Situación mundial

De Grecia a España pasando por Egipto y el mundo árabe

El despertar del “mundo mediterráneo”

Por Roberto Sáenz
Desde París, para Socialismo Barbarie, 06/06/11

A continuación van unas someras líneas de análisis de un diario de viaje que ha llevado al autor al recorrer Grecia, Serbia, Alemania y Francia y tomar impresiones a partir de esta experiencia. Las iremos presentando en varias entregas.

Una crisis histórica que no termina

El contexto material de los nuevos desarrollos en curso en los países del sur de Europa y el mundo árabe está dado por la nueva ronda de crisis de la economía mundial, sobre todo en el norte del mundo.

Los temores se anudan alrededor de dos elementos fundamentales. El primero, el miedo creciente a que Grecia finalmente caiga en un default que termine detonando una crisis de deuda generalizada en la UE y haciéndola salir del euro. Realmente han vuelto las discusiones sobre el futuro de la moneda europea y los problemas “estructurales” a la hora de su puesta en píe. Es por eso que para los analistas, por ejemplo del Financial Times, un no pago de la deuda griega significaría un liso y llano “nightmare” en el que no quieren siquiera pensar, presionando porque no se hable de “reestructuración” de la deuda griega y por un nuevo paquete de asistencia del FMI y el BCE, aunque esté atado obviamente a nuevas condiciones, como la privatización hasta de los puertos.

Simultáneamente, están creciendo las preocupaciones acerca de las posibilidades de recaída económica: una nueva recesión internacional. Es que los datos que están viniendo de la economía de los EEUU no son alentadores: si el mercado inmobiliario está en una crisis de doble caída, tampoco los datos del producto y el empleo han sido buenos en las últimas semanas. Son estos números lo que están replanteando la discusión acerca de las posibilidades reales de que el norte del mundo pueda entrar nuevamente en recesión cuando desde hace meses y meses todos los corifeos venían afirmando que este horizonte estaba completamente fuera de todos los escenarios…

A estos dos elementos se le debe agregar la continuada crisis de los precios de las materias primas. Este proceso continúa más allá de los altibajos del último período. Lo que está en foco acá es las perspectivas económicas de China, India y, en menor medida, Brasil; economías que en la coyuntura se están desarrollando con un índice de crecimiento algo menor. Y, sobre todo, el temor a las crecientes presiones inflacionarias en el conjunto de los países “emergentes”, las que están detonando una ronda de luchas obreras desde la mismísima China hasta, créase o no, Bielorrusia, pasando por algunos puertos en Italia y un importante etcétera.

En síntesis, el trazo grueso más general de la coyuntura económica es la confirmación del hecho que la economía del norte del mundo parece acercarse nuevamente a un escenario de posible recaída. La crisis económica mundial abierta cuatro años atrás no ha terminado. Por el contrario, sigue gozando de buena salud. Y esto por una razón en definitiva muy simple: se trata de una crisis histórica, que ha puesto sobre la mesa un conjunto de problemas estructurales (insuficiencia de ganancias, problemas de realización, crisis hegemónica) que están llamados a perdurar y que no tienen fácil solución.

“Revoluciones post–islamicas”

Bien, el tema que nos convoca ahora es el de la lucha de clases: el hecho cierto es que parece estar extendiéndose por varios países europeos un evidente salto en el proceso de la lucha. Los rasgos de rebelión popular parecen estar haciéndose presentes realmente, de manera redoblada, en Grecia, España, y, claro está, en el mundo árabe como un todo, donde una rebelión que sigue profundizándose, evoluciona hacia la revolución lisa y llanamente por así decirlo.

Insistimos. El proceso en algunos de los países “mediterráneos” de la UE está ocurriendo en “paralelo” con el proceso de rebelión–revolución que sigue extendiéndose a ojos vista en el mundo árabe. Luego de un cierto “impasse”, con la intervención imperialista en Libia que marcó como una segunda etapa del proceso de la lucha, ahora se está abriendo claramente una tercera fase con la prácticamente caída del gobierno en Yemen y la revuelta que se extiende en Siria, dónde a pesar de la tremenda represión gubernamental, la lucha abraza nuevas ciudades y cada vez más analistas se preguntan si el gobierno de Assad resistirá.

