Rusia

De Vladivostok a Pikalevo

El descontento social invade las ciudades rusas

Por Jean Sabaté (*) enviado especial
Le Monde diplomatique, diciembre 2009

La crisis golpeó duro a Rusia: caída de la producción industrial y del Producto Bruto Interno, reducción de salarios y aumento del desempleo. Pero afecta de forma muy diferente a las distintas ciudades y regiones. Vladivostok, ubicada en el Extremo Oriente ruso, fue duramente sacudida por los efectos paradójicamente contraproducentes de las medidas proteccionistas recientemente adoptadas por el gobierno de Moscú para sortear la recesión. Por su parte, Pikalevo, en la región de San Petersburgo, se encuentra al borde del estallido social por la quiebra de las principales industrias de la ciudad.

¡Vladivostok es una ciudad torturada! Torturada, primero, por su situación geográfica. Imagínese una población de seiscientos mil habitantes, en el extremo de una península de treinta kilómetros de largo, que sólo posee dos vías de acceso. Una sinuosa, con dos carriles llenos de baches –que parecen cráteres–, y otra, con cuatro carriles, pero en la que los embotellamientos son proverbiales, peor que en Moscú, lo que es mucho decir.

Rusia, en cifras

Población: 140.874.000 en 2008

Tasa de natalidad: 12,1‰ (por mil)

Tasa de mortalidad: 14,7‰ (por mil)

Crecimiento natural: –2,6‰ (por mil)

Esperanza de vida: 65,7 años en 2008; 69,7 años en 1989.

Producto Bruto Interno: 1,365 billones de dólares en 2008

Tasa de desempleo: 6,2% en 2008

Salario medio mensual: 19.247 rublos en enero de 2009 (670 dólares)

Índice de Desarrollo Humano: 0,817 (71º puesto) en 2007; 0,795 (62º puesto) en 2003

Vladivostok

Población: 605.000 personas en 2009; 634.000 en 1989

Tasa de natalidad: 9,9‰ (por mil)

Tasa de mortalidad: 11,6‰ (por mil)

Crecimiento natural: –1,7‰ (por mil)

Desempleo oficial: 4.851 personas al 1º de julio de 2009; +120% en un año

Salario medio mensual: 21.245 rublos en enero de 2009 (740 dólares)

Fuente: Sitio oficial de la ciudad de Vladivostok (www.vlc.ru/digits/index.htm), Oficina de Estadísticas rusa, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Banco Mundial, CIA World Factbook.

Por supuesto, está el mito, al que todo remite en esta configuración entrecortada que ofrece zonas portuarias magníficamente parceladas. Este “Cuern o de Oro” –tal su significado en español de su nombre en ruso–, dividido entre puertos militares y comerciales, se abre al Bósforo Oriental, y las pequeñas bahías que allí desembocan tienen nombres homéricos: Diomedes, Ulises, Ajax, Patroclo… El lugar es fantástico, pero muy abrumador. En la ciudad, prácticamente toda la costa está ocupada por instalaciones portuarias de acceso prohibido, lo que implica que sólo hay en el centro una playa de 300 metros de largo y algunos accesos públicos que desafían la imaginación, dignos de una zona industrial napolitana.

Torturada, además, por la civilización del automóvil. Se dice que hay más autos que habitantes, y para quien estuvo allí no resulta difícil de creer. Pocas veces se ha visto semejante caos, y el hecho de que el 99,9% de los vehículos tengan el volante a la derecha y circulen por ese sentido tampoco ayuda demasiado. Como en muchas ciudades rusas, los urbanistas no previeron la “automovilización” masiva y, a decir verdad, no buscaron adaptarse a ella.

Torturada también por la voracidad de los hombres. La ciudad y la región premarítima (en ruso Primorskii Krai) figuran entre las más mafiosas y corruptas de Rusia. Allí, uno tiene la sensación de que en estos últimos años los concejales estuvieron más ocupados en repartirse todo lo que podía tener un interés inmobiliario especulativo que en reparar las veredas, modernizar las redes de agua o cloacales, etc.

