Haití

Haití no es Tíbet

Las miserias del doble discurso

Por Raúl Zibechi (*)
ALAI, América Latina en Movimiento, 11/04/08

En las últimas semanas hemos podido ver cómo los grandes medios y los gobiernos conservadores del mundo han lanzado una campaña contra los Juegos Olímpicos a raíz de la represión del gobierno de China en Tíbet. En este tiempo hemos visto también cómo las izquierdas latinoamericanas y los medios progresistas han criticado con energía al gobierno de Alvaro Uribe por la acción militar de Colombia contra un campamento de las FARC en suelo ecuatoriano.

En los últimos días la población de Haití salió a las calles para protestar contra el escandaloso aumento de los precios de los alimentos, que se triplicó desde noviembre, y contra la presencia de las tropas de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). La represión ordenada por los mandos de la misión provocó hasta ahora cinco muertos y decenas de heridos. Sin embargo, los que se rasgan las vestiduras por la represión en Tíbet y buena parte de quienes critican con entera razón al gobierno de Uribe, mantienen silencio ante los crímenes en Haití.

El doble rasero de las derechas del mundo no es ninguna novedad ni puede sorprender. Más aún, esa doble moral forma parte de la cultura de las derechas. Duele, sin embargo, que las izquierdas no tengan el valor de ser consecuentes cuando la represión la llevan adelante tropas de países gobernados por partidos de izquierda. En efecto, el grueso de las tropas de la MINUSTAH proviene de países como Brasil (1.211 efectivos) que además comanda la misión, Uruguay (1.147), Argentina (562) y Chile (502). Todos estos países están gobernados por personas que se dicen de “izquierda” o “progresistas”.

Esta presencia militar "progresista" contrasta con las brigadas de salud que Cuba mantiene en la isla. Comparado con los cuatro países del Cono Sur que mantienen soldados a Haití, Cuba es un país pobre que sin embargo ha mostrado que la ayuda humanitaria puede hacerse a favor de los pueblos sin recurrir a la violencia. Según el presidente René Preval, los 400 médicos cubanos que están en Cuba desde hace más de cinco años "han atendido 8 millones de casos, más de 100 mil operaciones quirúrgicas, de ellas 50 mil de alto riesgo". Y destaca además la cooperación en agricultura, pesca y acuicultura y el apoyo de ingenieros cubanos en la única planta haitiana que produce azúcar. Cuba recibió 600 becarios haitianos que estudian en la universidad de Santiago de Cuba.

Los médicos cubanos están dispersos en todo el país, incluso en las regiones más remotas. En contraste, Haití tiene sólo dos mil médicos que en un 90% residen en la capital, Puerto Príncipe. En las zonas atendidas por médicos cubanos la mortalidad infantil cayó de 80 a 28 mil nacidos vivos y se estima que más de 100 mil vidas fueron salvadas por la ayuda cubana. Según Preval, "el tipo de ayuda que necesitamos es como la de Cuba" al punto que asegura que para los haitianos "después de Dios están los médicos cubanos".

¿Porqué Cuba puede enviar ayuda que salva vidas y Brasil y Uruguay, cuyos presidentes se dicen de izquierda, envían balas y muerte? La respuesta está a la vista: Cuba es un país solidario que combate el capitalismo mientras los países del Cono Sur alientan las mismas políticas que están hambreando a los haitianos, entre ellas la expansión de los agrocombustibles a costa de la soberanía alimenticia. Como señala un comunicado de Serpaj América Latina, "Haití producía hace 20 años el 95% del arroz que consumía; hoy importa a Estados Unidos el 80% de ese producto".

Hasta el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, admitió la relación entre el aumento del precio de los alimentos y la producción de agrocombustibles. Ya lo había advertido Fidel Castro en 2007, luego de la visita de George W. Bush a Brasil cuando acordó con el presidente Lula la expansión de los combustibles en base a caña de azúcar y maíz.

Didier Dominque, dirigente de la asociación de sindicatos Batay Ouvriye, señala: "Haití está siendo destruido por intención explícita de quienes construyen paulatinamente un bolsón de mano de obra barata para sus propósitos capitalistas. El estado de severa destrucción social habilita el argumento de la ayuda de la comunidad internacional desde parámetros hegemónicos que solapan un proyecto de explotación como son las zonas francas y su conjunto de maquiladoras". Las izquierdas que gobiernan en Sudamérica forman parte de ese proyecto hegemónico del capital.

Duele y lastima comprobar tanto silencio cómplice. Alegra el espíritu la iniciativa del sociólogo peruano Aníbal Quijano y de la economista mexicana Ana Esther Ceceña de promover un manifiesto para reclamar la salida de la mal llamada misión de paz de Haití y una investigación independiente de los asesinatos cometidos por la MINUSTAH que garantice castigo a los responsables. Pero el castigo político que merecen nuestros gobernantes sólo podrá venir de la presión de los movimientos sociales, para forzarlos a torcer el rumbo neoliberal y romper de una vez con las políticas funcionales al imperio.


