Historia e historias

A 80 años de la muerte de José Carlos Mariátegui

Por Guillermo Pessoa
Para Socialismo o Barbarie, 26/03/10

"José Carlos Mariátegui, hombre doloroso y puro, ha muerto
cuando comenzaba a ser indispensable". (Luis Franco)

El 16 de abril de 1930 moría en el Perú, lugar donde había nacido, José Carlos Mariátegui. Tenía tan solo 35 años. Este brillante pensador latinoamericano cumplió el que quizás sea uno de los preceptos cardinales del marxismo: relacionar como un todo la teoría y la práctica política. Creador de una profusa obra escrita, propagandista y orador destacado, colaboró también en la creación de la primer organización sindical nacional de su país y fue uno de los fundadores del Partido Socialista peruano. Trazaremos a continuación una breve semblanza de su rico legado.

Una cosmovisión latinoamericana y no petrificada

Las inquietudes intelectuales de Mariategui fueron vastísimas. Luego de su viaje europeo en la segunda década del siglo XX, éstas se vieron acrecentadas. La política, la filosofía, la economía y el arte todo, fueron algunas de sus preocupaciones y objetos de estudio. Fue abrazando un marxismo que interpretó con coodenadas que lo alejaban de las vulgatas reduccionistas que la socialdemócrata II Internacional profesaba. Contra el positivismo/naturalista de aquélla, el peruano se acercaba a un marxismo mucho más plástico y dialéctico que también tendría sus exponentes contemporáneos a la obra de El Amauta: Korsch, Gramsci, el primer Lukács y más tarde Benjamin. A esto le sumaba el aporte de corrientes "heréticas" como la que expresaban Sorel, Nietzsche o Unamuno (autor por el que tenía una gran simpatía). Supo escribir: “Los más severos y seguros estudiosos del movimiento socialista constatan que el rector efectivo de la socialdemocracia alemana, a la que teórica y practicamente se siente tan cerca De Man, no fue Marx sino Lasalle. El reformismo lassalliano se armonizaba con los móviles y la praxis empleados por la social democracia en el proceso de su crecimiento, mucho más que el revolucionarismo marxista.” (“En defensa del marxismo”)

Fue pionero en América Latina en el intento de comprender la génesis del desarrollo político económico de formaciones pre capitalistas o de capitalismo "bárbaro", para utilizar la expresión de Milicíades Peña como la del propio Perú, esfuerzo que plasmó en su trabajo “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”. El análisis de este magnífico texto, vislumbrar sus aciertos y sus deficiencias, requerirían de un estudio más profundo.  Pero sí señalemos que ese trabajo de tipo historiográfico estaba al servicio de una actividad y estrategia política concreta: ubicar a la clase obrera como caudillo de la revolución futura hegemonizando a los otros sectores subalternos, como las comunidades aborígenes, bajo la bandera del socialismo (de allí su franca y leal polémica con la ideología indigenista).

Los dos ejes mariateguianos que preferimos abordar en este artículo, son aquéllos que pensamos han tenido más lecturas unilaterales y deformadas y que nos permiten aventurar una hipótesis: ubicar al peruano en la corriente que el marxista norteamericano H. Drapper denominaba "socialismo desde abajo", línea que para éste inauguraba Marx y que entre otros encarnaban Trotsky y Rosa Luxemburgo. Como Mariátegui afirmaba en uno de sus textos más representativos: “El mérito excepcional de Marx consiste en haber, en este sentido, descubierto al proletariado... la realidad del proletariado como clase esencialmente antitética de la burguesía, verdadera y sola portadora del espíritu revolucionario en la sociedad industrial moderna” (“En defensa...”)

El socialismo: ni calco ni copia

La correctísima expresión de Mariátegui en cuanto a que el socialismo, como proyecto ético/político/económico en América Latina no debería ser "calco ni copia" de otras experiencias - en especial europeas -; ha sido tomada en forma unívoca, deformándola. Pues si es enteramente cierto que según las regiones y tradiciones, cada lugar posee una especificidad propia lo que lleva a la deducción que la historia no puede repetirse en forma idéntica o trasladarse mecánicamente sin respetar aquéllas; esto no significa que no existan enseñanzas universales que conforman un pasado del cual se puede aprender y obtener lecciones más que valiosas.

Es el mismo autor de los “Siete ensayos...” al dar conferencias a obreros y estudiantes sobre las revoluciones rusas y alemana,  quien señala que éstas contienen elementos que debemos hacer nuestros los socialistas de cualquier lugar del mundo: la participación activa del sujeto revolucionario en la toma de decisiones, la necesidad de organismos tanto corporativos como políticos que los representen, la obligación de contar con un programa y una estrategia de acción clara y precisa; serían algunas de ellas.

