Bélgica

Amenaza de secesión de Bélgica

¿Europa está en implosión?

Por Immanuel Wallerstein
Traducción de Ramón Vera Herrera
Agence Global, 05/05/10
La Jornada, 16/05/10

Europa ha tenido sus opositores desde que comenzó su largo camino hacia la unificación. Hubo muchos que creyeron que era imposible. Hubo muchos otros que pensaron que no era algo deseable. Sin embargo, debe uno decir que, en el largo y sinuoso sendero que tomó desde 1945, el proyecto de la unificación europea lo ha hecho asombrosamente bien.

Después de todo Europa ha estado desgarrada por los conflictos nacionalistas por lo menos 500 años, conflictos que culminaron con la Segunda Guerra Mundial, que fue particularmente repugnante. Y la venganza parecía ser la emoción dominante. Para 2010, lo que hoy se conoce como Unión Europea (UE) aloja una divisa común, el euro, que se utiliza en 16 países. Cuenta con una zona de 25 miembros, llamada Schengen, la cual permite un cierto movimiento libre, sin visas. Mantiene una burocracia central, una corte de derechos humanos y va en la pista de tener un presidente y un ministro de relaciones exteriores.

Uno no debe exagerar la fuerza de todas estas estructuras, pero tampoco se puede subestimar el grado en que todo esto representa, para bien o para mal, remontar la resistencia nacionalista por toda Europa, especialmente en los estados más fuertes. Y no obstante, también es el caso de que ahora Europa parece hacer implosión, en algunas maneras importantes. Las palabras clave de esta implosión son “Grecia” y “Bélgica”.

Grecia, como todo el mundo sabe, atraviesa una severa crisis de deuda soberana. Moody’s ha declarado que los bonos estatales griegos son inservibles. El primer ministro George Papandreu ha dicho, muy renuente, que probablemente tendría que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir un préstamo, un préstamo que implicaría las condiciones usuales del FMI, que requiere formas específicas de restructuración neoliberal. La idea es muy impopular en Grecia –un golpe a la soberanía griega, al orgullo griego, y en especial a los bolsillos griegos. También fue recibida con consternación en algunos cuantos estados europeos que sienten que la ayuda financiera a Grecia debería venir primero que nada de otros miembros de la UE.

La explicación de este escenario es bastante simple. Grecia tiene un gran déficit presupuestal. Dado que Grecia es parte de la zona del euro, no puede devaluar su divisa para aliviar el problema. Así que requiere asistencia financiera. Grecia pidió ayuda europea. El país más grande y rico de Europa, Alemania, ha estado muy renuente, por decir lo menos, a proporcionar tal ayuda. El pueblo alemán se opone con fuerza a ayudarle a Grecia, y esto se debe básicamente a un reflejo proteccionista en un tiempo de estrés en Europa. Los alemanes temen también que Grecia sea la primera en una fila que incluye a otros países (Portugal, España, Irlanda, Italia) que harán demandas semejantes si Grecia obtiene dicha ayuda.

El público alemán parece desear que todo se desvanezca, o que por lo menos Grecia sea de algún modo expulsada de la zona del euro. Aparte del hecho de que esto es legalmente imposible, el país que más sufriría por el resultado, además de Grecia, seguramente sería Alemania, cuya salud económica se basa en gran medida en contar con un fuerte mercado de exportación dentro de la zona del euro. Así que, por el momento, parece que estamos ante un impasse. Y los buitres del mercado vuelan alrededor de los países de la zona del euro que tienen problemas de deuda soberana.

En medio de todo esto, la perenne crisis belga ha asomado la cabeza de modo particularmente agudo. Como país, Bélgica vino a existir como resultado de la política paneuropea. El colapso del imperio Habsburgo de Carlos V tuvo como efecto la partición de los llamados Países Bajos Borgoñones, hacia el norte en las Provincias Unidas y al sur en los Países Bajos Austriacos. Las Guerras Napoleónicas condujeron a las dos partes a juntarse en el restaurado Reino de los Países Bajos. Y los conflictos europeos de 1830 condujeron a ambas partes a separarse de nuevo, con la creación de Bélgica en más o menos lo que fueran los Países bajos Austriacos, con un rey importado de alguna otra parte.

