Francia

“El clima social es muy tenso y explosivo
por todos lados...”

Por Ale Vinet, desde París,
Socialismo o Barbarie, semanario, 14/11/2013

“¡Actualmente, hay mil desempleados más por día en Francia! El 70% de los asalariados estiman que no hay condiciones para hacer bien su trabajo. Y, además, están los suicidios en el trabajo. El clima es muy tenso; es explosivo por todos lados […] Estamos ante una crisis política que no es nueva, pero que se agrava…” (Reportaje a Thierry Lepaon, nuevo secretario general de la CGT, Le Figaro, 11/11/2013)

En el país de la Revolución Francesa, los motivos no faltan: las empresas cierran una detrás de otra, los impuestos se acumulan, los precios aumentan y la comunicación gubernamental carece totalmente de visibilidad. ¿Adónde vamos?, se ha transformado en la muletilla de la gran mayoría del país.”
(“
El derrumbe de la economía aviva el temor a un estallido social”, por Luisa Corradini, corresponsal de La Nación en Francia, 09/11/2013)

Tiene cierta razón Thierry Lepaon, el nuevo burócrata máximo de la CGT que reemplazó en marzo al eterno “secretario general” Bernard Thibault. El clima social y político de Francia se hace más tenso y explosivo día a día.

Los burócratas sindicales lograron llevar a la derrota las iniciales luchas obreras, pero esto
no ha disminuido el descontento ni aliviado el clima de tensiones sociales.

Sus esfuerzos y los del resto de los burócratas sindicales han logrado que en este momento no haya luchas obreras importantes (las que había, ayudaron a derrotarlas meses atrás). Pero las presiones en la caldera social no bajan por que se taponen todas las salidas del vapor. Por el contrario, eso puede hacer estallar las cosas por otros lados. Un síntoma que apunta en ese sentido han sido las recientes protestas en la región de Bretaña, contra un nuevo impuesto.

La gran cuestión es si la tensión social será canalizada por las luchas de la clase trabajadora, la juventud y la izquierda independiente del PS y de sus socios menores (el PCF y el PdG)… o si el descontento lo capitalizará la extrema derecha del Frente Nacional.

La llama bretona

El cóctel que llevo al estallido en Bretaña es muy particular y no exportable automáticamente al resto del país. Sin embargo, ha sido la principal expresión de este clima general de descontento. El conflicto incluyó manifestaciones masivas, enfrentamientos con la policía y quema de infraestructuras.

Se mezclaron varias cosas. Una fue  la implementación de un “eco-impuesto”, que grava el transporte de mercancías pesadas por carretera, esencialmente exportación de cerdo a Alemania. La patronal local lo aprovechó para chantajear a los trabajadores con amenazas de cierres y despidos.

En las últimas semanas, varias empresas agroalimentarias habían decidido cerrar, dejando en la calle a miles de trabajadores. Los obreros de Tilly-Sabco, empresa de exportación de pollo, se encontraban en huelga y ocuparon por varias horas la prefectura de la región. Los de Marine Harvest, en huelga ilimitada y ocupando la fábrica. En este contexto, la manifestación del 2 de noviembre contra el “eco-impuesto”, adquirió grandes dimensiones.

La manifestación fue llamada por el Comité de Defensa del Empleo, constituido a iniciativa de trabajadores en lucha (al que se sumaron probablemente sectores de pequeños patrones, aunque no hemos podido confirmar esta situación). Sobre esta base, y montándose sobre la idea de que el “eco-impuesto” empeoraría la situación económica en la región, las entidades patronales agrarias y partidos de derecha como el UMP (Union pour un Mouvement Populaire) y el FN (Front Nationale) también llamaron a manifestar.

El resultado fue una manifestación altamente heterogénea, “en defensa del empleo”. Esta agrupaba a amplios sectores obreros y populares (con representaciones importantes de los sectores en lucha que mencionamos), junto a sectores patronales locales (principalmente pequeñas empresas y comerciantes).

