». Antonello Soro, jefe de los diputados progresistas (PD), puso sobre la mesa los últimos datos económicos: la deuda pública ha aumentado del 105% al 115% del PIB, la presión fiscal se halla en el 45,8% y el paro ha subido al 9%.


El primer ministro recuerda el pasado comunista de Napolitano y le culpa
del fallo del Constitucional

Berlusconi ataca al jefe del Estado por
la pérdida de la inmunidad

Por Rossend Domènech
Corresponsal en Roma
El Periódico, 09/10/09

Había dicho que estaba «sereno» y que le «importaba un bledo», pero acto seguido atacó al Tribunal Constitucional, al presidente de la República (Giorgio Napolitano), a los tribunales que deberán procesarle, a la prensa, a la televisión pública e incluso a la sátira política. A Silvio Berlusconi se le atragantó el miércoles por la noche la sentencia del Constitucional que le quitó la inmunidad y, desde la calle y desde su casa, llamó en directo a los programas nocturnos de más audiencia de la RAI y de su grupo Mediaset para expresar sin pelos en la lengua su rabia y proferir amenazas, provocando el mayor conflicto institucional de la República surgida en 1946. «Mi inmunidad son los electores», rebatió.

Tan desproporcionadas fueron las declaraciones del primer ministro que, ayer, Gianfranco Fini, presidente del Congreso y miembro del partido de Berlusconi, publicó una nota recordándole que «no puede fallar en su deber constitucional de respetar al tribunal y al jefe del Estado». «La vulgaridad de las acusaciones esta vez ha pasado el límite», espetó Nicola Mancino, vicepresidente del Órgano de Autogobierno de los Jueces (CSM) –el presidente es el jefe del Estado--, que frente a la acusación de que los jueces del Constitucional «son de izquierdas», respondió: «¿Acaso deben ser de derechas o celestiales?».

«Días tristes»

Las reacciones más comedidas vaticinaban ayer «días tristes para Italia», que «todo es posible» y que «lo peor esta aún por llegar». El diario Corriere della Sera añadía que, «con una oposición que no está en condiciones» de presentarse como alternativa para dirigir el país, el problema es que «el presidente del Gobierno es el único punto de equilibrio, no solo de la mayoría [conservadora], sino del sistema».

En sus múltiples intervenciones nocturnas, todas ellas espontáneas, Berlusconi había dicho que se someterá a los dos procesos que habían sido parados a causa de la inmunidad, pero añadió que «se trata de dos farsas». «No solo iré al tribunal para defenderme, sino también a la televisión y a la radio, y luego quiero ver cuál será el tribunal, como el del proceso Mills [por corrupción de testigo], todo de izquierdas, que tendrá el coraje de emitir una sentencia contra la realidad». «Se trata de dos procesos absurdos y expondré a mis acusadores al ridículo y les haré ver, a ellos y a los italianos, de qué pasta estoy hecho», afirmó el primer ministro.

Invectiva

La acusación más grave la lanzó contra el presidente de la República, Giorgio Napolitano .«Todos sabemos de qué parte está», dijo. Antes, Napolitano, exdirigente comunista, había merecido una invectiva más sibilina: «Sabemos que es la expresión de la vieja mayoría de izquierdas y yo podría ser más explícito». La presidencia de la República tuvo que emitir una nota en la que se afirma que Napolitano «está de parte de la Constitución, ejerciendo sus funciones con absoluta imparcialidad».

«Sepa Berlusconi que su dinero, su poder y sus amenazas no nos asustan», replicó ayer desde la oposición progresista Dario Franceschini, líder del Partido Democrático (PD). El dirigente opositor pidió al primer ministro que «deje ya de insultar de manera vergonzosa al presidente de la República y al Tribunal Constitucional» y que «se resigne a la idea de que, aún teniendo el derecho a gobernar, ganar unas elecciones no significa estar por encima de las leyes, de la Constitución y de los órganos de garantía».

El PD, que en vísperas de su primer congreso se muestra bastante dividido, se unió en un santiamén para «defender la Constitución y los órganos de garantía del poder de la arrogancia y la brutalidad con que son atacados».

Para Franceschini, «sería un error infravalorar estos ataques como una pura tormenta mediática». En el programa de la RAI Porta a Porta, la progresista Rosy Bindi arremetió contra Berlusconi por la «gravedad» de las acusaciones, lo que le valió como respuesta: «Usted es más bella que inteligente». Exdemocratacristiana de armas tomar, Bindi no se amedrentó: «No soy una de las mujeres a su disposición», le replicó.