Haití

A 2 años del terremoto (I de IV)

Haití, mister Clinton tiene un plan para ti

Por Paco Gómez Nadal
Otramérica, 12/01/12

No hay olvidos casuales. Si han desaparecido de la memoria las dos últimas invasiones estadounidenses a Haití (1994 y 2004), ahora son invisibles las iniciativas de la “reconstrucción” del país tras el terremoto del 12 de enero de 2010, comandadas por el ex presidente estadounidense Bill Clinton. Dependencia y colonialismo del siglo XXI camuflado de caridad.

Bill Clinton con el actual presidente, un simpatizante del ex dictador Duvalier

En septiembre de 1994 Bill Clinton tomó una decisión ‘humanitaria’. No quería más humanos migrantes hatianos en sus costas y quería controlar un país rebelde y molesto con un predicador que estaba mandando demasiados mensajes anticapitalistas y anti-estadounidenses. Por eso, invadió Haití. Su país, Estados Unidos, volvió a intervenir en la mitad invisible de una isla colonial, en 2004. Lo hizo con la ayuda de Francia, la antigua metrópoli.

Hoy Bill Clinton es el co-presidente de la llamada Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití(CIRH). El mismo que invadió el país; el mismo consultor que en 2009 recomendó lo que Estados Unidos ha recomendado para Haití desde los tiempos del dictador Papa Doc Duvalier: una gran maquila que aproveche la “competitividad” de sus salarios de miseria; el mismo que lleva de gira a Haití a diseñadores de moda, actores y presentadores de televisión en una especie de “humanitarian washing” de máxima rentabilidad (como la escandalosa campaña de la diseñadora de moda Donna Karan, que ha visitado 6 veces Haití en compañía de Clinton).

Por Haití han pasado todas las caras del "famoseo solidario" pero el efecto ha sido mínimo (Por ejemplo: el actor Sean Penn, con ayuda del ejército de EEUU, trasladó a 5.000 personas de un campo de golf convertido en campamento de refugiados a la zona de Corail-Cesselesse, para construir una nueva ciudad para ellos y otras 250.000 personas. Eso no ha ocurrido en dos años y el hecho es que, simplemente, el campemento cambió de ubicación).

La figura de Clinton puede ser el símbolo de la intervención extranjera en Haití, esa que no cesa, esa que no permite la autoderteminación del país caribeño. Si Francia o Estados Unidos habían hecho todo lo posible por ‘castigar’ a los haitianos por su aventura libertaria, el terremoto de 2010 terminó de complicar todo y abrió la puerta a la colonización camuflada.

¿Qué ha pasado dos años después del terremoto que mató a un cuarto de millón de haitianos y que conmovió al mundo? Lo primero es el olvido y el silencio mediático. La mayoría de grandes medios sólo regresa a Haití para los grandes eventos o para hacer contenidos melodramáticos que hablan de coraje, esfuerzo y ayuda humanitaria. Pero esto nos lleva al segundo efecto: una ayuda humanitaria desastrosa, una baja eficiencia y una ‘animalización’ de los haitianos que se suma a las décadas de oprobio que ya ha sufrido este pueblo.

 El 30% de los ‘beneficiarios’ de Dinero por Trabajo, denuncia que ha tenido que “pagar” por el trabajo, un 10% dice que consiguió el empleo a cambio de favores sexuales.

Cooperación fallida

Ejemplos hay demasiados. Como las 128 casas que construyó Venezuela en tiempo récord –estaban listas en marzo de 2010- y que no fueron usadas hasta septiembre de 2011, pero en su mayoría por ‘okupas’ desesperados por la falta de vivienda. O cómo los programas de Dinero por Trabajo (CFW, en sus siglas en inglés) que impulsan Naciones Unidas u organizaciones no gubernamentales como Oxfam, Acció contra el Hambre, Mercy Corps o el Tear Fund. Según relata el espacio alterno de información Haití Grassroots Watch (HGW), estos programas pagan 5 dólares al día a personas que trabajan removiendo escombros o reparando infraestructuras básicas. Y 10 dólares el día a los jefes de equipo, que se convierten en auténticos caciques. Una investigación del funcionamiento del programa en el barrio Ravine Pintade, de Puerto Príncipe, desvela que el 30% de los ‘beneficiarios’ denuncia que ha tenido que “pagar” por el trabajo, un 10% dice que consiguió el empleo a cambio de favores sexuales, la mayoría explica que los programas CFW generan disputas entre vecinos.