Bélgica siempre fue un compuesto de “flamencos” hablantes del flemish, lengua que también hablan los holandeses, y de los “valones” hablantes de francés, localizados en gran medida pero de modo imperfecto en dos sectores geográficos diferentes (norte y sur de Bélgica). También hubo una zona pequeña hablante del alemán.

Hasta 1945, los valones fueron los más educados y más ricos, y controlaban las instituciones importantes del país. El nacionalismo flamenco nació como una voz de los descastados que luchaban por sus derechos políticos, económicos y lingüísticos.

Después de 1945, la economía belga sufrió un cambio estructural. Las áreas valonas perdieron fuerza y las áreas flamencas se hicieron más fuertes. En consecuencia, la política belga se tornó una lucha interminable de los flamencos por obtener más derechos políticos–devolución de poderes–, con el objetivo, para muchos, de disolver Bélgica en dos países.

Palmo a palmo, los flamencos obtuvieron más y más. Hoy, Bélgica como país tiene una monarquía común, un ministro de relaciones exteriores común, y casi nada más. El punto difícil en este arreglo es que Bélgica es ahora un Estado confederado con tres, no dos, regiones –Flandes, Valonia y Bruselas (la capital).

Bruselas no es sólo la capital de Bélgica. Es la capital de Europa, el locus de la Comisión Europea. Bruselas es también una ciudad muy bilingüe. Y los flamencos insisten en hacerla menos así. El problema es que, aun si hubiera un acuerdo para disolver Bélgica, no habría un modo fácil para arreglar el destino de Bruselas.

Las últimas negociaciones han sido tan dificultosas que Le Soir, el periódico principal en francés, proclamó: “Bélgica ha muerto el 22 de abril de 2010”. Su editorialista principal preguntó: “¿Este país tiene sentido todavía?” Al momento, el rey intenta, tal vez en vano, recrear el gobierno. Tal vez tenga que llamar a nuevas elecciones, sin mucha esperanza de que las elecciones produzcan un Parlamento realmente diferente. El primero de julio, Bélgica asume por seis meses la presidencia rotativa de la UE, y no hay certeza de que habrá un primer ministro belga para presidirla

El problema griego es el problema de la diseminación. ¿No se replicarán –no se están replicando ya– los problemas de Grecia en el resto de Europa? ¿Puede sobrevivir el euro? Sin embargo, el problema belga es incluso mayor. Si Bélgica se separa, y ambas partes son miembros de la UE, ¿no considerarán otros estados la separación? Hay después de todo movimientos secesionistas o cuasisecesionistas importantes en muchos países de la Unión Europea. La crisis de Bélgica podría bien ser la crisis de Europa.

De las dos implosiones que amenazan, la simbolizada por Grecia es más fácil de resolver. Básicamente requiere que Alemania se dé cuenta de que sus necesidades son cubiertas mejor con un proteccionismo europeo que por un proteccionismo alemán.

La crisis belga implica una cuestión mucho más fundamental. Si Europa estuviera preparada, ahora mismo, para moverse hacia un verdadero Estado federal, podría acomodar la ruptura de cualquiera de sus estados. Pero hasta ahora no está lista aún. Y las dificultades económicas colectivas del mundo han fortalecido mucho los estrechos elementos nacionalistas en casi todos los países europeos, como lo muestran todas las recientes elecciones. Sin una fuerte federación europea, será extremadamente difícil para Europa sobrevivir el torrente de rupturas. En medio del desorden político, Europa puede irse por el caño.