El resultado es pasmoso: el estado de los edificios, de la infraestructura y el servicio de limpieza son lamentables –a simple vista, cuesta imaginar que puedan circular tranvías en rieles y desvíos tan torcidos–. En el centro, todo un barrio del siglo XIX y comienzos del XX merecería ser restaurado. Hay que leer el libro en el que Joseph Kessel relata su paso por Vladivostok como piloto sin avión, en 1919: una fascinante zambullida en un mundo en perdición (1)... Del viejo barrio chino, del que existen magníficas fotografías en los libros de comienzos del siglo pasado, sólo queda un conjunto de casas de ladrillo de uno o dos pisos, actualmente en la mira, ya que algunos querrían demolerlas (está muy bien ubicado, en pleno centro de la ciudad).

Estas ambiciones inmobiliarias atraviesan la política migratoria. Desde esos tiempos que evoca Kessel, los chinos fueron expulsados en 1938 (tras la batalla del lago Janka) y los coreanos deportados en 1939 (antes de la “Gran Guerra Patria”); de modo que a pesar de los debates sobre el peligro amarillo, ampliamente alimentados por la prensa y los responsables locales que lo convirtieron en un argumento electoral, hay menos asiáticos aquí en 2009 que a comienzos del siglo XX o que actualmente en Moscú. Es necesario recordar que la ciudad, prohibida a los extranjeros hasta 1992, estaba bien protegida. Algunos no dudan en evocar con nostalgia ese bendito tiempo en que se encontraba cerrada, limpia y florida… Olvidan señalar que en esa época, este tipo de ciudades gozaban de normas especiales de abastecimiento que las convertían en lugares relativamente privilegiados.

Torturada, finalmente, por las ambiciones políticas. En 2012, Vladivostok será sede de la Cumbre de la Cooperación Económica Asia–Pacífico (APEC, por su sigla en inglés). El acontecimiento reviste cierta importancia ya que la Rusia soviética estuvo durante mucho tiempo excluida de este foro. El Kremlin piensa convertir esta reunión en una etapa importante de su nueva estrategia asiática. Sin pensarlo dos veces, el actual gobernador Serguei Darkin propuso una enorme obra de infraestructura destinada, según los dirigentes regionales, a transformar su ciudad en la Vancouver local (2).

Resultado: años de proyectos quiméricos unos más costosos que otros. Hoteles seis estrellas, instalaciones para suntuosos congresos y, sobre todo, un túnel y dos puentes gigantes en construcción: uno en el Cuerno y otro que une el continente con la gran isla Russkii, más al sur, del otro lado del Bósforo. Sin embargo, esta isla prácticamente no tiene habitantes: algunas instalaciones militares deterioradas, algunas dachas (casas de campo rusas) y las playas favoritas de quienes viven allí, ubicadas sobre el Mar del Japón, más allá de las corrientes contaminantes del puerto. Pero qué terreno para los especuladores...

Pronósticos fúnebres

La prensa rusa se ensaña con este puente hacia “nikuda”, el vacío. Para salvar a su costoso “bebé”, los dirigentes proponen donar los edificios construidos para esta Cumbre de la APEC a la futura Universidad Federal de Extremo Oriente. La idea despierta preocupación en los universitarios: ¿cuánto tiempo tomará llegar a la isla a través de los dos puentes? Ya que, debido a este programa que se traga todos los subsidios, nada se hizo en la ciudad para intentar reducir sus embotellamientos y resolver los problemas cotidianos de los ciudadanos. ¿Y qué estudiante o profesor –todos viven en la parte central y norte de la ciudad– querría ir a clase o enseñar en este campus insular, lejos de todo?

Ya se escuchan algunos pronósticos fúnebres: los estudiantes van a cambiar de universidad e inscribirse en las que permanezcan en la ciudad (porque, por supuesto, así es la competencia), que ya se frotan las manos. El presidente ruso Dimitri Medvedev es consciente del problema. En un reportaje reciente, dijo de Vladivostok: “Es una ciudad magnífica, muy bella, pero asesinada; ni siquiera hay tuberías en buen estado; todo allí es viejo y está destartalado...”. Según él, sin embargo, la cumbre es una oportunidad para la ciudad, “un buen pretexto” para comenzar a realizar trabajos serios (3). ¿Para la ciudad o para sus dirigentes?