Hay organizaciones trabajando de forma honesta, sin duda, pero el programa de reconstrucción de Haití es, en general un catálogo del despropósito. Los organismos internacionales acusan con la boca pequeña a las “fallidas” instituciones haitianas de la poca eficacia de la ayuda humanitaria. Pero la plataforma informativa Disident Voice ha realizado una completa investigación que demuestra como de los 2.000 millones de dólares que los países del Norte Global han destinado a Haití, sólo el 1% es gestionado por el Gobierno haitiano, el 34% es manejado por los propios donantes o por las ONGs y el 28% llega a las agencias y programas de Naciones Unidas. El resto es pagado a los mismos que lo donan. Es decir, por ejemplo, Washington se ha pagado a sí mismo, según la Oficina de Investigaciones del Congreso de Estados Unidos, 655 millones de dólares por los “servicios” de sus propios soldados y otros 220 millones por servicios de salud.

Caridad y negocio

Si la cooperación para atender el desastre es fallida… ¿qué se está haciendo para construir un futuro para el país? El diseño es externo y el efecto escaso o pernicioso. El mediático presidente de Haití, Michel Martelly, tomó el poder en mayo de 2011 y necesitó seis meses para nombrar primer ministro. El presupuesto anual del gobierno de Martelly es la mitad que el que manejan en 12 meses los militares y policías internacionales de la Misión de Estabilización  de la ONU para Haití (Minustah). Y el cantante presidente reconoce que no sabe “dónde han ido a parar los 4.000 millones de dólares que han llegado al país desde el terremoto”.

No lo debe saber porque transparencia no es una palabra que se conjugue en toda esta operación que, mientras ha sido incapaz de levantar soluciones de habitación para el medio millón de haitianos que siguen en las calles, sí ha podido levantar el Parque Industrial Caracol, donde han invertido unos 200 millones de dólares. El Gobierno de Martellu, que defiende la inversión por encima de la cooperación, ha declarado el país “abierto a los negocios”. Y los negocios, como el del Parque Caracol, instalado lejos de la zona del terremoto, son inmensas maquilas donde ya trabajan unos 30.000 hatianos a cambio de salarios de risa. El Gobierno quiere 200.000 trabajadores más bajo este sistema de servidumbre. La prisa en levantar Parques Industriales quizá tenga que ver con la ley que aprobó Washington tras el terremoto y que permite importar ropa a Estados Unidos sin pagar aranceles desde Haití. Los coreanos de SAE-E lo entendió rápido y esta empresa que fabrica ropa para marcas estadounidenses como GAP, Wal-Mart o K-Mart, ya produce en sus 20 maquilas de Haití 1.4 millones de piezas al día.

El Parque Caracaol, como denuncia HGW, ha sido instalado donde indicó la consultora estadounidense Koios Associates, en 243 hectáreas que, según los expertos, estaban vacíos. No repararon en las 300 parcelas agrícolas, ni hicieron estudios de impacto ambiental, ni calcularon la repercusión de la gran movilización humana que significará el gigante centro de maquilas. “el proceso del estudio y la selección de sitios no fue acompañado de una investigación ambiental, hidrológica o topográfica amplia”, reconoce Koios.

Haití gasta el 80% de sus ingresos en importar 550 millones de dólares de alimentos al año, principalmente, arroz, azúcar y aves de corral que llegan desde Estados Unidos.

Hambre y dependencia

Los problemas para conseguir alimentación en Haití no son –sólo- consecuencia del terremoto. En abril de 2010, el mismísimo Bill Clinton reconoció, casi llorando, que la política agraria de su Administración quebró a los arroceros haitianos y acabó con la soberanía alimentaria de ese país. De hecho, USAID fue utilizada también para eliminar el cerdo criollo, el 50% de la producción alimenticia nacional. Todas las fuentes coinciden que Haití era autosuficiente en materia alimentaria hace 30 años. El Gobierno de Estados Unidos, según las “confesiones” de Clinton –“pensábamos que estábamos ayudando a Haití y, en realidad, hicimos un pacto con el demonio”-, acabó con esa soberanía y hoy Haití importa el 60% de lo que sus ciudadanos malcomen. ¿Adivinen  desde dónde? Según Regine Barjon, de la Cámara de Comercio Haitiana-estadounidense, Haití gasta el 80% de sus ingresos en importar 550 millones de dólares de alimentos al año, principalmente, arroz, azúcar y aves de corral que llegan desde Estados Unidos.

El terremoto arrasó también con la memoria del porqué de la inseguridad alimentaria de Haití. Mientras la FAO y otras organizaciones pedían fondos para entregar semillas y herramientas a la nueva población rural que había huido de Puerto Príncipe y de otros núcleos urbanos afectados por el terremoto, la temible empresa Monsanto y el Gobierno de Estados Unidos idearon algo mejor: inundar el país de semillas transgénicas y, de paso, asegurar un buen negocio para los viejos amigos. Es decir, Monsanto donó 550 toneladas (4 millones de dólares) en semillas transgénicas de maíz y otros vegetales y la agencia de cooperación estadounidense, USAID, se inventó un programa de “desarrollo agrícola sostenible” con esas semillas. Winner, que ese es el acrónimo del proyecto, le cuesta a EEUU 126 millones de dólares en 5 años y fue concedido en gestión a la empresa privada Chemonics International que en Haití es representada por Jean Robert Estimé, quien fuera ministro de Exteriores con el dictador Duvalier.