El elemento unificador de eso, además de la “defensa del empleo” (ambigüedad sobre la que se monta la patronal local para hacer campaña contra el nuevo impuesto), es el “regionalismo bretón”, que se opone a los designios de París. Un reflejo de esto es que muchos manifestantes llevan el “bonnet rouge” (gorro rojo), símbolo de una revuelta de la región contra un alza de impuestos de Luis XIV en 1675; es decir, contra el estado centralista y absolutista.

Por esas razones, una extensión “automática” de la revuelta bretona no es tan fácil. Difícilmente los trabajadores de Peugeot vayan a manifestar codo a codo con los gerentes de esta empresa multinacional, en “defensa del empleo”. Pero sí esperamos que el ejemplo de los trabajadores bretones sea emulado por el resto, desarrollando en toda Francia las huelgas y ocupaciones contra los despidos y cierres de empresas.

Para un estallido por la izquierda, es necesario romper los diques de contención:
la burocracia de los sindicatos y la centroizquierda

A pesar de su enorme deterioro, el gobierno cuenta aún con diques para evitar que la situación se desmadre. El primero de ellos es el rol pérfido jugado por la burocracia sindical desde que Hollande asumió el poder.

El gobierno “socialista” no tiene nada que envidiar a sus predecesores de derecha en cuanto a ataques a los trabajadores. En sólo 18 meses, ha sido cómplice de grandes “reestructuraciones” de empresas con miles de despidos, cierres de plantas y rebajas de salarios. Al mismo tiempo que ha aprobado varias reformas estructurales antiobreras, como el Acuerdo Nacional Interprofesional (ANI) y la reforma de las jubilaciones.

El ANI permite a los patrones cambiar a gusto las condiciones de trabajo (ritmos de producción, salarios, horarios) de manera unilateral y despedir a los trabajadores que no lo acaten. La reforma de las jubilaciones aumenta los años de cotización necesarios para retirarse y también el monto de los aportes de los trabajadores.

¿Cuál ha sido el rol de las burocracias sindicales? Aislar las luchas contra los despidos hasta que fuesen derrotas, realizar algunas marchas testimoniales contra la reforma de las jubilaciones (la CFDT; la segunda central directamente la apoyó) y dejar pasar el ANI sin mover un dedo.

Cuando Sarkozy impuso la primera reforma de jubilaciones en 2010, se desató una de las luchas más importantes de Francia en la última década, que puso en jaque al gobierno y paralizo al país. La autoorganización desde abajo fue el motor del movimiento y desbordó a las direcciones sindicales. La derrota de 2010 (gracias a la traición de la burocracia) tuvo efectos profundos sobre la clase obrera que aún se hacen sentir.

Además, con el PS en el gobierno, hoy las burocracias son aún más conciliadoras que con Sarkozy. Esto ha sido decisivo en la derrota de las últimas luchas. La burocracia ha impedido que peleas enormes –como la huelga de más de 40 días en PSA, o la de Goodyear contra el cierre de la planta— trasciendan a la escena nacional y encuentren la solidaridad de miles de trabajadores. A consecuencia de esto, la mayoría de esas luchas se han saldado con derrotas, con acuerdos empresa por empresa que incluyen un combo de despidos indemnizados, prejubilaciones y transferencias a otros sitios de producción.

El rol del PCF y del Parti de Gauche (PdG)

Este colaboracionismo en el plano sindical tiene su correlato en el terreno político. Más allá del cacareo sobre la “independencia sindical”, la CGT, principal central sindical, tiene lazos muy fuertes con el PCF (Parti Communiste Français) y el PdG (Parti de Gauche) de Mélenchon. ¿Cuál es su rol frente al gobierno? No precisamente el de impulsar las luchas de los trabajadores ni un “estallido social”.

El PCF acaba de aprobar una alianza electoral con el PS, el partido del gobierno, a nivel de las municipales de París. Su único argumento es que el PS finalmente le ha otorgado los cargos que pedía, y que los “socialistas” vienen llevando adelante una “buena gestión” de la ciudad.

El cálculo del PCF es puramente electoralista: los sillones que el PS le prometió en el gobierno de la capital. Pero además, se desprende de una concepción política más general. Desde hace meses, la principal consigna del PCF es que Hollande “vuelva a la izquierda”. ¡Como si su política antiobrera se tratara de un pequeño desvío, una desorientación momentánea respecto a un origen de “izquierda”! El PCF, que conserva una influencia importante en la clase obrera industrial, le da así una capa de pintura roja al gobierno antiobrero del PS. 