Algunos anunciaban un cambio de gobernador, pero Vladimir Putin vino en septiembre pasado a respaldarlo. El gobernador anterior, personaje–símbolo de los años de Boris Yeltsin, considerado un pez gordo de la mafia de la pesca, había sido destituido por Putin, pero para ser inmediatamente designado ministro… de Pesca. En cuanto al gobernador actual, a raíz de la obligación impuesta por Medvedev a todos los dirigentes regionales de publicar sus bienes y los de sus cónyuges, el diario moscovita Novaia Gazeta lo atrapó al difundir el detalle de todos los bienes que, según el diario, trataba de ocultar bajo otros nombres y en cuentas offshore (4). Las batallas políticas suelen tomar aquí el camino desviado de los “kompromat”, los rumores y las acusaciones imposibles de probar.

Al mismo tiempo, varias medidas proteccionistas, recientemente adoptadas por el gobierno para ayudar a diversos sectores de la economía rusa en crisis, tuvieron efectos contraproducentes para esta región particular, ampliamente orientada hacia el comercio exterior. Medidas contra la exportación de chatarra, y luego de madera en bruto, control reforzado de la pesca en los puertos: todo ello debilitó aun más una actividad económica ya fragilizada por su lejanía de los principales centros del país y reforzó en el seno de la población la opinión según la cual a Moscú no le interesa el Extremo Oriente ruso. La población reacciona además “con los pies”, como se dice aquí: las tasas de emigración hacia otras regiones del país alcanzaron niveles récord, y la propia ciudad de Vladivostok no deja de perder habitantes.

En este contexto de por sí tenso, la sanción por parte del gobierno, en diciembre de 2008, de un decreto que aumentó de manera significativa los impuestos a la importación de automóviles usados a partir del 11 de enero de 2009, fue la gota que rebalsó el vaso, provocando manifestaciones sin precedentes recientes. Una organización informal, bautizada TIGR (“Cooperativa de Ciudadanos Rusos con Iniciativa”), y el Partido Comunista ruso encabezaron este movimiento, que los superó ampliamente. El 14 de diciembre de 2008, más de diez mil manifestantes bloquearon completamente el centro, mientras otros intentaban sin éxito invadir el aeropuerto. Desbordados, la milicia y los OMON –una suerte de escuadrón policial antimotines ruso– nada pudieron hacer, salvo minimizar la importancia de la manifestación, más aun cuando muchos diputados locales participaron en el movimiento. El 15 y 17 de diciembre de 2008, en una clara señal de la importancia del malestar, la asamblea regional, y luego la Duma (asamblea) de la ciudad, solicitaron oficialmente al presidente Medvedev y al primer ministro Vladimir Putin dar marcha atrás con esta decisión (5).

La amplitud de este movimiento de protesta se explica por la importancia de esas importaciones para la economía de la región. Los automovilistas rusos prefieren por lejos los automóviles importados a las producciones nacionales –consideradas de baja calidad–, que las propias elites, que sólo andan en BMW, Mercedes o Porsche Cayenne, evitan. En Extremo Oriente y en toda la Siberia Oriental, donde no existe ninguna industria automotriz, se agrega el hecho de que es necesario traer los automóviles rusos de la parte europea, lo que incrementa aun más su precio. Más del 90% de los automóviles utilizados aquí son japoneses o coreanos (es decir, con volante a la derecha), en su mayoría usados. Y se ha desarrollado un verdadero sector económico, que abastece a toda la Rusia asiática.

