Haití

Haitianos desplazados por segunda vez

Por Ansel Herz
Inter Press Service (IPS), junio 2010

Puerto Príncipe.- Miles de víctimas del terremoto de enero en Haití corren el riesgo de ser desplazadas nuevamente, dado que los dueños de terrenos en la capital se impacientan con los campamentos improvisados en sus propiedades.

El sismo del 12 de enero, de siete grados en la escala de Richter, dejó más de 220.000 muertos y más de un millón de personas sin techo. En un campamento ubicado en el sucio estacionamiento del centro de reuniones Palais de L'Art, en el centro de Puerto Príncipe, el temor y la frustración aumentó cuando las semanas se convirtieron en meses y las autoridades no emitieron ni una palabra sobre cuándo habría viviendas sustentables disponibles.

El dueño del centro echó el cerrojo el lunes a un portón de metal, obligando a por lo menos 150 habitantes de las tiendas a trepar un muro parcialmente derrumbado de 1,5 metros de altura para acceder a sus refugios y sus pertenencias.

"Si tuviéramos otro lugar al que ir no estaríamos aquí, sufriendo de esta manera", dijo Reynold Louis-Jean, quien lidera el comité organizador del campamento.

"Tenemos ancianos, personas discapacitadas, que han perdido miembros. Ahora tenemos que cargarlos para que puedan entrar y salir", agregó.

El dueño de la propiedad "está intentando expulsarnos, (y) no podemos aceptar esto", dijo mientras las familias transportaban cubos de agua por encima de la pared. La Cruz Roja dejó de suministrar agua al campamento.

Joseph Saint-Fort, el dueño del club, dice estar reparando el muro derrumbado, impidiendo totalmente el acceso al lugar. Un montón de bloques de concreto aguardan en su patio.

En cartas y reuniones que tuvieron lugar durante dos meses, el gobierno haitiano y funcionarios de organizaciones no gubernamentales dijeron a Saint-Fort que esperara hasta que se puediera hallar tierra para reubicar el campamento.

Pero su paciencia se agotó. Advirtió durante semanas que si nadie le pagaba por usar su tierra o se iba de allí, él cerraría el portón.

"Nadie me propuso nada. Ellos tendrán que obligarme a dejar que esas personas se queden. Tengo contratos con muchas personas desde antes del terremoto. No es que yo sea codicioso, es simplemente que éste es el lugar que yo usaba para ganarme la vida", expresó.

El gobierno haitiano y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acordaron en abril una moratoria temporaria a los desalojos forzados de los campamentos. Dijeron que ningún terrateniente debería expulsar a quienes viven en las tiendas a menos que haya un espacio alternativo que cumpla con los estándares humanitarios mínimos.

"Tomamos la decisión juntos. Pero aplicarla es otra historia", dijo en una entrevista con IPS el ministro del Interior, Paul Antoine Ben-Aimé. "Hasta ahora no le hemos comunicado nada a la población", agregó.

No está claro si la moratoria todavía está en vigor. Pero eso no parece importar, porque no se hace cumplir nada. "En buena medida estamos en una zona gris, en términos de lo que realmente se aplica y lo que no", dijo Ben Majekodunmi, de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah).

Según él, los cascos azules no pueden implementar una moratoria a los desalojos y que las autoridades haitianas parecen no estar al tanto de la medida. "Éste es un problema enorme que no puede abordarse caso por caso. Tenemos que tener una política" al respecto, dijo Majekodunmi a IPS.

El gobierno haitiano envió en abril una carta a Saint-Fort, el dueño del Palais de L'Art, diciéndole que en el norte de Puerto Príncipe habría tierras disponibles a las que se podría mudar el campamento. Saint-Fort dice que desde entonces el Ministerio del Interior no lo contactó.

En el campus de una escuela metodista privada ubicada en el barrio residencial de Petionville, 200 familias acampan en las inmediaciones de una cancha de básquetbol. Mujeres que trabajan como vendedoras ambulantes dicen que la entrada al campamento a menudo está cerrada cuando necesitan salir, temprano en la mañana.