Lo que se ve y no se cuenta

Describir la situación de Haití requiere de mucho espacio. Este es sólo un adelanto de la realidad que ocurre mientras los grandes medios se entretienen en publicar tópicos. El día 12 habrá muchos de esos reportajes. Nosotros volveremos a hablar de Haití mañana martes 10 de enero a propósito del vergonzoso y cuestionable papel de la Minustah, y el miércoles 11 sobre la voz acallada de las y los haitianos. Mientras, vamos aprovechando para abriros la ventana a algunas fuentes de información.


A 2 años del terremoto (II de IV)

El buen negocio de reconstruir Haití

Por Equipo Otramérica
Otramérica, 12/01/12

Los hechos sobre la cooperación en Haití tras el terremoto son escandalosos. A pesar de la falta de transparencia con la que se gestionan las investigaciones logran mostrar un entramado de negocios privados, colonialidad en su gestión, falta de eficacia y discriminación. Un desastre es una "buena oportunidad"... de negocios.

¿”Reconstrucción” o saqueo y destrucción a beneficio de ONG’S e “inversores”?

La ONG Intermon Oxfam concluye que dos años después del terremoto de Haití “más de 519.000 personas viven todavía en tiendas de campaña y bajo lonas en 758 campamentos; la mitad de los escombros siguen sin haberse recogido; el cólera se ha cobrado miles de vidas y representa una amenaza muy importante para la salud pública; pocos haitianos tienen acceso a servicios básicos; la mayor parte de la fuerza laboral está desempleada o subempleada; el 45 por ciento de la población se enfrenta a la inseguridad alimentaria; y las elecciones, seguidas de una confrontación política entre el presidente electo y el Parlamento, han impedido que avance la reconstrucción”.

Es parte de su informe El Lento Camino hacia la Reconstrucción. Según relatan las noticias sobre el informe de Oxfam, la ONG del Norte global explica que las elecciones de principios de año y el posterior enfrentamiento entre el presidente y el parlamento "han impedido la reconstrucción" y es hora de recuperar tiempo perdido y hacerlo involucrando a todas las partes.

Es decir, la culpa, al final del paseo, es de los haitianos. Pero resulta que Oxfam peca de omisión -voluntaria o involuntaria- en su informe o, lo que sería peor, de una mirada colonial imperdonable. La ONG insiste en que 7 de cada 10 dólares que entran al país proceden de la cooperación no denuncia que 9 de cada 10 dólares de la cooperación son manejados por ONGs, organizaciones gubernamentales o empresas privadas extranjeras. Es decir, que el Gobierno y las organizaciones de Haití apenas rozan el 1% de las donaciones destinadas a Haití (unos 3.600 millones de dólares en estos dos años si se suma la ayuda humanitaria y la ayuda a la reconstrucción). Tampoco cuenta que 1.556 millones de dólares han sido gastados desde enero de 2010 en pagar a los cuestionados militares de la Misión de Estabilización de Haití de la ONU.

Para tener una mirada más centrada sobre la realidad, nos asomamos al artículo de Bill Quigley y Amber Ramanauskas Siete lugares a donde fue y no fue el dinero del terremoto publicado en BahiaNoticias y traducido por Alicia Vega. En él se resumen las principales investigaciones sobre el destino de las donaciones a Haití. Publicamos un extracto revelador:

El mayor receptor individual de dinero del terremoto de EE.UU. fue el gobierno de los EE.UU.. Lo mismo es válido para las donaciones de otros países.

Inmediatamente después del terremoto, los EE.UU. asignó $ 379 millones en ayuda y envió tropas integradas por 5000 soldados.