Más allá de los marineros, estibadores y comerciantes que compran en Asia y luego administran este flujo de varias decenas de miles de vehículos por año, se trata en realidad de una verdadera industria. Algunos, para eludir reglamentos cada vez más exigentes, llegan incluso a desarmar y dividir en dos los chasis de los jeeps japoneses para importarlos “en kit” y armarlos localmente, proponiendo todo tipo de adaptaciones de los vehículos a las necesidades del usuario final. Se habla de alrededor de cien mil empleos en la región premarítima, con la particularidad de que se trata esencialmente de verdaderas pequeñas y medianas empresas independientes. La tentación de poner en vereda a este sector en gran medida autónomo, que escapa al control de las autoridades tanto federales como locales, no es totalmente ajena a esta batalla.

Estallidos

Moscú reaccionó rápidamente a estos primeros desbordes. Debidamente reprendidos, los dirigentes locales debieron volver sobre sus primeros pasos e intentaron explicar la conveniencia de las decisiones gubernamentales, aumentando el descontento de sus conciudadanos. Esta vez, la nueva manifestación de los TIGR, del 21 de diciembre de 2008, fue dispersada violentamente por los OMON. Los canales nacionales guardaron silencio sobre esta revuelta, limitándose a elogiar las pocas concesiones propuestas por el Kremlin: un subsidio al transporte de automóviles de fabricación rusa en Extremo Oriente para equiparar los precios, y la promesa de reducir el precio de los pasajes aéreos hacia la parte europea para estudiantes y jubilados. Esto no impidió otras manifestaciones a comienzos de enero, durante la implementación del famoso decreto; pero, gracias al frío y los OMON, las autoridades lograron evitar que se extendiera la revuelta.

Pero en el fondo, nada se solucionó. Muchos expertos rusos critican las medidas proteccionistas adoptadas por el gobierno para intentar salvar a las automotrices rusas de la quiebra: acompañadas de nuevas ayudas financieras masivas, no tuvieron hasta el momento ningún resultado. Nadie logró romper el círculo vicioso de la corrupción, del laisser–faire y de la economía administrada que explica que esas empresas sigan produciendo vehículos que los usuarios no desean.

Los primeros días de mayo, el buen tiempo finalmente volvió. Pero, entre las manifestaciones controladas del 1º de Mayo y la celebración del Día de la Victoria el 9 de mayo, el ambiente continúa desapacible. El trabajo en el puerto disminuyó: el volumen de las cargas sufre directamente los efectos de la reducción de las actividades. La situación se sobrelleva esperando el fin de la crisis económica y viviendo de las reservas. Hay quienes creen que el gobierno, luego de este período difícil, terminará revocando o morigerando este decreto y que finalmente los negocios podrán reactivarse. Pero la mayoría es pesimista y ya prevé lo peor: este episodio va a seguir debilitando una economía frágil, que no salvará la organización de la Cumbre de la APEC. Según ellos, se asistirá a una nueva ola migratoria de rusos de la región hacia la parte europea, y son los más jóvenes y activos los que se irán primero.

Al mismo tiempo, la crisis ha dado un giro más político. En enero de 2009, una comisión de la Duma federal (el Parlamento ruso) emitió un informe acusando a los organizadores de las manifestaciones de ser agentes manipulados por el extranjero: “Las manifestaciones masivas contra la suba de los aranceles aduaneros pueden considerarse una acción organizada de desestabilización de la situación social en varias regiones de Rusia (...), acción dirigida según un escenario único que recuerda el de la Revolución Naranja”. Y concluyó que estas acciones, manipuladas por “tecnólogos extranjeros” tienen “como principal objetivo intentar separar el Extremo Oriente de Rusia” (6).

A pesar, es cierto, de las banderas naranjas alzadas por algunos manifestantes, se demostró claramente que esta supuesta amenaza de secesión por parte de los rusos de Extremo Oriente no era más que un fantasma agitado en la época del ex gobernador por una parte de las elites locales para movilizar a los ciudadanos en su favor. Pero en Moscú, sin duda prefieren no debatir realmente sobre lo que se opina en la región, tal como lo muestra un informe de Viktor Larin, director del Instituto de Historia de Vladivostok. A la pregunta “¿De dónde vienen las principales amenazas contra los intereses de Rusia y de sus territorios de Extremo Oriente?”, los habitantes de la región respondieron en una encuesta de forma bastante clara: para el 47%, la primera amenaza es la “mala política de Moscú”. Sólo el 37% menciona “la potencia militar china” y el 36% “la hegemonía estadounidense” (7).