La organización humanitaria World Vision distribuyó tiendas de campaña pero "enfrentó problemas" al instalar letrinas y suministrar agua al campameno, según uno de sus voluntarios.

"World Vision está creando un problema al brindarles ayuda", dijo telefónicamente a IPS el pastor Thelesier Elysee. "Tenemos demasiada gente ocupando el espacio (y) creando inseguridad. Necesitamos que los trasladen" a otra parte, dijo, antes de colgar abruptamente el teléfono. Otros pastores que administran la escuela se negaron a formular declaraciones.

A menudo la capital haitiana es catalogada como "hacinada". Pero el barrio de Tabarre, en el norte de la ciudad, está salpicado de terrenos verdes vacíos que se extienden a lo largo de transitadas carreteras.

En el centro de Puerto Príncipe, el gobierno y la ONU siguen adelante con sus planes para reubicar a miles de desplazados de los campamentos instalados en torno al palacio de Fort National, una de las zonas más dañadas de la ciudad.

Según un documento interno, la Cruz Roja canadiense estuvo "por comenzar a construir refugios transitorios", pero a último momento tuvo que suspender el proyecto en Fort National.

Los refugios transitorios son casas diminutas que ofrecen más estabilidad y protección de las condiciones meteorológicas extremas que las tiendas y las lonas.

Los expertos pronostican una temporada de huracanes muy activa, que oficialmente empezó la semana pasada.

En el Palais de L'Art, las familias de desplazados ya tienen que hacer frente a las fuertes lluvias de la tarde, que se filtran por arriba y por debajo de las tiendas, sumándose a la presión del dueño del lugar para que se vayan.

"Necesitamos que nos den otro lugar, pero no hay ninguna parte a donde podamos ir", dijo a IPS Michel Odinor parado, con el torso desnudo, bajo un típico aguacero vespertino.


Sin casa y con un ojo en el cielo

Por Montse Martínez
Desde Puerto Príncipe
El Periódico, 14/06/10

A casi seis meses después del seísmo, un millón y medio de haitianos 'sin techo' se reparten en más de un millar de campamentos con la amenaza inminente de los ciclones

Llegar a Puerto Príncipe por aire provoca un espejismo en una mirada acostumbrada al primer mundo. Retazos azules, muchos, salpican el paisaje rompiendo el gris de las edificaciones o, mejor dicho, de lo que queda de ellas. Como si cada casa tuviera, si no piscina propia, sí una muy próxima. Hasta que los retazos azules vistos desde el cielo son cada vez más, algunos especialmente grandes. El espejismo dura poco porque no es agua el azul que se ve desde las alturas. Azules son los plásticos que se han convertido en el techo de los haitianos que lo perdieron el pasado 12 de enero, cuando un devastador terremoto provocó 300.000 muertos y dejó las estructuras del país en ruinas. Estos plásticos azules, conocidos como prelat, son uno de los bienes más preciados ahora en Haití.

Establecimientos espontáneos

Han pasado cinco meses, ha arrancado la temporada de ciclones y un millón y medio de personas siguen viviendo en la calle repartidas en campos de desplazados. La última cifra de Naciones Unidas, actualizada este mes, registra 1.241 asentamientos en todo el país, la mayor parte en la capital, Puerto Príncipe, y sus aledaños. Cuando la tierra tembló salieron con lo puesto y se apostaron allí donde había espacio. La plaza de su barrio o el patio de la escuela de los niños, por poner dos de los ejemplos más comunes. En plazas como esas, patios escolares similares, en parterres, jardines, aceras, unos más grandes, otros más pequeños, unos más céntricos, otros en los aledaños. De entre 500 personas, los menos poblados, hasta 50.000, los más densos. Hay más de un millar de emplazamientos espontáneos registrados. Dos grandes campamentos oficiales, el campamento Coralle y Tabar Issa      --levantados con autorización y supervisión del Gobierno de forma ordenada y con los mínimos servicios garantizados-- concentran a 70.000 personas. El resto, hasta llegar a un millón y medio, se hacinan en los emplazamientos espontáneos en condiciones que rozan lo infrahumano. Un ejemplo ayuda a hacerse una idea de las condiciones. Si los estándares internacionales de asistencia a desplazados establecen unos mínimos de una letrina por cada 20 familias, en Haití se están dando casos de una letrina para cada 100.