(*) Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios grupos sociales.


ONU navega en frente de tormenta

Por Thalif Deen
Inter Press Service (IPS), 10/04/08

La ONU podría verse envuelta en problemas en Haití, donde una protesta por la carestía de alimentos derivó en ataques contra oficinas y miembros de la misión de paz del foro mundial, que lleva casi cuatro años en ese país caribeño.

Hedi Annabi, jefe de la misión de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en esa nación caribeña, dejó apresuradamente Nueva York el miércoles para retornar a Haití, donde más de 7.000 soldados se encuentran desplegados desde 2004 para mantener una precaria paz.

Annabi había viajado a Nueva York para hablar ante el Consejo de Seguridad de la ONU, donde el martes advirtió sobre la "dimensión política" del actual clima de agitación en Haití.

"El creciente descontento del público tiene potencial para socavar los esfuerzos de estabilización", afirmó.

La semana pasada, cuatro personas murieron en protestas contra el aumento del costo de vida. Los manifestantes, en la ciudad de Les Cayes, en la zona sureña del país, quemaron tiendas y abrieron fuego contra miembros de la misión de paz de la ONU.

Los tres mayores contingentes que la componen han sido aportados por Brasil (1.213 efectivos), Uruguay (1.146) y Nepal (1.110).

El secretario general de la ONU, Ban Ki–moon, deploró los ataques y expresó su preocupación por la ola de violencia.

Asimismo, manifestó su "solidaridad ante las penurias que está sufriendo el pueblo haitiano a causa del aumento en el precio de los alimentos y los combustibles".

Una conferencia de donantes internacionales está prevista para el 25 de abril en Puerto Príncipe. Annabi los urgió, al igual que al sector privado, a trabajar con el gobierno haitiano para encontrar formas creativas de obtener lo que denominó "dividendos de la estabilidad", que mejorarían de forma inmediata y tangible la situación socioeconómica.

Esto, agregó, debe incluir una urgente ayuda humanitaria, seguida por una asistencia de largo plazo al sector agrícola para incrementar el rinde de las cosechas.

En un informe de 19 páginas al Consejo de Seguridad, Ban destacó que deben atenderse con rapidez las privaciones de la población: 76 por ciento de los haitianos viven con menos de dos dólares al día.

"La debilidad del poder de compra es una constante preocupación, en conexión con bienes básicos de uso cotidiano y otros importados, que representan alrededor de 60 por ciento de los productos disponibles en el mercado", señaló en su informe.

Por otra parte, los recientes aumentos en el precio de la harina, el arroz y el aceite han generado mayores penurias, mientras que el acceso a servicios sociales básicos (salud, educación y agua potable) permanece extremadamente limitado.

"La permanencia de la pobreza extrema en las áreas rurales es una de las causas principales del rápido crecimiento de la población urbana", indicó Ban.

En el índice de desarrollo humano que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Haití figura en el puesto 146 entre 177 países. Asimismo, se encuentra entre las 50 naciones menos desarrolladas, las más pobres entre las pobres del mundo.

El foro mundial ha prorrogado en sucesivas ocasiones el mandato de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití desde mediados de 2004. En febrero de ese año, el entonces presidente constitucional Jean–Bertrand Aristide fue depuesto y expulsado del país por infantes de marina de Estados Unidos en medio de una ola de violencia delictiva y política.

El actual gobierno emergió de comicios celebrados en febrero de 2006, tras ser postergados en cuatro ocasiones.

El informe de Ban señala que el gobierno ha continuado sus esfuerzos para extender su mano a grupos políticos y fortalecer las instituciones del Estado.

"Sin embargo, la situación continúa siendo precaria por las permanentes divisiones políticas y la debilidad de las instituciones estatales, al igual que por la ausencia de mejoras significativas en las difíciles condiciones de vida de la mayoría de la población", agregó.

Annabi dijo ante el Consejo de Seguridad que aunque hubo durante los últimos seis meses algunos avances en materia de reforma de las instituciones queda aún mucho por hacer. Si bien hay 8.450 policías en servicio, se requieren 14.000 para cumplir con las funciones básicas de la fuerza, agregó.

Asimismo, destacó que el sistema carcelario de Haití es "inaceptable desde el punto de vista de los derechos humanos y la seguridad".

En declaraciones a la prensa, Annabi señaló que las tensiones entre los actores políticos y entre las distintas ramas del gobierno han escalado en ocasiones y socavaron la confianza de la gente. Puso como ejemplo un reciente debate legislativo sobre supuestas irregularidades en el gasto público, en el que hubo disparos de armas de fuego.