El síndrome Pikalevo

El 15 de mayo de 2009, la central térmica de Pikalevo, pequeña ciudad de la región de San Petersburgo, cargada de deudas, dejó de funcionar, privando de agua caliente a sus 21.000 habitantes. Después de meses de tensiones, este hecho encendió la mecha. El lunes siguiente, uno de los sindicatos locales distribuyó panfletos instando a cortar la ruta federal Vologda–San Petersburgo que bordea la ciudad. El martes, trescientos obreros de la fábrica Bazel, perteneciente al oligarca Oleg Deripaska –el magnate del aluminio ruso–, bloquearon la A–114 cantando la “Internacional”. Pronto se sumaron las mujeres y los hijos de los obreros de las tres fábricas de la ciudad, dos cementeras y una industria química (nefelina). Todas habían cerrado a comienzos de año, dejando sin empleo a 4.000 habitantes de la ciudad (8).

En pocas horas, estalló el caos: ¡438 kilómetros de embotellamiento! El gobernador de la región intentó calmar a los manifestantes diciéndoles que había trabajo en otras ciudades de la región: fue en vano. Por su parte, la milicia no intentó dispersarlos. Algunos afirman que no querían correr el riesgo de lastimar a los niños; otros señalan que ese martes, ya se decía que el Primer Ministro Vladimir Putin acudiría al lugar, y que convenía pues evitar el enfrentamiento.

Lecciones de la crisis. La crisis de Pikalevo es una situación típica en las urbes que los rusos denominan “ciudades monoindustriales” (en ruso, monogorod), categoría que designa en general a ciudades pequeñas o medianas –de 20.000 a 50.000 habitantes–, pero en la que también se encuentran grandes ciudades metalúrgicas en las que una sola empresa es el principal e incluso el único empleador.

Pikalevo se creó alrededor de un conglomerado único, la fábrica de cemento y la industria química, con su propia central térmica. En el marco de la privatización, este conjunto se dividió en tres lotes. Pero la crisis financiera, la suba de las tarifas de los ferrocarriles y de la energía y la incapacidad de los dirigentes para reconstruir un conglomerado coherente llevaron a las tres fábricas a la quiebra. En pocas semanas, a comienzos de 2009, cerraron sus puertas, acumulando deudas y salarios impagos. La tensión social creció, pero, como suele suceder en Rusia, fue la interrupción de un servicio vital –en este caso, la distribución de agua caliente– lo que provocó la reacción espectacular de los habitantes. Mientras tanto, se sobrevivía con la ayuda mutua y pequeños trabajos, sin olvidar el aporte de las huertas, siempre esenciales en estas pequeñas ciudades donde todos o casi todos mantienen su huerta, “por si acaso”.

El miércoles, el gobernador de la región habilitó un fondo especial para pagar una parte de los salarios y las deudas de la central. El jueves, Putin desembarcó en el lugar acompañado por los canales de televisión federales, por varios ministros, el gobernador de la región, el director de ferrocarriles y los tres presidentes de los tres holdings propietarios de las fábricas. De la crisis local se pasaba a una lección de política activa, hábilmente orquestada. El gran espectáculo, según el ritual del “buen zar a los malos boyardos” (9). Recorriendo rápidamente la cementera desierta, el Primer Ministro lanzaba en dirección al Gobernador: “Nadie me convencerá de que los dirigentes de la región hicieron todo para ayudar a esta gente”.

Durante una reunión a la que asistieron los actores de la crisis, anunció una serie de decisiones: renegociación de las relaciones entre las tres fábricas, desbloqueo de créditos, disminución de los precios del transporte ferroviario. Y concluyó: “Ustedes convirtieron a miles de personas en rehenes de sus ambiciones, de su falta de profesionalismo o de su avidez. ¿Dónde está pues la responsabilidad social empresaria de la que hablan permanentemente? El comienzo de esta situación es anterior a la crisis. Es necesario reconstruir este conjunto productivo. Les doy tres meses. Si no se ponen de acuerdo, se hará sin ustedes (en alusión a un procedimiento de nacionalización impulsado en la Duma)” (10).