Así las cosas, la mecánica de la rebelión en el “mundo mediterráneo” que comenzó en Grecia a finales del 2008, se expresó a comienzos del año con el salto en calidad del estallido en el mundo árabe, y en él último mes termina impactando en España. Esto está teniendo sus "réplicas" a escala de vanguardia en Francia, Alemania y en otros países dónde se ponen en pié experiencias similares a las de las asambleas populares españolas, aunque hay que insistir que en estos casos, esto ocurre solamente en “miniatura”, de manera totalmente incipiente, y sin cambiar por ahora su situación de conjunto.

Si se le presta atención a las cosas, es como que se están “reproduciendo” –en el mundo árabe a escala ampliada– ciertos rasgos característicos del proceso de rebelión popular que conocemos en Latinoamérica. Claro que decimos esto sin dejar de insistir en la escala ampliada para el caso del mundo árabe, dónde quizás el concepto de rebelión haya quedado ya lisa y llanamente superado; de ahí que haya que hablar de “rebelión–revolución”, porque no solamente los enfrentamientos son más duros. No en Egipto, pero sí en Libia y habrá que ver la dinámica en Siria, el ejército se quebró y, además, característicamente en Túnez y el propio Egipto (en Libia el proceso es más complejo y no podemos detenernos acá en él), vienen desarrollándose y creciendo nuevas experiencias autodeterminadas de enorme importancia: desde la Plaza Tahrir (experiencia que tiene impacto directo en España) hasta la puesta en pié de experiencias, organismos y/o sindicatos más o menos independientes.

Así las cosas, en total, el proceso está yendo más lejos en el terreno de los enfrentamientos con el aparato de Estado (fuerzas armadas y represivas) que lo que ocurrió en la generalidad de los casos en Latinoamérica. Y hay que destacar el extraordinario elemento laico de la experiencia de la lucha, lo que expresa que de alguna manera se está cerrando el ciclo oscuro de la hegemonía islámica. En total, el nivel de conciencia quizás es todavía inferior al que impera en América Latina, tanto en lo que hace a los elementos antiimperialistas, como a rozar cuestiones anticapitalistas. Pero las cosas se mueven rápidamente: digamos que la conciencia promedio es más o menos laica y democrática radical lo que no es poco, asumiendo también de manera creciente motivos económico–sociales.

En lucha por la “democracia real”

En Francia se está teniendo como una réplica en miniatura del impacto de la egipcia Plaza Tahrir y España: la corriente SoB ha estado asistiendo a las comisiones y asambleas de los "Indignados" de París. Se trata de un movimiento básicamente juvenil –pero no de estructura estudiantil, aunque la mayoría lo sean– dónde muchos de los compañeros y compañeras de vanguardia que organizan el movimiento son españoles, estudiando o trabajando en Francia, y que tiene muchos de los rasgos de autoconvocatoria, temas y problemas de las asambleas populares argentinas del 2001: por ejemplo, a la hora del programa, uno de los debates fue el del trabajo genuino.

Pero no se trata solamente de esto. Está el problema de que la policía les está haciendo “marca personal”: no los dejan acampar, hasta para hacer reuniones públicas hay que pedir autorización en la intendencia, les imponen hora de comienzo y finalización, en cuanto se juntan sin la misma, verdaderos “robocops” los cercan y dispersan, y solamente se trata de anodinas reuniones, círculos de debate, o incluso de llevar a cabo un mero “acampe” en alguna plaza pública: ¡así funciona la autoproclamada “democracia” imperialista francesa que no respeta siquiera el derecho de reunión!

Está clarísimo que, en Francia, el movimiento simplemente es, hasta ahora, a escala de una vanguardia de cientos. Pero eso no quiere decir que no sea de enorme importancia sintomática. Es cierto que en Francia se viene de un enorme movimiento de lucha de los trabajadores en septiembre–octubre del año pasado derrotado por culpa de la burocracia y la falta de una política alternativa de, entre otros, el NPA. Pero eso no quiere decir que el “revival” de la lucha que pueda significar este movimiento juvenil no sea de enorme importancia: todo lo contrario.

Por lo que hemos podido ver, la "réplica" parisina expresa –insistimos que en miniatura– varios de los rasgos, características y problemas que conocimos en Argentina: el problema de la masificación del proceso de la lucha, el problema de sus reivindicaciones, la necesidad de la confluencia con la clase obrera, la desconfianza inicial en los partidos políticos en general, su “inorganicidad”, etcétera.