El Parti de Gauche, de Jean-Luc Mélenchon, no es muy diferente. Ha decidido no ir en alianza con el PS, porque Hollande tiene sólo un 26% de imagen positiva. Pero su política  no va más allá de la “lucha” parlamentaria. El PdG no está en las luchas obreras: sus únicas iniciativas frente a los despidos son propuestas de leyes y discursos parlamentarios… que por supuesto no logran nada.

Lo peor es la gran propuesta de Mélenchon para superar la crisis del gobierno: que el PS lo ponga de primer ministro, en reemplazo del incinerado Jean-Marc Ayrault. Bajo otra forma, es la misma política del PCF: que Hollande “vuelva a la izquierda”… Claro que Mélenchon no es sectario. Si el PS no quiere nominarlo, propone como nuevo premier a Arnaud Montebourg, ministro de Producción; el que dejó pasar el cierre de PSA Aulnay y de la fábrica de Florance de Arcelor Mittal!!


Las “pulsiones racistas” de la sociedad

Socialismo o Barbarie, semanario, 14/11/2013

Los burócratas que controlan la mayor parte de los sindicatos (CGT, CFGT, etc.), junto con los dos principales partidos que aparecen “a la izquierda” del gobierno (PCF y PdG), trabajan activamente para evitar todo desborde social, sostener la gobernabilidad, y sacar a la gente de las calles para meterlas en las urnas, como todo clásico “cretinismo parlamentario”.

Esto, por supuesto, no esfuma el descontento obrero y juvenil ni impide automáticamente que se generen estallidos, como lo demuestra (con distorsiones) el caso de Bretaña y, poco antes, las movilizaciones de los liceístas contras las expulsiones de compañeros gitanos. Sin embargo, también existe el peligro de que se canalice por la derecha.

Mucho se viene hablando en los medios sobre las “pulsiones racistas” de la sociedad francesa. El principal ejemplo es el avance electoral del Front National de Marie Le Pen, que recientemente ganó una elección municipal en el sur de Francia.

La extrema derecha francesa no tiene nada de novedoso: viene desde la Action Française de Maurras a principios del siglo XX, hasta el PPF (Parti Populaire Français), muy importante en los años 40, llegando al inicial Front National de Le Pen (padre). Más allá del mito “republicano” construido luego de la victoria sobre el nazismo, el nacionalismo derechista y xenófobo tiene raíces profundas.

No podría ser de otra manera en un país que basó gran parte de su poderío en la dominación colonialista de grandes extensiones del globo durante los siglos XIX y XX. A esa dominación renunció sólo después de sufrir grandes derrotas militares –Indochina y Argelia– y movilizaciones internas (como la de los inmigrantes argelinos durante la guerra en esa ex colonia). No es de extrañar, entonces, que los que consideraban “inferiores” a los magrebíes, los africanos y demás poblaciones coloniales, los sigan viendo así hoy en día.

Esto se agravó en los últimos años por las políticas racistas de Sarkozy, el anterior presidente, que tomó gran parte de la agenda del Front National. Pero más grave aún es que el gobierno “socialista” de Hollande está decidido a superarlo. Ya tiene el récord de expulsión de gitanos, como lo demuestra el caso de Leonarda.[1]  Esto ha contribuido aún más al desarrollo de la extrema derecha.

Los reaccionarios también se han envalentonado luego de que lograron hacer movilizaciones masivas contra el matrimonio igualitario.

Así, se ha llevado a un clima de violencia islamofóbica, sexista y homofóbica. Este fenómeno reviste una importancia capital y no debe menospreciarse.

Sin embargo, también es cierto que Francia tiene una gran tradición de lucha antifascista. Por empezar, la gran victoria que significo la derrota de Alemania nazi, y que sentó un precedente importante en la constitución del Estado francés de posguerra. Durante los 80, las movilizaciones de inmigrantes y sectores de los barrios populares, así como las movilizaciones anti Le Pen cobraron dimensiones de masas. En los últimos años, verdaderas revueltas populares en los barrios periféricos contra la violencia policial racista ocuparon la escena política.