Hay una cierta Schadenfreude [regocijarse en el infortunio de otros] entre los políticos estadunidenses en torno a las dificultades de Europa. Lo que quizá pueda salvar a Europa de cualquier implosión es precisamente la siempre creciente amenaza de la implosión de Estados Unidos. Europa y Estados Unidos están en un subibaja, cuando uno está arriba el otro está abajo. No queda claro cómo va a jugar esto en los próximos dos a cinco años.


Solo unas 3.000 personas se manifestaron hoy en la capital contra la creciente fractura del país entre flamencos y francófonos

La unidad de Bélgica moviliza a muy poca gente

Por Eliseo Oliveras
Desde Bruselas
El Periódico, 16/05/10

La unidad de Bélgica no consigue movilizar ni a la población francófona. Solo unas 3.000 personas se han manifestado hoy a primera hora de la tarde por el centro de Bruselas en defensa de la unidad del país y contra el creciente abismo que separa a flamencos y francófonos. El número de participantes en la marcha ha sido muy inferior a los 35.000 que logró aglutinar otra manifestación semejante en el 2007.

La manifestación fue convocada por organizaciones ciudadanas a finales de abril al producidr la caída del Gobierno federal y la convocatoria de elecciones anticipadas el 13 de junio a causa del endémico conflicto entre flamencos y francófonos por el control político y lingüístico de la periferia de Bruselas.

La movilización se ha realizado básicamente a través de internet, facebook y las redes sociales. Sorprendentemente, los principales diarios francófonos apenas han informado de esta convocatoria y en la edición de Le Soir y La Libre Belgique del fin de semana no había ninguna mención a la marcha, ni siquiera para informar a los ciudadanos de que habría problemas de tráfico en el centro de la capital.

Los manifestantes, portando centenares de banderas tricolores belgas, reclamaron a los políticos que dejen a un lado los problemas regionales y se concentren en aquello que realmente preocupa a la población, como la crisis económica, la falta de empleo y los problemas del transporte, según el texto de la convocatoria de la marcha. "Sí. Queremos vivir juntos", se podía leer en la pancarta que encabezaba la manifestación.

Culpa de la fractura

"Queremos que los expresar de manera clara que los belgas queremos seguir juntos y que los políticos deben dejar de ocuparse de problemas regionales que la mayoría de belgas no comprende", ha explicado Pierre–Alexandre de Maere d'Aertrycke, uno de los organizadores dela manifestación. Los participantes en la marcha responsabilizaban casi unánimente a los políticos de la fractura que vive el país.

"Los políticos belgas han dejado de vivir en el mismo mundo que los demás ciudadanos, con sus acumulaciones de salarios", ha declarado Marie–Claire Houard, conocida popularmente como "Madame Bélgica" por haber organizado la anterior manifestación en favor de la unidad belga. "Los políticos deben reaccionar, ocuparse de los problemas reales de Bélgica", ha añadido Houard.

"No toques mi país" se leían en los adhesivos que llevaban muchos manifestantes. "Todos unidos por Bélgica", indicaba una de las pancartas. "Construyamos puentes y no fosos", señalaba otra de las pancartas. Los manifestantes han ido coreando eslóganes en francés y neerlandés a lo largo de la marcha en favor de la unidad y cantando en repetidas ocasiones el hinmo nacional.

Cada vez más fragmentada

La separación entre las comunidades flamencas y francófonas se ha acelerado desde las elecciones legislativas del 2007. Sin ningún partido, ni sindicato, ni siquiera organización deportiva de carácter estatal, Bélgica está cada vez más fragmentada en dos comunidades que viven prácticamente de espaldas. Tras las elecciones de junio del 2007, Bélgica necesitó 10 meses para lograr formar el 20 de marzo del 2008 un Gobierno mediante una inestable coalición democristiana–liberal–socialista de cinco partidos. El primer ministro, el democristiano flamenco Yves Leterme, tuvo que presentar después su dimisión en tres ocasiones a lo largo de los dos últimos años.