Sin embargo, su punto de partido no deja de ser enormemente progresivo: la divisa del movimiento, con ser limitada, no deja de pegar en un aspecto central: la aspiración es a la “democracia real”. Se trata de un marco general reivindicativo que viene del ángulo del movimiento en España, similar al “¡Que se vayan todos!” argentino del 2001 y que cuestiona los límites de la “democracia” capitalista: su carácter no democrático, así como también las promesas no realizadas de la misma: la falta de trabajo y de oportunidades laborales para la juventud (ampliándose a la clase obrera como un todo), el tema de los desempleados, el tema salario y jornada laboral, etcétera.

Es decir, la divisa general por la “democracia real” no deja de ser enormemente progresiva cualesquiera que sean sus limitaciones, teniendo en cuenta, además, que se trata de un movimiento recién inicial y que, claro está, hay que hacer avanzar –sin ningún condicionamiento previo o sectarismo– hacia el cuestionamiento al sistema como tal y hacia la confluencia con la clase obrera.

Negro es el mundo para el mandelismo

En ese marco, la cosa es que, en general, las corrientes “trotskistas” no parecen acercarse mucho al proceso… Increíble pero cierto: en el NPA (“Nuevo Partido Anticapitalista”), da la impresión que domina un “mirada” sectario–oportunista hacia el proceso, por el hecho que el movimiento cuestiona toda la política establecida. Muchas de las tendencias del NPA se sienten digamos “tocadas” por este cuestionamiento general a la política “representativa”, por el hecho evidente de que han reducido toda la política revolucionaria solamente a las elecciones, mientras el movimiento destaca la democracia directa y desde abajo.

No tenemos del todo claro, pero la impresión es que, por ejemplo Lutte Ouvrière, directamente no ha tenido intervención alguna en el movimiento. Las corrientes del NPA al menos parecen tener alguna intervención, pero esporádica y fragmentaria (cada una va con su política, no hay ninguna centralización, algo similar a lo que ya conocemos del proceso del P–SOL en Brasil). Y los grupos más chicos del trotskismo que se están volcando, lo hacen tomando algún aspecto parcial sin atinar a formular una orientación para el conjunto del movimiento…

Pero está claro que los problemas más graves los encontramos en la composición de lugar del “tronco histórico” de la corriente mandelista. Su ubicación general impacta por su derrotismo total. Hay que restregarse los ojos una y otra vez cuando se los escucha diciendo que no sería la rebelión en el mundo árabe lo que estaría dando, de alguna manera, la tónica general (ya se sabe que siempre con todo tipo de desigualdades), sino el ascenso de las formaciones de extrema derecha fascista en Europa…

En este sentido, intercambiamos unas breves pero jugosas opiniones con el compañero responsable del trabajo internacional de la “IV Internacional”, Jean Malewsky. El compañero Malewsky nos trató de convencer que los desarrollos actuales en Europa "en muchos aspectos son peores que los de los años '80" dada la contraofensiva económica del capitalismo por la crisis. Nosotros replicamos que si esa contraofensiva de terrible ajuste, de desmonte de las conquistas restantes del Estado benefactor era un hecho, el marco político no tenía nada que ver con los años 80.

Es que los ‘80 y ‘90 estuvieron marcados por enormes derrotas sociales, ideológicas y políticas de la clase obrera mundial, con “muerte del socialismo” mediante.[1] Eso fue un hecho. Pero la realidad es que en el mundo de la segunda década de los años 2000, lo que está dominando es la crisis del capitalismo y la progresión de una acumulación de experiencias de la clase obrera mundialmente hablando –más allá, insistimos, de todo tipo de desarrollos desiguales y combinados y de la todavía evidente herencia de la derrota anterior, crisis de alternativas mediante–. Es decir, no se trata ya el actual ciclo de un período de grandes derrotas –aunque también haya, evidentemente derrotas–, sino lo contrario: de acumulación de fuerzas y experiencias.

¿Qué nos contestó el compañero? Que en los ’80 también “había crisis del capitalismo” y que ahora también hay “enormes derrotas” como la de la FIAT de Italia donde en una planta los obreros votaron a la baja sus condiciones de trabajo.