Un montón de preguntas

Aquellos campamentos, larvados de forma espontánea en el momento de máxima crisis por la necesidad de salir de cualquier estructura a cubierto para salvar la vida y por la imposibilidad de retornar bajo techo por haberse convertido en ruinas, han pasado de ser solución de emergencia a vida cotidiana. Ese día a día no es fácil. ¿De dónde sale el agua potable para más de un millar de personas concentradas en una plaza? ¿Dónde hacen sus necesidades con unas mínimas garantías de higiene para evitar convertirse en foco de malaria? ¿Dónde se duchan? ¿Qué comen? ¿Dónde cocinan?. Cada amanecer es un reto.

Más de una respuesta

Un millón y medio de personas viviendo en la calle con los ojos puestos cada día en el cielo esperando el primer ciclón y renegando de su Gobierno, un Gobierno debilitado, más si cabe, tras el terremoto, incapaz de responder con rapidez y eficacia a todos los retos que implica la reconstrucción del país. En este escenario, Naciones Unidas y las oenegés, como canalizadores de la ayuda internacional, se han convertido en actores de primer orden. Con la ayuda en sus manos, trabajan codo con codo con un Gobierno desbordado, sin estructura administrativa y desesperadamente lento en sus decisiones y gestiones. Y aflora la pregunta clave: por qué cinco meses después hay un millón y medio de haitianos malviviendo en las calles cuando el mundo se volcó económicamente con un país devastado. Por qué el dinero no llega al pueblo haitiano traducido en casas, asistencia sanitaria, educativa y social. La respuesta es tan poliédrica como la propia situación.

Sin edificios, sin papeles, sin registros

La oenegé catalana Intermon Oxfam, integrada en la federación de oenegés Oxfam Internacional, es una de las miles que trabajan sobre el terreno en suelo haitiano. La responsable de la misión de Oxfam Internacional en Haití, Antonella Scifo, no tiene dudas al afirmar que Haití constituye en estos momentos uno de los desafíos humanitarios más complejos de los últimos tiempos. Y apunta una reflexión clave para entender la lentitud del proceso. “Haití corre un riesgo altísimo de convertirse en un país excesivamente dependiente de los organismos internacionales”, argumenta Scifo para añadir: “Por eso cada decisión se está consensuando con el Gobierno del país con el objetivo de que Haití tenga las riendas de su reconstrucción”. Pero cada gestión, por pequeña que sea, es un trabajo titánico y lento para un Gobierno que casi no existe administrativamente. Se cayeron los ministerios, desaparecieron archivos y documentos, no hay registros de propiedad. ¿Cómo el Gobierno puede hacer uso de una tierra con rapidez para ubicar a sin techo si sabe quién es el propietario pero no hay registro de la propiedad o se han perdido los propios titulos que acreditan la misma? El caos administrativo alcanza límites insospechados.

“Cada decisión consensuada ralentiza el proceso y puede ser analizada desde fuera como una falta de eficacia en la actuación tanto del Gobierno como de las mismas oenegés y organismos internacionales”, apunta la responsable de Oxfam Internacional en Haití que reconoce que, pese a todas estas complicaciones reales, el Gobierno haitiano podría ser más ágil en algunos aspectos.

La amenaza del ciclón

La Organización Internacional para Migraciones (OIM), el brazo de Naciones Unidas que tiene como objetivo controlar las migraciones de personas afectadas por conflictos o desastres en unas condiciones humanas y de forma ordenada, supervisa la situación en los campos. El máximo responsable de la coordinación entre los gestores de todos los campamentos, Shaum Scales, explicó a El Periódico que los procesos administrativos son lentos por las gravísimas carencias administrativas del Gobierno. Scales admitió la seria amenaza que supondría para los desplazados la llegada de un ciclón importante y apuntó que, lo prioritario, es detectar qué campamentos están más en peligro ante la llegada de lluvias y vientos y tomar las medidas oportunas.