The Associated Press descubrió que de los $ 379 millones en dinero inicial de EE.UU. prometido a Haití, la mayoría no era realmente dinero que iba directamente a Haití, o en algunos casos ni siquiera indirectamente. Se documentó en enero de 2010 que treinta y tres centavos de cada uno de estos dólares para Haití se le dio en realidad directamente de retorno a los EE.UU

Cuarenta y dos céntimos de cada dólar se fue a organizaciones no gubernamentales privadas y públicas como Save the Children, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y  la Organización Panamericana de la Salud

El Enviado Especial de la ONU para Haití, informó que de los $ 2.4 mil millones de financiación humanitaria, el 34 por ciento fue reemblsado de nuevo a los propios entes donantes civiles y militares para la respuesta al desastre, el 28 por ciento se le dio a las agencias de las Naciones Unidas y organismos no gubernamentales (ONG) para determinados proyectos de la ONU, el 26 por ciento fue entregado a los contratistas privados y otras organizaciones no gubernamentales, un 6 por ciento se presentó como servicios en especie a los beneficiarios, el 5 por ciento a la comunidad internacional y las sociedades nacionales de Cruz Roja, un 1 por ciento se presentó al gobierno de Haití, cuatro décimas de un  1 por ciento de los fondos se destinaron a organizaciones no gubernamentales de Haití.

El Centro para la Investigación Económica y Política, la fuente más favorable para obtener información precisa sobre este tema, analizando todos, los 1.490 contratos adjudicados por el gobierno de los EE.UU. después del terremoto de enero 2010 hasta abril de 2011; encontró que sólo 23 contratos fueron para empresas haitianas.

La Cruz Roja Americana recibió más de $ 486 millones en donaciones para Haití. Se dice que dos tercios del dinero fue invertido en los esfuerzos de socorro y recuperación, aunque los detalles específicos son difíciles de conseguir. El consejero delegado de la Cruz Roja Americana tiene un sueldo de más de 500.000 dólares al año.

Hay un  contrato conjunto de $ 8,6 millones entre la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) con la empresa privada CHF para la remoción de escombros en Puerto Príncipe. CHF es una empresa de desarrollo internacional políticamente bien conectada con un presupuesto anual superior a los $ 200 millones, cuyo CEO cobró $ 451.813 en 2009.

Los presidentes George W. Bush y Bill Clinton anunciaron una iniciativa para recaudar fondos para Haití el 16 de enero de 2010. A partir de octubre de 2011, el Fondo había recibido $ 54 millones en donaciones. Se ha asociado con varias organizaciones haitianas e internacionales. Aunque la mayor parte de su trabajo parece ser admirable,  ha donado $ 2 millones para la construcción de un  hotel de lujo haitiano de $ 29 millones.

Aprovechando el desastre, Lewis Lucke, un coordinador de ayuda de alto rango de USAID, se reunió dos veces en su calidad de USAID con el Primer Ministro haitiano inmediatamente después del terremoto. Él renunció a la agencia y fue contratado por 30.000 dólares al mes por una corporación de Florida Ashbritt (ya conocida por su gran oferta no otorgada en Katrina) y un socio próspero de Haití para presionar para los contratos de desastre. A Ashbritt y sus socios haitianos se les concedió antes 10 millones de dólares sin contrato de oferta. Lucke, dijo que él desempeñó un papel decisivo en la obtención de otro contrato de $ 10 millones del Banco Mundial y otro más pequeño a partir de CHF Internacional antes de que su relación terminara.

A casi dos años después del terremoto, menos del 1 por ciento de los $ 412,000,000 en fondos de EE.UU.  destinados específicamente a las actividades de reconstrucción de la infraestructura de Haití se habían gastado por la USAID y el Departamento de Estado de EE.UU. y sólo un 12 por ciento incluso fue obligado de acuerdo con un informe de noviembre 2011 de la Oficina de Contabilidad del Gobierno de EE.UU.

El Miami Herald señaló que a partir de julio de 2011, de los $ 3.2 mil millones en proyectos aprobados por la CIDH sólo cinco habían completado un total de $ 84 millones. La Comisión Interina de Recuperación de Haití (CIDH), que fue duramente criticada por los haitianos y otros desde sus inicios, ha sido en efecto suspendida ya que su mandato terminaba a finales de octubre de 2011. El Fondo de Reconstrucción de Haití se creó para trabajar en conjunto con la CIDH, así que mientras su pareja está suspendida, no está claro cómo se puede avanzar.


A 2 años del terremoto (III de IV)

Minustah, la vieja enemiga de Haití

Por Equipo Otramérica
Otramérica, 12/01/12

Haití es uno de los países más seguros del Caribe, pero tiene la tercera misión más grande de Cascos Azules de la ONU después de Darfur y República Democrática de Congo. Algo no cuadra. Los soldados y policías de la ONU acumulan denuncias jamás investigadas y su presencia ha costado a la comunidad internacional algo más de 1.500 millones de dólares desde 2010.

Una protesta contra la odiada Minustah

Si usted lee las catastróficas crónicas de algunos diarios pensará que pisar Haití es casi una condena de muerte. Pandilleros, fantasmagóricos desarrapados en busca de comida o agua, violentos habitantes de la nada… Seguro que hay parte de esto, pero parece que esta descripción no es muy ajustada.