Sin negar que hoy también hay derrotas, y sin conocer al “dedillo” la situación europea (y, sobre todo, lo que resta como “agujero negro” del continente, los países del Este europeo y Rusia), le señalamos que en su análisis se perdía totalmente de vista el proceso de ascenso en el mundo árabe, a lo que se nos replicó que, en realidad, “había todavía que ver qué va a pasar allí”… Con esta última afirmación terminó nuestra conversación.

Y sin embargo, de sorpresa en sorpresa, con los materiales adquiridos en La Breche (librería del NPA) descubrimos que los textos escritos de los compañeros hacen un análisis aún más unilateral que los señalados oralmente…

“[…] En esta etapa, al contrario, al nivel político, lo que aparece más netamente, es el reforzamiento en toda Europa, de las derechas autoritarias, y de partidos populistas o fascistas. Lo que tenemos es una polarización de fuerzas ligada a la profundización de la crisis de civilización [concepto que puede dar para cualquier cosa, R.S.] que conoce el mundo capitalista, que refuerza en esta etapa la derecha y la extrema derecha, y que pone a la defensiva el movimiento obrero en sentido amplio. Nos encontramos, desde un cierto punto de vista, en una situación política que recuerda ‘los años treinta’ pero en ritmo lento. Años 30, con la crisis y el fortalecimiento (poussée) de las derechas, populistas y fascistas. Se trata de un ritmo lento (ralenti) porque no es la explosividad del enfrentamiento revolución–contrarevolución fascista, como en los años 30.” (“Por un debate estratégico en el NPA”, León Cremieux, Francoise Sabado, 5 de abril 2011).

En fin, acá se dice sin pelos en la lengua que la situación europea actual sería una suerte de “años 30 en cámara lenta” y que el principal fenómeno político en Europa sería “el ascenso de las corrientes de extrema derecha”; o sea, lo característico del momento sería el ascenso de corrientes fascistas de baja intensidad!

Se trata de un análisis increíble por lo unilateral del mismo pero que no deja de tener su funcionalidad política: un marco derrotista que abre las puertas a una orientación en la cual puede caber casi cualquier cosa.


Nota:

1.- Extremando quizás demasiado las cosas, el mandelismo caracteriza a este proceso de los 80–90 como “derrota histórica de la clase obrera internacional”, derrota que extiende hasta los días de hoy… Habría que ver los alcances de tal derrota histórica. En un sentido fue así, aunque su desarrollo incluso fue anterior, hundiendo sus raíces en la imposición del estalinismo en la ex URSS a partir de los años 30 del siglo pasado. Pero ya extender el posible carácter histórico de esa derrota hasta los días de hoy, es un despropósito completo cuando el signo actual es la acumulación de experiencias de una nueva clase obrera que se va poniendo de pié y haciendo sus primeras armas y experiencias.


Francia: Nuevo Partido Anticapitalista

¿Crisis terminal en el NPA?

Por Roberto Sáenz
Desde París, para Socialismo Barbarie, 06/06/11

Es en este contexto en el cual se está desarrollando una tremenda crisis en el proyecto del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista). Luego del hundimiento de experiencias similares como la de Respect en Inglaterra años atrás, o mismo la crisis aguda que vive el P–SOL en el Brasil, ahora le ha tocado al NPA. Lo que ha desatado la misma es la renuncia a ser candidato presidencial de su principal figura pública (“portparole”) Olivier Besancenot.

Todas las crisis señaladas han estado marcadas por la “misma tijera”: se trata de proyectos que atan su suerte a una figura electoral: sea Heloisa Helena en Brasil, sea Galloway en Respect, sea ahora Besancenot en Francia. La cosa es que cuando sus figuras –marcadas la más de las veces por todo tipo de “veleidades”– renuncian a ser candidatos o entran en crisis, todo el proyecto amenaza con venirse abajo.

Es que, por su carácter electoralista, además, se trata de proyectos atados pura y exclusivamente… a resultados electorales. Hoy, con la crisis de Besancenot, el NPA no alcanza en las expectativas de voto ni el 1%…

Así las cosas, en el NPA, la falta de candidatura, y el derrumbe de las expectativas electorales, ha fortalecido a la derecha del “partido”, la que se caracteriza por tener una política de “unidad de la izquierda”. Es decir, la unidad de la supuesta “izquierda” en general (criterio ideológico y no de clase), lo que va desde el NPA hasta, eventualmente, apoyar en segunda vuelta al Partido Socialista (cuyo candidato hasta ayer no más iba a ser Dominique Strauss Kahn), pasando por un acuerdo electoral explícito con una figura de la centro izquierda burguesa (Melenchon).