Pero el telespectador retuvo otro diálogo, que circuló por los sitios de internet. Tomando el texto del acuerdo propuesto, Putin se dirigió a Deripaska, quien intentaba justificar las dificultades técnicas de su fábrica: “Oleg Vladimirovich, ¿usted firmó este acuerdo? No veo su firma; venga aquí y firme”. Y el oligarca se levantó y firmó la hoja, bajo la mirada de enojo del Primer Ministro...

Se pueden aprender varias lecciones de esta crisis. La imagen que el poder quiso dar de la eficacia de su accionar: “En pocas horas –titula el diario moscovita Kommersant– Vladimir Putin resolvió el destino de Pikalevo”. La imagen del que sabe poner límites a los oligarcas, señalados a la vez por la ostentación de sus fortunas y por su papel en la reciente crisis financiera, sin olvidar lo que los medios de comunicación rusos señalaron en reiteradas veces: la mayoría de ellos son judíos. En las fotos de las manifestaciones, se observan además varios lemas, desde el banal “Deripaska, vendé tu yate” hasta pancartas de otro tipo: “Para Deripaska, la sopa de Buchenwald” (11)… Novaia Gazeta esbozó también otra lectura: detrás de esta puesta en vereda televisada, está la realidad, es decir, los miles de millones de rublos de ayuda aportados por el presupuesto del Estado, sin demasiada contraprestación, a los oligarcas con dificultades financieras.

Así, se confirma la influencia, que sigue siendo absolutamente determinante, de la administración pública en la vida económica: son los ministros, y a menudo el Primer Ministro, quienes se ocupan del detalle de lo que en Francia les correspondería únicamente a las relaciones empresariales. Esta particularidad tiene enormes consecuencias: denota una mentalidad de control de la sociedad por parte del poder, y es uno de los factores de la lentitud de las modernizaciones, del bloqueo de las PYMEs, de la corrupción generalizada.

Evidencia también el crecimiento de los movimientos sociales. Sin duda debe tenerse en cuenta, en el caso de Pikalevo, el enfoque utilizado por el Kremlin. El mensaje es múltiple. Más allá de la crítica a los “malos” administradores tanto de las empresas como de las regiones –mientras el gobierno mantiene sus programas sociales–, se trata de una advertencia a los políticos y policías frente a las manifestaciones de descontento: no dejar que se multipliquen este tipo de acciones. En varias regiones del país, las autoridades reaccionaron rápidamente frente a idénticas amenazas, ya sea con palos o con promesas para evitar lo más rápido posible el riesgo de desborde. Se espera la reactivación económica que se anuncia para evitar nuevos bloqueos; pero el síndrome Pikalevo está en la mente de todos, y con varias recidivas de menor importancia.


(*) Investigador.

Notas:

(1) Joseph Kessel, Tiempos salvajes, Emecé, Buenos Aires, 1979.

(2) Vancouver, una ciudad portuaria donde los elementos naturales restringen el espacio disponible para la urbanización, sin embargo se ha desarrollado considerablemente en los últimos años. Es la tercera ciudad en importancia de Canadá.

(3) Kommersant, Moscú, 5–6–09.

(4) “Los gobernadores se privaron de todo”, Novaia Gazeta, Moscú, 1–7–09.

(5) Interfax y Kasparov.ru, 18–12–08.

(6) “Comenzó”, Nezavisimaia Gazeta, Moscú, 16–1–09.

(7) Andrei Kalatchinski, “Oriente enrojece”, Ogoniek, Moscú, 18–5–09.

(8) Kommersant, Moscú, 3–6–09.

(9) Kommersant Vlast, Moscú, 8–6–09.

(10) Kommersant, Moscú, 5–6–09.

(11) Novaia Gazeta, Moscú, 22–4–09.