En 2010 murieron de forma violenta en Haití 689 personas. Una tasa de homicidio de 6,9 por cada 100.000 habitantes. Muy lejos, pero que muy lejos, de la tasa de la vecina República Dominicana (28), de Puerto Rico (26,2) o del imperio brasileño (26,2), de la temida México (18) o de la brutal Venezuela (67).

Sin embargo, ninguno de estos  últimos países cuenta con una “fuerza de estabilización” que, según su mandato, está en Haití para “establecer un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar un proceso político, fortalecer las instituciones del Gobierno de Haití, apoyar la constitución de un estado de derecho, y promover y proteger los derechos humanos”.

Para eso, la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah, por su acrónimo en francés, la lengua de la vieja metrópoli) cuenta con 12.270 efectivos, unos 2.000 más que la propia policía haitiana; con un presupuesto que dobla el del Gobierno Nacional de Haití (1.556.461.550 dólares desde enero de 2010). Para eso y para algo más.

Cólera azul

Si las balas de los ‘malos’ han matado a 689 personas en 2010 en Haití, la munición letal de la Vibrio Cholerae ha matado ya a casi 7.000 personas y ha dejado a unos 514.000 víctimas desde que en octubre de 2010 regresara el cólera al país devastado previamente por el terremoto. No llegó sola la cepa. Lo hizo, también, de la mano de la Minustah, tal y como apuntaba el informe científico encargado por la propia ONU a un panel de científicos independientes hecho público en mayo de 2011.

A pesar de que el informe señala que la cepa, con toda probabilidad, fue llevada a Haití por miembros del contingente nepalí de la Minustah y propagada por las lamentables condiciones higiénicas de su campamento, hace tan sólo unas semanas el representante adjunto de la ONU en la Minustah, Nigel Fisher, volvía a negar cualquier responsabilidad de la misión en la propagación de la epidemia.

Por si la ONU pretende enterrar el escándalo, como ha hecho con otros, el Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití y la Facultad de Derecho de Santa María (Brasil) ya han iniciado acciones legales contra la ONU por daños y perjucios.

En un reciente artículo en The Guardian, Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy Research (CEPR) se preguntaba: “¿Si una organización internacional hubiese traído una enfermedad letal a la ciudad de Nueva York que causara la muerte de más gente que los ataques del 11 de septiembre, cuales serían las consecuencias? ¿Podrían simplemente ignorarlo,  sin que alguien los responsabilice? Obviamente, la respuesta es que 'no', y lo mismo sería cierto si hubiera ocurrido en la mayoría de los países del hemisferio. Pero hasta ahora, parece que no hay consecuencias si esto ocurre en Haití. (…) Por alguna razón, la 'comunidad internacional' piensa que se puede hacer cualquier cosa en Haití y con impunidad”.

Las masivas protestas de los haitianos contra la Minustah no han tenido, obviamente, la cobertura mediática que cualquier ladrillo puesto por la cooperación internacional o que cualquier visita de un actor famoso a la zona del desastre humanitario.

Minustah, un viejo enemigo

La propia presencia de Minustah en Haití comienza mal. La misión de la ONU llega para “estabilizar” lo que Estados Unidos había desestabilizado primero, con la invasión de 2004 y la expulsión del presidente Aristide. Este ‘pequeño’ detalle, que parece olvidarse en el tiempo, hace que se interprete a la Misión como “una fuerza para el sostenimiento de la paz en un país donde no hay guerra ni genocidio”, según la define Camille Chalmers, director de la Plataforma Haitiana para un Desarrollo Alternativo (PAPDA). Chalmers ha manifestado a radio FM En Tránsito que la Misión de paz “no está ayudando al pueblo de Haití sino que está agudizando su crisis”.

Chalmers, economista y líder social clave en Haití, critica, además, la cobertura de los grandes medios de comunicación, que "hacen una construcción ideológica basada en estereotipos y en un desconocimiento total de la realidad haitiana. De ese modo se justifica la injerencia militar en el país". Y si revisamos las coberturas de este aniversario de los dos años del terremoto parece que es así: los violadores y las prostitutas haitianos, el gobierno ineficiente, el paisaje sin futuro... Y, casi siempre, los voceros occidentales de las organizaciones occidentales hablando por los haitianos, usurpando la voz al primer pueblo emancipado de las Américas. Como escribía Alizia Stürtze, lo que muestran los medios son "haitianos violentos, haitianos saqueadores, haitianos rodeados de basura y escombros, haitianos tirados en plena calle muriéndose de cólera, haitianos que se quieren cargar unas elecciones «democráticas»...  (...) para animalizarlos, vincular sus acciones de protesta o su respuesta a la desgracia impuesta con los instintos incontrolados y la ferocidad más incivilizada, despojarlos de dignidad y orgullo".