Es decir, lo que se rifa en pos de la “unidad de las izquierdas” es todo criterio de independencia de clase. ¡Esta corriente o “sensibilidad” alcanza, hoy por hoy, casi el 50% del NPA!

Es en ese contexto que se está dando un cierto reagrupamiento del centro hacia la izquierda para defender, al menos, una candidatura independiente del NPA, movimiento obviamente progresivo, al que se podría eventualmente dar algún tipo de apoyo crítico, al tiempo que hay que extremar los esfuerzos por construir una corriente revolucionaria al interior del NPA, que plantee su refundación como organización revolucionaria cuyo centro sea la lucha de clases, y no las elecciones.

Pero más allá de los pasos tácticos a dar en lo inmediato (y en los que no podemos detenernos aquí), lo iportante es dar cuenta –de manera crítica– de algunos de los supuestos “teóricos” sobre los que se montó este proyecto, hoy en aguda crisis.

La cosa tiene su “irracionalidad”: es que mientras que se hacen análisis donde todas son dificultades, imposibilidades, “derrotas históricas”, y cero recuperación de la clase obrera, al mismo tiempo, sin decir “agua va, agua viene”, se plantea la construcción de “partidos amplios anticapitalistas de masas”… A primera vista ya, en la sola definición, la cosa suena como desproporcionada: la orientación política no se corresponde en nada con los análisis.

Se trata, en realidad, de un proyecto con rasgos voluntaristas-oportunistas evidentes. No es que no parta de un elemento real: la crisis de la socialdemocracia y los partidos comunistas que abre –de manera todavía indeterminada– un “espacio” hacia la izquierda.

Pero el problema es que el curso de esta evolución no puede dejar de depender de los procesos reales en el terreno de la lucha de clases, y de todas sus mediaciones reales; así como de la evolución de un proceso orgánico de recomposición de la clase obrera. Si no es así, la cosa queda puramente “gaseosa”.

Claro que puede haber, y hay, inevitablemente, todo tipo de desarrollos desiguales. Pero la experiencia histórica siempre ha indicado que los fenómenos electorales son los más “lábiles”: los votos van y vienen, así de simple es la cosa. Siempre las conquistas más importantes en el terreno de la recomposición son las “orgánicas”, es decir, en el terreno de la organización de la clase obrera, sea sindical o de sus partidos (partidos con P mayúscula) y no de los votos.

¿Cómo se podrían construir partidos –como se propuso– “anticapitalistas de masas”, si aún no se da un proceso de radicalización revolucionaria de las masas populares hacia la izquierda? En ausencia de esto, lo que se ha hecho es elegir el camino de diluir hasta el hartazgo los límites programáticos del partido y su estructura organizativa. La organización se transforma en un “rejunte” izquierdista general que, además, no tiene ninguna unidad política, ninguna centralización en la intervención en la lucha de clases. Digámoslo claramente: ¡son organizaciones “flan” que no sirven para intervenir y orientar las luchas en ningún sentido real del término!

Pero, incluso, está la contradicción del proyecto formulado en sus propios términos (es decir, con las propias definiciones de sus autores). La realidad es que el proceso apenas está en sus inicios y no aún hay condiciones objetivas para partidos “anticapitalistas de masas”. Detrás de esa quimera, lo que se termina disolviendo, es la construcción de lo que sí es posible en la etapa actual: la construcción de fuertes organizaciones revolucionarias de vanguardia, que podrán aspirar a la influencia de masas cuando las cosas se radicalicen realmente.

En ausencia de esta estrategia, lo que tenemos, es la crisis del proyecto electoralista del NPA: una organización que agoniza, aunque no bajo el peso de “millones de votos”, sino que muere “de muerte natural” porque no hay proyecto electoralista que aguante votaciones de vanguardia.

Relanzar la lucha por el socialismo

A lo anterior deberíamos agregarle un capítulo que aquí no entra: el NPA no supo ni pudo dar una alternativa a la traición de la burocracia cuando el inmenso proceso de septiembre–octubre del año pasado.