En las últimas semanas, el gran evento político fue la movilización de los estudiantes secundarios contra la expulsión de una estudiante gitana y de un estudiante armenio. Decenas de liceos fueron bloqueados, y hasta 10.000 estudiantes se movilizaron por las calles de París. Fue un contrapeso importante al clima xenófobo que se vivía. Esto demuestra que el gobierno no sólo es desbordado por derecha, sino también por izquierda.

Asimismo, en las huelgas de PSA o de Goodyear hemos visto pelear codo a codo a los trabajadores de origen francés con aquellos de origen árabe o africano (que constituyen una parte importante del proletariado industrial). Aunque en el terreno electoral el discurso xenófobo del FN ha calado en un sector de la clase obrera, en las luchas lo que prevalece es la unidad de clase contra la patronal.

Hablar de “racismo latente” de la sociedad deja entender la que sociedad francesa es en sí racista. Y sólo es cuestión de que el racismo pase de ser “latente” a manifestarse abiertamente. Como venimos de demostrar, la situación es mucho más compleja, y los contrapesos a izquierda aún son importantes. (A.V.)


[1].- Ver “Francia: Miles de secundarios se movilizan contra la expulsión de gitanos y sin papeles - No a la política xenófoba del gobierno de Hollande”, Socialismo o Barbarie, Nº 267, 29/10/2013.


Movilizar a los trabajadores y la juventud y construir una alternativa de izquierda al gobierno

Socialismo o Barbarie, semanario, 14/11/2013

La tarea central que se desprende de todo esto es que hace falta más que nunca construir una alternativa realmente de izquierda al gobierno. Una alternativa que sea absolutamente independiente de la centroizquierda reformista; es decir, del PCF y el PdeG.

Es la única forma de avanzar en delimitar políticamente los intereses de los trabajadores de aquellos de los sectores patronales. Y, también, de combatir realmente a la extrema derecha.

Si los patrones de Bretaña han logrado montarse en el movimiento en defensa del empleo, es en primer lugar porque el gobierno se ha mostrado incapaz de defender los puestos de trabajo. Hollande se puso del lado de la gran patronal, avalando los cierres de PSA y de Arcelor Mittal. Si la extrema derecha se desarrolla, es porque el gobierno ha ido incluso más allá que Sarkozy en cuanto a política racista y xenófoba.

Como señalamos, la burocracia sindical y la centroizquierda del PCF y el PdG ligada a ella, tienen como única perspectiva edulcorar un poco la política antiobrera del gobierno de Hollande. En ese sentido, actúan como diques de contención de la bronca popular. Impiden que se vaya hacia una verdadera irrupción de los trabajadores, lo que implicaría simultáneamente un (verdadero) giro a la izquierda de la situación política.

Las razones sobran para rebelarse, y no cabe duda alguna de que la bronca crece por abajo. La grave crisis económica y social en la que se encuentra el capitalismo francés reactualizan día a día las posibilidades de que surja alguna chispa que prenda en el reguero de pólvora que son los miles de trabajadores amenazados de despidos, de rebajas de salario, de degradación de sus condiciones. A su vez, hemos sido testigos este año de enormes luchas, como las de PSA, Goodyear y demás empresas, que demuestran las reservas de lucha del proletariado francés.

Pero para que este conjunto de condiciones objetivas abra verdaderamente el escenario de una rebelión popular, hace falta que los factores subjetivos entren en escena: la fuerza militante de los trabajadores antiburocráticos, de la juventud y de los militantes revolucionarios. Derribar los diques que venimos de describir, es una condición sine qua non para que el enorme descontento se procese hacia la izquierda y no hacia la derecha.

Es necesario más que nunca construir una fuerte organización revolucionaria, que dé la pelea por la extensión y la radicalización de las luchas, superando los límites estrechos a los que las condena la burocracia sindical.

Sobre esa base podrá discutirse una verdadera alternativa al gobierno de Hollande, que vaya más allá de las reformas cosméticas que quieren hacer el PCF y el Parti de Gauche. (A.V.)