Pocas informaciones dan cuenta de las manifestaciones permanentes contra la presencia de la Minustah en Haití (que según insinúa la ONU son manipuladas oor ex rebeldes), ni de la decisión unánime del Senado haitiano comunicada a  las fuerzas extranjeras de que comiencen a retirar sus tropas de ocupación  a partir del 15 de octubre de 2012. “Una segunda resolución del Senado –indica un cable de Pulsar- reclamó una reparación para las 6 mil 200 víctimas [en aquel momento] de cólera que provocó la Misión de estabilización a la que se acusa, además, de casos de corrupción, contaminación de ríos y de tener sexo con haitianas”.

También quiere que se vaya la Minustah un amplio número de intelectuales liderados por tres premios Nobel de la Paz. En octubre de 2011 enviaron una carta al secretario general de Naciones Unidas y a la OEA en la que exigían la inmediata retirada de las tropas de un país “que no es un amenaza para la paz mundial”. Firmaron la carta los premios Nobel Adolfo Pérez Esquivel, Mariead Corrigan y Betty Williams, dirigentes de las Madres de la Plaza de Mayo Línea Fundadora, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, y los teólogos brasileños Leonardo Boff y Frei Betto, además de numerosos legisladores de varios países. Sin respuesta

Violadores y traficantes

Tampoco han tenido respuestas las numerosas denuncias de violencia sexual, tráfico de alimentos y corrupción que pesan sobre las fuerzas de la Minustah desde 2004. El mantra de la ONU es que sus autoridades tienen “tolerancia cero” ante “actos inapropiados”, pero lo cierto es que en la renovación del mandato de la Minustah hasta el próximo 12 de octubre de 2012 (y que reducirá la misión en 2.750 miembros) no hay una sola referencia a procesos de justicia contra los militares. Sí recomienda “seguir ejecutando proyectos de efecto rápido que contribuya a aumentar la confianza de la población de Haití en la Misión”. ¿Por qué desconfían los haitianos de la ONU?

El portavoz de la ONU en Haití, Farhar Haq, ante la ultima acusación contra soldados brasileños por haber golpeado y asesinado a 3 jovenes haitianos, dijo: "La misión está haciendo todo lo que puede para determinar los hechos tan pronto como sea posible” e insistió en que la Minustah "reitera su política de tolerancia cero con la mala conducta de su personal y examinará todas las acusaciones con la más absoluta seriedad". Pero, hasta el día de hoy, el único castigo que han recibido los soldados implicados en este tipo de actos ha sido la repatriación a sus hogares sin consecuencias jurídicas. Las y los haitianos parecen haber caído en la invisible categoría de homo sacer.

La “mala conducta” de los cascos azules va desde el trueque de alimentos a cambio de drogas, cigarrillos, alcohol o sexo hasta los graves escándalos por violación de menores de edad (soldados paquistaníes en 2005, 111 cascos azules de Sri Lanka implicados en 2007) a diverso tipo de abusos sexuales (cascos azules de Brasil o Uruguay) que, en el último caso denunciado, incluyó la grabación de los hechos.

En septiembre pasado, la organización Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos en Haití (RNDDH) hizo público un extenso informe en el que se relatan muchos de los casos conocidos de abusos de estas tropas, aunque se supone que el miedo y la pobre institucionalidad alimentan el subregistro.

La lentitud y la falta de transparencia practicada por la Minustah no llama la atención a otras áreas de la misma organización, como la Oficina del Alto Comisionado de los derechos Humanos de la ONU, que sí tiene tiempo para exigir en público a la Policía Nacional de Haití que investigue supuestos actos de abuso de fuerza cometidos por sus agentes y que habrían terminado con la muerte de 9 personas en varios eventos registrados por los agentes de la ONU.

No hay investigación conocida sobre los abusos denunciados o sobre la actuación de los cascos azules, por ejemplo, en Cité Soleil en 2005 y 2006 en acciones violentas que costaron la vida, al menos a 30 civiles. El terremoto oculto la perversa historia previa de la Minustah en Haití.

La doble moral de las misiones de la ONU ya se ha comprobado en otras latitudes, donde la mayoría de denuncias contra sus soldados tienen que ver con abusos sexuales, trata de blancas, uso excesivo de la fuerza o trueque de comida. No se conoce ninguna condena ejemplar –ni no ejemplar- en los casos develados en Liberia, República Democrática del Congo, Kosovo o Costa de Marfil.


A 2 años del terremoto (IV de IV)

El gobierno tutelado, el negocio controlado

Por Paco Gómez Nadal
Otramérica, 12/01/12

Haití tiene una larga historia de tutela. Tutela militar, chantaje económico, control financiero… El terremoto no sólo no modificó este estado de las cosas, sino que las profundizó. Los planes del presidente Martelly y del primer ministro Conille parecen dictados desde fuera y/o por el pasado duvalierista.