Es que el NPA respeta a pie juntillas a las organizaciones sindicales tal cual son, con la burocracia sindical a la cabeza de las mismas. Y esto bajo el amparo de una enorme negativa y tradición de “autonomía sindical” del movimiento obrero francés (tradición que viene de un famoso congreso sindical de 1906), por la cual los partidos políticos no pueden intervenir en los sindicatos... Los sindicatos son así el reino de los “sindicalistas”, sean estos de derecha o “izquierda”.

Los elementos en obra no dejan de ser una confirmación que, al menos en Francia, hace falta una refundación del movimiento trotskista. El hecho cierto es que las inercias acumuladas son sencillamente demasiado grandes.

Es todo caso, lo que queremos señalar, es que el trotskismo francés ha llegado a una verdadera encrucijada. Es que la crisis del NPA no es solamente la crisis de un proyecto electoralista: se trata de que una de las principales formaciones del trotskismo que acumula tremendos elementos de inercia: electoralismo, perdida de parámetros elementales de independencia de clase, capitulación sistemática, una y otra y otra vez, a las burocracias sindicales, y fundamentalmente pérdida completa de reflejos de intervención en la lucha de clases como centro de la actividad de los socialistas revolucionarios. Un elemento, este último, vinculado a la pérdida de perspectivas estratégicas revolucionarias:

“Desde el principio queremos responder una primera cuestión (…) la opción por construir un partido como el NPA es una idea que viene de lejos. Ella corresponde a las nuevas coordenadas creadas por el período histórico abierto por ‘la caída del Muro de Berlín’ y la globalización capitalista. Dentro de la ex LCR y más ampliamente dentro de la IV Internacional, hicimos referencia a un tríptico: ‘nuevo período, nuevo programa, nuevo partido’. Los últimos desarrollos políticos mundiales confirman este nuevo período histórico: crisis económica y social de una amplitud como la de los años 30; crisis de civilización, verificada lamentablemente con la explosión nuclear de Fukushima; nuevas revoluciones en el mundo árabe; evolución de amplios sectores del movimiento obrero hacia el social–liberalismo; emergencia de nuevas generaciones de resistencia. Estos desarrollos exigen una renovación programática, en particular frente a la crisis económica mundial, y sobre todo la climática. Ella exige asimismo nuevas formas de organización que respondan a estas nuevas experiencias de radicalización.” (Cremieux, Sabado, idem).

Como se ve, se trata de una verdadera “diarrea mental”, que pierde de vista todos los parámetros por una lectura impresionista de los cambios históricos vivido en el mundo, y que, increíblemente, no llega a destacar el verdadero problema teórico-programático que sí se ha puesto a la orden del día en las últimas décadas: la “critica” a las revoluciones anticapitalistas de posguerra, que llevadas adelante sin la centralidad y el poder de la clase obrera, no se transformaron en socialistas y llevaron a un callejón sin salida. Es ese aspecto fundamental el que debe volver a ser colocado en el centro de la estrategia revolucionaria.

En todo caso, está claro que la valoración que estamos haciendo es sumaria (no hay espacio aquí para otra cosa) y que el NPA están lleno de compañeros y compañeras muy valiosos que son una acumulación histórica de enorme importancia.

Pero no nos estamos refiriendo a esto; ni pretendemos desprender de esto una orientación sectaria. Todo lo contrario: de lo que se trata es de intervenir en los procesos reales, y en las luchas políticas al interior del NPA con una orientación lucha de clases, revolucionaria.

Es decir, hacer girar a la mayor cantidad de compañeros y compañeras hacia la puesta en pie de una amplia tendencia o corriente cuyas coordenadas sean realmente revolucionarias, de vuelco a la lucha de clases, de independencia de clase, de recuperación de lo mejor de la tradición del marxismo revolucionario y el trotskismo.

Es decir, de abandonar la “diarrea mental” que caracteriza a muchos de los intelectuales del mandelismo, que se han atado a la errónea definición de que la caída del Muro de Berlín habría significado “el cuestionamiento a toda la estrategia histórica del marxismo revolucionario”: ¡ya no se trataría de que la clase obrera tome revolucionariamente el poder para acabar con el capitalismo y abrir paso a un auténtico proceso de transición socialista!

Esta perspectiva, así como en la imprescindible construcción de corrientes y partidos revolucionarios, no se podrá llevar adelante –menos que menos en Europa– bajo el ropaje de un “atajo doctrinario”: no debe haber región en el mundo donde sea más importante poner sobre la mesa, el balance de la experiencia del stalinismo para relanzar la pelea por el socialismo.