En el peruano entonces, la muy justa premisa de que no hay que fosilizar textos o autores a riesgo de caer en un dogmatismo seco y árido, no lo llevó a la conclusión - mil veces errada - de que no existe una tradición (en el sentido que le daba el marxista italiano Antonio Labriola: como reservorio de experiencias de la clase trabajadora en su accionar) de la cual servirse teórica y políticamente. La cual con sus debidos ajustes y adecuaciones al espacio y el momento concreto, funcionara como "guía para la acción". Pues por si hiciese falta aclararlo, en el marxismo de Mariátegui no existía nada parecido a un determinismo natural o designio de la Historia alguno, que inevitablemente condujeran al socialismo y a un mundo mejor. Esto nos introduce en el segundo eje que queríamos abordar.

No resignar jamás la independencia de clase

En 1929 se celebra en Buenos Aires una Conferencia de la Internacional Comunista con diversos partidos latinoamericanos con una agenda que incluye la lucha contra el imperialismo, la estrategia y el carácter de la revolución en estas latitudes, las tácticas a emplear, entre sus puntos más salientes. Mariátegui enfermo no puede concurrir, pero sí lo hará el recién creado Partido Socialista Peruano que venía de una ruptura política con el nacionalismo/populismo que encarnaba el APRA de Raúl Haya de la Torre y que defenderá las tesis elaboradas por aquél. Dichos planteos provocarán ásperos debates en la Conferencia en especial con el representante del PC argentino, Victorio Codovilla, que sostenía que el carácter de la revolución en América Latina era democrático-burgués y anti imperialista y que por ende la lucha central en su primera etapa era contra el imperialismo en alianza con sectores burgueses para luego, en una segunda etapa, comenzar a proyectar el socialismo. Todo esto además, en el marco de un cerrado "espíritu provinciano”, con análisis ad hoc para justificar lo anterior y con un escueto marco internacional que no era otra cosa que un alineamiento monolítico con las eclécticas - y cambiantes - líneas políticas ensayadas por la dirección del PCUS.

Mariátegui y su corriente, como adelantamos, fueron la antítesis teórico/política de estos postulados. Por ejemplo, en relación a la necesidad de un verdadero internacionalismo proletario, los peruanos afirmaban: “El carácter internacional de la economía contemporánea, que no consiente a ningún país evadirse a las corrientes de transformación surgida de las actuales condiciones de la producción. El carácter internacional del movimiento revolucionario del proletariado. El Partido Socialista adopta su praxis a las circunstancias concretas del país; pero obedece a una amplia visión de clase y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial (Principios programáticos del PS). No menos categóricos eran en señalar el carácter de la revolución que tendría lugar en esta parte de América: Cumplida su etapa democrática burguesa, la revolución  deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden socialista.” (“Principios...”)

Esto conducía directamente al problema de qué tipo de partido construir y con qué programa y estrategia política, que casi "naturalmente" se desprendían de lo anterior. En ese aspecto los socialistas andinos afirmaban: “La formación de partidos de clase y poderosas organizaciones sindicales con clara conciencia clasista, no se presenta destinada en esos países  (N del R: se refiere a Centro América) al mismo desenvolvimiento inmediato que en Sud  América. En nuestros países el factor clasista es más decisivo, está más desarrollado. No hay razón para recurrir a vagas fórmulas populistas tras de las cuales no pueden dejar de prosperar tendencias reaccionarias. Actualmente el aprismo, como propaganda, está circunscripto a Centro América; en Sud América, a consecuencia de la desviación populista, caudillista, pequeño burguesa, que lo definía como el Kuo Min Tang latinoamericano, está en una etapa de liquidación total.” (“Punto de vista antiimperialista”). Párrafo que pensamos, no requiere de aclaración alguna. No sólo se distancia de la ortodoxia comunista oficial sino de los populismos como el del APRA o el de la experiencia de la reciente revolución china que llevaron al triunfo de la reacción.

Claro está que para Mariátegui el problema del imperialismo existe y es concreto. Si bien América del Sur goza de una independencia política formal, se halla atada por lazos económicos y hasta militares que convierten a sus naciones en especie de semicolonias. Contrariamente al socialismo liberal - como el que encarnaba Justo en la Argentina - que hacía tabla rasa con ese tema y de hecho actuaba como aliado de ciertos países imperialistas, Mariátegui no le asigna ningún rol a las burguesías locales en el proceso de la lucha contra el imperialismo, aunque tuviese roces con éste y muchas veces renegara retóricamente de su "naturaleza" de clase dominante hacia adentro pero subalterna hacia afuera. Oigámoslo: “El anti imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses. Tenemos la experiencia de México.”  (“Punto...”)

Suena realmente irónico - por decir lo menos - que corrientes universitarias en la Argentina utilicen el nombre del revolucionario peruano para realizar meras estrategias gremiales y avalar proyectos populistas, nacionalistas o directamente centro izquierdistas de colaboración de clases. O que agrupaciones políticas en el resto de América Latina intenten apoyarse en el legado de El Amauta para sostener sus atajos oportunistas. Para nosotros el riquísimo legado de Mariátegui, tiene entre sus puntos nodales la expresión con la cual cerramos este sucinto artículo:

“En conclusión somos anti imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa.” (“Punto...”)