El nuevo presidente Martelly saluda al ex dictador “Baby Doc” Duvalier

No vamos a profundizar otra vez en la dura historia reciente de Haití, sino que vamos a quedarnos con la fotografía de este instante. La comunidad internacional celebra la “estabilización democrática” del país. Es uno de los logros de la ayuda prestada. Esa alegría se funda en dos hechos: hay un presidente “elegido democráticamente” desde mayo de 2011 y, a pesar de no tener control del parlamento y de haber tardado cinco meses, desde octubre hay un primer ministro y un gobierno.

¿Es así? ¿Gobiernan para los haitianos? ¿Quién toma las decisiones o quién las condiciona? Empecemos por las elecciones. La primera vuelta de los comicios se celebró en noviembre de 2010, entre escombros y con el cólera comenzando su imparable carrera de muerte. Se gastó un dineral (45 millones de dólares) y sólo se logró que votara un 22.7% del electorado. No era de extrañar. La mayoría de la población trataba de sobrevivir y el corrupto aparato estatal no generaba tampoco confianza como para ir a votar. Además, no se permitió el concurso del partido con más simpatizantes, el del presidente desterrado por Estados Unidos en 2004, Jean Bertrand Aristide. El país estaba tomado por tropas extranjeras, las decisiones las tomaba la comunidad internacional.

Ante los resultados comunicados por el Consejo Electoral Provisorio (CEP), que no gustaron ni a los ‘protectores’ ni a parte del electorado, especialmente a los seguidores del cantante pop Michel Martelly, la OEA, en base a las actas supuestamente fraudulentas, reordenó los resultados excluyendo de la segunda vuelta al candidato oficialista y entregando, en la práctica, la presidencia a Martelly, cuyo currículum según Francisco Peregil de El País se podría resumir así: “estudió hasta el Bachillerato, intentó sin éxito estudiar varias carreras y fue expulsado del Ejército de Haití por dejar embarazada a la hija de un general, aprendió a tocar de oído los teclados y se convirtió en el rey del ritmo kompa en su país”.

El presidente Martelly tomó posesión en mayo de  2011 y, al no contar con respaldo en la Cámara de Diputados ni en el Senado, controlados por el partido del ex presidente Préval, tardó cinco meses en armar gobierno Finalmente -de esto se habla poco-, el primer ministro de Haití, es Garry Conille, médico que fue asesor de Bill Clinton, el enviado especial de la ONU para Haití y el coordinador hasta ahora de todo el programa de reconstrucción del país. El senador Andrés Riché calificó el nombramiento como una "indecencia" y su compañero William Jeanty consideró que validaba la continuidad de la tutela exterior sobre el empobrecido país. Además de la fuerte influencia sobre Martelly que ejerce Estados Unidos, uno de sus principales asesores políticos es el español Antonio Sola, experto en elecciones vinculado al Partido Popular español y un personaje muy cercano al nuevo presidente de derecha de ese país, Mariano Rajoy. Quizá por eso, en su visita a España en julio de 2011, Martelly aseguró: “Es cierto que en Haití hay basuras amontonadas, escombros en las casas. Pero es un país riquísimo. Tenemos unas playas estupendas. Se puede crear un gran centro turístico. Ustedes me pueden decir es que no hay energía. Y es verdad. Pero eso, en vez de ser un problema es una oportunidad. Se puede crear un gran barrio que se llame España. Y después vendrán los franceses y querrán construir otro que se llame Francia, y después Estados Unidos. Y España será la dueña de la energía”.

¿Quíenes son?

Didier Dominique, dirigente de la Central Sindical Batay Ouvriye de Haití, hace acusaciones mucho más graves. Recuerda que Garry Conille es hijo de un macout duvalierista, que  uno de los hijos de Duvalier está trabajando en el gabinete de Martelly [Nicolas Duvalier, de 28 años, es asesor personal de MArtelly], así como varios ex altos cargos del gobierno dictatorial de Baby Doc. Según el sindicalista Martell  “aplica los mismos métodos de Duvalier, o sea, la fuerza y la dictadura. Por ejemplo, en el campo los duvalieristas regresan a recuperar sus tierras. Y, ahora, con la policía y la Minustah, los latifundistas de antes vuelven a hacer una contrarreforma agraria. La Minustah da apoyo al desalojo de los campesinos de sus tierras”.

Lo cierto es que, tal y como detallaba The Associated Press en noviembre, “un ex ministro y embajador de la dictadura es asesor cercano de Martelly. Y al menos cinco miembros de alto rango del gobierno, entre ellos el nuevo primer ministro, son hijos de personas que ocuparon cargos importantes durante el gobierno de Duvalier”.

Cuando Martelly se hacía llamar Sweet Micky, su nombre artístico, cantaba que los seguidores de Aristide olían “a  mierda”, pero dirigía el club nocturno Le Garage y era buen amigo allá de altos mandos del ejército y de los paramilitares de Baby Doc. Ahora se reúne con Aristide y con Baby Doc Duvalier, después del regreso de ambos al país, el primero desde Sudáfrica (presidente democrático que fue expulsado por una invasión militar estadounidense) y el segundo desde Francia (a donde huyó en 1986 después de que EEUU le retirara su apoyo económico y militar). Los portavoces de Martelly dicen que “es hora de la reconciliación”. Algunos dicen que ha llegado la hora de la "reposición" de los viejos gobernantes.

No opinan igual las organizaciones nacionales e internacionales de Derechos Humanos que exigen que se juzgue a Jean Claude Duvalier, Baby Doc, por crímenes de lesa humanidad. Tiene abiertos 18 procesos en Haití, pero paga un extraño arresto domiciliario, en una mansión de lujo de la que sale cuando quiere para reunirse con simpatizantes o para dar discursos en la universidad. "El entorno político está formado por duvalieristas", se queja el economista Camille Chalmers.

El proyecto empresarial

Las decisiones de Martelly parecen agradar a dos de los elefantes de peso específico. Por un lado, Baby Doc y sus seguidores, a los que tiene contentos con la propuesta de formar un nuevo Ejército (abolido por Aristide en 1995) e indemnizar a los soldados destituidos desde la desaparición del cuerpo armado. Por el otro, Bill Clinton y el proyecto de Estados Unidos para Haití, con la obsesiva tarea de abrir parques industriales que alojen empresas maquileras que exportan a Estados Unidos. Clinton no sólo ha dirigido la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití, sino que encabeza el Consejo Presidencial de Haití para el Crecimiento Económico (del que forman parte empresarios extranjeros como Denis O'Brien, CEO de Digicel Group).

De hecho, en noviembre pasado, Clinton, Martelly y el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el colombiano Luis Alberto Moreno, posaban sonrientes en la inauguración del Parque Industrial Caracol, un espacio para maquilas que ha despojado de sus tierras a unos 300 familias agricultoras y que se ha financiado con dinero de la cooperación. Por supuesto que uno de los primeros tramos de carretera restaurados tras el terremoto han sido los 80 kilómetros que unen Puerto Príncipe con la zona norteña donde está el parque Caracol.

Clinton, que no disimula su proyecto –ya propuso en 2009 una salida para Haití: maquilas y call centers-, celebró los dos años del terremoto lejos de os damnificados. Visitó, llevando de la mano al primer ministro, Conille, la nueva fábrica de la estadounidense Timberland donde, según el ejecutivo de la empresa Garet J. Brooks, los 150 trabajadores cobrarán 5 dólares al día (unos 120 dólares al mes), pero podrán visitar semanalmente a un médico o enfermera (unas botas Timberland modelo 2011 cuestan una media de 220 dólares, casi el doble de un mes del sueldo de las costureras haitianas).

¿Ejército para qué?

Martelly no ha logrado solucionar el problema de vivienda y de salud que sufren cientos de miles de haitianos, sólo controla el 1% de la cooperación internacional destinada a la reconstrucción y está obsesionado con atraer la inversión extranjera a toda costa, como se ha demostrado. En ese último afán ha contentado tanto a inversores como a los seguidores de Duvalier.

Laurent Lamothe, el Ministro de Relaciones Exteriores de Haití, explicaba a finales de noviembre las razones que justifican el nuevo ejército que arrancaría con 3.500 efectivos y un presupuesto de 95 millones de dólares:  “Los empresarios quieren sentirse seguros, y sus edificios deben estar protegidos. A fin de que se sientan seguros, deben tener el personal para salvaguardarlos”. “Nadie invertirá en este país si no pueden conducir por las calles. Queremos mantener al pueblo haitiano seguro contra todo tipo de factores desestabilizadores. Estamos trabajando para encontrar la fórmula adecuada para disponer de una fuerza cuando la MINUSTAH abandone el país”.

Los críticos de Martelly ven el proyecto militar una reacción del presidente a la falta de control que tiene sobre la Policía, la respuesta a los reclamos de los ex soldados que, periódicamente, amenazan con revueltas en caso de que no les sean reconocidos sus salarios desde 1995, y un mensaje tranquilizador, como explicó su ministro de Exteriores, a los inversores extranjeros.

Ya sabemos un poco más de quién gobierna en Haití… también de para quién. El karma del pueblo haitiano no parece tener fin.